Todo el mundo reconoce que existen diez mandamientos. Sin embargo, para Connor Fitzgerald, héroe de la CIA, el undécimo mandamiento es el que cuenta:
" No te dejaras atrapar"
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CAPITULO 20
-- Va hacer otro día con actividades desde la primera hora de la mañana hasta la última de la noche -- refunfuñó. Y eso fue antes de que Titov agregar a la visita al Hermitage --. ¿Por qué no tengo que molestarme en ir al Hermitage?
-- Porque fue al pushkin, y dejar de ir al museo más famoso de Rusia sería un insulto para los ciudadanos de San Petersburgo.
Zerimski sabía que, con mucho, la reunión más importante del día era la que habría de tener con el general Borodin y el alto mando militar. Si conseguía persuadir al general de que se retiraran de la contienda por la presidencia y lo apoyara, los militares, casi dos y medio millones de personas, seguramente lo respaldarían, y el triunfo sería suyo.Ademas, solo para asegurarse, Zerimski tenía la intención de ofrecer a Borodin algo que le resultara irresistible.
Connor también comprendió que la reunión del día siguiente con el general decidíria el destino de Zerimski. Apagó la luz de su litera unos minutos Después de las dos de la mañana y se quedó profundamente dormido.
Ashley Mitchell había apagado la luz en el instante en que el tren partió de la estación, pero no se durmió.
Sergei había sido incapaz de ocultar su emoción ante la idea de viajar en el tren expreso de Protski. Siguió a Jackson al compartimiento como un cachorrito feliz. Cuándo Jackson abrió la puerta, Sergei anunció:
-- Es más grande que mi departamento -- saltó a una de las literas, se quitó los zapatos de un respectivo puntapié, y se cubrió con las mantas sin molestarse en desvestirse.
Mientras Jackson se preparaba para acostarse, Sergei frotó un codo contra la ventanilla empañada y forma un círculo que le permitía atisbar. No dijo nada sino hasta que el tren empezó a avanzar con lentitud para salir de la estación.
Jackson trepó a su litera y apagó la luz.
-- ¿Cuánto tiempo calcula que tardaremos en llegar a San Petersburgo, Jackson?
-- Ocho horas y media. Nos espera una larga jornada, Así que trata de dormir un poco.
Sergei apagó la luz, pero Jackson continuó despierto. Tenía la certeza de saber por qué su amigo había sido enviado a Rusia. Era obvio que Helen Dexter quería quitar a Connor de en medio, pero Jackson ignoraba cuán lejos llegaría la mujer para salvar el pellejo.
Jackson había tratado de telefonear a Andy Lloyd horas antes por la tarde desde su teléfono portátil, pero no había podido comunicarse. No quería arriesgarse a llamar al jefe de asesores de la Casa Blanca desde el hotel, por lo que decidió intentarlo de nuevo, después de que Zerimski hubiera pronunciado su discurso en la Plaza de la Libertad al día siguiente. Jackson no tenía ninguna duda de que, cuando Lloyd se enterara de lo que estaba ocurriendo, le conferiría autoridad para hacer abortar la operación completa antes de que fuera demasiado tarde. Cerró los ojos.
-- ¿Estás casado, Jackson? -- preguntó Sergei.
-- No. Divorciado -- respondió él.
-- ¿Y los hijos? ¿Tienes alguno?
-- No -- reposo Jackson.
-- ¿Porqué no me adoptas? Así iría a Estados Unidos contigo.
-- Ya duérmete, Sergei.
-- Dime, ¿Por qué ese hombre es tan importante para ti?
Jackson no respondió de inmediato.
--Hace veintinueve años salvó mi vida en Vietnam, así que supongo que podría decirse que le debo todos estos años. ¿Me entiendes?
Sergei habría respondido, pero ya dormía profundamente.
Vladimir Bolchenkov, el jefe de la policía de San Petersburgo, había formado un departamento completo para que se encargara de las amenazas de terrorismo durante la campaña electoral. Si alguno de los candidatos iba a ser asesinado, no ocurriría en su territorio. Tan solo en esa semana, el departamento había recibido veintisiete amenazas contra la vida Zerimski. El jefe las había desestimado porque consideró que se trataba de la variedad normal de bichos raros y dementes, hasta que un joven teniente entró a toda prisa en su oficina temprano por la mañana, con el rostro pálido y hablando con demasiada rapidez.
El jefe se sentó a escuchar la grabación de una llamada telefónica que había entrado apenas unos momentos antes.
-- Atentaran contra la vida de Víctor Zerimski esta misma tarde -- advirtió una voz masculina con un acento que Bolchenkov no logró identificar.
-- Mientras Victor Zerimski se dirige a la multitud congregada en la Plaza de la Libertad, un francotirador solitario, pagado por la mafya, intentará asesinarlo. Les daré más detalles dentro de unos minutos, pero solo hablaré con Bolchenkov -- se cortó la comunicación. La brevedad de la llamada impedía rastrearla.
Once minutos después, entró la segunda llamada. Bolchenkov apagó un cigarrillo y levantó el auricular.
-- El hombre que buscan se hace pasar por un periodista extranjero, representante de un periódico sudafricano que no existe. Llegó a San Petersburgo en el expreso de Moscú esta mañana. Mide uno ochenta y tres de estatura, tiene los ojos azules y cabello rubio rojizo y abundante. Aunque tal vez vaya disfrazado -- la comunicación se cortó.
Todo el departamento escuchó las cintas con la grabación de las llamadas telefónicas una y otra vez durante la siguiente media hora. De repente, el jefe ordenó:
-- Reproduce la segunda cinta.
El teniente oprimió un botón, al tiempo que se preguntaba qué sería lo que su jefe había captado. Todos escucharon con atención.
-- Detenla -- ordenó el jefe al cabo de unos segundos --. Ya me lo imaginaba. Regresarla y empieza a contar.
¿Contar que?, quería preguntar el teniente cuando oprimió el botón reproducir. En esa ocasión oyó el suave sonido de las campanillas de un reloj que repicaron dos veces en el trasfondo.
-- Dos campanadas -- observó --. Si eran las dos de la tarde, nuestro informante llamó desde el lejano Oriente.
El jefe sonrió.
-- No lo creo -- precisó --. Me parece más probable que la llamada se haya hecho a las 2 de la mañana desde la costa este de Estados Unidos.
Maggie descargó el teléfono que se hallaba a un lado de su cama y llamó a Tara.
-- Te habla tu madre -- anunció en cuanto su hija contestó --. Y tengo un problema, cariño. No tengo idea de En qué lugar se encuentra tu padre.
-- Eso no tiene nada de raro, mamá.
-- Si, ya lo sé. Sin embargo, algo me inquieta respecto a este viaje en particular -- explicó Maggie --. Descubrí un sobre dirigido a mi oculto en uno de sus cajones, y en la parte exterior está escrito "No se abra antes del diecisiete de diciembre".