Esta es la historia de Sofía Bennet, una joven con un sueño muy grande, pero tuvo que dejarlo ir por una tragedia.
Leandro Lombardi un hombre acostumbrado a tener siempre lo que quiere con un pasado que le hizo mucho daño.
Dos personas totalmente opuestas pero con una química impresionante.
¿Podrán dejar fluir sus sentimientos o solo lucharán por evitarlos?
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1— ¿Insensible yo?
Sofía Bennet.
Hoy me desperté temprano para realizar las tareas del hogar antes de dirigirme a abrir el restaurante. A pesar de que es un trabajo agotador, es algo que necesitamos hacer para poder sobrevivir.
Para empezar el día, decidí ponerme unos jeans negros, una camisa de manga larga blanca y mis zapatillas negras de tacón favoritas.
No soy fan de usar maquillaje, así que solo aplico un poco de corrector y un brillo en mis labios.
Sin embargo, hay un accesorio que nunca falta: mis lentes.
Son bastante grandes y cubren buena parte de mi rostro, pero eso no me incomoda en absoluto; después de todo, siempre he preferido no ser el centro de atención.
Escucho que alguien toca la puerta y, al abrir, me encuentro con mi tía, quien entra con una elegancia deslumbrante.
Lleva puesto un vestido de un profundo y seductor azul oscuro que resalta su figura esbelta.
Sus pies van calzados con unos tacones negros que le otorgan aún más altura y porte.
Su maquillaje es impecable, realzando sus facciones, mientras que su cabello negro brilla con luz propia, cuidadosamente peinado para resaltar su belleza natural.
A pesar de sus 40 años, mi tía se ve increíblemente bien. Su piel blanca y luminosa tiene un aire juvenil que sorprende a todos.
Sus ojos verdes, intensos y expresivos, reflejan una alegría y vitalidad contagiosas.
A lo largo de su vida, ha decidido no tener una pareja, pero eso no le impide lucir siempre alegre y llena de vida.
Su carácter encantador y su optimismo inquebrantable la convierten en una persona admirable, que irradia felicidad y magnetismo en todo momento.
Al acercarse un poco más, me observa con una expresión de preocupación en el rostro y luego me dice:
— Sofía, cariño, necesito que me respondas algo: ¿qué te he dicho sobre usar esos lentes tan horribles?
— Tía, por favor, usted sabe que los necesito. Además, no me gusta que la gente me mire tanto.
— Eso sucede porque eres muy hermosa, pero nunca te decides a mostrar esa belleza. Más bien parece que te incomoda.
— Lo que pasa, tía, es que todos se me acercan únicamente por mi apariencia, no por mi personalidad o por quién soy realmente como persona.
— No puedes pensar así, Sofía, no todos son iguales — suspira, resignada —. Pero está bien, no puedo cambiar tu forma de ver las cosas, por mucho que lo desee. Eres tan terca como Clarisa.
Al mencionar su nombre, mi rostro se cubre de tristeza; parece que he perdido el hilo de la conversación y ya no soy capaz de sonreír.
— Tu mamá siempre solía estar feliz, mostrando que no importa lo que suceda en tu día, todo se puede resolver. Así que, al recordarla, no te sientas triste, intenta mostrarte alegre, como a ella tanto le gustaba estar.
Una lágrima se le escapa y, decido abrazarla con fuerza.
— Gracias, tía. Eres, además de Fabi, la única familia que me queda —sollozé como una niña pequeña, con la voz entrecortada, mientras las lágrimas caían por mis mejillas.
— Ya, cariño, hazme el favor de dejar esas lágrimas. No me gusta verte así, ¿de acuerdo? — me dijo con suavidad, a la vez que asentí, separándonos un poco para poder mirarnos a los ojos.
— Está bien, tía, como usted diga —respondí, tratando de sonreír a pesar de mi tristeza.
Ella me devolvió la sonrisa y, con un gesto cálido, salió de mi habitación, dejándome un poco más aliviada.
Me terminé de preparar para salir a abrir el restaurante, tal como hago cada mañana.
Mientras caminaba por la calle, pensé que era un buen momento para llamar a María, ya que había pasado un tiempo sin ponerme en contacto con ella.
Después de que el teléfono sonó un par de veces, finalmente respondió:
— Vaya, ¿y ese milagro? — dijo, con su característico humor sarcástico —. ¿Te has acordado que tenés una amiga?
— ¡María, por favor, detente! No es necesario que empieces con tu drama. Sabes que he estado ocupada en el restaurante y tú has faltado tres días. — Se escucha cómo maldice en voz baja, frustrada por la situación. — Aunque seas mi amiga, deberías darte cuenta de que la tía Estela no te va a perdonar ni una sola falta, ¿verdad?
— Por supuesto que estoy al tanto de eso, ¿acaso crees que no? Lo que realmente deberías hacer, como la buena amiga que eres, es ayudar a que se le olvide o convencer a Gertrudis de que diga que solo falté un día. Ya sabes lo cercanas que son; podría... — la interrumpí antes de que pudiera pronunciar otra palabra.
No quería seguir escuchando a esa irresponsable.
— ¡¿Qué?! No cariño, tú estás loca. ¿Cómo puedes pensar que voy a hablar con Gertrudis para justificar tu falta al trabajo solo porque estás despechada?
— ¡Sofía! No lo digas de esa manera, suena muy mal. Solo estoy pasando por un proceso de duelo. Eres insensible — respondió, con un tono lastimero, pero eso ya no me afectaba.
— ¿Insensible yo? ¡Por favor! Insensible eres tú, que cambias de pareja como si cambiaras de ropa interior. — le respondí, con un toque de ironía en mi voz.
— ¡Ahhh! ¿Cómo puedes pensar eso de mí? ¿Qué tipo de amiga crees que soy? No, espera, amiga no, tú eres mi hermana del alma, mi vida, mi corazón, mi...
Me di cuenta de que estaba a punto de dejarme llevar por su juego y la corto de inmediato.
— Cállate, bruja. Ya no soy tan fácil de manipular y, además, sabes qué, quiero que estés mañana en el trabajo y esa es mi última palabra.
— Pero Sofía... — no terminé de escuchar su berrinche porque colgué la llamada rápidamente.
No puedo creer su descaro, confieso que me siento un poco mal por hablarle así, pero si no lo hago, nunca va a madurar.
Bueno, si es que algún día lo hace. Con amigas como ella, ¿para qué quiero enemigos?
Eso me lleva a preguntarme: ¿Habrá personas peores?
Mmm, no lo sé, y realmente no quiero averiguarlo.
Llegué al restaurante, y Gertrudis me saludó con una sonrisa, y yo le devuelvo el gesto.
Este día parece tranquilo, y espero que continúe así. Sin embargo, nada me sale como lo planeo.
Aún guardo esas esperanzas, pero, sea como sea, es hora de empezar a trabajar, porque para luego es tarde.
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SOFÍA: