Desde un balcón teñido de rojo, una mujer observa el mundo con la certeza de quien ya lo domina.
No necesita tronos ni coronas. Su reino se construye con secretos, lealtades quebradas y pactos sin retorno.
Quien cruza su camino no sale ileso. Porque esta no es una historia de amor, sino de tentación, herencia y cicatrices que arden en silencio.
En un imperio tejido de sombras, el amor es una debilidad.
La venganza, un motor.
Y el poder… siempre cobra su precio.
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CAPITULO 17: "Una pieza, una amenaza en cubierta".
Durante la mañana después de desayunar.
Ailenys, después de escuchar que iba a llover, va al jardín donde se encuentra su invernadero.
A cerrar los techos de este. Por miedo a que el granizo dañara sus hermosas flores.
Mientras Iker, fue a la sala de armas a practicar.
Mientras razonaba como encarar esa pregunta que cada vez se le clavaba en el alma.
Luego del almuerzo se retiraron a descansar.
Una vez que llego la tarde, deciden tomar algo en la galería. Mientras los dos compartían una charla amena, tomando el té con masas y observando como la lluvia, bailaban sobre los cristales de la galería.
Escuchan que alguien llega, Iker se asoma.
Y ve como una mujer de unos 50 años, con un andar elegante, seguro, sin nervios.
Se presenta como “una vieja amiga de la familia”, con una carta manuscrita que lleva el sello de la abuela.
Ailenys toma la carta con algo de recelo.
En la carta, la abuela deja escrito:"Como todo en esta casa, lo inesperado es parte del legado. Recibirla. Y observarla"
Advertencia del narrador.
La mujer se llama Mireya Salazar, es quien como se dice trabajo de los dos lados del mostrador.
Por eso su historia es ambigua: Trabajó muchos años en el círculo más íntimo de la señora.
Y más de una vez fue compañera de los padres de ellos en una causa secreta. Y desde entonces solo acepta, trabajos bien remunerados, de quién necesita sus servicios.
Siempre en la sombras después de que cometió un grave error. Y le debe todo a Elyrah...
Ellos la reciben, con una amabilidad encubierta.
Ainelys la conduce a una de las habitaciones de invitados. La deja descansar y se acomode.
Una vez que baja, pide un favor. Cocinar para ellos en agradecimiento.
La cena se prepara especialmente elegante.
Mireya cocina algo típico,— “como hacían sus padres”, —dice con nostalgia.
Ella viste con sobriedad, pero con detalles que evocan una época pasada que tanto Iker como Ainelys reconocen, como si su sola presencia los atara a recuerdos no del todo resueltos.
Durante la cena, sonríe, escucha, felicita.
Hace comentarios sobre cómo —“Es raro ver dos jóvenes compartiendo algo más profundo que el silencio en esta casa”.
Les habla de Elyrah como si la admirara, aunque de a poco, lanza pequeñas gotas de veneno. Su tono sutil, elegante, casi anecdótico, le pone una carga emocional que va directo al centro del vínculo que están formando: Mientras contaba una anécdota de la abuela y su esposo.
Con una seriedad y reflexión. —"¿Saben lo que más molesta a quienes controlan el poder? —Y ella les contesta un poco sonriente pero con sarcasmo.
— "Ver a dos piezas empezando a quererse porque eso desordena el tablero".
Hace un silencio. Sonríe. Bebe un sorbo de vino.
—"Y créanme, los tableros no se desordenan sin consecuencias."
Iker solo deja su tenedor y la mira. Sabe que algo no está bien. Ainelys lo observa y puede notar su reacción.
De repente Mireya se gira mirándolo con dulzura.
Apuntando al pasado de Iker. —"Tu padre también quiso cambiar las reglas y se enamoró de la persona equivocada. Y por amor, traicionó a la causa." "¿Vos creés que el amor justifica cambiar de bando, Iker?"
Ahora quien se ve más incómoda y empieza a sospechar es Ainelys.
Luego Mireya les propone seguir la charla en el gran salón. Una vez terminado de cenar, se dirigen al salón.
Donde como cada noche el hogar encendido envuelve cada rincón de ese helado salón de pisos de mármol.
Se puede escuchar el crujir de los leños y el vaivén del reloj de pies.
El majestuoso sillón colonial, es ocupado por la nueva visitante. Ellos la observan con detenimiento y ya no como alguien que vino de visita.
Mireya observa el cuadro de la chimenea,— se queda en silencio observando. Suelta un suspiró.
—Tu madre solía mirar así. Como si confiara en alguien. Y ya ves, eso la llevó directo a la desaparición."
Luego sonríe con falsa ternura y acaricia el borde de la copa como si nada,— "A veces el instinto no se hereda. Se paga."
Ella estaba satisfecha estaba logrando el efecto en los dos, como estaba planeado. Cada palabra dicha los va dejando pensativos y dudando de sus propias decisiones.
No se dicen, nada en el momento, pero al separarse donde deciden descansar.
Cada uno empieza a dudar si el otro le ha contado toda la verdad o solo está mujer era el cebo de Elyrah, que en estos momentos los había dejado solos por alguna razón oculta.
Ainelys en su habitación mira la foto de sus padres.
Iker, se puso a recordar fragmentos del informe que le dieron antes de llegar.
Y la astuta Mireya, mientras tanto, sonríe en su habitación, sabiendo que sembrar duda es mucho más eficaz que sembrar miedo.
En el departamento.
La abuela, había trazado un plan muy ambicioso y así, poder seguir manejando el tablero.
Sabía que ella utilizaría, incluso su apariencia amable o maternal, aunque le había advertido que debía ser precavida.
Porque en realidad la han enviado como una pieza estratégica, para destruir el vínculo que su nieta e Iker están construyendo.
Las órdenes fueron precisas y muy claras.
— Nunca aclarar demasiado.
— Hablar con frases que suenan importantes pero que no dicen mucho.
— Y si aún así no había reacción de ellos.
Más directa, pero siempre sutilmente. Amenazar para. que sepan cuan peligroso era su relación. Y hasta donde eran capaz de defender se.
La frase que todavía no fue dicha —"Saben, lo peligroso no es el enemigo. Es quien duerme al lado y aún no mostró todas sus cartas."
Mireya solo esperaba no tener que llegar a utilizar la última. No creía que ellos tuvieran una relación tan íntima, o eso fue su impresión.
No había visto signos de coqueteo o insinuaciones de ningún tipo y con ello llamar su atención.
Esa frase, la dejaría en suspenso. Si lograba ver un acercamiento como tal. Aunque si reconocía que Elyrah jamás se equivocaba.
Mientras está parada apoyada en el marco de su ventana y mirando el edificio más alto de la ciudad, sabe que está siendo observada en todo momento.
Y que Elyrah no hacía nada sin un objetivo. Por más que ella le había organizado todo, tenía la certeza que debía cuidarse. Con el poco trato que tuvo con los jóvenes, se dio cuenta que los dos, tenían algo más que el propósito de ser libres.
Estaba segura que habían heredado la astucia que muchos deseaban y jamás obtuvieron.
Por ello, mientras miraba como la luna aparecía en lo alto como anunciando que alguien más estaba por arriba de ella.
Que debía ser cuidadosa o un paso en falso sería su destrucción...
Continuará...
Gracias 😊 querida escritora @Λlι Cαя∂ιηαlι✨ ♥️ por actualizar 😌 sigamos apoyando con me gusta publicidad comentarios y regalos ☺️🌻
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