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La Raíz De Mi Felicidad

La Raíz De Mi Felicidad

Status: En proceso
Genre:Comedia / Aventura de una noche / Madre soltera / Autosuperación / Reencuentro
Popularitas:2.1k
Nilai: 5
nombre de autor: Naerith Velisse

Briagni Oriacne es una mujer como mucha fuerza mental, llega a un momento de colapso donde su felicidad se ve vista en declive ¿Qué hará para alcanzar la felicidad ?

NovelToon tiene autorización de Naerith Velisse para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Mes 9 — Baby Shawer / Ya Vienen

La casa olía a vainilla, a flores frescas, a café suave y a hogar. Briagni había limpiado cada rincón durante la semana con mimo, como si el ambiente también necesitara prepararse para celebrar la llegada de sus bebés. Aunque seguía trabajando desde casa, había bajado el ritmo. El vientre ya era redondo como luna llena, sus movimientos más lentos, y cada noche dormía abrazada a una almohada que casi la cubría entera.

Ese domingo la casa se llenó. No eran muchas personas, pero eran las correctas, Ariadna y Samuel Elías, con una sonrisa que no les cabía en el rostro. Antonella y Micaela, que habían decorado todo con tonos vainilla, blanco y dorado, y pequeñas nubes colgantes con los nombres en papel, ¿Eliander? ?¿Eliaric? ¿Aineth? ¿Brielle? Y estaban esas personas que habían sido parte del embarazo, que de un o de otra forma alegraron a Briagni, algunos compañeros de trabajo, de clases, de su antigua uni y asi...

Había pastelitos con forma de baberos, zumo de fresa con leche y una mesa llena de regalitos: mamelucos, pañales, sonajeros, un libro para cada mes del primer año. Entre bromas, juegos de adivinar nombres y aplausos por cada regalo, Briagni se sentía como en una burbuja de amor.

—No pensé que llegaría a este punto —le confesó a su madre en voz bajita, mientras tomaban una foto abrazadas frente a la mesa—. Pensé que lo haría sola todo el tiempo, pero ustedes me han sostenido más de lo que imaginaba.

—Y siempre lo haremos, hija. Porque tú sostienes ahora mismo vida. Eso no se hace sin la familia —respondió Ariadna, besándole la frente.

Más tarde, cuando estaban abriendo el último regalo —un osito de peluche blanco con un pañuelo que decía “Mamá te ama”—, una punzada fuerte le recorrió la espalda. Briagni se quedó quieta, como si el mundo se detuviera unos segundos.

Luego… sintió la humedad.

Se miró. La fuente se había roto.

El silencio fue de segundos, pero se sintió eterno.

—¿Estás bien? —preguntó Micaela, dejando caer el vaso.

—Creo que… mis bebés quieren llegar —susurró, con una mezcla de risa nerviosa y lágrimas en los ojos.

Samuel Elías se levantó de inmediato, tomó las llaves. Antonella agarró el bolso con los documentos. Ariadna se quedó al lado de Briagni, acariciándole el brazo.

—Respira, amor. Ya están listos. Tú también lo estás.

En medio de la conmoción, Briagni no dejaba de pensar: “Llegó el día. Ya los voy a conocer. Los voy a mirar. Los voy a tocar. Van a ser reales.”

Y mientras buscaban las cosas, entre el dolor y la ternura, se acordó del correo anónimo. Y de unos ojos que tal vez nunca volvería a ver. Pero que le habían dado lo más importante de su vida.

Y susurró con una voz temblorosa:

—Evander… si supieras lo que has hecho…

...----------------...

Estaba lista, todos los invitados que estaban, aunque estaban preocupados se fueron, el carro ya estaba encendido. Pero había un momento de espera, una pausa extraña entre el aviso y la acción. El hospital no estaba lejos, pero mientras todos terminaban de organizar, Micaela se acercó a Briagni, que ya estaba sentada en el asiento trasero del auto, respirando con profundidad y la mano sobre su vientre.

Micaela se inclinó, le puso una mano sobre la pierna y la miró con una mezcla de emoción, miedo y algo más… algo que sólo se dice cuando el amor supera la envidia, el ruido y el pasado.

—Ey... Briagni.. quiero decirte algo antes de que todo... cambie—susurró.

Briagni la miró, con el rostro bañado en sudor pero con una calma inexplicable, como si ya supiera.

—Dime.

—Yo.. la verdad es que... No sé si quiera pasar por esto, no porque no quiera, no todavía... sino porque creo que no podría ser como tú. Yo no tendría esa valentía de criar sin certezas, sin alguien al lado. No sabría cómo amar sin miedo.

Hubo un silencio suave. La calle, el cielo, los sonidos de la tarde se apagaron por un segundo.

—Yo solo sé ir de fiesta y reírme del dolor, no sé qué hubiera pasado si yo estuviera en tu lugar, Pero tú… tú creaste amor desde la incertidumbre. Y eso, Briagni… eso no lo hace cualquiera.

Briagni la tomó de la mano con ternura. Sus ojos, que tantas veces se habían cerrado por miedo, ahora brillaban por dentro.

—No tienes que ser yo, Mica. Eres tú. Eso basta. Pero gracias por decirme eso... porque a veces se me olvida lo que estoy haciendo.

—No te olvides nunca, boba. Porque tú estás siendo mamá incluso antes de dar a luz.

Entonces, antes de que Samuel Elías tocara la bocina suavemente y Ariadna dijera "¡Ya, al hospital!", se abrazaron como dos niñas que sabían que todo estaba cambiando. Y entre sus cuerpos, Briagni sintió una pequeña patadita. Como si sus hijos —o hijas— hubieran escuchado también.

Y el corazón le tembló.

Ya viene. Ya vienen.

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