Adaptándome A Mi Nueva Vida

Capítulo 20

Después de que firmamos el contrato, me quedé mirándolo, bastante incrédula. La pluma descansaba sobre la mesa, la tinta aún fresca, y aunque todo parecía haber salido bien, no pude evitar sentir una pequeña decepción.

—¿Y las luces de colores? ¿Las chispas? ¿Algo que indique que la magia está trabajando? —le pregunté, un tanto confundida, esperando algo más espectacular.

El Duque me miró sin comprender.

—¿De qué hablas? —Respondió, algo desconcertado—La pluma está ligada a la magia del contrato. Es especial para firmar acuerdos y evitar estafas. No hace falta más nada. —

Fruncí el ceño, un poco decepcionada.

—No recuerdo la magia... —murmuré, intentando ocultar mi frustración, como si realmente estuviera ofendida. —Ya sabes que no recuerdo muchas cosas... —

El Duque parecía ignorar mi tono, sin darse cuenta de mi pequeña actuación. Decidí retirarme antes de quedar en ridículo.

—Bueno, comenzaré con la arquería. —dije, cambiando de tema rápidamente, mientras me levantaba del sillón.

Al darme la vuelta, me detuve y lo miré.

—Por eso vas tanto con mis caballeros —comentó él con una leve sonrisa, observando mis movimientos.

Mi rostro se iluminó de inmediato, respondiendo con entusiasmo.

—¡Sí! La arquería tiene algo especial. Me recuerda tanto a esos momentos de paz. La concentración, la adrenalina, la puntería... la calma mientras la flecha se dirige al objetivo... Es un sentimiento tan único. —comenté, sin mencionar nada de mi vida anterior, pero sabiendo muy bien de qué estaba hablando. No era lo mismo que un arma de fuego, pero la sensación de paz, era muy similar…

El Duque me observó, pensativo, antes de decir con una ligera sonrisa

—Pensé que había algún hombre que te gustaba por allí... —

Lo miré divertida.

—¿Qué crees que soy? —respondí, guiñándole el ojo de forma juguetona—. Aunque esos hombres sin camisa, por dios... ¡Tienen mucho músculo! —

Él frunció el ceño, claramente molesto por mi comentario.

Antes de que pudiera responderme, la puerta se abrió y Julio entró, visiblemente serio.

—Duque, tenemos visitas inesperadas... —anunció con una mirada preocupada.

Al ver a Julio tan serio, me sentí intrigada. En sus usuales visitas siempre era mucho más relajado, pero ahora no parecía estar de buen ánimo.

—¿Ahora quién? —preguntó, levantando una ceja.

Julio no dijo mucho más antes de que un hombre entrara en la sala. Era algo mayor, pero me llamó la atención lo parecido que era al Duque, era su abuelo. Mi primera impresión al imaginarlo, fue que el hombre estaba en sus últimos años de vida, pero, para mi sorpresa, era mucho más joven de lo que había imaginado.

Me quedé sorprendida y, sin poder evitarlo, susurré al Duque.

—¡Guau! Su abuelo parece más su hermano mayor con lo atractivo que es... —dije en tono bajo, aún sin poder creer lo que veía.

El Duque me miró, clavándome la mirada, con una expresión de incomodidad en su rostro.

—Deja de decir esas cosas —respondió, claramente incómodo.

Lo miré divertida, sonriendo de forma provocativa.

—Mis ojos están para ver, Duque. Hay que admirar la belleza... —

Él bufó, molesto.

—Dios, eres increíblemente descarada... cada segundo que pasa, esto empeora... —murmuró, resignado.

Justo en ese momento, el abuelo, que había estado observando la escena con una leve sonrisa, se acercó y dijo en voz alta

—Parece que se llevan mejor desde la última vez que estuve aquí... —

Dejamos de lado nuestra pequeña interacción con un Duque que seguía clavándome miradas intensas. Me levanté con una sonrisa, sin que el Duque lo notara, y me acerqué al hombre mayor.

Hice una reverencia y luego lo tomé del brazo con suavidad.

—Venga, tiene que probar el té de su nieto, abuelo —le dije con una sonrisa traviesa.

El hombre mayor rió, disfrutando del momento.

—¡Qué divertido! No me esperaba este recibimiento, pero me gusta —respondió, con una risa cálida.

El Duque, que aún seguía en su sitio, se golpeó la frente en un gesto de desesperación.

—Este tipo... —murmuró, mientras veía cómo su abuelo se dejaba llevar por mi entusiasmo.

El abuelo, sin perder la oportunidad, le lanzó una mirada burlona.

—Por fin, mocoso, te has empezado a llevar bien con ella. No sé qué hiciste, pero me gusta. De ahora en más, quiero que ella esté conmigo más seguido cuando venga a verte —dijo, disfrutando de ver a su nieto tan incómodo.

Lo miré con una sonrisa traviesa y, sin dejar que el Duque dijera nada, respondí

—Si el abuelo así lo quiere, aquí estaré.

El Duque intervino, esta vez con un tono más serio.

—No creo que hayas venido aquí solo para hablar sobre mi relación. Así que, viejo, ¿a qué viniste? —preguntó, claramente tratando de cambiar de tema.

El abuelo cambió su postura de inmediato, volviendo a ser serio. Se aclaró la garganta y, con un aire mucho más solemne, comenzó a hablar.

—Tenemos que hablar. Hay algo que debo informarte... —dijo, mirando al Duque con seriedad.

El ambiente cambió de inmediato. El tono que ahora había adoptado el abuelo era muy distinto al relajado de antes. Algo importante estaba por suceder. Y yo, aunque todavía un tanto intrigada por la situación, sentí que esta conversación marcaría un antes y un después en lo que respectaba a los planes del Duque.