EN OTRA VIDA

LUCÍA GUILLÉN

El tiempo ha pasado rápido. Han pasado dos años. Dos años muy duros, estudiar y maternar es bastante complejo. Alexander cada día se vuelve más demandante y creo que es normal a su edad.

El día de la graduación llegó. Mi padre se sentía orgulloso porque sus hijas se graduaban con honores.

Fotos por aquí y fotos por allá. Pero creo que la mejor fue de nosotros cuatro, papá, Alicia, Alexander y yo.

Cuándo pasé a retirar mi diploma, pasé con mi padre y con Alexander en brazos. Me sentía muy orgullosa. Agradecí al cielo, a Dios y a mi madre.

— Papá, gracias por tu ayuda. Sin usted creo que estaría trabajando en alguna tienda o tal vez casada con alguien que me diera mala vida.

— Tú eres mi hija y te mereces lo mejor.

— Quiero ir a la tumba de mi madre— le dije viéndolo directo a sus ojos.

— Está bien.

Después de la graduación, mi padre me llevó al cementerio donde estaba enterrada mi madre. Alicia y él esperaron el auto.

Caminé con Alexander en brazos. Llevaba mi título.

— Hola mami. Perdón por no cumplir la promesa de venir antes— empecé a llorar— te presento a tu nieto Alexander. Perdóname por no decírtelo cuando estabas vivas, tenía miedo de que te decepcionaras de mí, te fallé. Pero Alexander es mi vida y por el vivo y lucho día a día para que sienta orgullo mí mi. Mira mi título, me gradué de administración de empresas en Harvard, te traje mi honor. — pausé— estoy viviendo con papá. Perdón, siento que te he fallado mucho. Pero estaba sola y sin esperanza. Él me ha ayudado demasiado. Perdónalo y perdóname. Mami te extraño.

Me senté en su tumba un rato. Alexander me miraba con esos ojitos de tristeza, de ver llorar a su mamá.

— Mamá, mamá— hacia pucheritos.

— Me voy, prometo venir pronto.

Me levanté de su tumba, sentí como un aire suave acariciaba mis mejillas. Sentía que era mi madre hablándome de esa manera. Esa suavidad podría significar que me perdona. Sentí tanta tranquilidad en mi corazón.

Caminé hasta el auto. Alicia se acercó y nos dio un abrazo.

— Te quiero mucho— ella siempre era así de cariñosa conmigo.

Entramos al auto.

— Les tengo una sorpresa — mi padre tenía una cara de tristeza, yo sé que él amó mucho a mi mamá, Pero también se que no la supo valorar. Todos cometemos errores y más cuando somos jóvenes.

Llegamos a casa. Habían unos pocos invitados, un arreglo muy bello y lo mejor de todo una cena deliciosa.

— En sus cuartos, están sus vestidos. Se cambian y bajan.

Sentí un poco de temor por los invitados.

— ¿Invitaste a los Salvatore, padre? — no voy a negar que sentí miedo por qué ellos algún día se dieran cuenta que Alexander era su nieto, siendo tan malos no quería que mi hijo pasara malos ratos.

— No. María Alicia me contó lo que pasó aquella vez. Esto es para celebrar no para que te sientas incómoda e insegura. Disfruta de tu fiesta, hija mía.

Subí a mi cuarto. Me puse el vestido. Bajé con Alexander. La nana se acercó.

— Señorita, deme a Alexander, yo lo tendré, no se preocupe y disfrute de su fiesta. El niño debe estar cansado del viaje. Le daré de cenar y lo dormiré.

— Gracias nana— ya me había acostumbrado a decirle Nana por María Alicia.

DYLAN SALVATORE

— Me tienes harto. Todos los días es la misma mierda contigo. Me vas a volver loco.

— Dos años de casados y no hemos tenido sexo. Quiero un hijo. Dijiste que lo ibas a pensar.

— No voy a tener un hijo con una maldita loca. Asi que si quieres sexo o un hijo búscate a alguien más, porque yo no te soporto.

Dos años de tortura. Venimos a Londres a estudiar, pero Estela no me ha dejado ni un día en paz. Vivimos en un departamento, cada quien en su cuarto. La evito todo el tiempo, pero estar en el mismo curso es difícil. Me vigila constantemente, nuestras compañeras de clase saben que ella es una celosa y por su culpa he tenido dos años donde nadie se acerca para hablar. Me siento frustrado y estoy llegando a mi punto más alto de estrés y ansiedad.

Me puse a ver de todo en Instagram. Quería distraer la mente. Me sale una foto de Lucía graduándose de Harvard junto a un niño y un señor que me parecía conocido. Sentía como una explosión en mi corazón, mi estómago me dolía y me temblaba.

¿Ella se casó? Que rápido formó su familia. Por lo menos, se ve feliz. Sentí una tristeza profunda. Mis pobres esperanzas quedaron hechas trizas.

Era lógico que ella fuera a hacer su vida con alguien más.

Salí de mi cuarto a la cocina. Necesitaba un vaso de agua. Quería tragar ese nudo que tenía en mi garganta. En la cocina estaba Estela con un cuchillo en sus manos.

— ¿Qué diablos haces?

— Me voy a matar— ella grita— estoy harta de que no me miras, no me tocas. No soy feliz y yo te amo— empieza a llorar con ira.

— Cálmate. No tiene que resolver las cosas así. Piensa en tus padres.

Me acerqué a quitarle el cuchillo de sus manos.

— Déjame, ya no quiero ser parte de este circo.

—Yo tampoco quiero serlo. Pero no puedes quitarte la vida.

Estela tiene más fuerza de lo que parece. Y en el estúpido forcejeo el cuchillo se atravesó en mi abdomen.

Ella gritaba despavorida.

Sentía un dolor insoportable. Caí al suelo, me golpeé la cabeza muy fuerte. Podía escuchar todo, pero mi vista se nubló.

Estela llamó a emergencia. Alegó que me quería suicidar y que ella quiso evitarlo. Escuché eso antes de perder la conciencia.