BRONCE

...FREYA:...

¿El trato no era justo? Por supuesto que no.

El rey era despiadado y listo, sé que firmar fue mi perdición, pero no tenía opción, mi único deber era casarme, ser reina y él no estaría dispuesto a tenerme de huésped por más tiempo.

No podía tomar decisiones y esa era la parte que me dejaba en desventaja, tampoco podría incumplir con lo dictado porque sería despojada del título y arrojada fuera del reino.

Tal vez metí la pata, ese rey se salió con suya.

Tenía que ser más lista, pero yo era incompetente para esto, Florence podría manejarlo mejor, estaba segura de ello.

¿Por qué tuve que ser yo la elegida?

Mi padre nunca estuvo de acuerdo con mi actuar poco valiente y mi tartamudeo cuando estaba nerviosa, se llenaba de impaciencia, de ira y me ordenaba desaparecer de su vista.

¿Cómo podría ser más lista?

Me detuve en seco en medio del pasillo, pensativa.

El rey solo tenía una intención al casarse, quería investigar, sacar información y planeaba usarme para lograrlo.

Yo era inservible, no hacía nada con tenerme cerca.

El rey Adrian no tenía la menor disposición de ayudar a mi reino.

Tenía que convencerlo de alguna forma, necesitaba que confiara en mí.

Pero ¿Cómo podría hacerlo?

Según él, yo me parecía a su esposa, una reina tirana que fue ejecutada. Me daba curiosidad saber más al respecto, ver algún retrato, era imposible que yo me pareciera tanto a una desconocida, a tal punto de que el rey me intentó atacar al verme y de causar impresión.

¿Tan mala era para causar ese odio en el gobernante?

Aún así, el rey se arriesgaría a un escándalo, al casarse conmigo y sabía que solo era para demostrar que tenía el poder, que mi reino no podría hacer nada para recibir un aporte, que Polemia saldría perdiendo.

Era infeliz.

Era egoísta.

Pero, tenía que aceptar que el rey estaba protegiendo muy bien su nación.

...****************...

— ¿Dónde estabas? — Preguntó Florence.

La encontré en mi habitación, soltando un suspiro de alivio al verme entrar.

— Fui a hablar con el rey.

— ¿De qué? ¿Por qué no me dijiste nada?

— Estabas descansando — Dije, poniendo los ojos en blanco — Seré yo quien me case con el rey, necesitaba una audiencia privada con él para aclarar algunos asuntos.

— Lo siento por preocuparme — Dijo, con sarcasmo — Por meterme en tus asuntos.

— No quise decir eso, no exageres.

— Solo soy tu doncella en éste reino, lo comprendo — Susurró, con drama.

— Solo fui a hablar con el rey, deja de actuar como si te hubiese dado un golpe.

— Bien, bien — Elevó sus manos — Dime ¿Qué fuiste a tratar?

— Las reglas y lo que ocurrió cuando llegamos, también... Sobre el casamiento — Dije, caminando por la habitación.

— ¿Ya tomó una decisión?

— Así es.

— ¿Qué dijo? — Insistió.

— Aceptó el casamiento.

Una sonrisa apareció en su rostro.

— ¿En serio?

— Sí, aunque hubo una condición.

— Lo suponía — Perdió su sonrisa — ¿Qué condición?

— Me hizo firmar un papel.

Se aproximó y me sostuvo de los brazos.

— ¿Qué papel? — Frunció el ceño.

— No podré ejercer poder como reina, ni tomar decisiones, debo consultar todo con el rey y él es quien tendrá la última palabra...

Florence me soltó bruscamente, estaba enojada.

— No debiste firmar.

— ¿Qué podía hacer? Era eso o salir de Floris siendo un fracaso.

— Estamos atadas de manos ahora — Siseó, apretando sus puños — No pensaste con detenimiento antes de estampar tu nombre en ese papel.

— Lo voy a convencer de ayudar a Polemia, no te preocupes.

— ¿Cómo harás eso? — Resopló — Necesitamos que tengas un poco de poder, para eso ibas a casarte... Pero, ese rey te ha dejado atada, perdiste, él salió ganando... Si padre se entera de semejante cosa serás considerada una incompetente.

— No... No es así... Podré convencerlo, solo necesito ganarme su confianza — Insistí y ella negó con la cabeza.

— ¿Cómo?

— Acercándome — Dije, tomando postura erguida — Convertirme en su amiga.

— ¿Su amiga? — Soltó una risa — ¿En serio?

— No te burles de mí, se que puedo sobre pasar la formalidad y la desconfianza con la que me trata el rey — Dije, tomando la falda de mi vestido — Estoy segura de que al notar que yo no albergo malas intenciones... Él cambiará de parecer.

— Solo hay una forma de ablandar a un hombre y es seduciendo — Dijo, con firmeza.

— Tú tampoco sabes nada de hombres, solo porque Oraham o mi padre te lo hayan dicho, no quiere decir que seas experta, no hemos estado cerca de hombres vigorosos y lo sabes, no conocemos nada de ese mundo, entiende, Florence, lo único que quiero es ganar la confianza del rey y no creo que la cama sea la mejor opción para que él me conozca — Dije, decidida.

— Bien, de acuerdo, puedes intentarlo, pero si fallas, tendrás que optar por seducirlo.

— No parece impresionado por mí y eso no creo que cambie.

Era cierto, el rey solo me observaba con odio, con desdén, como si le aborreciera verme o tratar conmigo, no había una pizca de interés en su lenguaje corporal.

— Sí, parece algo indiferente, pero es porque es un rey y no va a andar por ahí siendo evidente, pero estoy segura de que le pareces muy hermosa — Afirmó, convencida.

— No lo creo — Hice un gesto — La razón por la que me atacó al verme, es porque me parezco a su difunta esposa.

— ¿Se casó antes? — Ella elevó las cejas.

— No es lo que importa... El asunto es que yo me parezco a la mujer con la que estuvo casado y que además, fue una tirana.

— ¿Hubo una tirana?

— Al parecer sí, el rey me ha dicho que fue una reina terrible y despiadada, que soy tan parecida que mi presencia como reina podría ser escandalosa y perjudicial.

— No creo en esto, tendría que ver un retrato — Negó con la cabeza.

— Yo tampoco lo creo, pero si resulta cierto, me hará las cosas más difíciles.

— ¿Qué busca el rey con tenerte de esposa sabiendo todo eso?

— No lo sé, tal vez quiere investigarme — Me llevé una mano a la frente — Éste asunto me tiene un poco confundida.

— Es injusto que no puedas ejercer tu derecho como reina.

— Pero, ese fue el trato y debo respetarlo.

— Debiste pensar más antes de firmar — Volvió a protestar.

— Ya no hay vuelta atrás, Florence.

— Empieza a ganarte la confianza de ese hombre desde ahora — Aconsejó.

— Es lo que haré.

...****************...

Las doncellas me permitieron ir a almorzar al comedor, Florence insistió en quedarse a comer en su habitación para que yo pudiera tener una conversación con el rey y acercarme más.

No me gustó como lo dijo, pero tenía razón.

Si quería ganar la confianza del monarca, tendría que tener más encuentros.

Me hallé en el pasillo del comedor al hombre delgado de cabellos negros.

Se detuvo al verme y tuve que hacer lo mismo.

— Su alteza, es un honor — Dijo, sonriendo y haciendo una reverencia — Soy Sir Levi Abbot, mano derecha del rey.

Me sorprendí.

— Un gusto conocerle.

Era guapo a pesar de su delgadez, tenía la piel tan pálida como la mía y el cabello negro, aunque sus ojos eran verdes.

Los aretes en sus orejas llamaron mi atención.

— Gracias.

Asentí con la cabeza — Con permiso...

— Oiga ¿Es familiar de la reina loca?

— No, no lo soy.

— Ah, ya sabía de ella — Dijo, tratando de averiguar algo.

— Su majestad me contó al respecto, desconocía que existía una reina tirana, mi conocimiento sobre Floris es mínimo.

— Aún así conoce lo suficiente, ya que está aquí — Dijo, evaluando, otro desconfiado, tal vez así me tratarían todos — Y el rey de Polemia también.

— Polemia es un reino que sufre.

— No lo dudo, pero la cuestión es el poder y la riqueza — Dijo él, llevando las manos a sus bolsillos, bastante sereno.

— Mi reino busca salvación, no poder.

— Eso está por verse, insisto, usted debe ser familiar de la reina Vanessa...

— No lo soy, nací y crecí en Polemia, nunca conocí otro reino hasta ahora.

— No tiene que convencer a nadie, se ve a leguas que jamás estuvo en otro reino, que desconoce todo excepto el hielo de su nación.

— ¿Cómo sabe qué mi nación está repleta de hielo? — Pregunté y rió.

— Existen libros y las coordenadas de su tierra indican que están muy al norte, lo que la hace un lugar helado e invernal — Dijo, como si fuese obvio — Usted es una ficha.

Se alejó, con pasos confiados y postura relajada.

¿Una ficha?

La gente de éste castillo era extraña.

Seguí caminando, entrando al comedor.

El rey calló en seco y me tensé cuando desvió su atención a mí, como si estuviese siendo inoportuna.

Estaba con la princesa Ania, ambos almorzaban.

— Majestad... Disculpe la interrupción...

— ¿Qué desea? — Exigió, con expresión dura y su hermana alzó las cejas.

— Vine a almorzar, si me lo permite.

— Ordené a las doncellas llevarle las tres comidas a sus aposentos, no necesita venir aquí.

— Estoy al tanto de ello, aún así, preferí comer aquí ¿También debo consultarle si puedo estar en el comedor? — Elevé una ceja.

— Las reglas siguen siendo las mismas.

— No mencionó que no podía entrar aquí — Ondeé mi mano por el lugar.

— Vuelva...

— Adrian, deja que coma aquí — Pidió su hermana, ella si me caía bien.

Su hermano soltó una larga respiración y solo hizo un gesto con la cabeza.

Me senté en una de las sillas.

Las sirvientas acudieron cuando el rey tocó la campana que estaba sobre la mesa.

— Sirvan a la princesa lo que guste.

— ¿Lo que guste? ¿Puedo pedir? — Pregunté, con algo de emoción.

— Es libre de comer lo que desee.

— En ese caso, quisiera un poco de cerdo al horno con esos vegetales salteados de la noche anterior y también un poco de fruta, de postre quisiera un pastel de chocolate — Ordené, con bastante apetito — De bebida quisiera un poco de té frío.

— En seguida lo traemos, su alteza.

Las sirvientas se marcharon.

El rey desvió su mirada de mí y continuó comiendo en silencio.

— Su alteza ¿Qué le parece Floris? — Dijo la princesa, cortando el silencio.

— Es enorme — Dije, sorprendida.

— Debería recorrer todo el reino, se sorprenderá de lo que se puede ver.

— No lo dudo, sé que el invierno no dura para siempre y deseo ver las demás estaciones, los paisajes también — Me emocioné más.

— No puede salir — Cortó el rey y ambos lo evaluamos.

— Adrian, no seas grosero.

— Ania — Advirtió él, con molestia.

— Lo siento... Pero, no puedes tenerla de prisionera.

— No, pero hay circunstancias...

— Si lo dices por su parecido a Vanessa, el día del casamiento todos los nobles estarán presentes y verán a la reina — Resopló la princesa.

— No es momento para discutir.

El silencio volvió.

— Su alteza — Dije a la princesa — Disculpe si siento curiosidad por su vestimenta, me gustaría saber si hay un motivo.

— Ah, esto — Dijo, tocando su camisa con corset — Me gusta más vestir así.

— Debe ser cómodo.

— Lo es.

— Ania es una guerrera, ha participado en pequeñas batallas — Dijo el rey y me sorprendí.

— ¿Una princesa en batalla?

— Así es, me gusta la acción, mis cicatrices son mi orgullo.

— Increíble — Jadeé — Mi padre jamás permitiría eso.

— El mío no lo permitió, pero hice lo que estuvo en mis manos para perseguir lo que deseaba y aquí estoy — Dijo, elevando su barbilla.

— ¿Fue en contra de sus principios?

Si yo hubiese hecho eso, estaría encerrada en uno de los calabozos.

— Por supuesto, no quería estar obligada a nada.

— ¿Y su padre donde está? — Pregunté y el rey aclaró su garganta.

Ania le dió una mirada, ambos se quedaron observando, decidiendo si aquella información era confidencial.

La princesa puso los ojos en blanco.

— Nuestro padre es el rey Archibald de Hilaria.

Todo encajó.

— El aliado de mi padre — Dije y ella asintió.

— Por supuesto, Archibald Rhodes es nuestro padre y es por eso que se atrevió a hacer un acuerdo con su rey — Gruñó el rey Adrian, apretando el cuchillo en su mano.

— ¿Cómo llegó a gobernar a Floris si su padre es el rey de Hilaria?

— Hace pregunta como si mereciera las respuestas — Dijo y me tensé.

— Lo lamento, no quise ser impertinente.

El rey se levantó.

Mi primer intento de acercarme fue un fracaso.

¿Por qué era tan temperamental? Odiaba tanto mi presencia solo porque me parecía a su esposa fallecida, me odiaba porque acordaron sin consultarle que yo debía ser su esposa.

No era mi culpa.

Yo solo estaba cumpliendo órdenes.

— El rey no es así — Dijo Ania, notando mi expresión — Solo ha estado estresado por todo lo sucedido.

— Entiendo.