¿EL PECADO ES EL ÚNICO CAMINO? UN AMOR PROHIBIDO NACIDO DE UNA MALDICIÓN...
Aiden, un hombre al borde de los cuarenta, huye con su sobrina y se convierte en el "conserje" de la mafia, limpiando escenas del crimen. Ambos esconden un oscuro secreto: son Shadowborn, seres mitad vivos y mitad muertos, destinados a procrear con sus propios sobrinos-tíos y así perpetuar una ancestral maldición. Aiden lucha contra el amor prohibido que su sobrina, de manera enfermiza, le profesa. Sin embargo, una amenaza los arrastra al "otro lado," un lugar donde un macabro juego podría otorgarles la libertad, pero a un precio que desafiará todos sus límites. ¿Será capaz Aiden acabar con la maldición? ¿Podrá liberar a su sobrina de aquel amor maldito entre ambos? ¿O vagarán en la oscuridad por toda la eternidad?
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CAPÍTULO 20
No obstante, en cuestión de segundos, la oscuridad que estaba liberándose de su corazón, comenzó a contenerse de nuevo, volviendo sus ojos oscuros, nuevamente en claros.
Anna, cuya belleza persistía aún en la completa oscuridad, retiró de inmediato la almohada de Aiden, notando como este fruncía el ceño. Con el corazón acelerado, acarició con suavidad su mejilla, apenas teniendo noción de lo que estaba a punto de hacer.
—Eres mío, Aiden—susurró comenzando a desabotonar su camisa—¡Mío!
Aiden, quien yacía inconsciente bajo las garras de Anna, soportaba un infierno en el mar de pesadillas. Ignorando el hecho de que era ultrajado, en contra de su voluntad, por su propia prometida, aquella droga había hecho que su alma vagara en un limbo oscuro.
En aquella pesadilla que lo tenía retenido, podía ver como estaba encadenado en cada una de sus extremidades, mientras estaba acostado en una cama de piedra y agujas.
Encima de él, una horrorosa criatura alada, digna representación de la leyenda de las súcubas, se encontraba intentando estimular su entre pierna.
Quería liberarse, alejarse de aquel monstruoso ser, pero su cuerpo no le respondía. Se sentía tal cual como una estatua. Lo único que podía hacer era observar como era obligado a estar con ella, y depositar su semilla, mientras sus lágrimas corrían.
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El sonido de la alarma de su celular, que usualmente colocaba para salir a primera hora del día a hacer ejercicio, sonó a todo dar, provocando que poco a poco se despertara.
—¡Mi cabeza!—dijo con dolor.
No recordaba nada de lo sucedido, ni siquiera la razón por la cual estaba con fiebre. Lo único que podía recordar era que estaba en la iglesia y de allí en adelante, todo era oscuridad para él. Sorprendiéndose de encontrarse sin ropa, se recortó un poco en la cama, sosteniendo su cabeza con ambas manos.
—¿Anna?—preguntó con los ojos cerrados—¿Anna?
Podía reconocer que se encontraba en la habitación de su prometida; sin embargo, era el único que estaba en la cama. Pero, al ver como al lado suyo, había varios charcos pequeños de sangre, frunció el ceño bastante preocupado.
Escuchando unos llantos provenir del baño, se levantó con cuidado de la cama y agarró débil el bóxer que estaba tirado en el piso. Sintiéndose mareado, y apoyándose contra la pared, caminó poco a poco hasta llegar a la puerta del baño.
—¿Anna?—volvió a preguntar—¿Eres tú? ¿Puedes abrir la puerta? ¿Anna?
Cada vez la preocupación se hacía más evidente, sobre todo luego de dejar escuchar los llantos por varios segundos. A punto de abrir a la fuerza la puerta, observó como finalmente su prometida abría la puerta.
—¿Cómo sigues, amor?—preguntó con la cabeza gacha—iré a buscar algo de desayunar...
Con su cabello hacia adelante, como si estuviera ocultándole algo en su rostro, y agarrando con fuerza la bata de su pijama, siguió de largo rumbo a la puerta de su habitación. Sin embargo, Aiden, con un poco de fuerza, la detuvo agarrando su mano.
—¡No!—gritó llena de pánico—Perdón...
Sin entender lo que estaba pasando, Aiden tomó la barbilla de Anna y la obligó a verlo, observando con horror como tenía varios moretones en su rostro. Así mismo, como su labio estaba lastimado.
—¿Qué pasó?—preguntó estupefacto.
Volviéndose a sentar en la cama, esta vez al lado de Anna, su prometida procedió a explicarle todo lo ocurrido. Según ella, no solo había llegado iracundo, como si estuviera poseído, sino que la había dominado y entre golpes la había forzado a estar con él casi toda la noche.
Entre lágrimas, con el rostro rojo por el dolor, procedió a mostrarle como en el resto de su cuerpo había marcas. Hasta se podía ver marcas de manos en su cuello, tanto que entró en shock por lo que veía y escuchaba. Si bien no amaba a Anna, y la necesitaba para sus planes, jamás se le cruzó por la cabeza llegar a maltratarla.
—¡Lo siento mucho, Aiden!—expresó agarrando con fuerza su pecho—¡Seré una mejor mujer! ¡No me dejes!
Aiden, sin palabras, se agachó en frente de ella y aun con malestar esperó en esa posición hasta que finalmente su prometida terminó de explicarle todo. Al parecer, en medio de su cólera, le había amenazado con dejarla si no se sometía a ella.
—No te disculpes, cariño—intentó consolarla—soy yo quien debe pedir tu perdón.
Besando con delicadez sus nudillos, intentó calmarla un poco, hasta que por fin logró abrazarla. Acunándola entre sus brazos, apoyó su barbilla en su cabeza, mientras Anna lloraba. Aunque jamás se imaginó que, aquello sería aprovechado por su prometida para ocultar una gran sonrisa.
"¿Será un castigo por lo que hice en la iglesia?"
Fue la pregunta que se hizo, mientras aún tenía abrazada a Anna, recordando como había blasfemado contra Dios y destruido aquel rosario bendito. De lo contrario, no se explicaba como había hecho tal atrocidad a su prometida. Recordando incluso como había muerto esta, siendo arrastrada junto con él, al "otro lado", sentía que debía procurar por ella.
Más allá de solo usarla para su venganza, sentía que debía pagar una deuda por lo ocurrido en su anterior vida, besó con delicadeza su frente. Se haría cargo de lo que hizo, tomaría responsabilidad del vil acto que había hecho.
—Nunca te dejaré—respondió con amargura—¿entiendes?
—¿Lo prometes?—preguntó inocentemente Anna.
—Sí—dijo acariciando su mejilla—jamás me separaré de ti.
Anna solo asintió, volviendo a abrazarlo con fuerza. Estaba complacida con lo que había hecho, no solo pudo robarse la semilla de Aiden, esperando que sus esfuerzos rindieran frutos y que por fin quedara embarazada. No solo usaría a su hijo para amarrarlo más, sino que también lo haría con la culpabilidad del supuesto acto que hizo.
Aiden lo único que pudo hacer fue tragarse la amargura que sentía, si bien su cerebro dictaba que tenía razón al hacerse cargo de lo que hizo, su corazón lo regañaba a todo dar.
Lo que realmente quería era que Rosemary estuviera en el lugar de Anna y que, en vez de todo lo malo, por fin se dieran una oportunidad, alejándose de todos aquellos que verían como taboo su relación.