Serena estaba temblando en el altar, avergonzada y agobiada por las miradas y los susurros ¿que era aquella situación en la que la novia llegaba antes que él novio? Acaso se había arrepentido, no lo más probable era que estuviera borracho encamado con alguna de sus amantes, pensó Serena, porque sabía bien sobre la vida que llevaba su prometido. Pero entonces las puertas de la iglesia se abrieron con gran alboroto, los ojos de Serena dorados como rayos de luz cálida, se abrieron y temblaron al ver aquella escena. Quién entraba, no era su promedio, era su cuñado, alguien que no veía hacía muchos años, pero con tan solo verlo, Serena sabía que algo no estaba bien. Él, con una presencia arrolladora y dominante se paro frente a ella, empapado en sangre, extendió su mano y sonrió de manera casi retorcida. Que inicie la ceremonia. Anuncio, dejando a todos los presentes perplejos especialmente a Serena.
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Capitulo 20
Algunos días después de aquella reunión nefasta con la Condesa, Serena se dirigió al puerto del pueblo. El aire olía a sal y a madera húmeda; las velas de los barcos se mecían suavemente al compás de la marea. Sus manos sudaban dentro de la falda que apretaba contra su pecho mientras esperaba en la fila. Cuando por fin el hombre del mostrador le entregó el pasaje, lo sostuvo con fuerza, como si aquel trozo de papel fuese una llave sagrada.
En un mes, el barco zarparía rumbo a la ciudad fronteriza de Nazca. No era suficiente huir del pueblo, lo sabía. Debía irse del Reino, aunque eso implicara enfrentarse a peligros desconocidos. Al tener el pasaje entre los dedos, un rayo de esperanza la recorrió, la libertad parecía estar al alcance de su mano. Sin embargo, junto a esa ilusión también llegó la tristeza. Pensar en las personas que dejaría atrás le dolía como un peso invisible en el pecho.
—Debo ser fuerte —se dijo en silencio, apretando los labios.
Se prometió disfrutar los días que aún le quedaban allí y atesorar cada momento con las pocas personas que apreciaba, y justo aquel día había un motivo especial, su cumpleaños número dieciocho. Sonia la recibió con una sonrisa, había preparado un pequeño pastel.
—Feliz cumpleaños, niña —le dijo con ternura, mientras encendía una diminuta vela improvisada.
Serena rió suavemente y sopló la llama, cerrando los ojos apenas un instante para pedir un deseo. —Deseo volver a verte Rhaziel...— Ese era un deseó que había mantenido por mucho tiempo ya.
Luego compartieron un pedazo cada una, saboreando aquel dulce como si fuera un banquete de reyes. Después, salió hacia el mercado para hacer algunas compras antes de encontrarse con Shakan más tarde.
El pueblo hervía de voces y regateos. Serena caminaba entre los puestos, oliendo las especias y tocando con cuidado las telas que se ofrecían. Sus pensamientos flotaban entre la emoción de su pasaje y la ansiedad por el futuro.
No muy lejos de allí, sin que Serena lo sospechara, Roger se encontraba en una de las llamadas casas de placer, un lugar donde se mezclaban los juegos de azar con el burdel. El Conde estaba fastidiado, de mal humor. Jerry, su compañero de vicios, le ofreció una copa, pero Roger la apartó con un gesto brusco.
—¿Qué te pasa? —preguntó Jerry, arqueando una ceja.
—Estoy aburrido —respondió Roger con desdén—. Estas mujeres ya no me satisfacen… Me he hartado de ellas.
Jerry estalló en carcajadas, casi doblándose de la risa.
—¡Pero claro! Si te la pasas metido entre sus faldas, ¿cómo no ibas a cansarte?
—Cállate —gruñó Roger, irritado.
Jerry dejó de reír, pero su expresión traviesa no se borró. Se inclinó hacia él y murmuró.
—Si estás aburrido, ¿por qué no buscas diversión afuera?
—¿A qué te refieres? —Roger lo miró con interés.
—Ve a la calle. Busca a una mujer que te guste. Ninguna se atreverá a decirte que no. Eres un conde, y además, tienes dinero de sobra. Créeme, con eso basta.
Los ojos de Roger se iluminaron con un destello perverso y una sonrisa arrogante se dibujó en sus labios.
—Tienes razón… —musitó, levantándose al instante.
Tomó su saco y salió decidido. Recorrió algunas calles, observando a las mujeres que pasaban, pero ninguna despertaba lo suficiente su interés. Así, vagó hasta terminar en el mercado.
Fue entonces cuando la vio. De espaldas, una joven con figura delicada y a la vez sensual. Incluso desde la distancia estaba convencido de que su rostro debía ser tan hermoso como su silueta. Sus ojos se clavaron en ella, y comenzó a acercarse con paso seguro.
Serena estaba absorta entre los puestos, escogiendo cuidadosamente sus compras, cuando una voz masculina, cargada de presunción, se alzó a sus espaldas.
—Señorita… —llamó Roger, con ese tono entre mandón y seductor que usaba con las cortesanas.
La reconoció de inmediato, esa voz que apenas había escuchado una vez era la de Roger.
El corazón se le detuvo. Un escalofrío recorrió su cuerpo paralizándola.
—He estado buscando a alguien que me saque el aburrimiento de encima —prosiguió Roger, acercándose un paso más—. Y tú… tú encajas perfecto.
Serena tragó saliva. No se atrevió a girar, y comprendió, que él no la había reconocido.
—Lo lamento, señor… pero no estoy interesada.
Roger soltó una breve risa, cargada de soberbia.
—Oh, vamos, no seas tímida. Te aseguro que conmigo lo pasarás muy bien. Tengo dinero, tengo tiempo y… sé cómo divertirme. —Su voz descendió a un susurro insinuante, lo bastante alto para que ella lo escuchara—. ¿Por qué perder el tiempo comprando verduras cuando podrías estar en una habitación cómoda conmigo?
Serena apretó la cesta con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos. Ese hombre era más repugnante de lo que creía, ¿cómo se atrevía a estar haciendo una propuesta tan desvergonzada?
Serena contuvo la respiración, tragó saliva y, procurando que su voz no temblara, rechazó con firmeza sin darse vuelta.
—No, señor. Como le dije, no estoy interesada.
Roger frunció el ceño, molesto por la negativa.
—¿No? Voltea, mujer. Mírame cuando te hablo.
Ella permaneció en silencio, inmóvil, con los dedos crispados en las asas de la cesta.
—Soy el conde Volrath —dijo él, con arrogancia creciente—. Más de la mitad de este pueblo me pertenece. Te conviene hacerme caso.
Serena sintió que el suelo se abría bajo sus pies. Estaba paralizada, sin escapatoria. Roger extendió la mano para obligarla a girar, pero en ese instante alguien detuvo su movimiento con fuerza.
Shakan.
Se había colocado frente a ella, cubriéndola con su cuerpo. Sujetaba la mano de Roger con firmeza, mientras con la otra abrazaba a Serena por la cintura, atrayéndola hacia él y ocultando su rostro contra su pecho.
—Señor, parece que está equivocado —dijo Shakan, su voz grave y poco amistosa—. Esta joven no es una mujer soltera. Es mi novia. Su insistencia es inadecuada.
Serena quedó muda, sorprendida por sus repentina aparición, y más aún por el valor que demostraba al enfrentarse al Conde sin un atisbo de miedo. Aún así, no podía dejar de temblar pensando en las consecuencias de la valentía de Shakan.
Los ojos de Roger se entrecerraron, cargados de ira contenida, pero al notar que varias personas se habían detenido a observar, se contuvo. No podía permitirse un escándalo más.
—Oh, vaya… Es así entonces. —Dio media vuelta con fingida calma y se alejó del lugar.
En cuanto desapareció entre la multitud, Serena se derrumbó en brazos de Shakan, temblando sin poder controlarse. Apoyó la cabeza en su pecho, buscando refugio.
—¿Estás bien? —le preguntó él, suavizando el tono.
Ella asintió apenas, con la voz quebrada por el alivio.
—Gracias… de verdad, gracias.
Shakan la estrechó un poco más, decidido a no soltarla. Serena sintió que las palabras se quedaban cortas, que ningún agradecimiento sería suficiente. En apenas un instante había estado a punto de perderlo todo.
que pasará 🤔 todavía falta mucho por qué regrese su salvador.
y este loco pervertido autoritario y con una madre loca y permisiva. no podra salvarse de lo que quiera hacer este loco.😭😭😭😭😭😭😭😭
Todos sus planes acaban de esfumarse como un débil suspiro.
Espero que Roger no logre hacerle nada antes de la ceremonia de bodas (la cual, según la sinopsis, es interrumpida por un guerrero de ojos violeta).