PROYECTO QUIMERA: El Despertar

LA puerta de la cámara cilíndrica se deslizó y se cerró tras él, sellándolo en su interior. A través del cristal, su tripulación lo observó, impotente. Kael se paró en la plataforma central, solo, mientras los complejos emisores de energía a su alrededor comenzaban a brillar, cargándose con una luz blanca y cegadora.

Miró a sus amigos una última vez, su rostro esbozando una expresión de determinación. Luego, la luz se volvió tan intensa que tuvieron que apartar la vista. Solo pudieron escuchar el creciente zumbido de una energía inimaginable a punto de ser desatada sobre su capitán.

El zumbido de la energía dentro del Crisol creció hasta convertirse en un grito ensordecedor que vibraba en los huesos de la tripulación. Una luz blanca y pura, tan intensa como el corazón de un sol, emanaba de la cámara, proyectando sus siluetas temblorosas contra las paredes del laboratorio. Elara no podía apartar la vista, su mano apretando con fuerza el brazo de Rhea. Rhea, a su vez, estaba rígida como una estatua, sus nudillos blancos sobre la culata de su rifle, su mirada fija en la puerta que se había tragado a su capitán.

El proceso duró una agonía. Quizás fueron solo dos minutos, pero en la mente de la tripulación, fueron horas de suspenso. Podían sentir el poder inimaginable que se estaba desatando en esa pequeña sala, una fuerza capaz de reescribir la vida o de borrarla por completo.

Entonces, tan abruptamente como empezó, el sonido cesó. La luz cegadora se extinguió. Un silencio total y pesado cayó sobre el laboratorio.

La puerta del Crisol se deslizó hacia un lado con un suave chirrido, liberando una nube de vapor sobrecalentado que olía a ozono y a algo más, algo extrañamente orgánico.

En el centro de la plataforma, Kael estaba de rodillas, con la cabeza baja, su cuerpo temblando por el esfuerzo. El vapor se arremolinaba a su alrededor. Estaba vivo.

Un suspiro colectivo de alivio recorrió a la tripulación. Rhea fue la primera en correr hacia él, seguida de cerca por Elara.

—¡Kael! ¿Estás bien? —preguntó Rhea, su voz perdiendo su filo militar por primera vez.

Kael levantó la cabeza lentamente. Estaba empapado en sudor y respiraba con dificultad, pero sus ojos ambarinos brillaban con una nueva y asombrosa intensidad. En su piel, los patrones dorados de escamas fantasmales eran claramente visibles, brillando con una luz propia antes de desvanecerse lentamente hasta volverse casi imperceptibles de nuevo.

—Estoy... bien —consiguió decir, su voz ronca—. Solo... agotado.

Se apoyó en el hombro de Rhea para levantarse. Se sentía débil, pero también sentía una corriente de energía pura fluyendo por sus venas, su gen de regeneración acelerada ya trabajando para reparar la tensión a la que su cuerpo había sido sometido. Se sentía más él mismo que nunca.

—Funcionó —dijo, mirando a su tripulación—. El ancla... es posible.

La noticia fue reconfortante. El miedo fue reemplazado por una esperanza abrumadora y peligrosa. El 92% era real. Podían hacerlo.

—Entonces, la pregunta es: ¿quién sigue? —dijo Jax, su nerviosismo ahora teñido de una emoción tangible.

Antes de que Rhea pudiera ofrecerse voluntaria, lo cual era una certeza, Zaira dio un paso al frente. Se había mantenido al margen, observando todo con una calma calculadora. Ahora, una sonrisa descarada se dibujó en su rostro.

—Bueno —dijo, su voz era un ronroneo dirigido directamente a Kael—. Para entrar en un cuarto a solas con el capitán y probar la... "compatibilidad"... yo seré su primera vez.

La provocación fue tan directa y desvergonzada que incluso Orion pareció sorprendido. La mandíbula de Rhea se tensó hasta el punto de que Elara temió que se le rompiera un diente.

Kael, sin embargo, se limitó a mirar a Zaira, su agotamiento no restaba ni un ápice de la astucia en sus ojos. Dejó que la sonrisa de ella se ensanchara antes de responder, su voz era una mezcla de ingenio y acero.

—No te adelantes, coneja —dijo con calma—. Aún no sabemos si el ancla funciona para estabilizar a otro, o si solo achicharra a quien esté a su lado. —Hizo una pausa, su mirada recorriendo a Sera de arriba abajo—. Y para un experimento tan arriesgado, prefiero usar a un sujeto de prueba en quien confío.

La sonrisa de Zaira se congeló. El golpe fue perfecto: Kael no solo había rechazado su coqueteo, sino que lo había convertido en una amenaza, usando su propia lógica pragmática contra ella. La había puesto en su sitio de una manera tan ingeniosa que no tenía respuesta posible.

Kael se apartó de ella, su decisión ya tomada. Su mirada pasó por encima de la ansiosa Rhea y se posó directamente en Elara.

La erudita sintió que su corazón se detenía.

—Elara —dijo Kael, su voz ahora seria y llena de una confianza absoluta—. Eres la siguiente. Si esta cosa va a desatar algo en nosotros, necesitaré tu cerebro en su máxima capacidad para entenderlo. Prepárate.