¿ Que ya no me amas?... esa es la manera en que justificas tú cobarde deslealtad... Lavender no podía creerlo, su esposo, su amado esposo le había traicionado de la peor forma. Ahora no solo quedaba divorciarse, sino también vengarse.
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Capitulo 15
Cuando Lavender se recostó aquella tarde, pensando que solo cerraría los ojos por un momento para ceder al agotamiento, el tiempo se convirtió en días. Cayó en un estado inconsciente intermitente, con fiebre alta. Los empleados, al notar que la Duquesa no respondía, entraron a la fuerza a su habitación y la encontraron desmayada. Inmediatamente llamaron a un médico, quien la diagnosticó con un cuadro de cansancio extremo. Estaba tan débil por no haber comido, dormido ni descansado adecuadamente durante varios días.
Al tercer día, aunque aún con fiebre, Lavender despertó. El mayordomo y el médico le explicaron lo sucedido, pero ella apenas parecía escucharlos. Con voz débil, respondió:
—Oh, ¿es eso lo que ocurrió?
Sin mostrar mayor interés, les pidió a las doncellas y al mayordomo que se retiraran, dejando solo al doctor en la habitación. Nerviosa, jugueteaba con las manos sobre su regazo, evitando la mirada del médico. Tras unos instantes de silencio, finalmente habló:
—Tengo sospechas... de estar embarazada. ¿Podría revisarme para confirmarlo?
El médico, sorprendido por la revelación, asintió y comenzó a hacerle preguntas.
—¿Qué síntomas ha tenido, mi señora? —preguntó con suavidad mientras preparaba el equipo necesario para examinarla.
Lavender enumeró los síntomas con una voz apagada: cansancio constante, náuseas ocasionales y un ciclo menstrual irregular. El médico la revisó con atención, evaluando cada detalle antes de darle su diagnóstico.
—Mi señora, lamento informarle que no está embarazada —dijo el médico con tono cuidadoso—. Creo que sus síntomas se deben más al cansancio y al estrés. ¿Ha estado pasando por situaciones difíciles últimamente? Quizás trabajar en exceso, saltarse comidas o alimentarse inadecuadamente...
Lavender desvió la mirada, asintiendo lentamente. Parecía no solo decepcionada, sino también abatida, como si toda esperanza se le escapara en ese momento.
—Entiendo... —murmuró con voz débil—. Gracias por su atención. El mayordomo se encargará de su pago.
El médico asintió y, tras ofrecerle algunas recomendaciones, salió de la habitación. Lavender, ahora sola, dejó escapar un largo y pesado suspiro, como si todo el dolor acumulado en su pecho finalmente encontrara una salida. Había albergado la vaga esperanza de que un embarazo pudiera traerle algún tipo de consuelo, una razón para continuar, pero en el fondo sabía que no estar embarazada era lo mejor.
Cerró los ojos un momento, deseando que al volver a abrirlos todo resultara ser una pesadilla, que el dolor que sentía desapareciera como una sombra en la noche. Pero la realidad la golpeaba con fuerza.
—Maxon... Violet... ¿cómo pudieron? —susurró con amargura, atormentada por los recuerdos de la traición de ambos.
Maxon le había jurado y demostrado su amor incondicional, y Violett tan amigable e inocente, nunca imaginó algo así de ella, no era que le faltará atención, de hecho había tenido a muchos pretendientes que la amaban con sinceridad. Y sin embargo, quería lo que tenía Lavender, le molestaba cada muestra de atención y afecto que se le dedicaba, le parecía absurdo, ¿por qué la amaban, por qué la admiraban? Para Violett era inimaginable que alguien de un momento estatus tan bajo hubiera obtenido todo eso por sobre ella. Poder, estatus, el amor del Duque, la atención de la familia Real. Debía quitarsecelo, y la mejor manera de hacerlo era acercándose a ella, hasta lograrlo. Pero ahora ya era tarde para Lavender, todo a su alrededor se derrumbaba.
Luego de pensar un rato en ello, Lavender levantó la vista y vio sobre el escritorio de su habitación, el sobre que contenía los papeles del divorcio. Apretó los labios con fuerza, sin poder ignorar lo que debía hacer. El camino estaba claro, pero aceptarlo era demasiado doloroso. Sabía que tenía que proceder con el divorcio, pero la simple idea de firmar esos documentos la llenaba de una tristeza indescriptible.
Mientras tanto, en el Ducado de Lehman, Violett se había instalado cómodamente, reorganizando muchas cosas a su gusto. Sin embargo, una inquietud la perturbaba.
—Ya ha tenido tiempo suficiente para enviar los papeles firmados... —murmuró mientras caminaba con altivez por la habitación.
—Ya sé... —susurró para sí misma, y con una sonrisa calculada, se dirigió al estudio de Maxon.
Al entrar, lo encontró más que sobrepasado por el trabajo y los asuntos que le concernían, reflejando el peso de las responsabilidades que ahora debía atender y antes recaían sobre los hombros de Lavender. Sin embargo, su expresión severa no detuvo a Violett, que entró con entusiasmo.
—¡Max! —exclamó con entusiasmo, rodeándolo con los brazos en un abrazo posesivo.
Al notar la tensión en su rostro, Violett acarició su mejilla con suavidad, sus ojos llenos de una ternura que apenas ocultaba su verdadera intención.
—Cariño... te ves cansado —dijo con voz melosa.
—No es nada —respondió Maxon, gruñendo ligeramente, sin levantar la vista de los papeles.
—No me mientas —replicó ella, inclinándose para darle un suave beso en los labios—. Déjame ayudarte.
Con una sonrisa seductora, se posicionó tras él y comenzó a masajear sus hombros con delicadeza.
—Te daré un masaje para que te relajes —susurró.
Maxon, sintiendo el alivio temporal del tacto, no se resistió. Violett aprovechó el silencio mientras continuaba con los masajes. Su mente, sin embargo, estaba centrada en lo que realmente la había llevado allí.
—Entonces... ¿aún no te han llegado los papeles del divorcio? —comentó casualmente, aunque sus palabras estaban cuidadosamente calculadas.
Maxon suspiró con los ojos cerrados, agotado.
—Así es —dijo, sin darle mayor importancia.
Violett continuó masajeando sus hombros, permitiendo que el silencio cayera entre ellos durante unos breves momentos antes de reanudar su conversación.
—¿Y eso no te preocupa? —preguntó.
Maxon, con los ojos cerrados, habló con cierta resignación.
—Lo estoy, pero no creo que deba presionarla. Estoy seguro de que firmará.
Una sonrisa astuta se dibujó en el rostro de Violett mientras desabrochaba sutilmente los botones del cuello de la camisa de Maxon, deslizando su mano por debajo, acariciándolo con un toque cada vez más sugerente.
—No deberías ser tan confiado, cariño... —susurró mientras lo besaba con intenciones claras, manteniendo los ojos abiertos, vigilando su reacción.
Sin detenerse, Violett se acomodó en las piernas de Maxon, intensificando sus caricias, su deseo de control haciéndose evidente en cada movimiento.
—Sabes, pienso que debería ir personalmente a hablar con ella... —sugirió, casi en un murmullo, sus labios rozando los de él.
Maxon, de repente, se detuvo en seco, apartando la mirada de los documentos para mirarla con seriedad.
—No creo que sea una buena idea —dijo, su voz firme—. Podría reaccionar mal y es peligroso para el bebé...
Violett esbozó una sonrisa peligrosa, segura de sí misma.
—No, estoy segura de que Lavender no sería capaz de hacer nada. Además, si me envías con suficientes caballeros, ¿qué podría pasar? —respondió con ligereza, mientras desabrochaba el cinturón de Maxon, mordiéndose los labios mientras lo hacía.
La duda asomó brevemente en el rostro de Maxon, pero finalmente, dejó escapar un suspiro y, con cierta resignación, habló:
—Tal vez... entonces deberías ir.
Sin decir más, sus manos se deslizaron por las piernas de Violett, levantando lentamente la falda mientras ambos se dejaban llevar por el momento, aunque la tensión subyacente en la habitación permanecía palpable, una mezcla de poder y deseo entrelazados.
ojalá ya Silver de sus pretensiones y nuestra protagonista ya deje de lado a esos imbeciles