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Amatista

Amatista

Status: Terminada
Genre:Completas / Elección equivocada / Pareja destinada / Viaje a un mundo de fantasía / Edad media / Polos opuestos enfrentados / Bestia
Popularitas:178.7k
Nilai: 5
nombre de autor: thailyng nazaret bernal rangel

Segundo libro de la saga colores.

Prisionero de los campos de sal de Hilaria, O'Brian Adaleón es liberado por un hombre de negocios antes de cumplir su condena, con el fin de ofrecer trabajo como escolta de su revoltosa hija. Lo que al principio le parecerá una auténtica molestia, se convertirá en el comienzo de una hermosa historia de amor.

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EL HOMBRE DE EXTRAÑA APARIENCIA

...ROGUINA:...

Me quité la zapatillas al llegar a la mansión, observé a todas partes silenciosamente y caminé de puntillas hacia las escaleras, no quería hacer ruido y tener que aguantar otro sermón de mi padre.

— ¡Roguina!

Me sobresalté, soltando las zapatillas y giré mi vista hacia mi padre, quien estaba de pie junto a la entrada del comedor.

— ¡Papá, casi me matas de un susto! — Recogí las zapatillas y me las coloqué.

— ¿Dónde rayos estabas? — Exigió enojado — ¡Las sirvientas me dijeron que saltaste por el muro, pudiste haberte caído por desobediente!

— ¡Estoy bien papá, los sirvientes no me dejaron opción, no querían dejarme salir y mi amiga Amanda me necesitaba, por eso salí! — Gruñí y resopló.

— ¿A caso se rompió una pierna para que salieras sin permiso? — Su sarcasmo fue desagradable.

— No, pero necesitaba verla, se casará en una semana y aprovechamos para conversar y tomar el té — Dije y frunció el ceño — Quería estirar las piernas, tanto encierro es sofocante.

— Por ir a tomar el té, pudiste haberte encontrado con esos maleantes — Gruñó y suspiré pesadamente.

— Lo sé, pero no me los encontré.

Yo era muy ágil, así que podía escapar fácilmente, así como salté por el muro.

— !Además, aprovechaste que salí para irte y eso me parece una falta de respeto a mi autoridad!

— Lo sé... No lo volveré a hacer, bueno no por los momentos. Es que supuse que no me dejarías ir a la boda, ni a la celebración de mi amiga, por eso aproveché para hacerle al menos una visita, no es muy lejos, solo unos veinte minutos caminando.

— Estaba considerado dejarte ir — Dijo y alcé mis cejas.

— ¿En serio? — Sonreí y negó con la cabeza.

— Estaba — Aclaró y mi sonrisa se borró — Si no hubieses escapado hoy te habría dejado ir, pero como me desobedeciste, no lo haré.

— No es justo — Me quejé — Tengo dieciocho años.

— Pero eres una señorita y debes actuar como tal si quieres conseguir a un esposo de sangre noble.

— ¿Otra vez con eso? ¡Ningún noble se fijaría en mí, no tengo sangre azul!

— Pero tienes dote, sabes que necesitamos la reputación de los nobles para ampliar mis negocios, así que empieza a practicar las normas de etiqueta.

Con lo que me fastidiaban esas lecciones.

— De acuerdo, está bien — Dije a regañadientes — Pero déjame ir a la boda... Si quieres que me codee con gente de la nobleza tengo que socializar en eventos... Amanda se casará con un lord, así que habrá muchos aristócratas que pescar, tal vez alguno caiga en mis redes.

— Tenías que ser mi hija, tan listilla — Dijo y sonreí con suficiencia — Claro, irás.

Di pequeños saltos de emoción, mi padre me observó con desaprobación y me detuve, según él ese no era un comportamiento adecuado de una señorita.

— ¿Y por qué ese cambio tan repentino? Estabas decidido a no sacarme de aquí.

— He aumentando nuestra seguridad — Tensó sus hombros, con aire de genio.

— ¿Qué quieres decir con eso?

— Contraté a un guardaespaldas.

— ¿Qué?

— Como oíste.

— Pero eso no le dará mala impresión a los aristócratas.

— Nadie tiene que saber que es un guardaespaldas... Será como un socio y amigo de la familia — Dijo, sonriendo ampliamente — Nos ayudará con nuestro problema — No dije nada al respecto, no me parecía una buena idea contratar a un guardaespaldas, eso quería decir que mi padre iba a tenerme más vigilada que antes.

No di mi opinión aunque mi lengua se moría de ganas por moverse, sería inútil contradecirlo, la palabra de mi padre era incuestionable.

— ¿Ya cenaste? — Preguntó cuando me quedé sumida en los pensamientos.

— No, no he cenado.

— Cenemos juntos entonces.

...****************...

El maldito reloj descompuesto volvió a sonar a la misma hora y solté un gruñido contra la almohada cuando el sonido se hizo más irritante. Mi padre no terminaba de mandarlo a arreglar, siempre decía que lo iba a componer, pero luego se le olvidaba y como tenía el sueño pedazo, no le molestaba en lo absoluto el ruido.

Todas las noches era lo mismo, iba a reventar esa porquería contra el suelo.

Me levanté, decidida a hacerlo sin importar que mi padre me regañara al día siguiente, ese reloj ya no daba para más, echarlo en la basura y comprar uno nuevo era un remedio, pero mi padre no quería despegarse de ese cachivache.

Intentaba aparentar ser un coleccionista de antigüedades.

Me coloqué las pantuflas y tomé el candelabro para salir de la habitación.

Caminé impetuosa por el pasillo, murmurando quejas y bajé las escaleras para darle una patada al reloj.

Llegué al vestíbulo, pero me detuve en seco.

Había un sujeto de pie frente al reloj, lo golpeó con su puño y dejó de sonar.

¿Cómo había entrado? ¿Quién era? Me alarmé, sintiendo un pánico.

El desconocido estaba de espaldas y noté que tenía el cabello blanco, una espalda de hombros anchos, con músculos tensos, la piel estaba toda llena de cicatrices. Mi pánico aumentó cuando noté que no tenía pantalones y llevaba solo unos calzones, además de estar descalzo y tener unas piernas largas llena de cicatrices también.

Se giró y retrocedí abruptamente debido al susto de ser descubierta, debí atacarlo cuando estaba de espaldas, pero la impresión era demasiado fuerte y al ver su rostro, me desconcerté.

Era un hombre joven, había pensado que se trataba de un hombre mayor con cuerpo atlético.

Su apariencia era tan extraña, jamás había visto a alguien así, de hecho era imposible para mí que existiera un sujeto así.

No solo su cabello era blanco, sino que sus pestañas y sus cejas también, el vello de su pecho lucía del mismo modo, pero no bajé mi mirada.

También era la primera vez que observaba a un hombre así de desnudo. Teniendo en cuenta que un desconocido estaba en el vestíbulo, no era muy prudente detallarlo, podría ser un depravado y mi pánico aumentó cuando me percaté de que yo solo llevaba un camisón.

Tenía una horrible cicatriz cruzando el lado izquierdo de su rostro, empezaba en su frente y bajaba por el medio de su ceja y su ojo, deslizándose más ancha por su mejilla, hasta su mandíbula.

El color de su cabello no era lo único extraño, el ojo del lado cicatrizado estaba más claro que el otro, que era un de un tono gris oscuro.

No quedaba duda, esa apariencia me dejaba en claro que era un maleante.

Reaccioné por impulso y tomé un adorno pequeño de la mesa, se lo aventé con tanta fuerza como pude, pero se apartó y el objeto chocó contra el reloj, devolviendo el sonido irritante.

El sujeto observó el reloj, luego el adorno roto y su mirada intimidante terminó en mí, con cierta irritación que me alertó de un contraataque.

Noté que apretaba sus enormes puños y retrocedí, poniéndome en guardia, elevando mi candelabro.

No se movió, de hecho soltó una risa pequeña que aumentó mi rabia ¿Se estaba burlando de mí?

— ¿Quién es usted? ¿Cómo rayos entró? ¡Será mejor que se largue en seguida! — Gruñí, sonando más valiente de lo que era, pero estaba temblando.

Me reparó detenidamente, con despectiva.

— ¿Por qué rayos entraría a una casa llevando solo unos calzones?

Su voz era tan profunda que retumbó en el vestíbulo, el sonido de reloj era débil en comparación, ni siquiera lo estaba notando en estos momentos.

— ¡No lo sé, dígame usted! — Sonaba ridícula, había dicho un buen punto, su falta de ropa me indicaban que no venía de afuera.

— Estoy tratando de dormir — Entornó una expresión aburrida, su cabello parecía brillar en la oscuridad.

— ¿Usted estaba durmiendo aquí? — Jadeé, lo dijo como si fuera el dueño de la mansión.

Se encogió de hombros — Sí.

— ¿Quién es usted?

— Trabajo para el Señor Robert.

Fruncí el ceño.

— ¿Por qué no lo había visto antes?

— Porque llegué hoy — Puso los ojos en blanco.

— ¿Mi padre le dió hospedaje?

¿Qué le ocurría? ¿Cómo se le ocurre meter un desconocido en la mansión y con esa apariencia tan temible?

— ¿Usted es la hija del Señor Robert? — Evadió mi pregunta, incrédulo.

— Por supuesto ¿No me parezco?

— Es que por la forma en que se refirió a usted, pensé que tendría como diez años — No dejó de observarme, sin ninguna expresión.

— ¿Por qué mi padre le hablaría de mí a un empleado? — Pregunté, no quería sonar tan despectiva, pero por su resoplido fue así.

— Solo hizo un comentario, se refirió a usted como una niña sin riendas — Giró su cabeza hacia el adorno — Y creo que tiene razón.

Me ardió el rostro, infeliz arrogante.

— Eso no es de su incumbencia... No se que clase de relación tiene con mi padre, pero me parece un abuso de confianza andar así por los pasillos — Gruñí, señalando su falta de ropa con la mirada, ni siquiera se avergonzó de si mismo cuando bajo su mirada por su cuerpo.

— Veo que no aplica lo que dice — Observó mi camisón y me abracé.

— ¡Es muy diferente, esta es mi casa, no contaba con la sorpresa de hallar a un desconocido en medio del vestíbulo! — Guardé silencio cuando me di cuenta de que estaba alzando la voz y de que podría despertar a los sirvientes.

— Estaba tratando de apagar esa porquería, no modelando — Señaló hacia el reloj y me acerqué, pasé a un lado, tratando de no encoger su postura, de cerca se veía mucho más alto e imponente.

Pateé el reloj y dejó de sonar.

Lo observé de reojo y elevó una ceja. Tenía que bajar su mirada para observarme, yo parecía una pulga.

— Eso ya lo había hecho yo.

— Lo siento, pero no es el único con ideas bruscas — Me alejé hacia las escaleras después de recoger el adorno, mi padre me iba a matar, pero no tenía porque enterarse.

Observé a todas partes, pensando en una solución.

Eché los trozos dentro de un jarrón.

El hombre me siguió con la mirada, con expresión indiferente y caminé hacia las escaleras.

— Buenas noches — Murmuré, pero no respondió, en cambio sentí su intensa mirada siguiéndome y mis piernas flaquearon.

...O'BRIAN:...

A la mañana siguiente me levanté muy temprano, vestí esa ropa ridícula y pegada nuevamente. Cuando las sirvientas avisaron que el Señor Robert me esperaba en el comedor para desayunar ya estaba listo.

Usé otro par de sandalias que encontré en la habitación y me dirigí al comedor.

— Buenos días, Señor O'Brian ¿Cómo durmió? — Saludo el Señor Robert, hojeando un libro mientras desayunaba, llevaba unos lentes de lectura y me observó por encima de ellos.

— Buenos días, bien, aunque el ruido del reloj fue un poco molesto — Me senté en una de las sillas.

— Oh, mi hija siempre se ha estado quejando del supuesto ruido que hace, pensé que estaba exagerando, pero ahora que usted lo menciona me doy cuenta de que es cierto — Dijo, avergonzado — La verdad es que yo siempre duermo de maravilla, nunca me molesta nada.

Entonces no escuchó el encantador encuentro con su hija. Esa mujer parecía toda una histérica al verme, pero eso no me sorprendió, yo siempre causaba pánico, lo que no esperaba era que fuese una altanera, agresiva y bocona.

Parecía que le hubiese invocado porque apareció en el comedor con un vestido violeta de mangas cortas, bastante ligero, sin corset ni ornamentos como los de Floris.

Llevaba el cabello atado en una trenza y usaba sandalias como las mías.

— Buenos días padre — Dijo, acercándose al extremo de la mesa para darle un beso en cada mejilla al Señor Robert.

— Buenos días, cariño.

La señorita se giró y me observó petulante.

— ¿Quién es el caballero que te acompaña? — Preguntó, fingiendo bastante bien ser educada, casi me río por lo de "caballero" yo tenía un aire de desalmado, no de un noble.

— Oh, él es el Señor Alfred Elmar, el hombre que contraté para nuestra seguridad — Dijo su padre, observándome detenidamente — Ella es mi hija Roguina.

— Mucho gusto, Señorita Roguina — Volví mi vista al pan sobre la mesa.

— Igualmente, Señor Alfred — Sonrió forzadamente.

— Toma asiento, querida, tenemos muchos asuntos que tratar.

La Señorita Roguina apartó la silla frente a mí y tomó asiento.

Noté que sus ojos eran de color azul pálido cuando puso atención en su padre.

— Cuando salgas, lo harás con el Señor Alfred.

Dejé de masticar, creyendo haber escuchado mal.

— ¿Cómo? — La señorita frunció su ceño.

— Así como lo oyes, podrás salir de ahora en adelante, pero con la compañía de Alfred.

Me tensé, el Señor Robert no me había mencionado nada de estar siguiendo a una mocosa petulante a todas partes.

No quería ser el niñero de esa señorita.

— Padre, pensé que al contratar a este hombre te referías a otro tipo de trabajo, como vigilar afuera de la mansión o acompañarte cuando sales a tu empresa... No... Tenerlo flaqueando mi espalda — Gruñó, tan disgustada como yo.

— Recibí una amenaza sobre ti, así que es más conveniente que el Señor Alfred este al pendiente cuando salgas... Es una condición, si quieres salir, él irá contigo... Sino, no saldrás bajo ningún pretexto.

La señorita me evaluó con irritación, como si yo tuviera la culpa, al contrario, el sentimiento era mutuo.

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Veronica Caglia
O'brian guau a mi me gustan mayores esos que se dicen señores 🎶🎶
H.M.R
Me encanto
Lizzie Cedeño
me quedé con la boca abierta al leer está línea
Lizzie Cedeño
jajaja me muero de la risa 🤣🤣
Jackeline Gaido
Son 16 años de diferencia, el tiene 35 y ella 19.
Yesenia Ortega
Escritora sensacional sin palabras que Dios te siga bendiciendo y sigas escribiendo tan bonito como siempre voy por la próxima.
BAE :) Mage
;)
Flavia Claramunt
ame las 4 historias,tanta creatividad para crear los personajes,la narración impecable y tan descriptiva,los detalles en los paisajes,vestuario,maquillaje,casas y paisajes,y siempre las historias de amor tan hermosas,una fan más de tu forma de escribir fue un placer de principio a fin,y voy a releerlas más de una vez porque sin dudas valen la pena 👏👏👏👏👏👏👏,
Flavia Claramunt
una obra maestra como todo está saga
L34578
Muy bonita
Ely Moreno
una bella historia, que nos recuerda que siempre tenemos una 2da oportunidad
María sarmiento
hermosa historia quiero leer la tercera historia. tienes esa habilidad de adentrarnos y vivir tus historias. felicidades
Eleonor Baker
Maravillosa historia llena de valentía y amor, me ha gustado sus dos gemelas genial una como cada uno de ellos
Eleonor Baker
Este par es genial, luchando y comentando cómo en fiesta del té...jijiji
Eleonor Baker
Exacto, se vio super genial porque no la amarraron, pero amarrada el cuento cambia?
Eleonor Baker
Ah caray, osea que le hubieras permitido casarse con O'Brian si pedía permiso? Ay ajaaaaaa
Ara
Claro el tener albinismo no tiene nada de malo
Ara
Felizmente que ella no se aminala
Ara
Le toca aceptar la situación al papá
Ara
Lindoooooo
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