Amatista

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LA HISTORIA DE UN VILLANO

...O'BRIAN:...

Yo parecía haber surgido de las montañas de sal y el mar que rodeaba los campos de Hilaria.

Desde mi nacimiento causé conmoción.

Las parteras estaban aterradas cuando me vieron y mi madre había gritado tantas veces cuando no quisieron mostrarme ante ella, pero después de tanto insistir me entregaron envuelto en una manta, con rostros tristes y desgraciados. Al verme, mi madre se preocupó tanto, estaba devastada, había tenido un hijo que parecía un anciano, no por su piel, sino por la falta de color en su cabello y el resto de los vellos de su cuerpo.

Decidió conservarme a pesar de eso.

En cambio, mi padre se escandalizó, cuando descubrió mi apariencia tan anormal y ajena a la de ellos, me consideró una maldición y abandonó a mi madre.

Ella me escondió por un tiempo, no quería un escándalo, ni tampoco que saliera lastimado.

Me dejó al cuidado de una sirvienta, hasta que cumplí un año.

Mi madre logró formar parte del consejo del rey y se convirtió en su amante, la esposa del rey no podía tener hijos y murió poco después, mi madre quedó embarazada y para hacer legítimo al heredero del trono se casó con el rey.

Así que fuí mostrado ante el mundo gracias a aquella unión y nadie me consideró un mounstro, no en presencia de los reyes.

Mi hermana nació y se convirtió en princesa, era como la noche, de cabellos negros y piel blanca, ella si era normal de apariencia, pero su interior estaba sombrío desde pequeña y peleaba todo el tiempo conmigo, parecía odiar a todos.

Le encantaba torturar a sus muñecas, quitándole las cabezas y a los animales e insectos que encontraba, los mataba sin piedad.

Mi hermana era la pura maldad desde niña, así que su vida se torció más y más a medida que crecía.

Yo en cambio, dejé de ser considerado un bicho raro, debido a mi entrenamiento en el ejercito me hice muy atractivo, extrañamente las personas del castillo me consideraban una belleza única y sobrenatural, algo nunca visto que no era molesto de apreciar.

Mi hermana asumió el trono y a pesar de su poder, empezó a sentir celos de que yo obtuviera más atención y que estuviese siempre rodeado de hombres y mujeres que me admiraban en todos los sentidos.

Yo no había buscado aquella atención, ni siquiera me esforzaba en ello. Seguía siendo el mismo, solo que con un buen atractivo que me hacía ser simpático ante los súbditos y nobles.

Hasta que una noche fui atacado mientras dormías, unos hombres me inmovilizaron contra la cama, tomándome de los brazos y las piernas mientras mi hermana caminaba con una daga en su mano hacia mí.

— ¿Te has vuelto loca? ¡Diles que me suelten! — Gruñí, notando su sonrisa maníaca, trazó un dedo por la hoja de su daga y volvió sus ojos hacia mi rostro.

— ¡Soy la reina, así que desde hoy dejarás la atención y las alabanzas de los súbditos para mí y te concentrarás en el trabajo, no puedo permitir que sigas distraído, debes cumplir con tu deber y esos lame suelas no te dejan ni respirar! — Acercó la daga a mi rostro y me sacudí con fuerza cuando noté lo que pretendía.

— ¡Maldición, suéltame, no te atrevas a tocarme, soy tu hermano mayor! — Grité cuando me sostuvo fuertemente de la mandíbula.

— ¡No, eres mi medio hermano, no tienes sangre azul, en cambio yo, soy la reina y solo a mí se me puede rendir pleitesía... Me lo agradecerá, ya nadie se acercará a ti! — Gruñó, sonriendo como fiera mientras arrastraba el filo de su daga por el lado izquierdo de mi rostro, desde la frente, por en medio de la ceja, el párpado, la mejilla, hasta la mandíbula.

Lentamente, para torturarme.

Grité del dolor, agonizando de la impotencia hasta que me soltó. Lamió la sangre de la hoja y se rio de mí.

— ¡Ya verás como esos hipócritas se alejan de ti, cuando vean que ya no eres atractivo sabrás que tenía razón, de ahora en adelante serás el más feo del castillo o más bien de todo el reino!

Me cubrí la herida con la mano, notando como el líquido caliente se deslizaba entre mis dedos.

...****************...

Los campos de sal literalmente te secaban hasta el alma, el sol mezclado con la sal hacía que te ardiera la piel y pareciera que te estabas quemando por dentro, pero nada se comparaba con haberle servido a la Reina Vanessa, eso si era el infierno. No me quejaba de mi condena, más bien merecía más que hacer trabajos forzados.

Yo también tenía que perder la cabeza en el juicio de Vanessa, pero gracias a la duquesa me salvé y no había un día que no recordara que por causa de ella estaba respirando.

El reino de mi hermana había caído y yo era el único sobreviviente de aquel acontecimiento.

Aunque los campos de sal no eran el paraíso, podía soportarlos.

Me había acostumbrado tanto a estar todos esos meses en esa celda húmeda, siendo acunado por el vaivén del mar, que se me hizo extraño volver a pisar tierra firme cuando el barco hizo parada en el muelle.

Hilaria era una tierra de clima tropical y el sol parecía estar más cerca que en el norte. El calor era sofocante y la gente vestía con ropas más ligeras.

Al llegar a los campos me dieron un uniforme gris y en seguida me obligaron a trabajar. Encadenado de las manos como una bestia, empecé a cargar los trozos enormes de sal y a transportarlos en una carretilla.

Había otros prisioneros, tan escorias o peores que yo. Cuando pisé el suelo salado me convertí en una presa para ellos, me rodearon contra una montaña de sal y usaron las palas para someterme y atacar, les mostré que no era frágil, unos cuantos golpes y patadas, estuvieron huyendo de mí.

Desde ese instante me gané el respeto y el temor de los demás hombres, no solo porque sabía defenderme sino por mi apariencia, que siempre jugaba a favor o en contra de mí.

La estancia en el barco se había encargado de borrar los restos de tinte que había usado para parecer más normal. En el pasado, había intentado pintarme hasta las pestañas con un tinte negro, pero solo obtuve un tono plateado que ya se había vencido y ya nada ocultaba el tono blanco pálido de mi cabello.

Perdí la noción del tiempo, dormía en las celdas del fuerte en la noche y por la mañana nos levantaban de una manera nada grata, los guardias nos echaban agua encima o nos golpeaban con sus lanzas para despertarnos.

Me levantaba antes para ahorrarles el buen servicio.

Salíamos al campo después de un desayuno miserable que sabía a cenizas.

Al menos teníamos derecho a hidratarnos todo lo que podíamos.

El trabajo que más odiaba era el de granular la sal, a pesar de mi duro entrenamiento me salieron ampollas de tanto golpear los trozos de sal con los palos de hierro.

Un año, un año haciendo el trabajo que nadie quería hacer y sería libre, libre para empezar de cero o eso creí.

— ¡Tú, el fantasma, deja lo que estás haciendo! — Gruñó un guardia cuando estaba cargando una carretilla con rocas de sal, fruncí el ceño, me detuve, soltando la carretilla — ¡Vendrás conmigo!

— ¿Por qué?

— ¡Deja de preguntar tonterías y obedece sin cuestionar! — Gruñó, dándome la espalda para empezar a caminar.

Lo seguí, los demás giraron sus ojos hacia mí.

— ¿Qué sucede fantasma? ¿El comandante te hará el amor? — Se burló uno de ellos y los demás empezaron a soltar carcajadas.

— Al parecer tienes mucha experiencia en eso — Gruñí y el infeliz que habló enrojeció de la ira, ésta vez las carcajadas fueron dirigidas hacia él.

— ¡Cállense las bocas y sigan trabajando! — Gritó el guardia.

Salí de los campos, desconcertado por aquel llamado. Jamás me habían solicitado y eso me preocupaba, no me parecía que había pasado un año, sentía que aún faltaba tiempo para cumplir mi condena.

Me llevaron hacia la torre principal del fuerte, subí unas escaleras externas hasta que las puertas de abrieron para nosotros.

Adentro había más guardias.

Subí las escaleras, en forma de caracol de la torre y me faltó la respiración.

Era patético, estaba débil como un niño.

Los guardias apostados en la sima de la torre nos abrieron la puerta y entramos en la oficina del comandante, un hombre obeso de bigote enroscado en las puntas.

Me quedé de pie junto al guardia y noté la presencia de otro hombre, de unos cincuentas años, delgado y de cabello canoso.

— ¡Señor O'Brian, no lo veía desde que lo trajeron aquí! — Dijo el comandante, evaluando mi apariencia desmejorada.

— ¿Por qué estoy aquí? — Pregunté y se frotó el bigote, sin levantarse de su asiento detrás del enorme escritorio.

— Le tengo buenas noticias, saldrá de aquí hoy mismo — Dijo, apoyando sus brazos de la mesa.

— ¿He cumplido mi condena? ¿Ya pasó un año? — Pregunté, sin poder creerlo.

— No, no ha pasado un año, pero éste hombre ha comprado su libertad — Señaló hacia el sujeto de pie junto al escritorio, giré mis ojos hacia él — A muy buen precio por cierto.

Maldito, si el Príncipe Arturo se enteraba de que ese sujeto era un corrupto, no le iba a gustar y mucho menos si yo me marchaba sin cumplir con mi condena.

— No conozco a este hombre — Lo observé con desconfianza.

— Por supuesto que no, pero yo si he escuchado de usted y tengo una buena razón para sacarlo de este infierno — Dijo el sujeto y el guardia procedió a quitarme los grilletes.

— Saldré cuando cumpla mi condena, perdió sus piezas, no pienso irme — Retrocedí y el comandante frunció el ceño.

— Temo que eso no se va a poder, hice un trato y ya tengo mi pago, no hay vuelta atrás... Muchos de los prisioneros desearían tener ésta oportunidad y usted se atreve a rechazarla, menospreciando mi generosidad — Gruñó ese infeliz, se veía la clase de basura que era, podía notar que no era la primera vez que hacía estás clases de negocios sucios.

— ¿Por qué un hombre pagaría por mi libertad?

— Eso lo trataremos después de salir de aquí — Dijo el desconocido — Créame, le conviene mucho salir de aquí ahora, le daré un trabajo y buen pago a cambio.

Sonaba demasiado bueno para ser verdad.

— ¿Qué hay de mi condena? Usted debe rendirle cuentas al príncipe — Observé al comandante.

— De eso me encargo yo, hay mil formas de encubrir la salida de una prisionero ¿Fingir su muerte le parece bien?

— No, esto no me parece, volveré al campo.

Se levantó con dificultad gracias a su enorme panza.

— Todos aquí conocen la clase de basura que es usted, Señor O'Brian, así que no pretenda ser recto ahora... Váyase, no pienso renunciar a mis piezas — Gruñó, tomando el pesado saco que estaba sobre la mesa — Si usted rechaza ésta oportunidad, me veré en la obligación de hacer de su estadía aquí más miserable, me encargaré de informarle al rey de Hilaria que usted intentó escapar. Puede que le corten la cabeza después de todo.

No dije nada, por dentro quise lanzarme al maldito y ahorcarlo con las cadenas.

Me quitaron los grilletes y sujeto que había pagado por mi libertad se acercó a mí.

— Señor O'Brian, después de que termine mi trabajo podrá rehacer su vida como le plazca, le conviene aceptarlo, ya que sin dinero no podrá comenzar de cero y su nombre tampoco ayuda, su mala reputación le cerrará muchas puertas, pero si toma la palabra del comandante de fingir que ha muerto en los campos, entonces podrá surgir nuevamente en la sociedad ¿No le parece una oferta apetitosa? — Me preguntó mientras juntaba sus manos cubiertas por guantes de cuero.

Lo observé detenidamente, sintiendo la libertad a mi alcance, si elegía el camino corto entonces empezaría mediante deshonestidad y me había prometido tomar la rectitud, pero si no aceptaba me ataría una soga al cuello.

No lo pensé más y tomé el camino fácil.

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Comments

nohelit perez

nohelit perez

aquí vamos nuevamente con otra de tus historias, espero sea tan buena como la anterior 👍👍

2024-06-01

3

Melisuga

Melisuga

Sal de las minas de sal, O'Brian, y encuentra después la forma de decirle al rey lo corrupto que es el jefe de la cárcel.

2024-05-26

0

Melisuga

Melisuga

*cima: parte superior, tope.

2024-05-26

0

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