A veces, el amor llega justo cuando uno ha dejado de esperarlo.
Después de una historia marcada por el engaño y la humillación, Ángela ha aprendido a sobrevivir entre silencios y rutinas. En el elegante hotel donde trabaja, todo parece tener un orden perfecto… hasta que conoce a David Silva, un futbolista reconocido que esconde tras su sonrisa el vacío de una vida que perdió sentido.
Ella busca olvidar.
Él intenta no rendirse.
Y en medio del ruido del mundo, descubren un espacio solo suyo, donde el tiempo se detiene y los corazones se atreven a sentir otra vez.
Pero no todos los amores son bienvenidos.
Entre la diferencia de edades, los juicios y los secretos, su historia se convierte en un susurro prohibido que amenaza con romperles el alma.
Porque hay amores que nacen donde no deberían…
NovelToon tiene autorización de Angela Cardona para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
sus !!besos!!
Después del beso, quedaron mirándose en silencio. El ruido de la celebración parecía lejano, como si el mundo se hubiera detenido solo para ellos. Las respiraciones aún agitadas, los ojos entrelazados, un ligero temblor en las manos… ninguno habló, pero ambos entendieron todo. En esas miradas se leían mil cosas: deseo, miedo, sorpresa y esa conexión inexplicable que ninguno esperaba sentir tan pronto.
La voz de Ruiz los sacó del trance.
—¡Capitán, lo están esperando para el brindis! —gritó desde el fondo.
David respiró hondo, aún con la mirada fija en ella. Sonrió apenas, tomó la mano de Ángela con firmeza y la llevó con él hacia el grupo. En la sala, las copas tintineaban, las luces brillaban y los aplausos llenaban el ambiente. Las directivas dieron sus palabras de agradecimiento, pero David no quitaba los ojos de Ángela; podía notar que estaba incómoda, algo tímida entre tantas miradas. Se inclinó hacia ella y le susurró:
—Tranquila… relájate, solo disfruta. Nadie tiene que entender nada.
Ella sonrió apenas, intentando soltarse un poco. Entonces le dieron el micrófono a David.
—Solo quiero agradecer a Dios, al equipo, a mi hijo —dijo con voz firme—, y… a alguien que sin saberlo me devolvió la motivación que había perdido.
Las miradas se cruzaron. Ángela bajó la cabeza, con las mejillas encendidas. Sabía que hablaba de ella.
Pasada la celebración, Ángela se acercó a él.
—David, debo irme. Estoy muy cansada y mañana madrugo —le dijo con tono suave pero firme.
—No, no te vayas —replicó él de inmediato—. Vamos a hacer el recorrido por la ciudad, luego al club. Quédate conmigo, quiero compartir esto contigo.
—No puedo —respondió ella—. Mañana tengo una cita médica importante.
David frunció el ceño, claramente preocupado, pero no insistió.
—Entonces al menos deja que yo te lleve. No te voy a dejar ir sola.
—No, de verdad, no hace falta. Pido un carro y ya —respondió ella, intentando calmarlo.
Él la observó un instante y, sin discutir más, sacó su celular y habló con uno de los encargados de logística.
—Necesito que consigan un transporte seguro para Ángela. Quiero que un conductor del equipo la lleve directo a casa —ordenó con tono firme.
Ángela lo miró, con una mezcla de ternura y sorpresa.
—David, no era necesario…
—Sí lo era. No puedo quedarme tranquilo si sé que vas sola —dijo él, mirándola a los ojos.
Minutos después, el vehículo llegó. David la acompañó hasta la puerta.
—Gracias por todo —dijo Ángela—. No esperaba nada de esto, pero fue… especial.
—Gracias a ti —respondió él—, por devolverme algo que creí perdido.
El silencio volvió, y sin pensarlo más, David se inclinó hacia ella. La besó con deseo, con hambre contenida. No hubo suavidad esta vez, sino pasión pura disfrazada de control. Sus labios se encontraron con fuerza, se reconocieron, se buscaron con urgencia. Ángela respondió sin pensarlo, aferrándose a su chaqueta, perdiéndose por unos segundos en ese calor que la desarmaba. Cuando se separaron, fue casi a la fuerza, con la respiración entrecortada y las pupilas dilatadas. Ninguno dijo nada. Ella subió al carro, cerró la puerta, y mientras se alejaba, David se quedó mirándola, con una media sonrisa y el corazón acelerado.
Durante el trayecto, Ángela no podía apartar de su mente ese beso. Sentía un torbellino de emociones: deseo, miedo, ilusión. Pensaba en él, en su forma de mirarla, de cuidarla, y se preguntaba si no estaba cayendo demasiado rápido. No quería volver a sufrir, y menos con alguien tan expuesto, tan diferente a su mundo.
Al llegar a casa, todos dormían. Se duchó, repasando mentalmente cada detalle de la noche, y cayó rendida en la cama.
David, mientras tanto, celebraba con su equipo, sonriendo, sacándose fotos, compartiendo con hinchas. Pero cada tanto, su mente volvía a ella. Más tarde, en el club, entre música y brindis, se aseguró de que su hijo llegara bien con su madre. A las cinco de la mañana, algo ebrio, se dejó caer en la cama de su apartamento. Tomó el celular y con voz torpe grabó una nota de voz:
—No sé cómo ni cuándo te metiste en mi cabeza… pero no puedo sacarte. Me encanta todo de ti, Ángela. Me encantó ese beso, me encantas tú.
Horas después a Angela , el sonido del teléfono la despertó. Era su ex pareja.
—Hola, buenos días —dijo él con tono cordial—. Solo te llamo para avisarte que ya dejé a los niños en el colegio. Gracias por dejarme compartir el fin de semana, la pasamos muy bien.
—No tienes que agradecer —respondió ella con serenidad—, es tu derecho, y me alegra que estén bien.
Colgó y suspiró. Entonces notó la notificación de un mensaje pendiente. Era de David.
Reprodujo la nota de voz y sonrió al escuchar su voz ronca, un poco ebria.
Ella soltó una pequeña risa y le respondió:
“Estás borracho, por eso dices eso ja, ja, ja. Hablamos más tarde cuando estés bien. Gracias 😘”
Por un instante, se permitió imaginar si ese sería el inicio de algo más. Pero enseguida desvió el pensamiento. Sabía que era pronto, que no se conocían a fondo, que él ni siquiera sabía que ella tenía hijos.
Más tarde, en su cita médica, la sonrisa se desvaneció. La doctora la miró seria y le habló con cautela: la situación había empeorado, el tratamiento no funcionaba y la cirugía ya no podía posponerse más. El diagnóstico era claro y urgente. Ángela sintió un nudo en la garganta, pero solo asintió. Al salir, se apoyó unos segundos en la pared del pasillo, respiró hondo y se dijo a sí misma que no podía quebrarse.
Mientras tanto, David atendía entrevistas, reuniones con el club, felicitaciones y planes de vacaciones. En medio del caos, vio el mensaje de Ángela y sonrió. Le respondió:
—Buenos días, hermosa. Sí, estaba tomado, lo admito. Pero con o sin alcohol sigo pensando igual. Sé que tenemos que hablar… ¿podemos vernos antes de que entres al trabajo?
Angela contesto: !!claro que si podemos!! te escribo mas tarde para cuadrar.
Su apoyo me motiva muchísimo a seguir escribiendo y avanzando con esta historia. ¡Gracias de corazón por acompañarme en este camino! ✨