Bertha

Amor, debemos hablar, le dijo Bertha a Marco el día que le tocó descanso.

Pues tú dirás, le contestó él.

Yo sé que tú eres muy joven, por lo menos, más que yo. Ya mi cuerpo no me responde, me duele todo. Yo sé que tú tienes necesidades. Yo no te puedo obligar a que estés conmigo.

No digas eso, nadie me tiene a la fuerza. Mientras yo viva, te cuidaré.

Gracias, amor, pero no es justo que desaproveches tu sexualidad conmigo que ya no te sirvo para nada.

Bueno, hay muchas maneras de complacer a un hombre. Le dijo Marco guiñándole un ojo.

Marco se quitó la ropa, y acercó a ella, seductor.

Ella lo observó con ojos brillantes. El tipo estaba muy en forma. Ella le dio caricias con la boca. Marco se sentía elevar a cielo. Tal vez ella estaba muy cansada, pero eso no la impedía a darle sexo oral.

Después, él la complació a ella de igual forma.

Pero yo soy de mente abierta, y si te gusta una mujer pues adelante. Yo no me voy a enojar. Si te quieres ir, puedes hacerlo. Tú decides.

Está bien, cualquier decisión que tome te lo haré saber.

A Bertha le gustaba mucho el sexo opuesto. Y no se iba a detener ante nada. No le importaba el qué dirán.

A ella le gustaba tomar con Marco, él le seguía el juego. Cada que él descansaba era seguro que tomarían.

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Marco estaba trabajando.

Hola, ¿ya no me quieres hablar?

¿Otra vez tú, Romina?, ya déjame en paz. Tú ya andas con Pepe, ¿crees que no me he dado cuenta?

Eso no es verdad, le espetó ella.

Bueno, no importa, tú puedes andar con el que quieras, pero conmigo no cuentes.

Marco la dejó sola rumiando su coraje.

Romina se mordió el labio inferior en señal de desconcierto.

¡Maldito creído!

Romina estaba muy enojada porque Marco la había mandado a freír espárragos.

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Por esos días entró una chica nueva, Marco enseguida le echó el ojo.

La supervisora le dijo a Gisela que iba a estar con Marco, quien no perdió tiempo para coquetear con ella.

¿Cómo te llamas?

Gisela, le dijo ella.

Yo soy Marco. Y estaré contigo y te enseñaré lo que haremos.

Bueno.

Desde el primer día que Gisela entró a trabajar, Romina la vio con ojos de pistola.

"Esta vieja me quiere ganar a Marco. Cree que no me he dado cuenta. Maldita coqueta, pero si se halló bien con él. Estúpida", eran los pensamientos de Romina.

En tan solo dos semanas que tenía trabajando ahí, Gisela ya se había ganado el corazón de Marco.

Pero eso era algo que Gisela no se lo había propuesto. Ella solo iba a trabajar.

Pero Marco no se daba por vencido. De verdad le gustaba Gisela, tenía la mirada limpia, y era muy alegre y platicadora.

Cuando no estaba Belén, la supervisora, Romina tomaba el mando. Ese día le tocó descansar, Romina mandó a buscar a Gisela.

¿Me mandaste llamar?

Quiero que me barra todo el estacionamiento, con eso tiene para varias horas.

Está bien, dijo Gisela.

Marco la vio y se ofreció a ayudarla y entre los dos terminaron rápido.

Romina habló con Marco.

Yo no te dije que barrieras, ese trabajo era para Gisela.

Sí, pero yo quise ayudarla, era mucho trabajo para ella.

Y tú muy acomedido, ¿no?, dijo Romina, evidentemente muy molesta.

Bueno, ¿qué te traes?, ¿acaso estás celosa?

¿Y por que habría de estarlo?, tú ya no me importas en absoluto.

Entonces, ¿por qué te ensañas con Gisela?

¿Qué quieres, que la trate con honores? Si no quiere trabajar, puede irse.

¿Por qué la tratas así?, ella no te hace nada.

Yo no la trato de ninguna manera, solamente es trabajo. Y ve a lavar las escaleras porque están muy sucias en vez de estar discutiendo aquí, que todavía no me voy. Ah, que te ayude Gisela, así como tú lo ayudaste a ella.

A Marco lo habían cambiado de turno, ahora estaba de tarde, su salida era a las 9:00 pm. Al igual que Gisela.

Los otros compañeros salían a las 3:00 pm.

Ya casi era hora de su salida.

A las tres en punto se fue toda la comitiva, quedando solo Gisela y Marco.

Vente, vamos a descansar un rato.

Ambos se fueron a un pequeño cuarto que hacía de séptico (lugar donde se guardan las cosas de limpieza).

Esta Romina es muy pedante, ¿verdad?, dijo Marco, ofreciéndole una botella de agua.

Sí, siento como que le caigo mal.

Está celosa porque no le hago caso.

Oye, eres un don Juan, le dijo ella, divertida.

Yo andaba con ella, pero me cambió por Pepe, el viejito que está en los cartones.

¿Y eso?

Pues él le da más dinero que yo.

Ay, ¿a poco?

Sí, ella se va con el que le da más dinero.

Y, ¿estás enojado?, ¿la amas?

Por supuesto que no. Solo la manoseaba.

Luego, Marco sacó su celular y le mostró algunas fotos de varias mujeres semidesnudas.

Mira ella es Romina.

Ah, órale, qué atrevida.

Ella me manda fotos varias veces por semana.

¿Por qué te las manda?, preguntó Gisela solo por curiosidad.

Solo para que las vea.

Pues qué loca.

Y sin pensarlo Marco se apoderó de los labios de Gisela, y le dio un beso muy apasionado.

Gisela al principio se desconcertó, pero fue solo un lapso de segundo, porque enseguida le correspondió.

Hubieran hecho el amor ahí, pero Gisela se separó, aduciendo que estaban en el trabajo.

Te amo, mi chiquita.

¿Cómo me vas a amar si apenas me conoces?

Aunque no me creas, es amor a primera vista. Te amé en cuanto te vi.

Marco fue conquistando a Gisela con el paso de los días.

Elma ya sabía que Marco vivía con una señora mayor, pero él le había dicho que no tenían nada, porque la señora era muy mayor.

Gisela le creía, Marco era muy tranquilo, nunca lo veía enojado, a todo decía que sí. Además, la trataba como una reina.

Prácticamente, era el sueño de muchas mujeres.

De tanto y tanto, Gisela terminó por enamorarse de él, pero aunque no tenía nada que ver con Bertha, él vivía en su casa, con ella.

Amor, ¿qué crees?, le platiqué a Bertha de ti y quiere que vayas a comer con nosotros.

¿De verdad?

Sí, ella te invita de corazón.

¿Le dijiste lo nuestro?

No, le dije que eras una amiga.

Ay, ajá. Bueno, a ver si no me mata, jajaja.

Ya verás que no, es muy buena persona.

Si tú lo dices.

Claro que sí.

Bueno, mañana voy, ¿está bien?

Sí, le vas a caer bien.