Elein, líder de la Tribu Águila, descubre que el símbolo del fénix en su collar guarda el secreto de un antiguo poder que podría cambiar el destino de las Tribus y del Reino del Norte. Mientras enfrenta conspiraciones, traiciones y una conexión inesperada con la familia real, Elein deberá desentrañar la verdad sobre el sacrificio de sus padres.
Acompañame a descubrir la verdad de un pasado, un legado y un enemigo entre las sombras.
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Capítulo 14: "La prueba final de la Forja"
La Forja del Fénix era majestuosa y aterradora a la vez. El calor dentro de la sala era casi insoportable; las paredes de obsidiana reflejaban la luz roja del magma que fluía en riachuelos por el suelo. En el centro, un inmenso altar de piedra sostenía una llama eterna, cuyo resplandor parecía cambiar entre un rojo profundo y un dorado cálido. El aire vibraba con una energía antigua, casi tangible, como si el lugar estuviera vivo.
Elein, sosteniendo el medallón del Fénix, sintió cómo este palpitaba con un ritmo que parecía sincronizarse con el latido de su corazón. A su lado, Daniel avanzaba con paso firme, observando cada detalle del lugar. Detrás de ellos, el resto del grupo mantenía una formación unida, sus expresiones una mezcla de asombro y cautela.
— Este es el lugar, —dijo Elías, rompiendo el silencio. Su voz era apenas un murmullo, como si temiera despertar algo dormido en la sala. — La Forja del Fénix. Aquí es donde se decide quién es digno de portar el verdadero poder.
El altar de la llama eterna
Elein se acercó al altar, el medallón en su mano brillando más intensamente con cada paso. Cuando estuvo a pocos metros, la llama eterna se intensificó, como si reconociera su presencia.
— Es aquí donde todo termina... o comienza, —dijo Lucas, estudiando las runas grabadas en el altar. — Según las inscripciones, la llama representa el poder del Fénix en su forma más pura. Pero no puede ser reclamado sin un sacrificio.
— ¿Qué tipo de sacrificio? —preguntó Flora, su voz reflejando tanto curiosidad como preocupación.
— Algo que solo aquellos verdaderamente dignos pueden ofrecer, —respondió Elías, mirando a Elein con una expresión enigmática.
Antes de que alguien pudiera especular más, la llama del altar se alzó en una explosión de luz, y una voz profunda resonó en toda la sala.
— Los fragmentos del Fénix han sido reunidos, pero el poder total no puede ser reclamado sin la prueba final.
El suelo bajo sus pies comenzó a temblar, y de las grietas del magma emergieron figuras de fuego, imponentes y amenazantes. Cada una tenía la forma de un guerrero ancestral, con cuerpos que brillaban como brasas y ojos que ardían como carbones encendidos.
— Defendió su derecho a la luz eterna. Demostrad que sois dignos.
La batalla contra los guardianes
Sin esperar más, las figuras de fuego se lanzaron al ataque. Elein y Daniel reaccionaron al unísono, poniéndose al frente del grupo para liderar la defensa.
— ¡Flora, Lucas, Luna, manteneos detrás y buscad alguna debilidad en estas criaturas! —ordenó Elein con firmeza, mientras desenvainaba su espada. — Eric, Elías, conmigo. Daniel, cubre el flanco derecho.
Daniel ascendiendo, ya dirigiendo sus movimientos hacia uno de los guardianes que se acercaba. Su espada chocó contra la criatura, provocando una lluvia de chispas. Mientras tanto, Elein bloqueaba los ataques de otra figura, el calor de sus golpes haciéndola retroceder, pero su determinación la mantenía firme.
— ¡Son resistentes, pero no invencibles! —gritó Eric, derribando a una de las criaturas con un golpe de su escudo, antes de recibir un contrataque que lo hizo tambalearse.
Flora, desde la retaguardia, lanzó flechas hacia las criaturas, cada una reforzada con el poder que había obtenido en su prueba. Lucas, por su parte, estudiaba los movimientos de las figuras, buscando un patrón en su ataque.
— ¡Apuntad a sus corazones! —gritó Lucas, señalando las esferas incandescentes en el centro de sus pechos. — Es su punto débil.
Luna, ágil y estratégica, aprovechó la información para atacar con precisión. Con un salto calculado, clavó su daga en el corazón de una de las criaturas, que explotó en una lluvia de cenizas y fuego.
El sacrificio inesperado
A medida que la batalla avanzaba, Elein se dio cuenta de que, aunque el grupo estaba superando las pruebas, la llama del altar no disminuyó su intensidad. Había algo más que aún no habían comprendido. De repente, las palabras de Lucas sobre el sacrificio resonaron en su mente.
—Esto no es suficiente, —murmuró, su mirada fija en la llama. — El sacrificio... no es solo fuerza física. Es algo más profundo.
Daniel, que había derrotado a su oponente más cercano, se acercó a ella.
— ¿Qué estás pensando? —preguntó, su tono serio.
— El sacrificio no es luchar. Es entregar algo que realmente importa. Algo que significa todo para nosotros.
Antes de que pudiera explicarlo más, Elein colocó el medallón sobre el altar. La llama reaccionó de inmediato, envolviendo el medallón en un resplandor dorado.
— Elein, no puedes— —comenzó a decir Daniel, pero Elein lo interrumpió con una mirada firme.
—Esto no es solo mi lucha. Es nuestra. Y no importa lo que pase, mientras estemos juntos, lo superaremos.
La llama se intensificó, envolviendo a Elein en un círculo de luz. Por un momento, todo quedó en silencio. Luego, la voz de la Forja volvió a resonar.
— El sacrificio ha sido aceptado. La llama reconoce vuestra unidad, vuestra valentía y vuestro compromiso. El poder del Fénix es vuestro, pero recordad: con gran poder, viene una gran responsabilidad.
El renacimiento del Fénix
La llama eterna se apagó de repente, y en su lugar quedó una piedra roja, pulsante como un corazón vivo. Elein la tomó con cuidado, sintiendo cómo su calor llenaba su ser. Cuando se giró hacia los demás, Daniel estaba a su lado, observándola con una mezcla de admiración y alivio.
— Lo hiciste. —dijo, su tono bajo pero cargado de significado.
— Lo hicimos, —respondió Elein, mirando al grupo, quienes se reunieron a su alrededor, sus rostros llenos de cansancio, pero también de esperanza.
La batalla había terminado, pero la verdadera lucha apenas comenzaba. Ahora, con el poder del Fénix en sus manos, debían regresar al Reino del Norte y enfrentarse a Peter y sus conspiradores. La Forja les había dado una oportunidad, pero dependía de ellos usar ese poder sabiamente.
— Es hora de regresar, —dijo Elein, sosteniendo la piedra con firmeza.
Y con esas palabras, el grupo salió de la Forja, sabiendo que lo peor aún estaba por venir, pero confiando en la fuerza que habían encontrado en su unidad.