Ivin quiere lo mejor para su familia y por eso esconde un secreto: por las noches es dama de compañía. Durante una noche de trabajo, se reencuentra con su crush de toda la vida. ¿Qué podría pasar cuando tu primer amor te confiesa estar enamorado de ti, pero tú estás en alquiler para otros hombres? ¿Por qué el amor es difícil a veces? ¿Por qué estamos aquí? ¿Por qué el amor no siempre nos salva?
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EN UNA VISITA INESPERADA
—¿Quieres beber un poco de cerveza? La pedí para ti, por eso está lleno el tarro —su acento era pronunciado, entre norteño y supernorteño.
Siempre me ha parecido muy atractivo el acento de los del norte del país. ¡Como si sus palabras fuesen parte de una canción sincera! Aparte de que, la mayoría de los norteños, suelen ser muy directos y francos a la hora de hablar.
—¡Ah! Gracias, suelo beber muy poco en realidad.
Me ofreció el tarro de cerveza que estaba lleno.
—¡Tranquila! Si no te la acabas, pues yo te ayudo. ¡Aquí me tienes!
—Gracias —sonreí ligeramente.
—Para servirte.
Atraje el tarro de cerveza a la orilla de mi lado de la mesa.
—Tienes una forma muy agradable de hablar para ser escort —dijo de repente.
¿Educada? ¿Cómo lo había notado?
—¿Lo crees? —Enarqué mis cejas.
—Sí, bueno, antes había salido con una o dos escorts en mi tierra, pero nada que ver contigo. ¡Me has impresionado en tan poco tiempo! Como que estás muy fina.
¿Estoy muy fina? Sonreí. Te digo que los del norte siempre son más abiertos a hablar y su franqueza, no inventes, me desarmo por escuchar su franqueza. ¡Algo estaba demasiado bien en el ambiente!
—¿De qué parte de Jalisco eres?
—Soy de Tequila.
—He escuchado de ese lugar, vi qué hay como una zona donde la gente puede dormir, pasar el rato en barriles gigantes de tequila. ¿Son de verdad esos barriles?
Sonríe, es obvio que cuando una persona deja su lugar de origen, la nostalgia es de lo más grande y puede llegar a ser sumamente aplastante el extrañar todo lo que dejo atrás.
—Sí, aunque en realidad esos barriles están vacíos, si estuvieran llenos de tequila la gente no podría dormir dentro. Es un lugar muy bonito. ¿Nunca has ido para allá?
—No. Solo he visto fotos en Instagram.
—Pues te diría que te llevo, pero ahora, ando por acá. ¡Ni modo!
¿Llevarme a su tierra? Eso fue muy rápido e inesperado. Seguro era su nostalgia. ¿Debía tratar de interesarme por él y sus sentimientos? ¿Averiguar más sobre su estadía aquí o no ser tan entrometida?
—Espero que tu estadía en Puebla sea de lo más agradable y que al final puedas sentirte como en casa.
Le sonreí. Jonatán correspondió con otra sonrisa. ¿Qué era todo esto?
No con todos los clientes mi carácter era igual. En esta noche mi situación era completamente diferente a los encuentros que los hombres a veces pedían. ¡Así es! Yo era la mujer nocturna, la dama que acompaña y calla. ¡Un accesorio por el que pagaban para lucir más poderosos! Pero esta noche fue diferente. Yo lo sentí desde el momento en que me senté frente a Jonatán. ¡Aquí había más que solo una dama de compañía y su cliente!
Era como si solo estuvieran dos personan hablando de la vida y sus intereses.
—Pues solo llevo dos días aquí y me parece que es una ciudad bonita y muy diversa.
Asentí.
—Sí, es un poco grande, pero no tan grande como lo es Guadalajara o Ciudad de México.
—Creo que cada lugar tiene lo suyo.
Di un trago de cerveza y el sabor dulzón amargo recorrió mi garganta. Sus ojos estaban bien puestos en mi boca.
—Cuéntame sobre ti. ¡Tengo curiosidad por saber más sobre una muchacha tan linda como tú!
Su petición me tomo por sorpresa. Regularmente, nadie está interesado en conocer esa parte de mí, lo que es toda mi realidad.
—Pues tengo dieciocho años, actualmente no estoy estudiando, trabajo, hago varias cosas. Una de ellas, pues es esto de ser escort y me gusta pintar. El arte me apasiona.
—¿Eres artista?
Enarca sus cejas con un movimiento muy atractivo, me regala una sonrisa.
—Algo así. Me gustaría serlo en un futuro.
—¿Tienes fotos de tu arte?
—Si yo...
—¿Me las enseñarías? Claro, si no te molesta —parecía que le interesaba conocer mi trabajo, noté sus ansias.
—Si te las enseñaría, pero la neta es que se me acabo la batería, así que mi celular murió.
Mentí, no me sentía lista para compartir esa parte íntima de mí con un hombre al que apenas estaba conociendo. ¡Mi arte era parte de mi intimidad! Mis pinturas eran la fragilidad de expresarme sin miedo. ¿Sentimientos crudos?
—No te preocupes, ya será en otra ocasión.
¿Habría otra ocasión entre nosotros? Sonreí para aparentar tranquilidad.
—Sí, bueno...
—¿Puedo preguntarte algo?
—Claro.
—Dices que tienes dieciocho años y deberías estar en la escuela.
—Aja.
—¿Por qué no estás estudiando?
De pronto sentía que la plática estaba tomando un rumbo diferente a lo que yo estaba acostumbrada. Dejé escapar un suspiro.
—Pues porque a veces no todo sale como se planea.
—¿No aprobaste?
Sonreí.
—No fue eso, si aprobé. La verdad es que...
—¿Gustan algo más para botanear? —pregunto el mesero—. Esta es la carta.
Jonatán se me quedo mirando y se le veía muy despreocupado. ¡El mesero me había salvado de dar explicaciones!
—¿Quieres una hamburguesa? —Fue atento.
—Sí. ¿Tú tienes hambre? —Enarque mis cejas junto a una sonrisa suave.
...🦋🦋🦋...
—¿Descansaste bien? —Me pregunta mamá.
Está preparando el desayuno.
—Sí. Pero amanecí con un ligero dolor en la garganta.
—¿Te destapaste mientras dormías?
—No. Pero quién sabe por qué amanecí con ese malestar.
Son las diez de la mañana. Huele a huevos con chorizo y ayudo a mi madre a calentar las tortillas.
—La madre de Manuel me invito a su casa.
—¿A qué hora irás? —Le pregunto a mi madre.
—A la una de la tarde.
—¡Me alegro por ti! Que bueno que saldrás con tu amiga.
Ella apaga el fuego de la hornilla y lleva el sartén al centro de la mesa.
—Iré a llamar a tu padre. ¿Tus hermanos no han despertado? —Pregunta ella.
—No. Creo que no.
—¡Esos chamacos! —Y se va de la cocina.
Continuo calentando tortillas y una notificación de mi celular captura mi atención.
MANUEL: ¡Hola! ¿Cómo estás? 😁
IVIN: Hola. ¡Buenos días! Estoy bien. ¿Tú, qué tal? 🙃
MANUEL: Que bueno que estás bien. ¿Estás en tu casa?
IVIN: Sí. Aquí ando.
Volteo las tortillas en el comal, ligeramente me quemo la llena de mi dedo índice. El timbre suena, una notificación también.
**MANUEL:** ¡Genial! 😉
Apago la estufa. Acomodo el tortillero en la mesa y salgo para ver quién toca el timbre. Abrí la puerta, el sol está iluminando un buen día, mi garganta duele ligeramente y su sonrisa me sorprende.
¡Está aquí! ¿A qué ha venido?
Los latidos de mi corazón comienzan a agitarse y siento un poco de calor en mi cuerpo. ¡¿Qué me está pasando?! Me obligo a calmar mis emociones, no debo tambalear ante él.
—¡Entra! Está abierto —le digo tras ver que el candado está abierto sobre el portón de malla.
Me hace caso. Viste una playera negra holgada, un pantalón de mezclilla y tenis blancos. Se detiene frente a mí. ¡Yo sigo en pijama!
—¡Buenos días, Ivin! —Manuel sonríe con amplitud.
—¡Hola, Manuel!
—Vine a verte —y entonces me ofrece una flor recién cortada. ¿De dónde la sacó?
Todo parece indicar que la escondió en el bolsillo trasero de su pantalón. ¡Un clavel amarillo!
—¡Gracias! —Me siento conmovida por su detalle y nuestras miradas se funden en un momento agradable.
Él me mira con mucha atención. Yo sigo obligando a mi corazón para que no desfallezca ante los nervios.
—Quise venir a verte. ¿Cómo sigue tu moretón?
—Bueno, ya...
—¡Hola, Manuel! Pasa. Desayuna con nosotros —mi madre lo invita.
Escucho la voz de mis hermanos y papá, él se queda mirando detrás de nosotros.
—Ivin —la voz de papá me hace sonreír.
—¡Buenos días, papá!
—¿Él es el muchacho con el que te vas a casar? —La pregunta de mi padre me hace ruborizar.
Sentí alegría, vergüenza y nostalgia. Papá me miraba con mucha inocencia.
—No. Él es Manuel. Es mi amigo —me atrevo a informarle.
—¡Buenos días, don Pedro! ¿Cómo está usted? —Manuel se acerca a saludar a papá.
Estrechan sus manos, papá parece emocionado y siente como si hubiera conocido a Manuel por primera vez.
—Vengan a desayunar —nos llama Emilio, mi hermano, el de en medio.
Cierro la puerta y me acerco a la cocina con el corazón lleno de sentimientos encontrados.