MonteSereno es un pequeño pueblo rodeado de montañas, tradiciones y secretos. Mariá creció bajo la mirada severa de un padre que, además de alcalde, es el símbolo máximo de la moral y de la fe local. En casa, la obediencia es la regla. Pero Mariá siempre vio el mundo con ojos diferentes — una sensibilidad que desafía todo lo que le enseñaron como “correcto”.
La llegada de los hermanos Kael y Dylan sacude las estructuras del pueblo… y las de ella. Kael, apasionado por los autos y el trabajo manual, inaugura un taller que rápidamente se convierte en la comidilla entre los habitantes. Dylan, en cambio, con su aire de CEO y su control férreo, dirige los negocios de la familia con frialdad y encanto. Nadie imagina el secreto que ambos cargan: un linaje ancestral de hombres lobo que viven silenciosamente entre los humanos.
Pero cuando los dos lobos eligen a Mariá como compañera, ella se ve dividida entre la intensidad de Kael y el magnetismo de Dylan. Mariá se encuentra entre dos mundos — y entre dos amores que pueden salvarla… o destruirla para siempre.
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Capítulo 16
Kael
Algunos días después...
Días pasaron. Y ella sigue inconsciente. Dylan, por otro lado, comenzó a hacer lo que se propuso. Inició una investigación al alcalde.
Y ahora, en este instante, estamos los dos en nuestra forma de lobo en la cima de una pequeña colina que nos da una visión amplia de la terraza del hospital.
Tomamos velocidad y en un salto calculado, como siempre hemos hecho en estos últimos días, saltamos hacia la terraza. El brillo del atardecer nos golpea, reflejándose en nuestro pelaje.
—¡Carajo! ¡Esto siempre es emocionante! —Digo ya volviendo a mi forma humana permaneciendo completamente desnudo, ya encima del techo.
La brisa de la tarde agita mi cabello, mientras coloco la mano en la cintura y observo el horizonte desde aquí arriba con una sonrisa estampada en mi rostro.
De repente siento la mano firme de mi hermano sujetar mi brazo y jalarme hacia abajo.
—¿Estás loco, Kael? ¡Quédate ahí en pelotas! ¿Estás pensando que estás en un videoclip de desnudos o qué?
Sonrío con su comentario, mientras comenzamos a vestirnos con la ropa haciéndonos pasar por enfermeros. Así es como lo hemos hecho en estos días para visitar a nuestra Mariá. Nos camuflamos de enfermeros regentes en este hospital.
—Ah, ¿qué pasa, hermano? Estaba buena la brisita en el...
—¡Por el amor de los dioses! ¡Cállate! —susurra Dylan interrumpiéndome, dándome un golpe en la cabeza.
Aún sonriendo, ya debidamente vestidos, comenzamos a adentrarnos en el hospital por una abertura secreta que encontramos.
Luego salimos en la sala del conserje que más parece un cubículo. Camino hasta la puerta y saco la cabeza hacia afuera. Evalúo el pasillo.
—La barra parece estar limpia. —Digo bajo volteándome hacia mi hermano.
Él me mira atento y pregunta:
—¿Estás seguro? Recuerda aquel día que el alcalde dejó algunos hombres de vigilia aquí, ¿eh? ¡Casi nos atrapan!
Ruedo los ojos y me alejo de la puerta al responder:
—Mira por ti mismo entonces.
Él se acerca lentamente a la puerta y espía hacia afuera.
—Cierto, la barra parece realmente limpia. Ya podemos salir.
En eso abrimos la puerta con todo y en el momento en que salimos, tropezamos con el conserje. Él casi cae, pero yo lo sostengo.
—¡Opa! ¿Está todo bien ahí, señor? —pregunto soltándolo poco a poco.
Él nos mira. El ceño fruncido y dice:
—Estoy bien, gracias. Pero nunca los había visto por aquí.
Dylan se apresura tomando la delantera al responder:
—Es que somos nuevos aquí. Los enfermeros residentes más nuevos. Nos estamos adaptando al hospital aún.
El señor asiente, se encoge de hombros y se despide dejándonos atrás mientras camina hacia su sala.
—¡Vamos! No queremos llamar aún más la atención. —Dice mi hermano.
Y así seguimos hasta la habitación, 302. Yo abro la puerta suavemente y mi hermano vigila el pasillo. Así que noto que no hay nadie en la habitación, entramos, cerrando la puerta con llave luego.
Y aquí está ella... acostada en esta cama como si estuviera solo durmiendo. Me acerco retirando la máscara de mi rostro. Los equipos emiten constantemente los pitidos rítmicos. Mientras su pecho sube y baja evidenciando que aún está viva.
Mi corazón se acelera, mi propio pecho sube y baja en un ritmo frenético. Mi hermano se acerca al otro lado de la cama. Y cada uno de nosotros dos sujetamos una mano de ella.
—Hola Mariá... —digo en susurro. —Estamos aquí y no desistiremos de ti.
—Jamás... —completa mi hermano. —Eres nuestra compañera Mariá, y aunque nos rechaces, aún así lucharemos por ti, aunque sea en los bastidores de tu vida.
Mientras sujetamos su mano, yo lanzo una mirada significativa a mi hermano. Él me devuelve la misma mirada repleta de certezas del camino que comenzamos a trazar.
Pero la angustia me asola y dirijo mi mirada al rostro sereno de ella en esta cama.
—No sé si aguantaría si ella me rechazara, Dylan. Ella está grabada en mi corazón como fuego en la piel. Eso me quema por dentro, hermano. —Susurro para él, pero suena más para mí mismo.
La respuesta de él no viene de inmediato. Pero cuando llega, percibo su voz embargada. Como si tragase saliva. Entonces él dice:
—Lo sé. Pero si ella nos rechaza tendremos que aceptar, Kael. A mí esa idea también es aterradora. Mi corazón late y duele solo de pensar en tal idea. Como si una daga cuajada de vidrios afilados y puntiagudos atravesara mi corazón, destrozándome.
En eso oímos voces allá afuera. Movimiento en el pasillo.
—Vamos. Necesitamos irnos. —Dice Dylan retirando una flor blanca del bolsillo de su bata y colocándola al lado de la mano de ella.
Él besa suavemente la frente de Mariá y dice susurrando:
—Yo estuve aquí.
En este instante suelto el aire pesadamente y hago lo mismo, tomo la flor roja que traje depositándola cerca de su mano la cual yo sujetaba.
—Yo también estuve aquí. —Digo besando la parte superior de su cabeza.
Al alejarnos, paramos por un momento observándola antes de salir con la certeza de que esta historia entre Mariá y nosotros dos aún es incierta. Pero una cosa es cierta: iremos hasta el final. Sea él cual sea.