La Fuente Del Amor

Eric la acostó sobre la hierba suave y verde, salpicada de pequeñas flores rosadas del árbol de acacia. El perfume de ese lugar era simplemente embriagador. Se tumbó sobre ella, besando su cuello, y aspirando su olor, bajando por sus pechos, apretándolos con pasión, lamiendo sus pezones y jadeando de locura. Vita, debajo de él, se deleitaba, arqueándose de deseo. Con las piernas abiertas, sentía el miembro firme de Eric rozar su entrada, lo que la volvía loca.

No aguantando más, tomó su maravilloso miembro y lo metió dentro de ella, largando un suspiro ronco de excitación. Aprieta los muslos de Eric, enterrándolo más en su interior. La voz ronca de Eric inunda sus oídos. "Te amo, Vita, te amo, te amo", penetrando no solo su cuerpo, ni su corazón que ya era suyo, sino también su alma que, sin saberlo, se estaba uniendo a él en algo más que sexo. Dominada por la lujuria, repetía: "Dame más, Eric". Él se giró, dejándola encima de él. Vita, poseída por una fuerza extraña, comenzó a cabalgar desenfrenada, buscando satisfacer su hambre que la ahogaba, y la de su amante, quien, tomándola por las caderas fuertemente, la estampaba contra su miembro deseoso de explotar dentro de ella. Eric amasaba los pechos delante de sus ojos, que ardían con un fuego latente que ya no aguantaba. Casi en un susurro, "Vita: Vente conmigo, mi amor", dijo al momento que explotaron en gritos y gemidos desesperados de un amor pausado por la tragedia. Abrazados, sus latidos gemelos fueron relajándose, acompañados de suaves caricias. "¿Eric, puedo quitarme la venda ahora?". Él, con los ojos dudosos, respondió: "Por favor, no te asustes, te lo explicaré todo". Y sentándose frente a él, le desató la venda para que cayera suavemente.

Entre la claridad que la deslumbraba de repente y la presión del momento que acababan de compartir, a Vita le costó asimilar la imagen que tenía ante sus ojos. Miró fijamente, y lo que vio la hizo palidecer. "¿¡Quién eres!?" exclamó, cubriéndose instintivamente y echándose hacia atrás. Eric levantó ambas manos al aire en señal de rendición. "¡Cálmate, mi amor, soy yo, soy Eric!"

Vita se puso de pie de un salto, recogiendo rápidamente su ropa para vestirse, mientras lo observaba con horror. Eric se levantó también, y ella lo vio allí de pie: su cuerpo era más corpulento que el de Eric, más musculoso y... automáticamente desvió la mirada para no ver su virilidad. "Vita, por favor, no tengas miedo", suplicó Eric. "Por favor, cierra los ojos y escucha mi voz. Soy yo, solo que en otro cuerpo." Eric se acercó sigilosamente y tocó su hombro, apretando apenas para que lo sintiera. Vita se estremeció. "¿Cómo sé que eres tú? ¡No te ves igual!", replicó, girándose lentamente para entender.

Eric tomó sus manos entre las suyas, dejando caer la ropa que aún sostenía. "Mírame, mi amor, mírame a los ojos, reconóceme", ledijo con la voz cargada de emoción. Vita lo miró fijamente y se concentró en sus ojos, que no eran del mismo color de Eric, sino grises, muy cálidos, como los suyos. Y sí, allí lo sintió, sintió que era él. "Dime algo que solo sepas tú", le pidió con el corazón en un puño. Lo miró con los ojos llenos de dolor y lágrimas amenazando con caer. Eric sufriendo de igual manera. "Mi amor", comenzó, "puedo decirte que me enamoré de ti esa noche en el bar, cuando mirabas al suelo buscando el pase VIP que habías perdido. Te ofrecí pagarlo y me presenté..."

"Luego me colé en tu auto para que me llevaras a casa, solo para pasar tiempo contigo". "Esa misma noche nos encerramos en el ascensor y te robé el más sabroso de los besos". Que aún al día de hoy me arde en el corazón". "La primera vez que hicimos el amor no sabía que eras virgen, pero apenas me di cuenta te cuidé y te traté como mimíerla más preciada". "Hasta el día que aparecio ese Ortiz te salvé de él diciendo en voz alta que eras mi prometida porque así lo sentía, así lo quería, te quería mía para mí. Pero no pude hacerlo". Vita lo miraba con ojos rojos de contener las lágrimas. "Si no me crees ve y pregúntale a Valentín. Dile que te diga lo que le pedí que haga para la noche que teníamos que vernos. El mismo día en que morí". Vita cerró los ojos con dolor al recordar el horror que vivió. Y dejó caer por fin las lágrimas que tanto contuvo.

"¿Qué le pediste?"

Eric Mirandola de frente, sosteniendo sus manos y con el corazón desbordado de desesperación por no saber qué impacto tendría en ella todo lo descubierto. Respondió lentamente: "Le pedí que recogiera un anillo de compromiso que compré para ti e hice grabar mi amor en él".

Vita se mareó, pero Eric se acercó más y la sujetó diciendo: "Soy tu Salvador, mi amor, recuerda eso".

Al abrir los ojos, estaba llorando. Miró a su alrededor y no había nadie. Se puso en pie, dándose cuenta de que Eric no estaba. Se había quedado dormida en el árbol y soñó con Eric, ¡un sueño dulce, candente y demasiado real para no creer en él!

Se dejó caer al suelo, vencida, porque la realidad de la ausencia de Eric era horrible. No quería vivir en un mundo donde él no existiera. Lloró desconsoladamente.

De pronto, de pronto su mirada se posó en una camiseta blanca, la camiseta que Eric tenía en su sueño! "¡No! ¡No puede ser verdad!", soltó con la voz empapada de alegría y tristeza, de incertidumbre y una pizca de confianza. Miraba a lo lejos, en todas direcciones, y no lo veía. Miró hacia la casa y, de pronto, recordó: "¡Valentín!", dijo, y salió corriendo a encontrarse con él.