BL.
⚠️ Para mayores de 18, la novela puede contener escenas no aptas para menores. ⚠️
¿Quieres saber de que trata la novela? Te invito a leerla y así descubrir junto a Alfred, su pasado.
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Capítulo 3: Advertencia.
🌼
17/05/2025
Iba como un fantasma errante, flotando sin rumbo por el extraño mundo de los sueños. Estaba en un camino oscuro; de la nada, a sus costados se desplegaron rectángulos del tamaño de puertas, mostrándole diferentes escenas de su vida. Algunas de estas puertas mostraban imágenes de un profundo color gris, dejando a la vista que esos recuerdos estaban olvidados.
Había muchas puertas así.
Pasó al lado de una y se detuvo a ver. En esa puerta estaban Hugo y él, riendo y comiendo un helado. Recordaba ese día. Fue hace muchos años, cuando su hermano había conseguido su primer trabajo y lo festejó junto con él, invitándole un helado. Estaban muy tranquilos, disfrutando y mirando el cielo.
En esos tiempos, su vida era muy tranquila. Aún no habían iniciado su trabajo —no remunerado del todo— como buscadores de leyendas. Todo era relativamente mejor.
Extendió su mano, queriendo entrar y volver a esos tiempos, pero una fuerza extraña lo arrastró hacia adelante y lo arrojó directamente dentro de una de esas puertas. No tuvo tiempo de reaccionar antes de verse envuelto en un ambiente extremadamente violento.
¿Qué estaba pasando?
Lo descubrió enseguida cuando lo hicieron caer de rodillas. No sintió dolor, pero su corazón se encogió cuando levantó la mirada y se encontró con unos intensos ojos de color verde.
Eran tan verdes como la esmeralda.
Un escalofrío le erizó los vellos y un sudor frío recorrió de inmediato su espalda. Abrió la boca para hablar, pero el sonido de su voz se perdió entre tantos gritos. Sus ojos se movieron de manera frenética por la habitación, antes de encontrarse nuevamente con esa persona. Su mente quedó en blanco al ver las enormes cadenas que lo estaban atando.
¿Por qué esto le parecía familiar...?
¿¡No era una escena de la leyenda que acababa de leer!?
Quiso ponerse de pie, protestar, pero su cuerpo no lo obedeció. De hecho, ya no parecía su cuerpo, sino el de alguien más.
Sabía lo que sucedería a continuación, ya lo había leído, y a pesar de todo, su corazón latía muy rápido. El Ángel encadenado lo miraba ahora con tanta desesperación, que casi podía escuchar los latidos frenéticos de su corazón, los cuales parecían fundirse con los suyos.
A pesar de la desesperante situación, un sentimiento cálido lo envolvió y sus ojos enrojecieron.
El hombre encadenado, que lo miraba con atención, tenía miedo. Él también tenía miedo, pero era una sensación extraña: no era miedo por lo que pudiera pasarle a él, sino miedo por lo que podría sucederle al otro.
Sentía una profunda preocupación por ese hombre.
Algo brilló. Sabía lo que era: una daga. Se puso de pie y le dio un cabezazo a la persona que lo retenía. Esta se hizo hacia atrás con un gemido de dolor mientras él avanzaba.
Sangre.
No tuvo tiempo ni de sentir el penetrante dolor en su abdomen antes de caer.
Después, todo fue confuso: sombras vagas moviéndose de un lado a otro, el olor a cobre de la sangre que se intensificaba más y más, y después... unos brazos que lo envolvieron con fuerza mientras alguien murmuraba:
—No me busques.
¿Que no lo busque?, ¿a qué se refería?
Quería abrir los ojos y preguntarle, pero era consciente de que en ese sueño no tenía el control. Unos segundos después sintió que todo su cuerpo se volvía pesado y finalmente se desplomaba del todo a la inconsciencia. Pero antes de eso, sintió una corriente cálida desplazándose por su cuerpo.
Durmió más profundamente.
...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...
Al despertar, descubrió su frente bañada en sudor y no pudo evitar girar su rostro para ver el papel arrugado en un rincón de la habitación.
¿Qué sueño fue ese? Verdaderamente había sido una pesadilla. Gracias a los cielos, ya se había terminado.
Esa leyendo maldita.
Se incorporó en la cama y apoyó sus pies descalzos en el suelo. La sensación de frialdad subió a través de su columna vertebral y disipó un poco el shock que estaba sintiendo en ese momento, solo para ser reemplazado por un dolor de cabeza.
—¿Alfred? —Hugo se asomó a través de la cortina con una taza humeante.
—¿Cuándo llegaste? —preguntó con el ceño apenas fruncido al ver dos grandes círculos negros bajo los ojos del contrario, los cuales estaban ligeramente rojos—. Debes dormir más.
—En la madrugada llegué a casa. Tú... ¿estás bien? —Al notar que su hermano lo miraba con un gran signo interrogativo en su cara, continuó—: Ayer en la noche no dejabas de temblar —rápidamente, el pequeño dejo de preocupación que había dejado filtrarse en su voz fue reemplazado por un tono de burla—. ¿La princesita estaba teniendo una pesadilla?
Realmente era un dolor de cabeza.
—Piérdete, necesito un café.
—Luego tengo algo que discutir contigo —dudó un momento al decirlo, y antes de que Alfred volviera a hablar, salió disparado de la habitación.
—¿Y ahora? —masajeó sus sienes. En este momento no estaba de humor para las estupideces que su hermano vivía haciendo. Se preguntaba si algún día este se haría cargo de las consecuencias. La respuesta por el momento era un gran NO.
Se puso de pie y recogió la "carta" del suelo. Sin siquiera desdoblar la bola que había hecho, la guardó dentro de un cajón. No tenía ni la más mínima energía para volver a leer esa leyenda; con la pesadilla ya había sido más que suficiente.
Inconscientemente, se llevó una mano a los labios, el lugar donde había sentido que se iniciaba la corriente cálida en su sueño, y suspiró.
...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...
Unos minutos después, ya se encontraba duchado y vestido adecuadamente con la ropa más holgada que había encontrado en su armario. Realmente se sentía más cómodo y en paz mientras bebía su café e indagaba en su escasa memoria. Algo que le había llamado más la atención en ese extraño sueño fueron las puertas; algunas simplemente estaban grises, como cubiertas por un espeso humo. ¿Por qué no lograba asociar un recuerdo a cada una de ellas?
Aunque no se sorprendía —después de todo, su memoria había ido en decadencia con los años—, aun así le dejaba un sentimiento extraño.
Sentía que había olvidado cosas verdaderamente importantes...
Si tan solo pudiera recordarlas.
Comenzaba a frustrarse un poco, pero tras unos momentos suspiró y dio un gran sorbo al café, que ya estaba tibio.
Si no podía recordar, que así fuera. Quizá, después de todo, no era nada digno o bonito de recordar.
Estaba bien.
—Hermano... —Levantó una ceja inquisitivamente. Hugo solo lo llamaba así cuando se había mandado alguna macana, a excepción de ayer. (1)
—¿Qué hiciste?
Hugo soltó un resoplido estridente.
—¿Acaso ya no puedo llamar a mi hermano hermano? ¿Desde cuándo eso amerita que hice... algo? —Tartamudeó lo último al notar cómo los ojos de su hermano brillaban con total incredulidad ante sus palabras.— Bueno, bueno. Me atrapaste, metí la pata en grande...
—¿Qué hiciste? —Repitió. Odiaba que Hugo diera vueltas al asunto una y otra vez.
—Será mejor que te sientes.
Alfred sintió cómo el dolor de cabeza volvía a apoderarse de él y se sentó antes de cometer algún acto de violencia contra su hermano, como tirarle la taza que tenía en la mano por la cabeza. Para evitar esto, dejó la taza amarilla sobre la mesa y miró fijamente al otro hombre.
Hugo claramente se inquietó por esta mirada. Un par de ojos café y ojos miel se miraron por un largo tiempo, hasta que el culpable de sus acciones murmuró un "no me mates y no te vayas a enojar" antes de comenzar a hablar. Alfred solo pudo escucharlo en silencio.
Él ya estaba enojado.
—Ayer bebí de más, en verdad. Me pasé. Hice apuestas muy, muy grandes... y las perdí todas. Las personas que estaban conmigo me tendieron una mala jugada, aliándose para dejarme en la bancarrota.
Alfred puso los ojos en blanco, lo cual no pasó desapercibido por el hablante.
—Ey, en verdad lo siento.
—¿Cuánto debes?
El rostro de Hugo enrojeció. No quería decirlo.
—Habla ya.
—Mil quinientas monedas de oro.
Silencio.
Mucho silencio.
Alfred, inmediatamente, se deprimió. ¿De dónde sacarían tanto dinero?
—¿Es en serio?
—Es en serio. Lo siento.
¿De qué servían las disculpas ahora? Sentía que su cabeza se partiría en dos mientras trataba de manejar su mal genio. Estaba usando todo su autocontrol para no regañar hasta por los codos a su hermano.
—Eso no es solo una metida de pata... ¡has entrado de lleno a un frasco! (2)
Hugo bajó la mirada, aún más avergonzado. Sabía que su hermano estaba verdaderamente enfadado. Y razones tenía.
Alf tomó la taza de café que había apoyado en la mesa. Su hermano podía jurar que quería tirársela, pero al contrario de sus expectativas, Alfred se bebió todo el café —que ya estaba frío— de un sorbo. Su rostro alternaba entre el blanco y el amarillo. Finalmente, respiró hondo mientras se hundía un poco en su asiento.
Fue su culpa.
Si él no hubiera descuidado a su hermano, nada de esto habría ocurrido. ¿Qué clase de hermano era, dejando a Hugo solo en una taberna? De repente, ya no podía enojarse más con Hugo, pero sí consigo mismo.
—Bien. Lo resolveremos.
—¿Tienes un plan?
—Trabajar y reunir el dinero.
Hugo sabía que era algo muy difícil de lograr, pero al ver la determinación en la cara de Alfred, supo que no valdría de nada discutir con él.
—Bien...
—Antes de eso, necesito otro café —dijo, poniéndose de pie, taza en mano, y fue directo a prepararse otro.
Los siguientes días fueron muy ajetreados para los hermanos. Ninguno de los dos tenía un trabajo fijo o estable, pero se las arreglaban ofreciendo su mano de obra en diversas áreas: cortando el pasto —Alfred no le cobraba a las personas mayores por esto—, limpiando, cuidando algún animal, etc.
Entre los dos, era Alfred quien trabajaba más. Incluso por las noches iba a cuidar viejas casas. Casi ni dormía.
Quería saldar la deuda de Hugo lo antes posible. Aunque sabía que su hermano había hecho mal, no podía ignorar la responsabilidad que sentía ante lo que había sucedido. Pero tras un mes entero trabajando día y noche, solo había conseguido trescientas monedas de plata, y Hugo solo había recaudado unas ciento y poco.
Esto no estaba funcionando. Les tomaría tres vidas llegar a pagar la deuda.
—¿Qué vamos a hacer? Aún tenemos que pagar los gastos diarios.
Alfred sintió un leve tic nervioso en su ojo mientras se bebía el sexto café del día. Su pierna se movía de arriba abajo con inquietud, causando un leve sonido de repiqueteo cuando la suela de su zapato impactaba contra el suelo.
—Descansa —le habló a Hugo, quien se veía algo demacrado. Alf, internamente, sintió que se merecía verse así, pero tras pensarlo unos segundos, no quería ver mal a su hermano.— Lo resolveré.
Siempre podía resolver todo. Por lo tanto, Hugo se fue tranquilo a dormir. Era una lástima que no notara el estado de su hermano... o quizá lo había notado y no había dicho nada al respecto.
Alfred se recostó en la mesa, cansado. Tenía ojeras profundas y oscuras, la tez más pálida de lo normal. Si alguien externo a su entorno lo viera, pensaría que acababa de recibir el resultado de alguna enfermedad terminal.
Sentía que solo tenía una alternativa, pero no quería tomarla. Nada le aseguraba que lo que estaba escrito en esa "carta" fuera real. Pero si lo fuera..., sería grandioso. Solucionaría parte de sus problemas.
¿Perdía algo al intentarlo? No. Por supuesto que no.
Porque, además de Hugo, ya no tenía más que perder.
Pero, sin dudas, todo despertaba un leve sentimiento de sospecha en él.
...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...
Notas:
1. Macana: Es como mandarse algo malo, en otras palabras, mandarse una cagada.
2. Has entrado de lleno a un frasco: Hace alusión a que se encerró solo en una situación complicada.
...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...
Mini escenario:
Alfred: (*Buscando en algún libro cómo hacer que su hermano no gaste dinero imprudentemente.*)
Enzo: Puedo darte un préstamo bancario. ¿Cuánto necesitas?
Alfred: Mil quinientas monedas de oro.
Enzo: Oh... (No manejan la misma moneda.)
Enzo es de mi otra novela "Su Aroma a Sándalo".
¿Esto solo logro facilitar o dificultar más las cosas?
¡Te invito a seguir leyendo para descubrirlo! 💗
¡Te invito a leer para descubrirlo!