En una época donde la alta sociedad, la reputación y las apariencias determinan el estatus de las personas, una joven Baronet se inscribe a la escuela más prestigiosa donde la crema y nata de la sociedad se reúnen para forjar a los futuros nobles y gobernantes del reino. Ahí tendrá que sobrevivir a los abusos y humillaciones de sus compañeros para ganarse un lugar dentro de la alta sociedad y recuperar el honor de su familia que ha sido pisoteado desde hace tres generaciones.
Pero sus planes podrían verse afectados con la repentina aparición de fenómenos paranormales y eventos más allá de la comprensión humana, que asolan la institución. Y que aparentemente iniciaron el mismo día que conoció a un conde atractivo, de figura galante y atractivo sobrenatural.
¿Qué misterios ocultan sus ojos carmesíes y su cabello negro como la obsidiana?, ¿será nuestra protagonista capaz de sobrevivir entre las fauces de dos bestias hambrientas?, ¡échale un vistazo a esta historia de romance y terror!
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Capítulo 18: Lo que mis ojos vieron.
Natasha Snow se había quedado dormida, ahí mismo, en medio del bosque, recostada en el tronco seco de un roble, bajo la sombra que le proporcionaban los árboles vecinos. Estaba exhausta y las vendas que cubrían sus heridas aún estaban empapadas con su sangre azul. Pero el dolor no fue impedimento para que tuviera un boleto directo al reino de los sueños, en dónde su plano onírico revivió a la perfección cada fragmento de los recuerdos de lo que había ocurrido durante la madrugada. Todo era tan vívido y tan explícito que fácilmente podría ser el mundo real.
Y frente a ella estaban los cadáveres de sus compañeros de clase, esparcidos a lo largo del corredor principal de la mansión del conde Reagan, que estaba destruida y completamente a oscuras, al punto en el que las sombras parecían expandirse hacía el infinito.
A lo lejos escuchaba los alaridos de los Ghuls, que chillaban y aullaban con desesperación, mientras otras criaturas ladraban y gruñían, en una lucha contra ellos. Y también alcanzó a escuchar los gritos de sus víctimas (compañeros de clase que ella conocía perfectamente). Aún así se adentró en la oscuridad, sin miedo alguno, abriéndose paso entre los escombros y obstáculos que no podía ver, sintiendo cada vez más el peso de la infinidad, como si nunca fuese a llegar al final. Pero se detuvo, tan pronto como escuchó el chapoteo bajo sus pies y entonces tuvo la sensación de un cuerpo líquido que le llegaba hasta los talones.
Luego le llegó el nauseabundo olor a podrido, que atacó su olfato como un gancho al rostro. Quiso vomitar, se dobló sobre su estómago y su garganta comenzó a arder, una y otra vez trató de regurgitar pero fue en vano.
No es posible vomitar en el reino de los sueños.
Estaba a ciegas y no tenía la menor idea del lugar en el que estaba parada, pero utilizó su sentido del tacto para identificar el líquido: era espeso y pegajoso, y la peste provenía de ahí. Esa era la sangre de los Ghuls, era demasiada; el pasillo estaba inundado.
Luego los gritos cesaron, y un fuerte estruendo sacudió las paredes a su alrededor. Y escuchó un grito muy agudo, que provenía de una voz muy familiar. Y frente a ella surgió una luz carmesí que se movía por el pasillo de un lado a otro, cuya sensación era muy cálida, como los rayos del sol.
Natasha Snow cerró los ojos, y se fue desvaneciendo hasta que finalmente cayó de espaldas, en el charco de sangre de monstruos que entró por los orificios de sus oídos, y que al momento de caer súbitamente, salpicó hasta filtrarse por su boca y por sus fosas nasales. Y ahí mismo, dentro del reino de los sueños ella durmió.
Para cuando abrió los ojos ella estaba en el salón de fiestas, pero esta vez no se trataba de un sueño, estaba reviviendo lo ocurrido hace tan solo unas horas:
Ahora se encontraba del otro lado de la habitación, exhausta e incapaz de mover un dedo al ver a su compañera: Lisa Bellstar, quien permanecía en el suelo, con una mirada de terror absoluto mientras los Ghuls se acercaban. Su compañera estaba a merced de las mordidas tóxicas y del hambre insaciable de los Ghuls. Sus ojos oscuros y saltones estaban sobre ella, y sus risas burlonas no faltaron. Lisa Bellstar iba a morir en ese instante y no había nada que la futura condesa pudiera hacer para cambiarlo.
– Esta no tiene buena pinta –dijo el líder de los Ghuls. (El que había sido el hombre rudo y tatuado)–. No es como los demás, su sangre no es pecadora... No es muy apetecible.
– Es un terrón de azúcar –añadió su compañera. (La que había sido la mujer demacrada)–. Es tan buena y tan pura que me empalaga... *puaj* me enferma. ¿Qué hacemos con ella?
– Trató de desafiarnos, eso no lo podemos pasar por alto –dijo otro de los Ghuls, y tapó su nariz para no oler el dulce olor que desprendía Lisa Bellstar–. Solo mátenla y volvamos a lo nuestro.
– Si fuera humana otra vez, sentiría pena por ella. En fin, así es la vida, las desgracias caen sobre personas buenas y malas por igual.
– Esto no es nada personal, al menos no contigo niña, espero que te consuele un poco el saber que tú, de entre todos los que asistieron a esta fiesta, serás la única que llegará a las puertas del paraíso.
Y el Ghul más escuálido y agresivo se acercó a Lisa, y levantó del suelo una de las patas del comedor, y balanceándose de un lado a otro, fue y le propinó un golpe mortal en la cabeza. La adolescente simplemente se paralizó y cerró los ojos, esperando el destino que le aguardaba. El impacto hizo eco en el salón, y la sangre entre morada-rosada que fluía por las venas de Lisa, comenzó a derramarse, desde la brutal herida que ahora tenía en su frente, y chorreó a borbotones, como una fuente, fluyendo por el suelo como un río, en un escenario perturbador.
– Que asquito –dijo el líder– los humanos puros de corazón son lo más inmundo que hay.
– ¡En fin!, volvamos a lo que nos importa.
– ¡Ya cai amanece, hay que comer antes de que salga el sol!
Los Ghuls saltaron y se movieron a gran velocidad, rebotando por todos lados mientras reían y aullaban para asustar a la primera que los había enfrentado. Iban tras Natasha Snow. La rodearon impidiéndole escapar en cualquier dirección, relamieron sus labios y se deleitaron con el terror que la había infundado.
– Esta si huele muy bien.
– Hasta se me hace agua la boca.
– Es una cazadora, que placer más grande será acabar con ella.
– Te vamos a hacer pedacitos.
Natasha Snow se acobardó por un instante y pensó en regresar por dónde vino, pero eso ya no sería posible, estaba completamente rodeada.
Los monstruos la empujaron con sus garras afiladas y la hicieron tropezar una y otra vez, como niños crueles que acosaban al niño más débil, para ellos era un juego. Pero este entretenimiento macabro que a ellos les provocaba diversión, a la joven le había provocado heridas, sus empujones eran bruscos y sus garras afiladas. Aquel dolor que sintió cuando su piel era desgarrada era insoportable, como si la cortaran con hojas afiladas.
A como pudo ahogó sus súplicas inútiles, ya que sabía que las criaturas iban a ser despiadadas.
– ¡Espero que se ahoguen con mis malditos huesos! –exclamó, dejando caer un par de lágrimas.
Entonces recordó con claridad las emociones que pasaron por su cabeza en ese momento. Tenía miedo, nunca se había encontrado en esa situación, y toda su vida pasó frente a sus ojos:
Durante su infancia, su padre la instruyó en el arte de la cacería, para acechar a las criaturas de la noche y otros seres paranormales que amenazaran con destruir la paz que había en Nueva-Arcadia. A los siete años asistió con sus tíos y primos en la cacería de un lobo terrible en las montañas de Héri, y le propinó el golpe de gracia con un hechizo onírico. A los doce fue testigo de un exorcismo en la casa del barón Willow, y vio los horrores que podían causar los fantasmas y otros espectros sobre las personas. A los dieciséis fue aceptada en el gremio de cazadores, en parte gracias a las influencias de su familia; y en su primera misión, frustró los planes de tres campesinas que buscaban incursionar en la magia negra. Y no tuvo miedo, en ningún momento de su vida, y a pesar de todo lo que había vivido, nunca tuvo tanto miedo a cómo lo tenía en este momento, cuando los Ghuls, de dientes afilados y bañados con la sangre azul, reían y se burlaban, mientras se preparaban para atacarla.
¿Había hecho algo mal?, por supuesto que sí, y es que su exceso de confianza, y su falso coraje, la volvieron descuidada e impulsiva, sus constantes aciertos y su falta de fracasos no la orillaron nunca a pensar bajo presión o a realizar planes de emergencia, y su falta de experiencia contra criaturas de la noche también habían contribuido a que en ese momento su vida estuviera bajo un peligro inminente.
– "Padre lo siento, he fallado, soy una desgracia, merezco la muerte". –fueron las últimas palabras que decidió profesar antes de aceptar su destino.
Pero un evento inesperado tuvo lugar en ese momento:
Un viento de tormenta, que helaba hasta el hueso entró de golpe, azotando una vez más las ventanas y las puertas. En las corrientes se podía escuchar los susurros de una melodía perversa, que una voz muy conocida tarareaba como una canción de cuna.
Y una oscuridad absoluta llegó:
La débil iluminación que ofrecía la luna sangrienta, y que entraba por las ventanas se extinguió y solo hubo oscuridad. El viento repentinamente se calló, y los monstruos también guardaron silencio, por lo que solo había un silencio mortal en la habitación, lo único que la chica podía escuchar era su propia respiración y el palpitar acelerado de su corazón que iba a mil por hora.
Luego escuchó un taconeo, que hacía eco en las paredes del lugar y que estaba muy cerca, los pasos se acercaban cada vez más, y la pesadez en el ambiente aumentaba con cada segundo. Las criaturas estaban inmóviles, no emitían sonido alguno, pero ella sabía que estaban muy cerca, podía sentirlas.
– “Yo aún sigo aquí" –dijo la voz de Lisa Bellstar. Pero su voz era muy diferente.
Y entonces se hizo la luz:
Al otro lado de la habitación una llamarada hizo su aparición en medio de la oscuridad, a partir de una explosión, que generó lenguas de fuego que llegaban hasta el techo, y más adelante de las llamas se encontraba Lisa Bellstar, con su vestido rojo y rasgado, con su cabello de color caramelo despeinado y maltratado, y con la herida abierta que palpitaba de su frente, y que se curó en cuestión de segundos bajo la mirada atónita de los presentes.
Los monstruos gritaron, chillaron y se tropezaron entre ellos tan pronto como la vieron avanzar. Estaban aterrados como ovejas cuando eran acechadas por lobos. Ellos sabían que algo muy malo les iba a pasar.
– ¡Bruja! –gritó el líder.
– ¡Es una bruja, tenemos que irnos de aquí! –gritó la mujer.
– Nuestro amo no dijo que vendría una bruja... ¡Maldición, debemos reportar esto!
Y Lisa extendió su mano y las lenguas de fuego a sus espaldas saltaron y envolvieron a los dos monstruos que tenía más cerca, y cuando el fuego los cubrió, las llamas se volvieron azules por lo que sus restos serían reducidos a cenizas. Las llamas también saltaron sobre una tercera sombra de ojos rojos como rubíes, que acechaba desde el rincón más oscuro de la habitación; y tan pronto como fue impactado, el misterioso sujeto se retorció y saltó por una de las ventanas hacía el exterior, y se escapó, dejando atrás lo que parecía ser un estetoscopio.
Pero lo más extraño en Lisa eran sus ojos: estaban fuertemente cerrados, y a pesar de lo que ocurría a su alrededor no los abría para nada, aún así parecía conocer la ubicación exacta de los demás, sus oídos reaccionaban a los sonidos a su alrededor y también olfateaba el aire constantemente. Estaba como dormida pero consciente de su entorno. Era sonámbula.
– ¿Qué estás haciendo Lisa?, dijiste que tu familia siempre te mantuvo todo en secreto, entonces ¿cómo es que tú?... El aura que despide tu cuerpo es abrumadora, es tan grande como la noche misma y también malvada... Lisa Bellstar ¿quién eres?
Tan solo unos segundos después, los Ghuls que aún vivían dieron un salto y atravesaron el techo y trataron de huir a toda velocidad, eran rápidos como lechuzas bajo la oscuridad de la noche. Pero Lisa Bellstar, quien aún no había terminado, extendió sus manos hacia ambos lados, y así como estaba prosiguió:
– “Somnum exterreri solebat lupi ¡venandi!" –Pronunció, y las palabras que salieron de su boca tenían un tono de voz muy diferente. Su voz estaba superpuesta.
Y a partir de la mezcla inmunda de sangre de Ghuls, con sangre humana, que manchaba el piso sobre el que estaba parada, creó a una pareja de criaturas parecidas a lobos, de pelaje marrón, con dientes amarillentos muy afilados y sus ojos eran rojos como brasas que ardían al rojo vivo. Los animales gruñían y se mordían entre sí, pero no parecían tener interés alguno en la doncella de cabello blanco como la nieve que sangraba y apenas podía mantenerse de pie.
– “Hora de cazar" –dijo Lisa aún con los ojos cerrados, y apuntó con su dedo índice hacia adelante. Y los animales nacidos de la sangre salieron disparados a toda velocidad, detrás del rastro de los Ghuls. Pasados unos segundos Lisa se tambaleó y aún con los ojos cerrados dijo–: “El rojo carmesí de la luna sangrienta fue lo último que vieron... Oh qué bello... Puedo ver los colmillos de las bestias através de sus ojos, puedo sentirlos desgarrando su piel, puedo escuchar sus alaridos, sus súplicas, sus últimos deseos y sus arrepentimientos, y la luna sangrienta fue lo último que vieron. Una vez más la madre de todas las lunas ha quedado satisfecha con toda la sangre que se ha derramado esta noche... Que dicha... Oh, ¿sigues ahí?" –preguntó, dirigiéndose a la señorita Snow–. "no tienes de que preocuparte, ya todo está hecho, es más te lo agradezco, todo esto fue gracias a tí".
Y con el mismo misterio que surgió ese extraño poder en Lisa Bellstar, así mismo se desvaneció, y cuando lo hizo, la jovencita cayó al suelo completamente abatida, y antes de perder el conocimiento por última vez vomitó todo lo que había en su estómago. Y finalmente comenzó a roncar, ahora sí estaba profundamente dormida.
Natasha volvió en sí y recordó que todo lo que acababa de ver, era exactamente lo que había pasado cuando Lisa Bellstar fracasó en su intento por detener a los Ghuls. Su compañera era gentil, y muy generosa, probablemente era la última persona que esperaba que hiciera lo que acababa de ver. Definitivamente la había engañado. Pero lo único de lo que estaba segura era que ese poder que Lisa poseía en su interior no era bueno, ella sentía hasta el tuétano la maldad que desprendía su aura espiritual, y las misteriosas palabras que utilizó para invocar a esos animales, más que un hechizo onírico debían de ser una especie de conjuro.
– Lisa Bellstar, hija de Yolanda e Izrah Bellstar, eres una bruja, sin duda alguna es lo que eres... Una vil bruja, y me engañaste para aprender a alcanzar la ensoñación... “Esto no ha terminado, es tan solo el principio, oh mi ahora eterna rival".
Y en ese momento Natasha Snow despertó de golpe, rodeada por el verde de la naturaleza, con las melodías relajantes que los pájaros cantaban, y con el estruendo relajante que hacía un arroyo cercano. Ahora que se había relajado un poco, y con sus auras completamente recargadas, profesó su nueva misión:
– Lisa Bellstar, astuta como serpiente y feroz como un dragón, yo: "¡Natasha Rei Snow Atenas!, ¡hija única del conde y cazador de monstruos Gerald Brum Snow Rjod, te juro rivalidad eterna!, ¡No descansaré hasta frustrar hasta el último de tus planes y te llevaré ante la justicia para que pagues por el delito de brujería!
“Yo soy el cazador y tú mi presa, hasta que uno no prevalezca sobre el otro, estaremos en guerra. Que así sea".