Ella es una chica que vive su vida segura de que no nació para amar, mientras que él es un hombre que ya amó una vez pero que no supo hacerlo bien.
Una noche se encuentran en una situación extraña sin saber que el destino ya lo tenía todo planeado.
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Tres
Señorita.
La voz de otro hombre los sacó a ambos de una ensoñación en la que no se habían dado cuenta que habían caído ni cuanto tiempo estuvieron en ella y juntos giraron la cabeza para ver a una muralla de carne vestida de negro cerca de la puerta.
- Sigues siendo el más oportuno del mundo.- se quejó ella al sentir interrumpido su momento de éxtasis, tocar la piel de aquel desconocido era un verdadero placer sin contar que las manos de él estaban en su cintura.
- Y usted una insensata.- le respondió aunque enseguida supo que hablar había sido un error.
- No me retes Dom, sabes que puedo ponerte en tu sitio cuando gustes y sin ningún tipo de ayuda.- le contestó apretando el puño contra el pecho desnudo de Renato.
El hombre frente a ella la miraba extrañado, aquella ya no era la chiquilla que rogaba sexo duro hacía un momento, esta era una mujer que daba órdenes y exigía que fueran cumplidas y vio de reojo como el guardaespaldas también ajustaba sus puños al lado del cuerpo.
- ¿Quién es usted?- le preguntó a él mirando por encima de la chica y cuando fue a contestar la voz de ella se escuchó primero.
- Mi novio.- dijo y el rubio abrió los ojos como platos.
- ¿Su padre sabe que tiene novio?- el guardia regresó la mirada a la pelirroja y una sonrisa de te tengo atrapada se vio en el rostro del hombre.
- No- contestó rápidamente- Como tampoco sabe que ustedes me perdieron de vista y los turcos me encontraron primero y en su propio territorio, que vergüenza Dom.- le dijo cruzando las manos sobre su pecho- Mi novio me salva con una mamada y ustedes llegan tarde a la escena.- el guardia se puso rojo y el rubio no supo si de la vergüenza o de la impotencia- A mi padre le encantará saber que sus enemigos llegaron a estar dentro de esta discoteca y que casi atrapan a su niña, créeme, eso va a tener más relevancia que la noticia de mi noviazgo.
- Señorita.- volvió a decir.
- Ya te advertí que no me retes Dom, sabes bien quien soy y lo que es peor, sabes lo que seré y ni ahora ni mañana voy a cortarme un pelo para dejarle claro a ti o otro cualquiera que a mi me tienen que respetar les guste o no.
Ella caminó amenazante un poco hacia el hombre de negro y el retrocedió dos pasos mientras el rubio la miraba con la boca abierta sin poder decir ni mu de la escena que estaba presenciando.
- Es el momento que decidas Dom, le cuentas tú a mi padre, le cuento yo o hacemos como si nada de esto sucedió y todos felices.
El hombre apretó la mandíbula y los nudillos de sus manos se pusieron blancos pero no dijo nada.
- Esa es la decisión más acertada Dom, me alegro de que la hayas tomado, ahora sal de aquí que voy a despedirme de mi novio.
El guardia miró al rubio con ganas de destriparlo pero se contuvo.
- La espero afuera señorita, no tarde.
Se dio la vuelta en el mismo lugar y salió por la misma puerta que había entrado un rato antes.
- ¿En qué estábamos?- le dijo ella mirándolo como si allí no hubiera pasado nada.
- En que yo te decía que no voy a acostarme contigo ni ahora ni nunca y menos después de ver como un tipo de mi tamaño y con un arma debajo del brazo se cagó en los pantalones porque tú le hablaste.
- Pero tú no eres ese, eso precisamente es lo que quiero que tú me hagas sentir, esa sensación de ser mandada por alguien y que me haga obedecerle.
- No, ya te dije que no, ni aunque intentes intimidarme como lo hiciste con él.
- Si te dejas intimidar así ya no me sirves.
- Pues escuchame bien niña.- se pegó a ella y la arrastró hasta aprisionarla contra la pared- No me vas a intimidar y tampoco te voy a follar, tú no me das órdenes, aquí el de las órdenes soy yo, mantente lejos de mi y vamos a vivir todos más tranquilos.
- Sí señor.- le dijo sumisa al sentir como su cuerpo se estremecía con la voz de aquel hombre tan cerca de ella, era la primera vez que le sucedía algo como eso, ella había nacido para dar órdenes, ella era la hija de su padre, la que tomaría su lugar aún cuando a algunos no les gustara por ser una mujer.
- No juegues con mi mente niña.- le reclamó apretando la mandíbula al notar que algo crecía dentro de sus pantalones y no era precisamente que el bóxer perdiera el elástico.
- Sofía, me llamo Sofía y ya te dije que no soy una niña, soy una mujer acostumbrada a tener todo lo que quiere más tarde o más temprano.
- Yo no soy un juguete que papi te trae de regalo para tenerte contenta.
- Yo no acostumbro a que me traigan regalos, lo que quiero lo consigo por mi propio esfuerzo y eso me pone más feliz.
- Aléjate de mi.- volvió a repetirle y se separó de ella y comenzó a cerrar su camisa.
- Vamos a hacer una cosa, si nos volvemos a encontrar intentaremos que no sea en un baño y que tú no estés dentro de otra.
Él la miró mientras arreglaba la camisa dentro del pantalón y después lo cerraba para ajustar su cinturón.
- Dime al menos como te llamas, yo te dije mi nombre.
- Renato, me llamo Renato.
- Pues Renato, nos vemos por ahí.- y sin que él lo esperara lo besó en los labios tomándolo por sorpresa- Yo sí quiero besos, y muchos.
Le hizo un guiño y se fue sin mirar atrás.
- Quiero saber quién es, de donde viene y a donde va.- le habló al hombre que esperaba del otro lado de la puerta.
- Creí que era su novio señorita.- le contestó con sarcasmo.
- Y lo es Dom, pero no me gustan las sorpresas.
Y como si fuera una reina caminó hacia la salida de la discoteca seguida por el guardia y dos más que se le juntaron en el camino.
Enzo lo sabía por eso apoyo esa relación él sabía que en esta vida a pesar de nuestros errores todos merecemos amor