¿Qué sentirías al mirar los ojos de un asesino? Vacíos, fríos, sin alma. ¿Qué harías al tenerle frente a tí? ¿Huirías? ¿Esperarías la muerte? ¿Le enfrentarías?
Entonces...
¿Qué sentirías al tener al asesino tras de tí?
Esta es la historia de Levi.
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20.
...¿Nunca has pensado en qué hay después de la muerte? A veces yo pienso en cuántas personas lo han averiguado primero que yo....
— ¿Sigue ahí Levi?
— Shh — La chica tras de mí se sostenía el abdomen, al parecer sus heridas no habían sanado aún por completo. Me encontraba en una situación desesperada.
Puse el dedo en el seguro del arma, quizás era momento de actuar. Observé a la persona frente a la recepción recibir una llave, y luego subió al ascensor.
— Muévete, muévete, muévete — Le hice señas para que saliera, guardé mi arma y corrimos fuera de ahí.
Le dí cualquier excusa a la recepcionista, y nos fuimos, subí al auto y arranqué lo más rápido que pude.
— Aghs, Levi, eso estuvo muy cerca. ¿Ahora qué haremos?
Estaba absorto en mis pensamientos.
¿Y ahora qué haremos...?
3:00 P.M
— ¿Qué...?
— Toma el arma, vas a venir conmigo, y la vas a necesitar a donde vamos.
— No, Erica, ¿qué dices?
— Hazme caso. No la vas a usar, sólo por tenerla encima eso ya te da cierta presencia. Además, que sexy te vas a ver con un arma encima — Dijo mordiendo sus labios.
La ví fijamente a los ojos. Su sonrisa se acentuaba, como si ansiara una respuesta afirmativa de mí. ¿Colaborar con esta loca me podría ayudar a resolver el asunto de estos asesinatos? Realmente no era mi problema, ¿Verdad? ¿Qué habrías hecho tú?
La vida de Mónica corría riesgo, no la mía. Tenía a esta mujer asesina y acosadora frente a mí que me ofrecía un arma.
Quizás... Quizás, si tan sólo resolvía todo esto, algo podría volver a la normalidad. Pero, ¿Quien era yo para resolver esto?
¿Quién eres... Levi?
Extendí mi mano, y tomé el arma.
— ¡BIEEEN! ¡Cara bonita se puso un par de bolas! — Empezó a carcajearse Erica.
— Yo no... Yo...
— Yi ni, yi ni, no seas necio. Relájate y ve a darte una ducha, apestas.
La miré a los ojos y ella parecía complacida. A veces vacilaba entre si seguirle la corriente o no. Tenía un arma cargada en mis manos...
Qué pasaría sí...
No, no podía pensar en eso en ese momento.
Tomé mis cosas y me metí al baño, cerré la puerta con seguro y escuché a Erica fuera tarareando.
Le envié un mensaje a Mónica:
— Si pudieras resolver el asesinato de Elio... ¿Lo harías?
Al momento recibí respuesta.
— Sí, claro que lo haría, ¿Por qué?
Estaba dubitativo, no sabía si hacerle caso a Erica era buena idea, pero no tuve más opción, igual la tenía allí, igual su presencia que acosaba mi vida ya estaba abriéndose paso.
4:17 P.M
Me despedí de Reno y Erica hizo lo mismo.
— Oye, cara bonita, olvidas algo — Dijo Erica apuntándome con el arma por la espalda.
— Jesucristo, ¿Podrías por favor dejar de hacer eso? Carajo.
— No prestes ni dinero, ni tu pistola, ni a tu mujer, bonito — Dijo Erica sonriendo y ofreciéndome la pistola nuevamente.
— Tchs, no te entiendo nada, dame.
Yo llevaba una camisa roja a cuadros y unos jeans negros, con botas.
Por su parte, Erica llevaba un suéter azul marino (como era de costumbre, creo, porque la mayoría de las veces la había visto con un suéter), y un jean, negro también, con botas de tacón.
Metí el arma en mi cadera, sujeta de mi cinturón.
— Que triste que no lleves suéter, es mucho más evidente cuando tiras tu mano hacia atrás para sacar la pistola.
— Erica, no voy a sacar la pistola.
— Ah, sí, cierto, ji, ji.
Subimos al auto.
— ¡Vamos novio, arrancaaaa! — Dijo Erica con un gesto de emoción.
¿En qué me estaba metiendo?
Encendí el carro y conduje.
6:32 P.M
Erica me hizo conducir en círculos por un par de horas, hablándome del por qué es mucho mejor hacer pan de queso y no de jamón. En serio, en serio nunca había visto a alguien discutir tan seriamente sobre el pan de jamón o queso.
Por fin llegamos a lo que parecía ser un casino.
— Bueno, es aquí — Dijo por fin con un tono más serio.
— Bien, y ¿esto qué es? ¿Otra discoteca clandestina?
— Levi, no seas tonto. Es una farmacia — Dijo sonriéndome — Ven, bájate.
Bajamos y pasamos, efectivamente, era una farmacia común y corriente. Aunque desde afuera no se veía nada, ni siquiera tenía publicidad.
— ¡Mi amor, cuánto tiempo! — Dijo la mujer en la caja.
— Hola Ana, ¿Qué tal todo? — Respondió Erica.
Yo me limité a quedarme detrás de Erica.
— Oye, vengo a ver a Chris — Erica no se veía muy cómoda.
— Ah, claro, claro cariño, pasa, está atrás — La mujer notó la incomodidad de Erica y empezó a mantener la distancia.
A veces me pregunto qué clase de persona era Erica. Digo, estaba claro que no era una persona buena, pero... Ella conocía a muchas personas, andaba por la vida a libre demanda, era muy extraño, de cierta manera la curiosidad me picaba, pero cuando ella estaba cerca, prefería hablar poco, lo más que deseaba siempre era que se desapareciera. Y sí, parecía una persona normal, hablaba de cosas relativamente normales, como cualquiera lo haría, pero creo que no cualquiera le clavaría un tacón a alguien en el ojo mientras agoniza. Supongo que es esa clase de cosas que a lo mejor a alguien le podría nacer decir en algún momento, pero que claramente nadie haría.
Era como si la racionalidad y el miedo hubieran abandonado su cuerpo. La veías y lo notabas. Me pareció gracioso pensar en que dijo que los doctores mataban legalmente, cuando quizás ella sería buena doctora. O más bien, buena cirujana. No le temblaba el pulso, era fría y sus gestos siempre parecían medidos al milímetro. Supongo que por eso algunos doctores dan miedo.
Sea como sea Erica me hizo señas para que la siguiera.
La mujer en la caja me miró y saludó con la mano y una sonrisa. Era una mujer mayor, con algunas canas, de cabello rojo, maquillada en exceso y con una bata, me imagino que era la farmacéutica.
Caminé tras Erica y pasamos una puerta que daba a otra habitación, donde habían unas pantallas que tenían la vigilancia de la farmacia, y al final de un pasillo, estaba una mesa con un chico, no mayor de 30, que comía un sándwich.
— ¡Erica! — Dijo el chico levantándose y extendiendo los brazos
— Hola Chris — Dijo Erica, sin corresponder el abrazo — Te presento a Levi, Levi, el es Chris.
— ¿Qué tal amigo? — Dijo el hombre extendiéndome la mano — Un gusto, Christian Monaghan.
— Un gusto, mi nombre es Levi — Dije estrechando su mano.
Nos sentamos en la mesa con él, era una mesa redonda en la que, de hecho, sólo había tres sillas.
— Bueno, entonces — Dijo Chris — ¿En qué puedo servirles el día de hoy?
— Quería saber algo sobre una persona en particular — Dijo Erica — Si no es mucha molestia.
— ¡Claro que no! Tú sabes que todo lo que necesites Eri.
— Bien, entonces, ¿Qué puedes decirme sobre Elio Bernetti?
El hombre observó su sándwich y luego a Erica.
— Nunca lo pones fácil, Eri.
— Si fuera fácil, no te buscaría, Chris.
Chris tomó una servilleta y se limpió la boca, me miró y luego a Erica nuevamente.
— Ok, está bien, creo que puedo darte algo de lo que necesitas.
Sacó de su bolsillo papel y lápiz y escribió algunas cosas, luego le entregó el papel a Erica.
— Si se dirigen a este sitio, y hablan con esta persona, creo que hallarán la información que buscan, aunque, esa zona de la ciudad es particularmente peligrosa, así que, tengan cuidado, sobre todo cuidado con lo que dicen — Me miró fijamente — Y a quién se lo dicen.
— ¿Es todo? — Dijo Erica.
Durante toda la conversación, me mantuve sentado en silencio. No sabía quién era esta persona, pero Erica realmente había sido muy directa.
— Por ahora sí, aunque si me das más tiempo, quizás puedo ultimar algunos detalles y decirte un poco mejor todo lo que necesites saber — Dijo el hombre y le dió otra mordida al sándwich.
Erica miró el papel y sin subir la mirada dijo:
— No, creo que con eso será todo. Levi, ahora por favor, sé un buen chico y vuélale la cabeza a este malnacido.