El Legado Del Fénix

El calor dentro de la cueva era abrumador. Las paredes rocosas parecían latir con un pulso propio, y un rugido bajo y constante resonaba desde las profundidades. La entrada a La Garganta de Fuego Eterno era más que un portal al corazón de las Montañas Ardientes; era un umbral al peligro desconocido.

—¿Cuánto más profundo debemos avanzar? —preguntó Flora, limpiándose el sudor de la frente.

Elias, que caminaba detrás de Lucas, señaló hacia un estrecho pasillo que parecía serpentear hacia abajo.

—La Forja no estará cerca de la superficie. Si las leyendas son ciertas, estará oculta en el centro de las montañas, donde el calor es más intenso.

—¿Leyendas? —replicó Luna, su tono cargado de escepticismo—. Creí que decías saber más que nosotros.

Elias la miró con una mezcla de paciencia y cansancio.

—Dije que sabía cómo llegar aquí. No soy un Guardián del Fénix. Mis conocimientos tienen límites.

Elein, quien iba al frente, se detuvo y se giró hacia el grupo. Su mirada se dirigió brevemente a Daniel, como buscando apoyo.

—No podemos seguir avanzando sin un plan. Si estas cuevas son tan traicioneras como dicen, necesitamos más que fuerza bruta para superar lo que venga.

Daniel asintió, dando un paso adelante.

—Estoy de acuerdo. Estas formaciones volcánicas pueden ser inestables. Debemos movernos en formación y asegurarnos de cubrirnos mutuamente. Si nos separamos, será un desastre.

El grupo lo miró, sorprendido por su intervención. Aunque Daniel había estado ayudando, esta era la primera vez que tomaba un papel activo en la planificación. Elein pareció aliviada por su iniciativa.

—De acuerdo —dijo ella—. Tú decides la formación. Elias, tú nos guiarás, pero mantendremos distancia suficiente para reaccionar si algo sale mal.

—Perfecto —respondió Daniel, tomando el control de la situación. Señaló a Eric y Flora—. Ustedes dos irán adelante con Elias. Si hay algo que pueda bloquear nuestro camino, quiero que lo identifiquen antes de que nos ponga en peligro. Luna, tú y Lucas se quedarán en el centro. Lucas, asegúrate de registrar cualquier símbolo o inscripción en las paredes que nos pueda dar pistas. Luna, mantén la vigilancia trasera. Elein y yo cubriremos la retaguardia.

—Me gusta —dijo Eric, asintiendo—. Es bueno tener un plan por una vez.

El sendero incierto

A medida que avanzaban, el ambiente se volvía más opresivo. Vapores sulfurosos se alzaban desde grietas en el suelo, y el aire era tan caliente que cada respiración parecía quemarles los pulmones. La formación liderada por Daniel funcionaba bien; aunque el terreno era difícil, la organización permitía que el grupo se moviera con eficiencia.

Elias, aunque todavía una figura de desconfianza para algunos, probó ser un guía competente. Detenía al grupo antes de cada curva peligrosa, señalando zonas de suelo inestable o lugares donde el calor era insoportable.

—Aquí es donde las cosas se complican —dijo Elias en un momento, señalando un puente natural de roca que cruzaba sobre un río de lava.

—No parece muy estable —dijo Flora, mirando las grietas en la roca.

—No lo es —respondió Elias—. Pero es la única forma de avanzar. Si intentamos rodearlo, perderemos horas… tal vez días.

Elein cruzó los brazos, mirando el puente con atención.

—Podemos cruzar, pero debemos reforzar nuestra seguridad. Eric y yo iremos primero para asegurar que el puente resista. Daniel, tú te quedas atrás para dirigir el cruce.

Daniel asintió, pero antes de que Elein pudiera avanzar, le puso una mano en el hombro.

—Deberías quedarte en la retaguardia. Si algo sale mal, necesitamos a alguien que pueda dar las órdenes correctas. Déjame a mí manejar esto.

Por un momento, Elein pareció querer discutir, pero luego asintió. La tensión en su expresión se suavizó, como si reconociera que el liderazgo compartido era lo mejor para todos.

—Está bien. Hazlo.

El puente de lava

Daniel y Eric fueron los primeros en cruzar. Cada paso hacía crujir la roca bajo sus botas, y el calor que subía desde la lava les quemaba la piel, incluso a través de la ropa. Cuando llegaron al otro lado, Daniel hizo un gesto para que los demás avanzaran uno por uno.

Lucas cruzó primero, seguido de Flora. Luna iba detrás, pero cuando estaba a mitad de camino, un temblor sacudió el puente. Una sección de roca se desmoronó, y Luna perdió el equilibrio.

—¡Cuidado! —gritó Elein desde el otro lado.

Elias reaccionó rápidamente, lanzándose hacia Luna y sujetándola por el brazo antes de que pudiera caer. La levantó con esfuerzo, llevándola al otro lado del puente mientras el grupo observaba en silencio. Cuando ambos estuvieron a salvo, Elias se tambaleó, su rostro pálido por el esfuerzo.

—Eso fue… más cerca de lo que esperaba —dijo, con una débil sonrisa.

Luna lo miró, todavía recuperándose del susto.

—Gracias… —murmuró, aunque su tono seguía mostrando cautela.

El camino hacia la Forja

Tras cruzar el puente, el grupo continuó descendiendo. Las paredes de la cueva estaban cubiertas de símbolos del fénix, algunos de ellos iluminados con un brillo débil que parecía reaccionar al medallón de Elein.

—Estos grabados cuentan una historia —dijo Lucas, observándolos con fascinación—. Hablan de un ciclo eterno: destrucción y renacimiento, fuego y cenizas. Parece que la Forja no solo es un lugar de poder, sino también un lugar de juicio.

—¿Juicio? —preguntó Flora, frunciendo el ceño.

—El juicio de quienes buscan el poder —respondió Lucas—. Solo los que son dignos pueden usarlo.

Elein apretó el medallón en su cuello, sintiendo el peso de esas palabras.

—Eso significa que Peter no solo quiere el poder. También está dispuesto a enfrentarse a lo que sea necesario para obtenerlo.

—Y eso lo hace más peligroso que nunca —añadió Daniel, su tono grave.

Una decisión compartida

Cuando finalmente llegaron a un amplio pasillo que se bifurcaba en tres caminos, el grupo se detuvo. Cada camino estaba marcado con símbolos diferentes: uno tenía una antorcha encendida, otro mostraba alas abiertas, y el tercero tenía un círculo de llamas.

—¿Cuál tomamos? —preguntó Flora, mirando a los demás.

Elein se giró hacia Daniel.

—Esto lo decidimos juntos. Dos caminos podrían ser trampas, y no podemos arriesgarnos a dividirnos.

Daniel asintió, observando los símbolos con atención.

—El círculo de llamas representa el poder puro. Si Peter está detrás de la Forja, es probable que ese sea el camino que tomó. Pero el camino de las alas podría ser el que nos lleve a evitar su trampa. Debemos sopesar ambos riesgos.

El grupo discutió por unos momentos, cada uno ofreciendo su perspectiva. Finalmente, Elein y Daniel llegaron a un acuerdo.

—Tomaremos el camino de las alas —dijo Elein, con la aprobación del grupo—. Si hay algo que podamos aprender antes de enfrentarlo, necesitamos esa ventaja.

Mientras avanzaban, la tensión seguía presente, pero por primera vez, el liderazgo compartido de Elein y Daniel dio al grupo un sentido de unidad y propósito. Aunque aún desconfiaban de Elias, comenzaban a aceptar que, por ahora, era un aliado valioso.

El camino se oscureció a medida que avanzaban, y el rugido de la montaña creció. La Forja estaba cerca, y con ella, el mayor desafío de sus vidas.