Will García, un empresario prestigioso, que en una práctica intenta encontrar la respuesta y la paz que su pasado no le permite encontrar, la desesperación lo llevará a envolverse en un triangulo amoroso, ¿podrá el BDSM sacarlo por completo? o ¿será la culpa quien lo alejé de su verdadera felicidad?.
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Capítulo 20.
Vannesa, subió las manos al cuello de Will y lo jaló para profundizar el beso. Él, viendo su aprobación, la agarró por los glúteos y la levantó. Ella enrolló sus piernas a la cintura de él, dejándose llevar.
Will, deseoso, se fue caminando con ella sin parar y la besó hasta llegar a la habitación.
Poco a poco la fue bajando y la acostó en la cama con un poco de nervios, pero al meter las manos por debajo de su vestido, ella jadeó en su boca. Mientras sus gemidos eran silenciados en los labios de su poseedor, sintiéndose más excitado de lo normal.
Su mente se nublaba, ya que no quería hacerle daño; por primera vez, quería entregar todo de él.
Odiaba ese vestido con todo su ser, debido a que lo volvía loco a él y a todo el que la miraba. Sacó su mano de su espalda y rasgó el vestido. Ella dio un pequeño grito de placer por la acción hecha; tal actitud lo enloqueció, mirándole esa cara llena de deseo, con esos ojos nublados por el mismo.
Cuando bajó su mirada por su cuerpo se dio cuenta de que no traía bragas, eso lo puso más loco, ¿de verdad había pasado toda la noche sin nada debajo de ese condenado vestido? Le tocó el muslo y fue subiendo su mano mientras la besaba. Cuando llegó a su centro, acarició percibiendo que estaba mojada, la frotó un poco y le gustó mucho al punto de enloquecer y perder el control el modo que ella demostraba lo que sentía.
Siguiendo su acto sin dejar de besarla sintió que estallaría sacó su mano dejó de besar sus labios y fue bajando por su cuello y clavícula dejando marcas a su paso, cuando llegó a sus senos bajo un poco la copa del sostén, rozó su lengua en su punto rosado, ella se estremeció y él rasgó esa prenda que le estorbaba el paso que sus labios deseaban seguir.
Cuando rasgó toda tela que estorbaba, observó lo perfecta que era, sostuvo uno de sus senos en su mano ofreciendo suaves masajes mientras el otro lo deleitaba con su boca, dejando suaves mordiscos que no hicieran daño, eran el placer que él le ofrecía, soltaba uno para consentir al otro de igual manera.
Después de un rato en su acto, Vannesa se iba desesperando. Will empezó a bajar por sus costillas, vientre y caderas hasta llegar a su centro, que hacía pecar a todos sus fantasmas, la saboreó deleitándose de lo mojada que se encontraba.
Dulce y exquisito era para él, se deleitó con calma disfrutando del momento, cuando sintió la irregularidad en ella, por estar a punto de venirse, que sus gemidos eran cada vez más fuertes la soltó y le dijo
—Vente para mí, al decir esas palabras siguió con su acto deleitándose de ella, cuando sintió qué grito de placer y empezó a convulsionarse, no paro, sino que recibió todo el jugo que de ella salía saboreando hasta la última gota de su exquisito néctar.
La soltó y subió a su boca, la besó, dándole de probar de su propio placer. Ella, al probar su propio sabor, se desesperó, su cuerpo lo deseaba, quería todo de él, hasta lo último que pudiese ofrecerle.
Él la soltó y se levantó y la observaba, se veía tan hermosa, que mirándola, empezó a desvestirse viendo cómo ella se lo comía con la mirada. Ese solo hecho lo hacía sentirse el dueño del mundo, no era un simple deseo, era necesidad de ella, a tal motivo que su cuerpo quemaba, del anhelo de tener su complemento.
Volvió con ella, con esa tranquilidad que en verdad, no sentía, la agarró de las piernas y la jalo, ella jadeó, enseguida empezó a besarla, mientras con una mano agarraba su hombría y masajeaba su entrada con el mismo, poco a poco empezó a introducirlo sintiendo que su corazón se aceleraba en ese instante, sentía que iba camino al cielo.
No tenía mente para pensar en ese preciso momento en otra cosa, que no fuera ella. Empezó a moverse con suavidad, disfrutando al máximo lo que estaba sucediendo. Cuándo ella gimió, él dio una estocada fuerte. Tal acción ocasionó que Vannesa pidiese que le dieran aún más, ese pedido descontroló a Will, empezando a dar estocadas fuertes, cada una más fuerte que la anterior.
Ella no podía con tanto placer recibido, grito su nombre percibiendo lo que se venía él aceleró sus movimientos y dijo
—"Reina mía, Vente para mí" córrete conmigo, al escuchar esas palabras en las puertas de su cuello, su cuerpo obedeció y él aceleró más, mientras sentía las convulsiones y como su interior lo apretaba, no aguanto más y se corrió dentro de ella, sintiéndose en el mismo cielo, puesto que él para tener sexo, siempre usaba protección, era la primera vez que estaba con una mujer sin ningún tipo de cuidado.
Se dejó caer a un lado de ella, para descansar. Ella se puso boca abajo tratando de regular la respiración por el momento placentero obtenido. Él se puso de medio lado y empezó a acariciar su espalda delicadamente. Después de pasar cierto tiempo acariciándole, empezó a repartir besos por en su espalda. Ella se estremeció, pero dejó que él siguiera con su hecho.
Cuando él quiso acariciar su parte, ella se dio la vuelta, lo beso y le dijo en sus labios —Quiero que te dejes llevar, que me dejes darte placer.
Will la miró y respondió.
—Has conmigo lo que quieras hacer, "Reina mía". Vannesa sonrió triunfante, se montó encima de él y empezó a besarle apasionadamente mientras el vaivén de placer empezó.
En un descuido, ella sacó de la gaveta de su cómoda, unas esposas, mientras lo besaba con más intensidad. En medio de su deseo, el extasiado la agarró por sus caderas y la aprisionó más a él, bañado en el éxtasis de placer que sentía por tenerla en sus brazos en esos momentos.
Vannesa, enganchó las esposas al espaldar de la cama, y lo agarró por la cara, le dio un beso aún más exigente, sin dejar de mover sus caderas. Él la apretó tanto que a ella le dolió un poco, llenándola más de placer.
Vannesa detiene el agarre que él tenía hacia ella y sostuvo su mano y la fue subiendo a su cabeza. El confiado se dejó llevar. Cuando sintió que lo había esposado, quiso jalar, pero ya era demasiado tarde, tenía una mano esposada.
La miró, negó y dijo
—Vanne, ¿qué haces