Ella es acusa injustamente por un delito que no cometió y al darse cuenta que el ser que aseguraron que ella asesino esta vivo, hará lo que sea para vengarse y hacerlo pagar por todo lo que ella tuvo que vivir.
Y en el camino hacia su objetivo encontrará a un fuerte aliado que sin darse cuenta los dos caerán rendidos ante las garras del amor.
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Una perdida muy grande y dolorosa.
Zazil
Al despertar estaba sobre una camilla, esposada entre los barrotes de la misma, mi vista recorrió el lugar y pude ver a dos oficiales custodiar la puerta y por esa misma entró una doctora muy sonriente.
— hola, ¿cómo se siente?— solo suspire ante su pregunta— bueno, ya entregue el informe de su estado de salud y del causante de su desmayo— al escucharla me incorpore un poco— quizás esta noticia le ilumine un poco su día, señora Zazil, usted está embarazada.
Abrí mis ojos en total sorpresa por lo que decía la doctora, era como si me hubieran aventado un balde de agua fría, no lo podía creer, estaba tan atónita que solo vi a dos enfermeras entrar con un aparato el cual empujaban.
Y solo volví a reaccionar cuando la voz de la doctora me hablo— ¿si puede ver esto?— señaló hacia la pantalla y solo asentí, mientras sentía como se movía el lector en mi vientre — este de aqui, es su bebé.
Y con solo decir eso, mis lágrimas salieron cuan cascada, siempre busqué quedar embarazada, ese era mi más grande anhelo, pero por desgracia nunca lo logré y hoy que atravieso este episodio tan duro y amargo en mi vida, llevo en mi vientre a un pequeño ser, del hombre que siempre ame ciegamente.
La doctora me entregó las pequeñas imágenes y diez minutos después entraron los dos oficiales que estaban afuera, me quitaron las esposas, me levantaron de la camilla solo para volverme a esposar y de inmediato me sacaron del hospital para subirme a la camioneta; iba tan perdida en mis pensamientos que no me percate que el vehículo ya se había detenido, pero al caer sobre la tierra pude reaccionar, me levantaron solo para darme cuenta de que estaba frente a la prisión femenil.
Me llevaron a una habitación donde me desnudaron por completo solo para revisarme, me dieron un overol café y sobre unos documentos pusieron cada uno de mis dedos llenos de tinta oscura, dejando plasmada mis huellas dactilares sobre el papel blanco; para después tomarme una foto con una matrícula que sostenía con mis manos.
Cuando terminaron, me llevaron por un angosto pasillo hasta subir las escaleras y mientras seguíamos caminando no se hicieron esperar los gritos y chiflidos de las mujeres al verme, al llegar, un aroma no tan agradable para mi nariz me dio la gran bienvenida y con ello las náuseas y el vómito se hicieron presentes.
Después de que los custodios se fueran, me quedé sentada sobre esa cama dura observando el limitado espacio de la celda, suspire porque tenía que ser aún más fuerte para sobrellevar todo lo que estaba sucediendo, y tenía que hacerlo por mi hijo y por mí.
Me levante y solo me quede viendo entre los barrotes, los días fueron avanzando y con ello el temor de convivir con las demás, pero tenía que hacerlo si no quería ser la débil en este lugar.
Cada mañana muy temprano nos despertaban para que saliéramos al patio a correr bajo la oscuridad y el cambio del clima.
Y después de correr nos llevaban al área de las regaderas donde el agua era demasiado helada todo eso tenía que soportarlo por mi bien, y antes de poder ir al comedor tenía que ser inspeccionada por alguien más para tener todo bajo orden.
Las comidas en verdad no eran lo mejor, pero tampoco lo peor, quizás mi paladar se estaba resignado y asimilando los sabores no tan agradables de cada comida.
Los meses avanzaron y con ello mi vientre comenzaba a abultarse y con el pasar de los días mi ilusión de ser madre crecían cada vez más; comencé a trabajar en el taller de costura donde aprendí en tiempo récord el uso de una máquina.
Donde hacia prendas a marchas forzadas tanto para las celeras como para varias reclusas quienes tenían la posibilidad de pagar o de traer una tela en especial.
Esos se llamaban privilegios, los cuales muchas gozaban de ello y claramente yo carecía de ellos, ya que yo estaba sola en esto y lo único que me quedaba hacer, era seguir en la costura para no sentir las horas pasar lentamente...
Después de haberme cambiado, fui a mi celda para tomar la carpeta donde llevaba los documentos sobre mi embarazo y aunque los chequeos no eran tan seguidos yo guardaba todo cuando me lo hacían, pues me gustaba ver las imágenes cada noche en medio del silencio, ya que con la paz que había me gustaba imaginarme una vida junto a mi hijo cuando salga de la cárcel.
Al bajar las escaleras un custodio me esperaba para llevarme al área de visita pensando que era la doctora que me llegó a atender por primera vez en el hospital y la que ha llevado el control de mi embarazo desinteresadamente.
Al entrar a la habitación, me sorprendí porque quien estaba en ese lugar era Deo, quien al verme, se levantó con rapidez para abrazarme.
— Zazil, ¿cómo estás?, ¿cómo te sientes?— al separarnos, Deo bajo su vista posándola en mi vientre— que sorpresa, ¿cuánto tienes?.
Solo lo observaba, a estas alturas no sabía si confiar en él o no, ya que tengo siete meses aquí y es la primera vez que viene a visitarme.
Tomó mis manos frias las cuales estaban sobre la mesa— puedes confiar en mí, Zazil sabes que somos amigos— suspire por sus palabras y una lágrima se escapó de mi ojo.
Sentí su pulgar acariciar mi mejilla para desaparecer esa misma lágrima traicionera y por inercia cerré mis ojos — solo tengo mis reservas Deo, ya que son bastantes meses y tú no volviste a aparecer, es solo eso— solo asintió con una pequeña sonrisa entre sus labios.
— te entiendo, y, ¿cómo te sientes?— desvío un poco su vista deteniéndola en la carpeta amarilla que estaba sobre la mesa— ¿qué es?, ¿puedo verlo?.
Asentí acercando la carpeta hacia él — bien después de todo y esto son las imágenes e información sobre el avance de mi embarazo.
Él asintió abriendo la carpeta sacando una a una las pequeñas imágenes en blanco y negro, se detuvo a leer con detenimiento una hoja hasta que levantó su rostro muy serio— ¿será varón?— asentí sonriendo mientras tocaba mi vientre— felicidades.
— gracias, Deo, te puedo preguntar algo— él asintió cerrando la carpeta— ¿en qué lugar descansan los restos de?— al decirle mi voz se quebró y aunque no quisiera mis ojos se cristalizaron hasta brotar una a una mis lágrimas.
— tranquila Zazil— me observo por un corto tiempo donde pude notar un nerviosismo extraño junto a sus manos que no paraban de moverse frotándose una con otra— Zazil, yo, yo.
Y cuando presentía que algo me diría entró el mismo custodio acercándose a nosotros— el tiempo ha terminado— solo asentí, me levante y Deo volvió a abrazarme.
— cuídate y perdóname— lo vi extrañada por sus palabras y cuando pretendí cuestionarlo el custodio me saco de la habitación.
Llevándome a enfermería, al entrar vi a la doctora, quien me hizo el chequeo de rutina y donde me dijo que mi bebé estaba excelente, casi al terminar la consulta la llamaron y la vi salir.
No sé, cuanto tiempo había demorado, al entrar venía sería y solo me entrego unos frascos y dándome las indicaciones necesarias sobre las vitaminas que tenía que seguir tomando.
Y mientras comía, me tomé una de las píldoras que la doctora me había dado, siguieron avanzando los días y como relojito, seguía tomando una a una, pero después de una semana comencé a sentirme extraña, con demasiado sueño, debilidad y falta de apetito, me la pasaba gran parte del día en la celda, incluso había dejado de ir al taller de costura.
Hasta que una noche un horrible dolor me hizo despertarme en un grito, mi vientre me dolía y solo sentía la dureza en ella, cuando me intente levantar un líquido corrió por mis piernas, pero al ver el suelo ese líquido estaba mezclado con sangre.
Como pude, pedí ayuda sin descanso hasta que mi compañera de celda golpeaba con desespero los barrotes, el tiempo avanzaba siendo tan agonizante, porque tenía miedo que le pasara algo a mi hijo.
Solo acariciaba mi panza en medio del dolor y el llanto, hasta que dos custodios se dignaron a aparecer, al abrir la reja me cargaron llevándome a toda prisa al área de enfermería.
Me acostaron en la camilla, la única enfermera y doctora que estaban en ese lugar, no hacían nada, estaba en un grito hasta que tenía la necesidad de pujar y así lo hice muchas veces hasta que sentí un inmenso alivio.
La enfermera traía en brazos a mi hijo, quien no lloraba y tampoco emitía algún sonido— ¡¿cómo está?!, ¡¿por qué no llora?!, ¡por favor sálvelo!.
Solo me vio y la vi hacerle respiraciones y los primeros auxilios, pero no reaccionaba— ¡por favor!— grité con mi voz rasposa y alterada, me sentía tan impotente, que me levante de la camilla para acercarme a ellas, pero un custodio me lo impidió jalándome hasta esposarme.
Grité con desesperación jalándome e intentando zafarme, lo cual no lo conseguí y solo sentí un leve dolor en mi muñeca, la doctora volteo a verme donde solo negó, bajó su mirada y cubrió el pequeño cuerpo de mi hijo.
— ¡noooooooooo!— seguí jalando hasta que conseguí librarme de las esposas, corrí hacia la doctora, quien asustada me entregó el cuerpo de mi bebé— mi vida, porque me abandonaste— baje la pequeña manta y pude ver su cabello oscuro junto a sus facciones hermosas, era un guapo angelito.
Besé su frente y solo lo apreté contra mi cuerpo, rompiendo en un llanto desgarrador donde podría jurar que las demás reclusas escucharon mi dolor.
No sé cuanto dure así, hasta que un custodio me arrebato a mi hijo llevándoselo a no sé donde, grité para que regresara, pero jamás lo hizo.
Sentí que el lugar comenzaba a asfixiarme, jale el cuello de mi ropa, pero no sentía alivio y fue cuando me di cuenta de que mi dedo pulgar de la mano izquierda estaba dislocado y con rastro de sangre.
Al levantar mi vista todo empezó a moverse y a dar vueltas sintiendo una opresión dolorosa en mi pecho hasta que solo me desvanecí.