A los dieciocho años, me vi obligada a casarme con Aureliano Estrada, un hombre poderoso, atractivo e inteligente, pero también un despota que se había encaprichado conmigo. Lo odiaba profundamente, ya que su ambición me había obligado a renunciar al amor de mi vida, Marcos Villasmil, el chico más guapo y dulce que jamás había conocido. Nuestro amor era real y puro, pero mis padres no lo aceptaban; al menos eso me hacían creer. Cada día en la vida con Aureliano se sentía como una prisión dorada. Aunque tenía todo lo que muchos desearían: una mansión, fiestas lujosas y la admiración de la sociedad, mi corazón seguía anhelando la libertad que había perdido junto a Marcos. La sombra de su recuerdo me seguía, recordándome lo que realmente importaba: el amor verdadero y la felicidad genuina. Mientras navegaba por esta nueva vida impuesta, comenzaba a cuestionar mis decisiones y a buscar maneras de recuperar el control sobre mi destino. Sabía que no podía seguir viviendo así, atrapada entre las expectativas de mis padres y el dominio de Aureliano
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Capítulo III Beneficio
Volví a mi habitación sin saber que hacer, al mirarme al espejo pude ver la tristeza en mis ojos, ya no reconocía a la persona que estaba reflejada. Ya no podía seguir viéndome, así que cerré los ojos y recordé los momentos que había pasado junto a Marcos, su carisma, sus detalles únicos y la forma tan bonita en la que me trataba. En sus ojos podía ver el azul inmenso del mar entre sus brazos me sentía protegida y al mismo tiempo libre, quería volver a esos momentos tan bonitos, esos momentos que nunca más volvería a vivir.
Lo que no podía entender era ese cambio tan drástico que habían dado mis padres, ellos siempre se mostraron comprensivos, siempre estuvieron ahí para mi, no entiendo en qué momento cambiaron tanto. Aún recuerdo cuando era una niña y ellos me protegían del mundo, aún recuerdo cuando tenía seis años y alguien trató de alejarme de su lado. Mi padre me defendió con su vida. Pero ahora me está arrojando al fin de mi vida, me arrojan al fuego del infierno y mi alma se está quemando en el.
Con el corazón partido me acoste en mi gran cama y cerrando los ojos me quede dormida. En mi sueño podía ver a Marcos sonriéndome y diciendo que todo estaría bien y que lo esperara que él encontraría la forma de llegar a mi. Desperté de mi sueño con lágrimas saliendo de mis ojos. Y supe que en realidad estaba viviendo una pesadilla.
Me levante sin ganas de nada, lave mi rostro y fui hasta la sala. Quería salir de aquella prisión, pero me encontré con mis padres sentados en la sala.
“Al fin te dignas a salir de tu habitación”, comentó mi padre al verme.
“No estoy de humor”, dije dándome la vuelta para salir de la casa.
“¿A donde crees que vas jovencita?”, pregunto mi madre con un tono autoritario.
“A donde yo quiera, al menos puedo disfrutar estos días de libertad que me quedan”, dije con desdén.
“Tu prometido viene por ti, ve a cambiarte y ya sabes que no te puedes negar”, intervino mi padre en un tono frío.
“No quiero salir con ese hombre, ¿a caso no se dan cuenta del daño tan grande que me están haciendo?, ¿qué les hice para que me odien tanto?”, ya no pude aguantar más la rabia que tenía, esas preguntas estaban atascadas en mi garganta y tenía que dejarlas salir, ya que sentía que me estaba ahogando.
“Cásate Veronica, no tienes idea de lo que estás hablando, nosotros no te odiamos, solo estamos buscando lo mejor para ti”, explicó mi mamá.
Ella quería decir algo más, pero mi papá la detuvo. Algo estaba pasando y ellos no querían que yo supiera.
Sin ánimos de seguir discutiendo subí a mi habitación y me dispuse a cambiar mi atuendo. Tenía que mi papá le hiciera daño a Marcos así que me vestí adecuadamente, no estaba acostumbrada a usar maquillaje, por lo que decidí ir al natural. Me vi al espejo y en mis ojos se podía ver la tristeza que tenía en el alma. No podía hacer nada al repecto, así que baje nuevamente a la sala donde ya me estaba esperando el tal Aureliano.
“Buenas noches”, salude distante.
“Buenas noches, Veronica. Te ves hermosa”, dijo Aureliano sin apartar la mirada de mi.
“¿Nos podemos ir?“, pregunte ignorando su comentario. En realidad no quería seguir viendo a mis padres y necesitaba un poco de aire fresco aunque fuera en compañía de ese hombre que tanto daño me estaba haciendo.
Salimos de casa de mis padres, frente a mi había un auto negro de lujo, era impresionante. Eso era señal de que Aureliano era un hombre de familia adinerada. *con Marcos no tenía nada de lujos, pero al menos era feliz con el*, pensé.
Aureliano abrió la puerta del copiloto para que yo subiera, no quería molestarlo a él ni a mi papá, no sabía que tan involucrado estaba mi futuro esposo en la desaparición de mi novio. Subí al auto y me quede sentada esperando a que Aureliano también subiera. Lo vi rodear el auto con elegancia y finalmente subió a este.
“Abróchate el cinturón”, dijo en tono autoritario.
“Así estoy bien. Gracias”, dije sin poder evitarlo, odiaba que me dieran órdenes.
“No es una petición, es una orden”, Aureliano se acercó a mi, estábamos muy cerca el uno del otro y con esa cercanía mis fosas nasales se inundaron de su olor.
“¿Qué estás haciendo?”, pregunte asustada por la cercanía.
“Ten algo en claro, eres mía y por tal motivo debes hacer lo que te diga, no quiero que me estés retando y mucho menos que juegues conmigo”.
“Lo siento, es solo que no me gusto su tono”, me llene de terror ante la advertencia de Aureliano. Temi por la vida de Marcos así que no me quedo de otra que disculparme y bajar la cabeza. Aureliano retrocedió después de abrochar mi cinturón. Puso el auto en marcha y condujo hasta un restaurante elegante. A pesar de haber crecido en este mundo, nunca me sentí cómoda en el. Estos lugares pomposos no me gustaban y la incomodidad era evidente.
“Espero que te guste. Este es mi restaurante favorito”, comentó Aureliano bajando del auto.
Respire profundo y desabroche el cinturón, Aureliano volvió a abrir la puerta para mi y tendió su mano para que yo bajara apoyada en el. Sabía que todo esto era para quedar como un caballero ante los demás; sin embargo, yo sabía que era mentira y que a él solo le importaba quedar bien ante los demás.
Una vez entramos al restaurante las miradas de los presentes se posaron en nosotros, especialmente la de una mujer muy hermosa, la cual vernos borro la sonrisa que tenía.
“Vamos tenemos un lugar reservado solo para nosotros”, susurro Aureliano a mi oído.
“¿Para que me trajo aquí?, es obvio que no lo hizo con buena intención”, pregunte intrigada.
“Yo también necesito sacar algún beneficio de esta situación y pensé que era buena idea que nos vieran en público”, sus palabras me dejaron confundida. ¿A que se refería con sacar beneficios, será que él tampoco quería este matrimonio, mis pensamientos eran un lío y necesitaba respuestas, si no terminaría enloqueciendo.