Flor Entre Cenizas

El primer rayo del amanecer se coló por entre las cortinas de lino, tiñendo la habitación de un dorado suave, como un suspiro de la mañana. El canto de los pájaros rompía el silencio con dulzura, Liangchen abrió los ojos lentamente, sintiendo el calor de un cuerpo pequeño y cálido enredado contra su pecho.

Wanru dormía profundamente, con el rostro relajado, los labios entreabiertos y una de sus manos en su pecho, Liangchen no pudo evitar sonreír con ternura. Había algo en ella que despertaba en él una necesidad feroz de protegerla y algo más profundo, más antiguo, qué no lograba comprender del todo.

Rozó con los dedos un mechón de su cabello qué caía sobre su mejilla y lo apartó con cuidado, besando su frente antes de levantarse. No quería despertarla, aún olía a jazmín y a ella, a la noche qué habían compartido.

Se vistió en silencio, atando la faja de su túnica oscura y tomó su espada, necesitaba entrenar. El flujo de emociones en su pecho era demasiado fuerte, como un río contenido que pedía desahogo. Salió al jardín, donde la brisa matutina acariciaba las hojas de bambú y la tierra aún guardaba el perfume de la madrugada.

Bajo el cielo que comenzaba a aclarar, desenvaino su espada, cada movimiento era fluido, elegante, una danza que había aprendido desde niño.Pero algo en su interior no le permitía concentrarse del todo,pensaba en Wanru, en sus ojos cuando lo miraba, en la forma en que sus manos habían temblado al tocarlo por primera vez. En la dulzura con la que había pronunciado su nombre, como si lo hubiera dicho mil veces antes en silencio.

Volvió a la habitación poco después, con el cuerpo sudado por el entrenamiento, Wanru aún dormía, enredada en las sábanas de seda,iba a acercarse a besarla cuando notó un pequeño bulto entre la ropa caída al pie de la cama.

Se agachó y con cuidado, levantó su cinturón, allí metió oculto en el doblez de la tela, había algo que hizo que su respiración se detuviera.

Una piedra de jade, pero rota, la tomó con dedos temblorosos y la sostuvo frente a la luz, su corazón dio un vuelco, saco del interior de su túnica un colgante qué llevaba desde que tenía uso de razón.

Un temblor le recorrió todo el cuerpo cuando junto ambas piezas, encajaban perfectamente, no podía ser una coincidencia. Sintió que el mundo se tambalea bajo sus pies, sus recuerdos, enterrados bajo años de entrenamiento, sangre y disciplina regresaron con la fuerza de una tormenta.

La noche oscura, el frío calando en sus huesos, el dolor de sus heridas y la soledad. Luego una niña, pequeña frágil, con ojos grandes y brillantes como luceros. Lo había encontrado bajo un árbol, desmayado,sangrado, lo arrastró a un granero abandonado como pudo, lo limpio, le dio agua y cómo, canto para que no tuviera miedo. Le había atado una tela en la pierna para detener la hemorragia, le había salvado la vida.

Antes de separse, le dio la mitad de su jade.

---- Así nos encontraremos cuando seamos grandes, --- prometió él con una sonrisa.

Liangchen se lo había prometido, nunca la olvidaría, pero los años, el dolor de la guerra, había enterrado ese recuerdo como una sombra.

Ahora estaba de pie en medio de la habitación, con ambas mitades del jade en la mano, y la respuesta temblando ante sus ojos.

Wanru era ella, la niña de aquella noche, la que le salvo, la que lo curo, la que lo amo antes incluso de que ambos supieran lo que era el amor.

Sintió que el aire se volvía más liviano, y al mismo tiempo más pesado, el pecho le dolía de tantas emociones mezcladas.Miro hacia la cama, y su corazón se lleno de afecto tan profundo que casi le hizo caer de rodillas.

Wanru abrió los ojos en ese instante, como si hubiera sentido el llamado de su alma.--- Liangchen, ¿Estás bien?,--- murmuró somnolienta

Liangchen no respondió enseguida, solo la miró como si la viera por primera vez, como si el destino hubiera estado tejiendo ese momento desde hacía años.

Se acercó despacio, se sentó a su lado y le mostró el jade.

Wanru lo miró sin entender, Liangchen le mostró su otra mitad, luego las junto.

--- Eras tú, aquella noche, aquella niña, eras tú, --- dijo Liangchen

Wanru trago saliva y una lágrima silenciosa bajo por su mejilla, en realidad era Valeria la que lloraba sentía que le estaba robando su vida a la verdadera Wanru.

--- Yo... yo no lo recuerdo, desde que desperté de esa extraña enfermedad, donde casi muero, no recuerdo muchas cosas, --- dijo Wanru con su cabeza baja, no podía mirarlo a los ojos.

Liangchen la abrazó con fuerza, apretándolo contra su pecho, como si pudiera fundir sus almas de una vez por todas.

---- Me salvaste, me diste esperanza, y te busque, aunque no supieran como, ahora lo entiendo, estabas destinada a volver a mi,---- dijo Liangchen

Wanru (Valeria)sollozo en su pecho, Liangchen la acuno como si fuera su más preciado tesoro.

--- Estás aquí y no te dejaré ir nunca más, no importa si no recuerdas, yo lo haré por los dos, --- dijo Liangchen

El jade entre ellos brillaba suavemente bajo la luz del amanecer, no era solo dos mitades unidas, eran dos almas reencontrarnos en el tiempo, dos destinos sellados por algo más profundo que ellos. Un destino tejido por los dioses, mucho antes de que ellos existieran.

Y en ese momento, Liangchen supo que jamás la dejaría sola, sería su protector, su guardián, y si tenia que ser sus recuerdos lo haría.

La besó con ternura en sus labios, seco sus lágrimas con sus dedos, la abrazó con una calidez qué hacía a Valeria sentirse una usurpadora, ella no merecía el amor de Liangchen, no era suyo, era de la verdadera Wanru, una que había muerto cuando ella entró a su cuerpo.

Pero su corazón de adolescente latía fuerte dentro suyo, recordaba cada vez que leía la historia de Liangchen en libros de historia, ella lo amaba desde entonces.