Akira un día despertó en el cuerpo de Mei, una princesa ignorada por su esposo el segundo príncipe, ahora Mei dejará de lado a ese esposo suyo y buscará liberarse de ese matrimonio y unirse al ejército de su padre.
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capítulo 14- pleito
Y si, Sayo, se ha quejado con el príncipe, éste no puede creer que Mei haya sido capaz incluso de ofender a su madre, así que, rápidamente se dirigió con dos sirvientas al salón de loto, por supuesto Sayo fue con él, pues quiere ver como esa tipa es castigada, ser hija del gran general no la salva de nada. Las puertas se abren cuando el príncipe empezó a gritarle a Mei, aun con las puertas abiertas, no se les permite pasar y es Mei quien se para unos pasos fuera de la puerta.
- ¿por qué hay tanto escándalo?
- Princesa, se me ha informado que trataste muy mal a mi madre.
- oh! Así que ya fue de chismosa...ella me grito primero.
Sayo y Jiro se muestran enojados ante la manera tan irrespetuosa de hablar de Mei, pero ella parece tan desinteresada.
- princesa, no se este pasando, toda esta actitud, será llevada ante el emperador, si el se entera que has sido descortés con su amada concubina, te castigará.
- exacto, concubina, no emperatriz, así que dudo haya castigo.
Mei sonríe con malicia por la respuesta que dio, al ver el rostro lleno de coraje de Sayo, parece que la mujer no soporta que le recuerden que nunca ha podido ascender a emperatriz, pese a que la anterior, falleció hace años; Sayo toma el látigo que lleva uno de los sirvientes y se queda unos pasos atrás de Mei, lanzando un golpe con dicho látigo, pero Mei se cubre con su brazo y antes que el látigo fuese apartado, lo sostiene y tira de el con fuerza, causando que Sayo caiga de cara contra el piso.
- Madreee!!
Jiro corre a ayudarla, mientras la mujer desconsolada.
- Príncipe, castiga a esta mujer, mi rostro, daño mi rostro.
- princesa, esto ha llegado al límite. Agredir a mi madre ha sido demasiado.
- ¿que? Ella me atacó primero, yo solo me defendí.
- príncipe, castigala, mi hermoso rostro ha sido dañado...
Sayo se pone a llorar, mientras que el príncipe trata de calmarla, pide a sus sirvientas que le limpien la cara, mientras que él, se acerca a Mei y le sujeta del brazo para jalarla hacía Sayo.
- arrodillate y suplica su perdón.
- oye, suéltame! Primero que supliqué perdón por intentar golpearme.
- Mei! Soy tu esposo y me debes obediencia. Si no suplicas su perdón, te encerrare sola en el salón oscuro y sin comida por un mes.
Mei sonríe logrando safarse del agarre.
- bien. Que alguien me guíe al salón oscuro.
Sus sirvientas le suplican que no lo haga, pero insiste en ser llevada a ese lugar, lo único que pide que le den, es una espada, la va necesitar para practicar durante el tiempo que este sola. Sayo le indica al príncipe que eso no es suficiente, que debe ir con el emperador para pedir un castigo mayor, pues la chica se esta portando bastante grosera con él.
- con eso entenderá, en menos de una semana, suplicara perdón.
- no, ve con el emperador, que esa niña sea castigada por faltarle el respeto al segundo príncipe.
- madre, basta, vamos, un médico debe atenderte.
No, a Jiro no le conviene ir con el emperador, porque este, no lo recibirá y seguramente sigue furioso porque no acepto ir a dirigir al tercer escuadrón. Sayo es llevada al salón de Keiko, para que ella sea quien la cuide mientras llega el médico, por su parte, Jiro a ido a ver a Sumi, ya que ayer no pudo estar a solas con ella, debido a la visita de su madre.
Mei se ha quedado sola, aprovechando esa oportunidad para dormir un poco, ya que sus planes no son quedarse dentro de ese lugar solitario, ya que sin duda, se escapará para ir en busca de ese general, si un experto en la batalla, él podrá ayudarlo dándole el entrenamiento adecuado. Y así la noche llegó, por supuesto Mei aprovecha eso para salir, por suerte no hay vigilancia, seguramente el príncipe esta seguro de que no podría escapar; a unos metros de la mansión, paso a una granja, donde deja el caballo que había comprado con anterioridad, espera el campamento del general aun siga en ese sitio. Ya era muy noche, así que lleva consigo una antorcha pequeña, fue hasta aquel lugar y enseguida fue rodeada por los hombres, minutos después ya estaba atada de manos y sentada frente al general.