Alma Rota: El Despertar De Aria

Punto de vista de Ethan

Tenía que encontrar a Aria. Tenía que llegar a ella antes de que Caleb lo hiciera. Pero las cosas no salieron como las había planeado. Apenas salí de la casa, un grupo de cazadores, feroces y rápidos, nos emboscaron. Mi madre y su pareja tomaron un camino, mientras yo fui por otro.

Caleb intervino, acabando con algunos de los cazadores. Sin embargo, uno de ellos logró herirme. Fue extraño; Caleb tuvo la oportunidad perfecta para deshacerse de mí para siempre, pero, en cambio, prefirió salvarme.

—Tienes una misión. Ve y cúmplela —dijo Caleb antes de abrir un portal oscuro y empujarme por él.

Aparecí frente a una enorme casa, muy parecida al estilo de la familia de Aria. Además, su inconfundible olor me decía que ella estaba dentro. Con dudas sobre cómo Caleb supo de este lugar, caminé hacia la entrada. La casa no tenía protecciones contra humanos, pero sí estaba bien cubierta contra mi especie.

Llamé a la puerta, y un hombre fornido la abrió. Me miró con sospecha. En ese momento, vi a mi amada Aria de pie detrás de él, y la visión de su rostro fue lo último que vi antes de que mis rodillas cedieran y cayera al suelo, perdiendo el sentido.

Desperté poco a poco. La luz de la luna se colaba por la ventana y el brillo de las estrellas era impecable en el vasto cielo nocturno. Unas voces llamaron mi atención. Miré hacia un lado y vi a los padres de Aria hablando en susurros.

—¿Cómo llegó este muchacho hasta aquí? —preguntó Alma, su voz cargada de preocupación. —Algo no está bien, Lorenzo. Sabes que nunca he confiado en él.

—Ya tu madre lo revisó y dijo que es humano. Debes calmarte y dejar que despierte para que nos explique qué pasó —respondió Lorenzo, mirándome en ese instante. —Mira, ya despertó —añadió, señalándome.

Tenía que inventar algo para que no sospecharan. Necesitaba hablar con Aria antes de que la verdad saliera a la luz.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo diste con nosotros? —preguntó la madre de Aria, con voz firme.

—No lo sé, señora. Estaba caminando cerca de la escuela cuando unos… —Hice una pausa para hacer más real mi historia. —Unas cosas que no sé cómo describir me atacaron. Decían que buscaban a una humana. No sé qué les hice, ni por qué me atacaron.

—Esa no es la respuesta que te pedí. ¿Cómo llegaste a este lugar? —intervino Lorenzo, con su habitual actitud fría y dominante.

Iba a responder, pero fui interrumpido por la voz más angelical del mundo.

—¡Ya basta! —exclamó Aria, entrando furiosa en la habitación. —No se dan cuenta de que Ethan está débil. Acaba de ser herido, y a ustedes no se les ocurre una mejor idea que interrogarlo.

Aria habló con tanta firmeza que me dejó asombrado. La había dejado en medio de la nada, pero aun así, me estaba defendiendo.

—Solo queremos saber cómo llegó aquí. A nosotros nos costó una semana —dijo la madre de Aria, desconfiada. —Además, nadie conoce esta casa.

—Cuando se recupere nos dirá. Ahora, hay que dejarlo descansar. No debió ser fácil para él enfrentarse a cosas que no conoce.

La sentí defender mi mentira con tanta convicción, con tanta bondad, que la culpa me quemó por dentro.

—No discutan por mí. No tengo problema en dar explicaciones —dije, con las pocas fuerzas que me quedaban.

—No, Ethan. Es mejor que descanses. Mañana nos dices qué pasó —Aria me detuvo, mostrándose comprensiva. Todavía era tan bondadosa.

Después de que todos salieron de la habitación y me quedé solo, respiré profundo. La hora de la verdad se estaba acercando. Sabía que, después de confesar mi secreto, Aria querría destruirme. Pero prefería eso a que ella fuera lastimada por Caleb.

Mirando por la ventana, me quedé quieto en la gran cama, esperando a que mi cuerpo sanara por sí solo. Un ruido proveniente de la puerta me hizo levantar la cabeza.

—¿Quién está ahí? —pregunté, tratando de ponerme de pie.

—Tranquilo, soy yo —respondió Aria, caminando hacia mí.

—Hola, bonita —dije, con una sonrisa.

—No estoy aquí como cortesía. Quiero respuestas y sé que tú me las darás —respondió, su mirada era distante, pero su voz, firme.

—¿De qué estás hablando? —pregunté confundido, aunque sabía perfectamente a qué se refería.

—Ustedes creen que soy tonta, pero me doy cuenta de lo que está pasando —dijo, sus ojos fijos en los míos. —Ahora dime. ¿Qué eres?

El miedo me invadió. El miedo de ver la luz de sus ojos apagarse cuando le dijera la verdad. Ella no era una humana común. Era una cazadora. Y yo... yo era la criatura que debía cazar. Pero no había vuelta atrás. Ya me había descubierto.

—Soy un "sin almas" —confesé, y esperé su reacción. Pero Aria no se asustó. Solo ladeó la cabeza, como si estuviera encajando una pieza del rompecabezas.

—Mis padres me dijeron algo así, que era una cazadora, y por eso mis dones. Pero cazadora ¿de qué? ¿Qué es eso de sin alma?— Pregunto confundida.

—Eres una rara especie de humano que se dedica a cazar criaturas y destruirlas, para mantener a salvo al resto de humanos y al mundo. — Explique siendo lo más sincero posible. —Caleb, un demonio de alto nivel me ayudó y me trajo hasta aquí, pero no me salvó. Lo hizo para cumplir la profecía. La profecía dice que estoy destinado a destruirte. Para que yo sea libre, debo consumir tu alma. Y si lo hago, la oscuridad reinará para siempre.

Una expresión de terror cubrió su rostro. Sus ojos se llenaron de lágrimas, sus manos temblaron.

—¿Entonces... todo este tiempo... fuiste mi enemigo? —preguntó su voz llena de dolor y desesperación.

—Lo siento, Aria. No lo supe hasta que vi tu transformación.

—Y fue por eso que me rechazaste. Ahora lo entiendo todo. Has venido para quitarme la vida y así ganar la tuya.

—No, no es así. Vine a protegerte, hay algo muy malo detrás de ti y necesita tu alma para poder conseguirlo. Por eso te pido permitas me quedé a tu lado y pueda protegerte.

—¿Protegerme? Es de ti que debo cuidarme, eres tú quien quiere destruirme ¿Cómo me pides que te permita estar a mi lado? No puedo, no confío en ti.

Aria salió de la habitación llorando, mientras que la roca que tenía en el pecho como corazón se rompió en mil pedazos. Fuintan estúpido al pensar que ella me perdonaría esa mentira y mucho menos confiaría en mi.