Cuando la familia de Saya es tomada como rehén por los soldados del despiadado Alfa Kadir, el destino parece sellado. Sin embargo, en medio del caos, aparece Savir, el Alfa supremo de la manada Luna Dagda, un lobo temido en todas las regiones por su fuerza implacable y su corazón helado desde la muerte de su compañera.
Como pago por su vida, el padre de Saya promete entregarle a su hija mayor en matrimonio... sin imaginar que esa hija ya ha sido prometida a otro.
La deuda debe saldarse, y la única opción es Saya.
Obligada a ocupar el lugar de su hermana, Saya es entregada al Alfa como una novia de reemplazo, condenada a compartir lecho y manada con un lobo al que teme... y que no tiene intención alguna de amar.
Savir ha jurado lealtad eterna a su compañera fallecida. Para él, Saya no es más que una sombra, una sustituta.
Pero hay un secreto que el destino no tardará en revelar: la sangre de Saya lleva la marca. Ella es su verdadera pareja destinada.
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Capítulo: Lealtad
Al día siguiente.
Saya no pudo dormir bien, se despertó y su dama estaba ahí.
—Ya vamos a arreglarla, le hemos preparado el baño, Lady Saya.
Ella asintió, fue con la omega, se dio un baño con agua tibia, estaba nerviosa, pensaba en sus padres, ¿de verdad vendrían a verla? Lo dudaba.
***
Cuando aquel carruaje llegó a la casa de los Sallow. Llamaron a la puerta, y un hombre abrió la puerta.
—Llamé a Lord Sallow y su familia, que deben venir con nosotros.
Lord Sallow iba bajando la escalera, y supo que se trataba de la manada Luna Dagda.
—¿Qué es lo que quieren? Ya hice lo que han pedido, ¿Qué màs quieren de mí?
—¡Es una orden de Alfa Savir! Debe venir a compartir de la boda de su hija Lady Saya Sallow.
El lobo se puso nervioso.
—¿Y qué… que pasa si no asisto? —exclamó nervioso.
—Si no asisten, los hemos de llevar por la fuerza.
El lord se asustó, levantó a su esposa y a sus hijos, les ordenó vestirse.
—¡No quiero ir a la boda de ese salvaje!
El lord tomó de los cabellos a su esposa con violencia.
—¿Olvidas que se casa tu hija?
La loba asintió temblorosa.
—Sí, pero…
—Pero, nada, si no vamos, ese Alfa puede acabarnos.
La mujer asintió, llamó a su criada, pidió un buen vestido y se alistó.
Cuando subieron al carruaje, por lo menos, la esposa del Lord dijo que no era tan malo.
***
Alfa Savir estaba siendo vestido, estaba nervioso, se miró al espejo, miró al guardia privado.
—Llama a la curandera.
El lobo no se tardó; unos minutos después, la anciana estuvo ahí. El Alfa pidió que los dejaran a solas.
La curandera hizo una suave reverencia.
—Mi Alfa, usted ordene y yo obedezco.
—Quiero que les des el mismo brebaje que usas a Saya.
Los ojos de la loba se abrieron incrédulos.
—¿Habla del té de la luna negra, mi señor?
Alfa Savir asintió.
—Ese mismo.
—Pero… quiero decir, mi Alfa, ese té impedirá que su futura Luna quede encinta, ¿está conforme con eso?
—Estoy conforme y es una orden. Te advierto, esto queda entre tú y yo, no debes decirlo a nadie más. Dirás a todos, que le debes dar el té como una vitamina necesaria para que ella se fortalezca. No permitas que las demás damas se enteren, estás advertida.
La loba hundió la mirada.
—Su deseo es mi orden, Alfa, yo obedezco a sus palabras como rezo a mi Diosa Luna.
La curandera dio unos pasos atrás sin darle la espalda, luego, cuando él desvió la mirada, ella dio la vuelta y, salió.
La curandera caminó por el pasillo atormentada, no podía creer lo que había escuchado, sus ojos incluso se volvieron llorosos.
«Pobre Lady Saya, ¿por qué el gran Alfa no quiere un cachorro ahora? Quizás pronto la Loba sea una Luna rechazada», pensó con tristeza.
***
Cuando el carruaje se detuvo, abrió la puerta. Fue Lord Sallow el primero en descender. Luego bajó la madre, ella sonrió al ver el lugar.
—¡Mira nada más, y yo pensé que encontraría carpas y nada más! Aquí algo de opulencia, querido, ¿no lo crees?
El lord se negó a hablar, hizo bajar a Anika y a su hijo.
—Tengo miedo, papá, y si el Alfa Savir me odia por el desprecio.
El hombre rodó los ojos, cansado.
—¿Hay algún instante en que no sientas miedo, Anika? Ya eres toda una hembra, es hora de madurar.
Ella hundió la mirada casi en llanto, pero soportó.
Byron apareció ante ellos, les hizo una sutil reverencia, pero su mirada era tan severa que parecía odiarlos.
Sin embargo, cuando su mirada se fijó en Anika, hubo un ligero brillo en sus ojos que lo hipnotizó.
—¡Síganme! —exclamó.
Ellos fueron tras él.
Al entrar, Lady Sallow admiró el lugar, no era tan malo, como pensó, aunque si era rústico, tenían oro brillante, además era un lugar espacioso, digno de un rey verdadero.
Los llevaron a una habitación.
—Deben esperar aquí, les diremos cuándo será la ceremonia.
—¿Puedo ver a mi hija, antes?
—Ella vendrá en un momento —dijo Byron y salió de ahí.
***
Saya se miró al espejo, llevaba ese largo vestido de terciopelo de color rojo, con bordados de hilos dorados, y un largo velo de seda dorado.
—¿Está lista, Lady Saya?
Ella asintió muy despacio y asustada.
Llevaba joyas de hierro, diamantes, oro y piedras preciosas.
Bajó la escalera, las damas levantaron el vestido.
El corazón de Saya latía demasiado rápido.
Byron la vio bajar la escalera, sus ojos se volvieron severos, recordó a su hermana el día de su boda.
«¡Es tan injusto que mi hermana murió, junto a su cachorro! Ahora una intrusa, del mismo mundo que los lobos que mataron a Maeve, va a sustituirla, no será por mucho tiempo», pensó.
—Lady Saya, su familia está en esa habitación.
Los ojos de Saya se abrieron enormes, abrieron la puerta y ella entró.
Por un instante, cuando vio a su familia, no pudo decir nada, se quedó congelada, recordó lo que vivió por ellos y solo pudo sentir un terrible odio.
—¡Hermana! ¡Qué hermosa, hermana! —exclamó Anika, ella quiso abrazarla, pero Saya retrocedió.
—¿Nos guardas rencor, aún, Saya? —exclamó su madre—. ¿Y por qué nos has traído, entonces?
—Yo no los traje, fue el Alfa Savir, quería probarme que nos los mató, y veo que tiene palabra.
—Hija.
Su padre quiso tocar su rostro, pero ella de nuevo retrocedió. Su padre hundió la mirada, y un par de lágrimas rodaron por sus ojos.
—¡Mira lo que haces, Saya! Has hecho llorar a papá —exclamó su hermano Elric.
—¿Cómo es que tienes lengua para hablar? Pedazo de basura.
—¡Cómo te atreves a hablarle así a un príncipe consorte del rey Alfa Kadir!
—¡Con el derecho que le da ser una Luna! Y mejor será que cierres la boca, o el nuevo príncipe consorte de Alfa Kadir I se casará sin lengua —dijo Alfa Savir entrando en la habitación, mientras su espada apuntaba a la garganta de Elric.
La madre tuvo terror, mientras repetía en su mente que era un salvaje.
—Alfa Savir, por favor —suplicó Lord Sallow.
Savir bajó la espada.
—Aquí nadie vendrá a humillar a mi Luna.
—¿Luna?
—Mi gran Luna, mi reina, eso significa para mí, y para usted, Lady Sallow —espetó Alfa Savir con ojos severos.
La mujer bajó la mirada ante esos ojos oscuros y penetrantes.
—Ya vinieron aquí, ya pueden irse, como lo prometí, querida, no mataré a tu familia.
Los guardias entraron.
—Pero… ¿Nos expulsará de la fiesta de mi hija? —exclamó Lady Sallow.
Alfa Savir esbozó una sonrisa cínica.
—¿Qué hija? Esta hembra ya no es más su hija, es una Hija de la manada Luna Dagda, me pertenece y pertenece a mi tribu, ¿me regalaron a su hija? Perdieron una hija, yo gané a una Luna.
—¡Tonterías, salvaje! Ustedes nunca serán más que el reino de Alfa Kadir —sentenció la mujer y escupió a los pies.
Lord Sallow se asustó igual que sus hijos y Saya, ella tomó el brazo de Alfa Savir cuando sintió que explotaría.
Susurró: «Por favor»
Él pudo escucharlo, sonrió.
—Lady Sallow, yo acabaré con el reinado de Alfa Kadir, tomaré su trono y lo haré mío, y su hija será la gran reina Luna, usted podrá verlo desde lejos, porque hasta entonces, Luna Saya la odiará y despreciará.
La mujer miró a Saya y al hombre, dio la vuelta y se fue.
Lord Sallow dedicó una mirada tierna a su hija, pero al final, terminó yéndose con su familia.
Saya soltó el brazo de Alfa Savir, había lágrimas en sus ojos.
Sintió como Alfa Savir tomó su rostro.
—¡No llores! Una Luna no llora delante de nadie, y ahora tú, serás una.
Ella bajó la mirada, tragó saliva y sus lágrimas, asintió, luego tomó su mano, fueron juntos, era la hora de jurar lealtad y amor.