Adrian creía que la suerte rara vez estaba de su lado, especialmente cuando perdió su trabajo debido a la homofobia. Su vida se complicó aún más cuando un accidente lo dejó atropellado, lo que le costó una entrevista de trabajo crucial. Sin embargo, lo que no podía prever era que la suerte a veces se manifiesta de maneras inesperadas. Ser atropellado por Benicio no solo cambiaría la trayectoria de su vida, sino que también desataría una serie de sentimientos intensos y lo llevaría mucho más allá de lo que jamás imaginó.
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Capítulo 20
Los dos regresaron a la empresa y el resto del día transcurrió tranquilo. Benicio intentó controlar más su humor, ya que se dio cuenta de que eso también estaba afectando a Adrián, y no quería que él se diera cuenta de lo que estaba sucediendo.
Al día siguiente, Adrián salió con Benicio a otra reunión de negocios. Luego, terminaron almorzando juntos. En realidad, Benicio no quería que Adrián se diera cuenta de que su irritabilidad se debía a los sentimientos confusos que estaba teniendo por él. Intentó cambiar su forma de actuar, además de no querer que él almorzara nuevamente con esas mujeres.
Después del almuerzo, en la empresa, Adrián preparó algunos informes. Las miradas torcidas aún se mantenían en algunas personas. Cuando Adrián fue a buscar un café en el área de convivencia, se encontró con algunas compañeras en el lugar que se aseguraron de provocar a Adrián.
— Algunas personas son insoportables, creen que están por encima de todos, pero olvidan que han ascendido de manera sucia.
Adrián sabía que en ese momento, estaban hablando de él. Como había dicho a Gabriela que manejaría la situación, intentó hacerlo a su manera.
— Si la indirecta fue para mí, prefiero que lo digan directamente. Creo que saben que la calumnia y la difamación son delitos. Lo que están haciendo con mi nombre aquí puede llevar a un proceso legal. — Tomó un sorbo de su café.
— No sé de qué hablas. Podemos decir que si el zapato te queda, entonces póntelo.
Una de ellas respondió y salió pasando por su lado, pero aún se aseguró de fingir un tropiezo, derramando el líquido de su capuchino sobre Adrián.
— ¡Dios mío! Lo siento mucho, qué torpe soy —dijo con ironía.
Las dos abandonaron el área, dejando a Adrián indignado tanto por el incidente como por la hostilidad recibida. Entendió que necesitaba ser más firme en sus acciones o esto realmente no se detendría.
Luego de salir de ese espacio, Adrián fue llamado por Benicio a su oficina. Cuando el presidente vio la situación de la ropa de su asistente, no pudo evitar preguntar qué había ocurrido.
— ¿Qué sucedió con tu ropa? No me digas que fuiste tan descuidado y te derramaste eso.
Por unos segundos, Adrián se preguntó si contaba o no lo que había pasado. Luego, pensó que terminaría creando aún más enemistad con quienes ya estaban enojados con él.
— El vaso simplemente se me resbaló de la mano y me derramé encima. — Adrián inventó una excusa.
— Teníamos un compromiso esta tarde. ¿Ahora qué vamos a hacer, contigo en este estado?
— Lo siento mucho, señor. — Adrián solo pudo disculparse.
Benicio suspiró y entró por otra puerta que había en su oficina, que daba acceso a un espacio de archivo. Volvió con una camisa en las manos, entregándosela a Adrián.
— Toma, creo que ésta te quedará. Quítate esa camisa mojada y ponte esta. — la entregó, sentándose en el sofá de su oficina.
Adrián miró la camisa en sus manos, su corazón se aceleró al saber que Benicio le estaba dando su propia camisa y lo miró agradecido.
— Gracias, iré al baño a cambiarme. — Se giró para salir.
— ¿Por qué necesitas ir al baño? Aquí estamos solo los dos y ambos somos hombres, ¿o eres muy tímido? — Benicio quería que él se cambiara allí.
Benicio solo había visto su espalda de manera fugaz en el hospital, estaba curioso y quería apreciar más de ese cuerpo, pero no quería dejarlo tan obvio.
— Si a usted no le importa, por mí está bien. — Adrián respondió, sorprendiendo a Benicio con su disposición.
Adrián no era tímido, así que cambiarse delante de su jefe no sería un gran problema. Como probablemente eso no afectaría a Benicio, siguió el consejo de su jefe.
Comenzó a desabotonarse la camisa. Benicio, sentado, empezó a prestar atención en los movimientos de Adrián, incluso sus labios se separaron al ver cómo se descubría la espalda del otro.
Adrián no era musculoso, pero tenía un cuerpo bien definido, que llamó la atención de Benicio. La tez pálida de Adrián era una invitación en ese momento. Después de comenzar a ponerse la camisa que Benicio le había prestado, Adrián se giró de frente a su jefe, permitiéndole apreciar aún más aquel cuerpo que tanto había llamado su atención.
— Creo que me quedará bien, aunque el cuerpo de usted sea más grande que el mío — comentó con una sonrisa, mientras empezaba a abotonar la camisa.
Benicio respiró hondo después de observar a Adrián, junto con la sonrisa que él estaba ofreciendo. Por unos segundos, se imaginó no permitiendo que Adrián cerrara aquella camisa y en vez de eso, terminando de quitársela. Imaginó cómo se vería sobre su escritorio.
Las fantasías de Benicio terminaron cuando Adrián lo llamó. Disimuló un poco y desvió la mirada a otro lado, fingiendo no haber sido afectado por Adrián.
— Bueno, creo que ahora podemos ir. Gracias nuevamente por la camisa. La lavaré y se la devolveré.
— No hay necesidad. Puedes quedártela para ti. Solo la dejaba aquí por si acaso la necesitaba.
— Entonces, gracias una vez más. — Adrián agradeció con otra sonrisa.
Adrián se sintió feliz con ese regalo. Aún podía sentir el perfume de Benicio en aquella camisa y honestamente, ni siquiera quería lavarla, justamente para no quitar el olor que tanto le agradaba.