Él es el pecado, la lujuria y la oscuridad, él es el Rey Demonio que conquistó el mundo y llenó la tierra de destrucción. Ella, una humana, cazadora, sobreviviente, con deseos de vengarse y liberarse de una maldición. Ambos lucharán contra el odio, el deseo e intensa atracción que los dominará poco a poco.
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LA TRAICIÓN DE LOS DIOSES
...EZRA:...
Volví al lago para ponerme las botas, estaba en manos de Ivonne querer salvarse o seguir de testaruda, no podía culparla por despreciarme.
Ivonne me odiaba y lo entendía, pero también me deseaba, lo sentía en su mirada, en su forma de responder a mis besos y caricias.
No hacía falta tener poderes para eso.
Esperaba que ese sentimiento fuese más fuerte que su rencor.
Tener una compañera rechazando nuestro vínculo sería una tortura.
Había muchas diferencias entre nosotros.
Mis muchos años de vida, mi origen y el evidente hecho de que yo fui el destructor de su mundo.
¿Qué humana querría ser mancillada por un demonio? ¿Qué mujer sentiría aprecio por un ser oscuro? Ese vínculo se empeñaba en lo contrario, me hacía tener sentimientos humanos que no podía controlar y se que ese efecto era gracias a ella, a nuestro lazo, porque me transmitía su forma de percibir, su mortal.
Ivonne quedaría marcada de por vida.
El bosque a mi alrededor se tornó silencioso y una luz atravesó el cielo.
La diosa de la muerte junto a la diosa de la pureza aparecieron a la orilla del lago.
Las dos con tunicas de diamantes brillantes y cabellos largos blancos. Detrás de ellas los escudaba un guardia ángel, con armadura plateada, rubio de rostro perfecto y alas blancas imponentes.
Mierda, Ivonne.
A pesar de mi energía débil activé un escudo para ocultar su presencia de las damas.
— ¿Qué haces en el oasis de los dioses? — Preguntó la diosa de la muerte, sin molestarse en ser educada.
— ¿Oasis de los dioses? No veo querubines ni el resto de los dioses bañándose y corriendo por el bosque desnudos — Usé un tono irónico.
— Lárgate o vas a corromper nuestro paraíso terrenal — Gruñó la diosa de la pureza — Eres un demonio, no puedes estar aquí.
— También soy un dios.
— semi dios, bastardo — Corrigió la dama de la muerte — ¿Qué haces aquí?
— Dándome un baño.
Estrecharon sus ojos.
— Supimos que tus demonios se revelaron en tu contra.
— Parte del plan — Me encogí de hombros.
— Pareces cansado, demasiado débil para ser el que tiene el control de la destrucción en sus manos — La diosa de la muerte paseó sus ojos por mi cuerpo.
— Me hirieron, con lava del Inframundo, estoy tratando de recuperarme.
— ¿Lava del Inframundo? — La diosa de la pureza abrió sus ojos como platos, su compañera no lucía impresionada — ¿Cómo trajiste lava a éste lugar?
— Yo no fui, ustedes son dioses ¿No se suponen que lo ven y lo saben todo? La lava no es lo único que se escapó del Inframundo— Me crucé de brazos.
— Lo dejamos en tus manos — La diosa de la muerte se aproximó y aumenté el camuflaje, sentí a Ivonne aproximándose y elevé un escudo, chocó contra la pared, se levantó nuevamente y empujó, confundida.
— Qué fácil les resultas dejarme toda la carga.
— ¿Continuarás con la misión o seguirás fracasando? — Me retó.
— Me diste hasta la primera nevada.
No tenía las fuerzas suficientes para enfrentarme a dos diosas y un ángel. Tenían que irse antes de que notaran la presencia de Ivonne. La sentí golpeando la barrera y buscando una grieta.
— Tienes hasta ese momento, si nada a cambiado, ya sabes lo que sucederá contigo.
— Hicimos un trato — Elevé mi barbilla.
— Mientras no puedas volar, dudo que lo cumplas.
— Entonces sanen mi cuerpo si quieren que el trabajo este hecho — Demandé y la diosa de la muerte rió.
— No acordamos hacernos cargo de tus heridas — Sacudió su mano con desdén.
— Les conviene que este en perfecta condición — Arqueé las cejas, la barrera se estaba debilitando con los empujones de Ivonne.
— Eres un semi dios y un demonio, las heridas son algo con lo que puedes lidiar — Se mofó la desgraciada y fruncí el ceño, sacando las garras, bajó su mirada — Adelante, estarás pulverizado antes de parpadear — El ángel se puso en guardia y le lancé una mirada.
— Cuidado, angelito, no intervengas o terminarás desplumado.
— Tranquilo, Bastián, esto es algo con lo que podemos lidiar — La diosa de la pureza, le dió una mirada demasiado descarada para su forma de ser.
— Mis diosas, estoy aquí para protegerlas, los demonios son traicioneros — Dijo el lame suelas.
— Míralo, es débil — La diosa de la muerte me dió una mirada desdeñosa, no pude contener mi carácter y lancé mis garras a su rostro.
Las detuvo, dejándome paralizado.
— Recuerda siempre a quien obedeces.
La barrera cayó cuando filtró un toque de su poder en mi cuerpo, apreté los dientes, ocultando mi dolor.
"Ivonne, no vengas"
Lo único que no podían acceder era a mis pensamientos.
Se acercó y tocó mi rostro pecho.
— Eres demasiado guapo para morir pulverizado — Se mordió los labios, trazando mis músculos con su odiosa mano — Idéntico a tu padre, muy deseable y desafiante — Subió su mano y luché contra la parálisis — Pero tan traidor y maquiavélico — Tocó mi rostro y mi cabello, acercó su boca a la mía — Si nos traicionas sufrirás un peor infierno que el de tu padre — Besó mi boca, mientras bajaba su mano nuevamente, hacia mi entrepierna, solté un gruñido de furia — Siempre he querido probar esto.
— Déjalo ya, esto es demasiado vergonzoso — La diosa de la pureza estaba sonrojada.
— No seas aburrida, te encantará jugar con un demonio, a ellos les encanta, podemos divertirnos los cuatro.
— ¡Ezra! — Ivonne llegó y maldije, la diosa de la muerte me soltó y giró su rostro hacia mi humana.
Ella se quedó quieta, impresionada por las figuras altas y llenas de luz que estaban junto a mí, paseó sus ojos por todos, deteniéndose en el ángel.
— Así que las noticias son ciertas — Una sonrisa malévola se asomó por la diosa de la muerte — Andas con una humana.
Luché contra la parálisis.
— ¡No es cierto! — Logré hablar.
Ivonne estaba desconcertada.
— ¿Quiénes son ustedes? — Ivonne tomó una postura alerta, sacando uno de sus cuchillos.
— Vaya, demasiado osada para ser solo una humana — La muerte elevó una ceja — ¿De dónde la sacaste? — Me palmeó la mejilla — Cosita, se ve encantadora.
No podía mostrar mi preocupación.
— ¡Solo es mi juguete!
— ¿Tú juguete? Pero hemos oído otra cosa — La diosa se aproximó a Ivonne, pero ella retrocedió, con su cuchillo elevado.
— ¡Son mentiras, solo la tengo conmigo por interés, luego la mataré! — Aseguré, luchando contra los amarres.
— ¿Qué podría darte una humana tan débil y flacucha?
— Diversión.
No revelaría que iba a guiarme hacia un refugio repleto de humanos y que era mi compañera de vida. La matarían sin piedad y yo terminaría pulverizado.
Ivonne me evaluó con el ceño fruncido.
— Tienes gustos muy bajos — Se burló la diosa de la muerte, desarmando a Ivonne solo con su pensamiento, el cuchillo cayó lejos y mi humana hizo gesto de impresión.
— Las humanas no me absorben tanta energía.
Las diosas volvieron a reír.
— Pero, no resisten tanto — La infeliz se acercó y paralizó a Ivonne, ella soltó un gemido de dolor y sentí como perdía contra la parálisis, mis huesos protestaron.
La diosa tocó su mandíbula y la furia en mi sistema luchó por salir a flote. Debía mantenerme sereno, sin demostrar lo que me ocurría.
— Es inocente, pero no demasiado — Tocó sus labios y los ojos de Ivonne mostraron desagrado — Está maldita y te odia — Pasó su mano por su cuello — Pero también te desea, vaya, humanos tontos, siempre tan cabezas huecas — Tomó uno de sus senos — No es lo suficientemente hermosa, sino te pediría compartirla.
La soltó y cayó al suelo.
Me sentí aliviado.
La diosa de la muerte se giró, soltando mi cuerpo. Caí arrodillado, jadeando.
— Juega todo lo que quieras, pero mátala y cumple con tu parte del trato. No quiero distracciones.
Caminó hacia sus compañeros.
— Pórtate bien, demonio, toma a tu juguete y sal de nuestro paraíso antes de que lo mancilles — Ordenó la diosa de la pureza.
La diosa de la muerte me observó.
— Solo por está vez, te echaré una mano — No entendí que quiso decir con eso.
Fueron desapareciendo hasta marcharse.
Me quedé quieto y callado por un tiempo, luego me levanté y fui hacia Ivonne, quien estaba jadeando, sentada en el suelo observando hacia el cielo.
La tomé del brazo y se sobresaltó.
— Ivonne, tenemos que irnos.
— ¡Suéltame! — Gruñó, observando con desconfianza — ¿Quiénes eran esos? ¿Qué está pasando aquí?
— ¡Te lo explicaré luego, ahora debemos marcharnos!
— ¿Solo soy tu juguete? — Sus ojos se tornaron vidriosos — ¿Me matarás después de que me hagas...
— ¡No, no es cierto, hicimos un trato!
— Por lo visto con ellos también hiciste un trato — Señaló hacia el lugar por el que los vió desaparecer — ¿A cuál de los dos quieres engañar?
— Salgamos de aquí primero, te contaré todo, pero luego, éste lugar pertenece a los dioses.
La ayudé a la levantarse.
— ¿Dioses? ¿O sea que esos seres tan desagradables son dioses? — Se espantó.
— Ya no te pondrás de rodillas a agradecer por su generosidad.
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Salimos del paraíso, Ivonne improvisó una cantimplora con una cáscara de calabaza y metió toda la fruta y pescado que pudo en la mochila que llevaba cruzada en su pecho.
Cuando atravesamos la barrera, el paisaje fúnebre y el clima árido nos hizo sentir diferente.
Ivonne me siguió en silencio, mientras yo vigilaba a mi alrededor, oliendo el aire en busca de alguna criatura, pero el único olor que inundaba mi olfato era el de Ivonne y cada vez se me hacía más difícil no lanzarme sobre ella para tomarla a pleno camino.
Tomé un camino de tierra, usado anteriormente por los humanos.
Había carretas y carruajes desplomados en el camino.
Con cargamentos olvidados.
El cielo se tornó más oscuro de lo normal y el aire estaba mucho más frío, pero mi cuerpo lo soportó ya que se adaptaba al clima, creado para soportar la baja temperatura de las alturas.
Disminuía mi andar para que Ivonne caminara a mi lado.
Sentí una gota caliente en mi hombro y observé al cielo.
— ¿Eso es lluvia? — Ivonne siguió mi mirada, una gota cayó en su rostro — Está caliente.
Recordé las palabras de la diosa sobre echarme una mano.
Las gotas aumentaron, aún más calientes.
— Es lluvia, pero no de la agradable.
— ¿Cómo? — Se estremeció.
— Vamos, a la carreta — Tiré de su brazo y corrimos hacia una carreta sin ruedas que estaba junto al camino.
Entramos, sentados sobre la madera cuando la tormenta comenzó.
El agua ácida soltaba humo al contacto con el suelo.
Ivonne se arrastró hacia el fondo de la carreta, con una mirada alerta en la lona que nos protegía de quemarnos con las gotas.
— Explícame ¿Cómo es qué los dioses charlan con el destructor del mundo? — Demandó, estirando sus piernas.
— Los dioses fueron los que abrieron las puertas del Inframundo para que yo pudiera salir con mi ejército de demonios.
— ¿Por qué hicieron algo así? — Se mostró decepcionada.
— Porque querían que hiciera el trabajo sucio, acabar con los humanos. Los dioses ya no soportaban las ofensas de tu gente, así que decidieron destruirlos.
— ¿Todo este tiempo fuiste un peón? — Se oyó indignada.
— Sí, solo eso, no fue mi idea destruir tu reino.
— ¿Lo hiciste a cambio de tu libertad?
— El Inframundo era mi prisión y aproveché la oportunidad.
Observó la lluvia — Todo este tiempo le rezamos y suplicamos a seres que nos miraban como una plaga — Sus ojos se llenaron de lágrimas — Lo único que quieren es destruirnos de formas crueles, como si fueramos de su posesión.
— Los demonios no son los únicos seres detestables.
— ¿Cumplirás con el trato?
Negué con la cabeza.
— No puedo.
— ¿Por qué?
— Hay algo que me impide hacerlo.
— ¿Qué cosa?
Abrí mi boca, pero Ivonne soltó un grito y cayó al suelo.
— ¡Ivonne!
Me aproximé a ella.
Se revolcó, soltando gemidos de dolor, derramando lágrimas, líneas negras subieron por la piel de su cuello.
El veneno.
Ella derramó lágrimas mientras se sacudía.
Si no la ayudaba, moriría.
— Lo siento Ivonne, pero lo haré.
Arranqué su camisa, su piel estaba negra.
Me tomó de la muñeca y la apretó.
— No quiero morir — Soltó otro grito — Hazlo, sálvame.
Desaté sus botas con rapidez y luego tomé el cinturón de su pantalón, desnudando su cuerpo.
Tan entretenida que le piden volver como una vieja chismosa diría 😜❤️🤣🤣🤣🤣