Laebe siempre supo que el mundo no estaba hecho para alguien como ella. Pequeña, frágil y silenciada, aprendió a soportar el dolor en la oscuridad, entre susurros de burlas y manos que la empujaban al abismo. En un prestigioso Instituto Académico, su existencia solo servía como entretenimiento cruel para aquellos que se creían intocables.
Pero el silencio no dura para siempre. Cuando la verdad sale a la luz, el equilibrio de poder se rompe y los monstruos que antes gobernaban con impunidad se enfrentan a sus propios demonios. Entre el caos y la redención, Laebe encuentra en una promesa inquebrantable, un faro de protección y en su propia alma una fuerza que nunca supo que tenía para enfrentar los obstáculos que le impuso la vida.
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Esta historia contiene temáticas sensibles como abuso sexual, violencia, acoso, drogas y trauma psicológico. No es apta para todos los lectores, ya que aborda situaciones crudas y perturbadoras. Se recomienda discreción.
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Capítulo 20.
Luciel se quedó en silencio, la tutora se cubrió de lágrimas y se tumbó en llanto. Su propia consciencia la carcomía al saber todo lo que Laebe había pasado, y aún más por ni siquiera haberse enterado y poder ayudarla.
Las personas alrededor incluso habían grabado el momento. Pero, ¿serviría de algo?
Kael salió hecho una furia con Laebe aún en sus brazos. Ella lloraba sin consuelo, aferrada a Kael como si fuera el único manto para cubrirse del dolor y la vergüenza. Él realmente estaba que explotaba del enojo, pero, solo por ella, respiro y suspiro para calmarse.
Llegaron al auto de Kael, dónde el abrió la puerta del copiloto para poder sentarla en el asiento con sumo cuidado. Apenas la dejo sentada, se hincó junto a ella y acaricio sus manitas.
— Laebe. . . Todo está bien.— Aseguró llevando sus manos hasta acariciar suavemente sus mejillas y limpiar con sus pulgares aquellas lágrimas.
Los ojos de Laebe se posaron sobre el rostro de Kael, sorprendida de que el este haciendo todo eso. Sin embargo, estaba confundida. Ella, nunca le menciono sobre ese abuso.
— Kael. . . Yo nunca. . . Te dije que me. . . — No fue capaz de terminar la frase, agachando la cabeza por la vergüenza. Kael paso su mano nuevamente por su rostro, hasta levantar su cabeza.
— Lo supe desde el primer día que te conocí. — Aseguró. Laebe trago saliva, sintiendo un nudo en la garganta. — Cuando ví esas marcas, cuando note la ropa en tu habitación. . . Cuando ví esos ojitos, llenos de dolor.—
Con eso, Laebe se cubrió nuevamente en llanto, pero está vez Kael la atrajo nuevamente hasta sus brazos, para permitirle llorar cuánto quisiera. Sus manos se pasaban por su espalda acariciándola suavemente, mientras ella se aferraba a él deseando no separarse nunca...
...
Cuando llegaron al departamento, Kael seguía sosteniendola en todo momento.
— ¿Quieres ir a la cama? — Preguntó Kael una vez cerró la puerta. Laebe miro el vacío de su hogar, si es que podría llamarlo así.
— En realidad. . . Creo que tomaré un baño.— Dijo ella.
— Perfecto.— Le dijo Kael llevándola con cuidado hasta la sala, dónde la sentó sobre el sofá y le pasó el control de la televisión. — Quédate allí mientras te preparo todo.— Le ordenó suavemente, revolviendole los cabellos.
Un poco ruborizada por eso, Laebe asintió y sonrió. Kael se fue hasta el baño, para prepararlo, mientras que ella se acomodaba un poco y veía la televisión.
Con un cuidado enorme, Kael preparó la bañera. Uso agua calida, pero que no la quemara, miro las cosas que tenía en el baño, apenas unos cuantos jabones y aceites. Dio su mejor intento haciendo una mezcla para crear espuma en el agua y cuando terminó, se sintió satisfecho.
Volvió a la sala, encontrándose con Laebe viendo una caricatura. Como si fuera una niña disfrutando de esos programas infantiles y divertidos.
— Listo chiquita, vamos a bañarte.— Le dijo acercándose a ella para poder levantarla. Ella se dejó ayudar, nuevamente en sus brazos.
Al llegar al baño, la sentó sobre la tapa del retrete y tomo una toalla para cubrirse el mismo la cabeza. Laebe se noto curiosa con esa acción.
— No quiero que te caigas, así que te ayudaré a quitarte la ropa. — Le dijo él. Laebe se ruborizo por completo, sin embargo, tampoco fue capaz de protestar.
Con sumo cuidado, y usando solamente la guía de sus manos. Kael la ayudo a quitar todas esas prendas. Desde la chaqueta que le había prestado, hasta el sostén. Y después, mientras ella se apoyaba en sus brazos para estar de pie, le quitó la falda y la ayudo a bajar su braga. Con esto, y con mucho cuidado, la llevo hasta la bañera.
La hizo entrar de manera lenta y cuidadosa, dejando que su cuerpo se acostumbre al agua caliente sin quemarse.
— Listo.— Se quitó la toalla una vez ella quedó cubierta por el agua y la espuma.
— Gracias..— Murmuró aún ruborizada y desviando la mirada hacia otro lado. A él le causaba gracia ver como ella se ponía nerviosa por cosas así, por lo que la molesto por un rato antes de dejarla sola.
Salió del baño y fue hasta la sala, se sentó en el sofá y con el móvil en mano, llamo a algunos de sus compañeros.
— Quiero que busquen. . . A las escorias que la tocaron. — Fue su orden.
— Hagan, lo que tengan que hacer. . . Hablen con personas en esa escuela, usen sobornos, pero quiero. . . Nombres. —
Todos se enteraron de la orden de su gran líder, Logan, Nathan, Castian, Seth, Derek, Ermes y más de ellos, estaban enterados. La orden era simple y precisa, debían de encontrar a los que lastimaron a Laebe, quien ahora... Era posiblemente la persona más protegida de esa ciudad...
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