La Niñera De Mi Sobrino

"Me desperté un poco tarde debido al terrible dolor de cabeza. Me estaba recuperando, pero aún sentía un poco de dolor, una punzada aguda en el costado de la cabeza. Caminé hacia Arthur y no estaba allí, me preocupé, me puse mi bata y subí las escaleras para hablar con Daniel, pero me encontré con la escena más hermosa que había visto en estos días.

Pude escuchar las risas de Arthur, me acerqué un poco más, pero me mantuve oculta, no quería interrumpir ese momento mágico entre ellos. Esas risas llenaban la casa, era tan agradable de escuchar. Una sonrisa tonta se dibujó en mis labios al verlos tan felices y animados. Arthur había sufrido tanto en estas semanas, se merecía salir de esa oscuridad que lo rodeaba.

Arthur estaba jugando a la pelota con Daniel, estaban sentados en el suelo uno frente al otro, con las piernas abiertas, pasándose la pelota. Presté atención, eran dos pelotas, Arthur lanzó una, mientras que Daniel lanzó la otra. El ganador era quien la agarrara primero y no dejara que se escapara, y Daniel lo hizo. Me di cuenta, se inclinó para recoger la que se le escapó.

— Perdiste. — Arthur sonrió y se dejó caer hacia atrás. Me tapé la boca para no reírme demasiado fuerte.

— Porque hiciste trampa. — informó Daniel.

Daniel tenía el pelo ligeramente revuelto, solo llevaba una camisa social blanca, con las mangas remangadas y los pies descalzos. Cualquiera que lo viera diría que estaba bastante relajado, pero su rostro indicaba lo agotado que estaba.

Después de recoger la pelota que se le escapó, volvió a acomodarse y miró a Arthur frente a él:

— Vamos a intentarlo de nuevo. Esta es tuya. — Daniel entregó la pelota a Arthur. — Y esta es mía, que empiecen los juegos. — dijo lanzando la pelota a Arthur, y el pequeño hizo lo mismo, lanzó la pelota a Daniel.

— Vamos a traer más pelotas. — dijo Arthur levantándose del suelo, corrió hacia el cajón del armario, lo abrió y sacó otra pelota, pero esta vez más grande, y luego volvió a sentarse.

Presté atención a Arthur, que se preparó para lanzar la pelota a Daniel. Mi sangre se congeló, estaba lista para intervenir, pero me detuve cuando Daniel habló:

— ¿Qué pasa si lanzas la pelota?

Arthur bajó los brazos pequeños y lo miró.

— Se acabó.

— Así es, chico. ¿Entonces crees que puedes ganarme con tres pelotas? Soy mucho más rápido que tú, mucho más rápido. Prepárate para perder.

— ¡Atacar! — dijo Arthur lanzando las dos pelotas hacia Daniel, mientras que él solo lanzó una. Las pelotas rodaron hasta que Daniel fingió tropezar y dejó que las pelotas pasaran por debajo de su pierna.

— Gané. — Arthur agitó las manos en el aire y luego se levantó saltando varias veces, cantando su victoria.

Empecé a reír por su entusiasmo y lo feliz que estaba por haber ganado. Al verlo interactuar así, salí de puntillas y fui a la cocina, me serví una taza de café que ya estaba listo y luego agarré un libro para leer. Los dejé solos, Arthur tenía que conocer a su tío y eso le haría mucho bien.

Escuché algunos pasos acercándose y los sonidos de Arthur, que aún celebraba su victoria, lo que me hizo mirarlos.

— Buenos días, señorita Katrina, ¿no quieres unirte a nosotros? — Preguntó Daniel. Dejé el libro a un lado y lo miré.

— Gracias por la invitación, es bueno verlos a los dos llevándose bien. — Le mostré una sonrisa. Arthur vino hacia mí, me abrazó y le di un beso tranquilo en su pequeña cabeza.

— Sí, eso también me sorprendió. — Daniel me miró con una mirada inescrutable. — ¿Ya tomaste café?

— ¡Sí! — Confirmé.

— Eres un chico tan alegre y feliz. — Le dije haciendo cosquillas al pequeño, viéndolo sonreír. — Ven aquí, tengo algo para ti. — Le dije, dándole muchos besos mientras sonreía.

Quería hacerle muchas preguntas a Daniel, pero cada vez que pensaba en hacerlas, mi corazón latía con fuerza en mi pecho, porque no sabía cómo reaccionaría. Sé que a él no le gusta hablar de sí mismo y mucho menos de su vida, pero tenía que decir esto.

— Perdóname, Daniel, por hacer esta pregunta. Sé que no tienes experiencia con niños, pero quería dejar claro mi agradecimiento por darle el cariño y amor que Arthur necesita. También quería saber si este afecto es parte de tu carácter, algo que ocultas y no quieres mostrar, o si es solo un deber de tío. No necesitas responder si no quieres.

Mi corazón latía con fuerza, parecía que en cualquier momento iba a tener un ataque al corazón.

Daniel me miró con una mirada fría y sentí que había entrado en un área inaccesible de su persona.

— Has cruzado una línea con tu pregunta, Katrina. Creo que mi vida no es lo importante aquí, estás conmigo por mi sobrino. — Dijo deslizando sus manos en los bolsillos del pantalón.

— Perdóname por mi intromisión, tienes razón, pero esta pregunta tiene que ver con Arthur. He cuidado de todo lo que tiene que ver con él. Él es solo un niño que necesita mucho amor y afecto.

— ¿Dudas de algo sobre mí? No pongas a prueba mi carácter. — Dijo, la frialdad aún estaba en su mirada.

— Solo no quiero que Arthur sufra más de lo que ya ha sufrido, eso es todo. — Expliqué.

— Arthur es un Armstrong. — Dijo. — He sufrido, Andrei ha sufrido, eso es parte de la vida, quieras o no, Katrina. — Ahora sus ojos reflejaban tristeza. — Sobreviví a esa dolorosa infancia y sigo vivo. Todo esto sirvió para que me volviera aún más fuerte, porque fui fuerte cuando tuve que enfrentar el dolor y el rechazo desde que era un niño, y me volví aún más fuerte porque superé todo.

— Entiendo la importancia de esas lecciones. — Dije, aunque había ofendido a Daniel. Arthur es un niño que merece a alguien que luche por él, que no le permita sufrir solo porque su padre o tío sufrieron.

— Con un poco de suerte, no tendrá que sufrir mucho más tiempo. — Dijo adoptando una postura firme y fría.

El sufrimiento no es algo que deba heredarse.