Alina se encuentra en una situación desesperada.
No solo perdió a su esposo debido a algún malentendido que incluso si ella lo quiere aclarar solo lo oscurece más, sino que sus amigos y madre le dan la espalda.
Con un niño en brazos y otro en el vientre, Alina debe enfrentar un sinnúmero de situaciones que harán su vida difícil.
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Ahora solo somos tú y yo
Cuando salí del consultorio del doctor, mis emociones estaban hechas un desastre.
Me sentí tan perdida.
No sabía qué hacer, ni a dónde ir.
Era como si una nube gris se hubiera aposentado sobre mí qué me impedía avanzar.
Deseaba correr tras Alejandro para tratar de solucionar todos nuestros malentendidos.
Pero, al recordar sus palabras, no le encontré sentido. Después de todo, no importa cuando le jure y perjure que Andresito es su hijo, mientras existan esas tres pruebas de paternidad y aquellas fotografías.
Él no iba a creer en mí.
Incluso yo tampoco puedo entender por qué había dado ese resultado la prueba de paternidad. No era como si mi hijo hubiese sido cambiado al nacer debido a que lo tuve de camino a la clínica, en un coche, además de que fue el único niño varón que nació ese día.
La única opción que quedaba es que alguien haya manipulado las muestras de ADN.
Sin embargo, esta vez Alejandro y yo estuvimos durante todo el proceso, pusimos estrecha vigilancia, por lo que nadie pudo manipular las muestras de ADN.
A pesar de esto, el resultado fue el mismo.
Esto me estaba volviendo loca.
— ¡Cielos!
Miré mis pies con pesar, pensando en lo que debía hacer ahora que el castillo de arena que había construido en los últimos tres años había desaparecido en menos de un parpadeo.
Sin embargo, ni siquiera tuve el tiempo suficiente para estabilizar mi mente cuando mi suegro apareció junto con Andresito.
— Sr. Brandon, yo… — susurré mientras tomaba a mi pequeño bebé de un año de sus brazos.
Andresito sonrió en cuanto me vio haciendo que mi corazón se calentará por un instante.
Justo cuando iba a continuar mis palabras, el Sr. Brandon lo hizo primero.
— ¿Qué pasó, Alina? ¿Por qué nos engañaste de este modo? Me siento tan decepcionado de ti — soltó con una mirada que hizo que me sintiera desolada.
Después de todo, mi suegro era la única persona dentro de la familia de Alejandro que me caía bien.
No era frío como el hermano mayor de Max, que siempre miraba a los demás como si fueran alguna clase de insectos.
Tampoco era prejuicioso y clasista como mi suegra Bárbara.
Ni un canalla como Sebastián, al que le gustaba fingir ser una blanca oveja cuando su corazón era más negro que el carbón.
Dentro de la familia Hidalgo, el Sr. Brandon fue el único que no se enojó o me tachó de trepadora cuando Alejandro y yo nos escapamos a los dieciocho años para casarnos.
— Realmente yo no engañé a Alejandro. Andresito es su hijo, yo nunca he estado con ningún otro hombre… Créame… Yo no puedo entender por qué la prueba dio ese resultado.
Mi suegro negó con la cabeza.
— Nadie manipuló nada, Alina. La primera y segunda vez que la hicieron esa excusa te sirvió. Pero, esta vez tanto tú, Alejandro y yo supervisamos todo el proceso. Además, el bebé no se parece en nada a Alejandro, es una copia tuya…
Dejó las palabras colgando antes de tocar la cabeza de Andresito como en señal de despedida.
— No estoy mintiendo. Yo…
Traté de insistir, sin embargo, en cuanto el Sr. Brandon me miró con frialdad, por lo que tuve que tragarme mis palabras.
— No insistas. Cariño, tu historial no es el más limpio que digamos cuando hablamos de hombres, además tu madre no fue el mejor ejemplo, así que no te puedo creer, Alina. Es mejor que busques al verdadero padre de tu hijo.
Tras decir aquello le dio un beso en la frente a Andresito.
— Me divertí mucho siendo tu abuelo durante este año, campeón. Espero que seas feliz.
Luego de que dijo aquello, se alejó con pasos rápidos.
Andresito empezó a sollozar como si se diera cuenta de que esta era una despedida tanto para él como para mí.
Por lo que no pude evitar sollozar mientras lo abrazaba.
— No llores, mi cielito — dije entre lágrimas.
Cerré los ojos, inhale y exhale durante algún tiempo tratando de recomponer mis emociones.
— Vamos mi bebé, no llores — dije haciendo algunas muecas para que sonría.
Él detuvo su llanto por un momento mientras señalaba el final del pasillo con sus dedos.
— Baba, baba, papá — dijo en murmullos.
Tragué saliva antes de responder.
— Fue a comprar un lindo carro para el bebé — tras decir aquello hice algunos sonidos divertidos de carros que lo hicieron reír.
Al mirar la dulce sonrisa de mi hijo me tragué el dolor que sentía en mi corazón mientras tomaba su manita.
Un nudo se formó en mi garganta al pensar en el futuro, el cual parecía sombrío.
Después de todo, no tenía ni la más remota idea de lo que iba a hacer con mi vida.
No tenía demasiado dinero, aún me encontraba en mi segundo año de universidad, tenía una mala relación con mi madre, desde que me casé con Alejandro no había visto a mis amigos debido a la diferencia entre nuestros círculos sociales.
Así que no había a quién pedir ayuda.
Estaba realmente en un callejón sin salida.
Pero, debido al bebé que tenía en mis brazos, decidí reponerme y tratar de buscar una solución para nuestra situación.
Llorar no va a solucionar nada, llorar no va a hacer que Alejandro cambie de opinión y me dé otra oportunidad para tratar de enmendar mis culpas. Llorar no va a hacer que las cosas mejoren.
— Ahora solo somos tú y yo — susurré mientras salía del consultorio.
Mientras pensaba en esto, tomé un taxi con la intención de ir al lugar al que no pensé que iba a regresar jamás, con la intención de buscar consuelo en los brazos de mi madre.
A pesar de que no teníamos una buena relación, supuse que ella al notar mi estado olvidaría todas nuestras disputas pasadas y me tendería una mano.
Pensé que lo haría.
Sin embargo, olvidé por completo que estaba hablando de la mujer que había planeado venderme, razón por la que tomé la decisión precipitada de casarme con Alejandro a escondidas.
Hola, pequeña reina, gracias por leer, no te olvides de dejar un like o comentario, con amor, Erica.
pero cuando eso se rompe ya es imposible confiar.