La joven, cuyo corazón había sido destrozado por la crueldad de aquellos que una vez habían sido sus seres queridos, ahora caminaba por un sendero de venganza. Había perdido todo: su hogar, su familia, su inocencia. La amargura y el dolor habían dado paso a una sed de justicia, que la impulsaba a buscar a aquellos que le habían arrebatado todo. Sin embargo, el destino, que parecía tener un plan propio para ella, nuevamente la pondría a prueba. La joven se encontraría cara a cara con su pasado, y debería enfrentar las sombras que la habían perseguido durante tanto tiempo. ¿Podría encontrar la fuerza para perdonar y seguir adelante, o la venganza la consumiría por completo? Eso solo el tiempo lo diría.
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capítulo 3
Narón se despidió de su pasado, subiendo al carruaje con nostalgia. El lugar que once años atrás le inspiraba terror se había convertido en hogar. Al día siguiente, un suave golpe en la puerta del carruaje lo despertó. "Señor, estamos ingresando en la capital", anunció el cochero con voz suave.
Al abrir la cortina, Narón vio la bulliciosa ciudad: vendedores, niños jugando y el imponente palacio revolucionado. "¡Narón ha llegado, el príncipe está aquí!", gritaron con emoción.
En la entrada principal, Aarón, su hermano, lo esperaba con una mezcla de ansiedad y amor. "¡Bienvenido, hermano!", dijo con voz temblorosa. Narón notó el cambio en su hermano; el tiempo los había separado, pero la sangre los unía.
Después de más de una década sin verse, se abrazaron, sellando su reencuentro. Aarón comentó: "¿Qué comiste? Eres gigante". Narón sonrió, y por un momento, olvidó el dolor.
El rey, consumido por la enfermedad, recibió a Narón en su lecho de muerte. "Acompaña a tu hermano", pidió débilmente, buscando redimirse. Narón sabía que su regreso no era por afecto, sino por interés.
"Siempre fui un estorbo. Me convertiste en una ficha", respondió Narón, con lágrimas en los ojos. El rey se quedó sin aliento.
Al salir, Narón exhaló pesaroso. En los pasillos, una voz lo detuvo: "No te saldrás con la tuya. Mi hija es la princesa". Gritan detrás de una puerta entreabierta. "La hija de una amante es una bastarda. Aarón es el heredero". La mujer se sorprendió al ver a Narón cerca.
La mujer, blanca como la nieve, ojos azules y cabello negro, lo reprendió.
"Un soldado no debe mirar a la realeza a los ojos, mucho menos escuchar conversaciones ¿Quieres que te maten?". Narón prefirió mantener su anonimato como soldado antes que revelar su verdadera identidad.
Elizabeth se preparaba para el festival, emocionada y nerviosa. Al abrir la puerta, su padre, ebrio, la observaba con desdén. Cierra la puerta y se encuentra con Emir, su hermano mayor, que la interroga sobre su destino.
"Voy a la mansión Cabrera, a ver a Marlene", respondió con cautela. Emir dudaba de su permiso.
Al llegar al festival, Marlene la esperaba. "Amiga, te ves preciosa". Elizabeth sonreía, pero su ansiedad crecía. Henry no llegaba.
Mientras esperaban, Elizabeth sostenía una tela púrpura cuando una voz melodiosa llegó a sus oídos: "El azul le quedaría mejor con tus hermosos ojos". Giró emocionada y vio a Henry con una seductora sonrisa.
"Viniste", dijo, aliviada. Su corazón volvía a latir.
Henry ofreció su brazo y pasearon por el festival, disfrutando de manzanas dulces y el baile. Marlene los interrumpió: "Elizabeth, ya es tarde".
El sol se escondía. Elizabeth no quería irse. Henry tomó su mano: "¿Me dejarías cortejarte?" Su mirada suplicaba cariño.
"Acepto", respondió Elizabeth, sin dudar.
Pero Emir y su padre aparecieron, furiosos. "Mentirosa, te escapas para verte con hombres". Elizabeth retrocedió aterrorizada.
Henry se interpuso: "No permitiré que te acerquen". Pero Elizabeth sabía que su castigo era inevitable.
"Adiós, Henry", dijo entre lágrimas, corriendo hacia el carruaje con vergüenza y miedo.
El reencuentro con su amado está muy próximo