En una época donde la alta sociedad, la reputación y las apariencias determinan el estatus de las personas, una joven Baronet se inscribe a la escuela más prestigiosa donde la crema y nata de la sociedad se reúnen para forjar a los futuros nobles y gobernantes del reino. Ahí tendrá que sobrevivir a los abusos y humillaciones de sus compañeros para ganarse un lugar dentro de la alta sociedad y recuperar el honor de su familia que ha sido pisoteado desde hace tres generaciones.
Pero sus planes podrían verse afectados con la repentina aparición de fenómenos paranormales y eventos más allá de la comprensión humana, que asolan la institución. Y que aparentemente iniciaron el mismo día que conoció a un conde atractivo, de figura galante y atractivo sobrenatural.
¿Qué misterios ocultan sus ojos carmesíes y su cabello negro como la obsidiana?, ¿será nuestra protagonista capaz de sobrevivir entre las fauces de dos bestias hambrientas?, ¡échale un vistazo a esta historia de romance y terror!
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Capítulo 16: Pánico En La Fiesta Elegante Parte: 4
Ya eran las dos de la madrugada, y para esa hora más de la mitad de los invitados habían sido atacados, y sus cuerpos yacían retorciéndose de dolor, heridos mortalmente y con la misma expresión perturbadora: esos ojos en blanco, como si el alma les hubiera sido arrancada, e incapaces de controlar la espuma que salía de sus bocas. Las víctimas parecían estar agonizando y por más que deseaban que su sufrimiento terminara de una vez, la muerte simplemente no les llegaba. Ahí estaban. Regados en el salón de fiestas, en los pasillos, y en cada habitación en la que trataron de ocultarse. No habían sido capaces de salvarse por su cuenta, y ahora estaban a merced de los monstruos que aún no terminaban su faena.
– ¡Auxilio! –gritó uno de los invitados, cuando se vio acorralado al final del pasillo. Desde luego que era el hijo de una familia adinerada, y de gran prestigio, pero eso no es algo que importe por ahora, ya que cuando la sombra de la muerte se posa sobre alguien, poco importa su linaje o estatus–. ¡Por favor, alguien, quién sea, ayúdeme!
– Nadie vendrá a salvarte –dijo uno de los monstruos, mientras se acercaba al joven aterrado. Sus dedos estaban manchados de sangre azul y de su boca también goteaba el líquido vital. Antes de continuar relamió sus labios, chasqueó con su lengua y finalmente dijo–: ¡Eres de sangre pecadora, que manjar tan exquisito!, ¡gracias por este aperitivo mi señor!
– ¡Espera, espera!, ¿sabes quién soy?, ¡no me lastimes, puedo darte lo que sea, no miento!, ¡solo pide lo que más desees en el mundo y lo tendrás, te lo garantizo!
– No gracias, ya tengo todo lo que deseo justo a mi alcance.
Y el monstruo se abalanzó sobre el desafortunado, y mordió su cuello para arrancar un bocado de carne y también para inocular al estudiante con un veneno que producía su saliva. Para cuando terminó, contempló satisfecho su obra: el joven yacía en el suelo, con los ojos en blanco e incapaz de levantarse o de siquiera hablar.
– No te vayas a mover de ahí, volveremos por todos ustedes antes del amanecer –dijo el monstruo, y luego salió corriendo a toda velocidad por los pasillos.
Y Mientras avanzaba, escuchó con atención los pasos superpuestos de dos personas que iban lentamente justo al otro lado de la pared (y supo gracias a su agudo sentido del olfato que había una mujer del otro lado), por lo que haciendo uso de sus facultades sobrehumanas, se estrelló con la pared una y otra vez hasta que la atravesó, y cuando lo hizo, destruyó las figuras y adornos de plata que la adornaban.
–¡Más comida, quiero más, más, no puedo estar satisfecho aún! –gritó eufóricamente mientras escupía cada palabra.
– Oye, arruinaste mi fiesta –dijo el conde Tempest, plantándose de frente a la criatura. Detrás de él estaba la doctora Mérida Griffith, vestida de gala y muy bien arreglada, y totalmente despreocupada. La expresión en el rostro del conde no era la de siempre claramente estaba molesto–. Antes de que llegaran ustedes, me la estaba pasando bien. Sucias cucarachas que encima irrumpieron sin invitación ¿no les enseñaron modales?
Pero el monstruo que hasta ahora había hecho y deshecho a su voluntad, sin limitaciones u obstáculos, ahora estaba aterrado. Recordó lo que era el miedo; él temblaba sobre sus patas, estaba sudando como nunca y sus ojos que hasta hace unos minutos eran carentes de brillo y no reflejaban emoción alguna, ahora solo reflejaban su terror, mientras veía como el conde de cabello oscuro como la obsidiana, se acercaba lentamente; con sus ojos brillantes que habían adoptado una tonalidad rojiza como la sangre.
Y sucedió que Lisa Bellstar y la señorita Natasha Snow, iban por los pasillos buscando las puertas que les permitieran a las criaturas escapar hacía el exterior. La futura condesa, quien lideraba el equipo, cuidaba cada paso que daba para no hacer ruido, mientras que Lisa, tan solo se limitaba a pisar en dónde ella lo hiciera. Ya habían sellado dos pares de puertas hace unos minutos, aún faltaban unas cuantas para que su plan tuviera éxito, pero conforme más avanzaban, más pesado y aterrador se tornaba el ambiente.
Y pasó que cuando giraron para encontrarse con la habitación en dónde estaban algunas de las figuras de plata, tuvieron ganas de vomitar, pues un olor insoportable se movía en ese lugar: Era como agua estancada y nauseabunda. La habitación estaba muy oscura por lo que les fue imposible encontrar el origen del olor, pero alcanzaron a ver que había un enorme agujero a un lado de la pared, y cuando se acercaron para inspeccionar de cerca, se encontraron con una sustancia negruzca, que era muy espesa y pegajosa.
– Esto es lo que apesta –dijo la señorita Snow, tras olfatear de cerca aquella sustancia, que también estaba embarrada en el suelo, en el techo y en las paredes de la habitación–. Esto es sangre de Ghul.
– ¿Ghul? –repitió Lisa confundida.
– Eso es lo que son: Ghuls, criaturas de la noche que se alimentan de cadáveres.
– Pero si se alimentan de cadáveres ¿por qué atacan a los vivos?
– Por qué los Ghuls prefieren cadáveres frescos. Su saliva es venenosa y produce un veneno que mata lentamente a sus víctimas, pueden permanecer en agonía por varias horas antes de que mueran y es entonces cuando se los comen. Las criaturas de la noche disfrutan de estos "juegos" previos antes de comer.
– Que crueles.
– Son monstruos, puede que durante el día vuelvan a ser humanos, pero ya no pueden vivir como tales. Ahora le pertenecen al Señor Oscuro.
– ¿Señor Oscuro? «¿Dónde escuché eso antes?» –trató de recordar.
– ¿Qué habrá pasado con este?, es obvio que lo hicieron mierda pero ¿quién?
– Señorita por favor, su boca. –dijo Lisa, a modo de regaño, pero sin perder su tono dulce.
Natasha simplemente la ignoró.
– Hay que seguir adelante. Aún faltan unas cuantas puertas.
Y así siguieron su camino, a través de los pasillos carentes de luz, que a pesar de su amplitud, la sensación de claustrofobia no podía ser más intensa. Y encontraron en su camino a muchas víctimas que morían lentamente y extendían débilmente su mano suplicando por ayuda.
– ¡Tenemos que ayudarlos! –dijo Lisa, tan pronto como sujetó la mano de uno de ellos en medio de la oscuridad–. Pobres, mira cómo sufren, debe haber algo que podamos hacer.
– "Cuándo el veneno de una criatura de la noche infecta la sangre no hay vuelta atrás, se encarga de obstruir el flujo de la sangre que va directo al corazón y finalmente mueres. No hay cura"... –Después de pronunciar esas palabras tan aterradoras, la señorita Snow hizo una pausa dramática. Pero finalmente confesó–: O eso es lo que se creía. Hace más de 500 años se descubrió que si mezclas: leche de tejón mielero, jalea de moras y miel de abeja, puedes crear un antídoto que aniquila el veneno en menos de una hora. Eso sí, tardarías un tiempo en recuperarte completamente.
– ¡Tenemos que dárselo rápido o morirá!, ¡estoy segura de que en la cocina tienen lo necesario para hacer suficiente para todos!
– Ellos no son prioridad, si siguen vivos al amanecer entonces los ayudaremos. Primero debemos detener a los Ghuls, no hay tiempo, hay que seguir.
– ¡Pero no podemos dejarlos aquí, eso es inhumano!
– De todos modos el mundo no pierde mucho si ellos se mueren. –Natasha rió entre dientes.
– ¿Cómo puede decir eso?, ¡es muy cruel!, ¿acaso los cazadores no protegen a las personas de las criaturas de la noche?
– Ellos son una excepción –respondió con frialdad–. Este país hizo algo terrible hace mil años, algo tan terrible, que nuestra orden condenó a todos los nobles de este reino y a sus familias, y les quitó su protección. Son traidores y lo que están padeciendo son las consecuencias de sus actos.
– ¿Qué culpa tienen ellos de los pecados de sus ancestros?, ¿cuántos más tienen que morir para que estén limpios del pecado?, ¿cuántos siglos más tienen que pasar para que los perdonen?
Ante las palabras sinceras y contundentes de la señorita Bellstar, Natasha la vio con curiosidad, giró la cabeza como si tratase de descifrarla y soltó un suspiro.
– Eres muy molesta –dijo finalmente.
Entonces las puertas que daban con la cocina se abrieron lentamente, y unas sombras curiosas se asomaron, tratando de escudriñar el exterior. Rápidamente, la doncella de cabello blanco lo notó y dio un salto acrobático hacia atrás y se apresuró a abrir las puertas de par en par.
– ¡Ustedes!
Y frente a ella estaban algunos de los sirvientes, cocineros y demás servidumbre que trabajaban en la fiesta. No parecían haber sido lastimados de ninguna manera y tenían en sus manos distintos utensilios que seguramente utilizarían para su defensa.
– ¿Están bien? –Se apresuró a preguntar la futura condesa, ahora sí parecía estar preocupada por su salud–. Su seguridad es nuestra prioridad, por favor busquen la ventana más cercana y salgan por ahí. Vamos a encerrar a estos monstruos y los detendremos tanto como sea posible para que no los alcancen.
– Estamos bien aquí –dijo el líder de los cocineros–. Si llegan a venir podemos atacar entre todos y defendernos bien.
– ¡No hay manera de que salgamos de aquí! –afirmó el anunciador, hablando por todos los presentes.
– Los entiendo –dijo con suavidad la doncella de cabello blanco–. Estaré muy pendiente de ustedes, si gritan vendré inmediatamente, así que pongan el seguro y no abran esa puerta hasta que yo les diga.
– ¡Por favor, necesito su ayuda! –exclamó Lisa, haciendo a un lado a la futura condesa para suplicar a la servidumbre– ¡Nuestros amigos están muy mal y necesitan de su ayuda, se los suplico, ayúdenlos!
Los presentes se vieron el uno al otro en absoluto silencio, y como si hubieran llegado juntos a la misma conclusión negaron con la cabeza.
– No queremos –respondió el ama de llaves, quien extrañamente parecía muy calmada–. Nos aterra dar dos pasos fuera de la cocina, tenemos miedo de morir, y ninguno de nosotros arriesgará su vida por "ellos". –Y el ama de llaves se giró y siguió ignorando las súplicas de Lisa, recordando los malos tratos a los que había sido sometida toda su vida. Todo por trabajar para la nobleza.
Pero en un acto de audacia, Lisa se apresuró a detenerla, y tomó su mano con firmeza, más no con fiereza. Debido al forcejeo inicial, la líder de las sirvientas cayó sobre sus rodillas, y entonces Lisa se rebajó a su altura y una vez más suplicó:
– Sé que lo que les pido puede ser egoísta, sé que no soy nadie para pedirles que hagan algo que no quieren hacer, ni mucho menos puedo obligarlos... Pero de corazón se los suplico... Ayuden a los estudiantes de la academia Edem.
La mujer de mediana edad sintió un nudo en la garganta y fue incapaz de responder en ese momento.
Y los empleados se vieron el uno al otro, conmovidos hasta el punto en el que si no atendían a sus súplicas se sentirían como la peor de las basuras. Era la primera vez en sus vidas que un miembro de la nobleza no los trataba de forma irrespetuosa o humillante. De hecho, habían varios cuerpos moribundos afuera de la cocina, y eso era por qué habían trabado la puerta para dejarlos morir, era esa su venganza después de años y años de malos tratos, insultos y demás humillaciones.
Todo su resentimiento se había derrumbado en tan solo unos segundos, por las palabras de una simple baronet, quien ocupaba el rango más bajo de los nobles y que seguramente los había soportado tanto como ellos lo habían hecho hasta ese punto. Pero si ella era capaz de perdonarlos... ¿Cómo no podrían hacerlo ellos también?
– ¿Qué quiere que hagamos, mi señora? –Preguntó el ama de llaves, decidida a ayudar y aparentemente el resto también estaba de acuerdo.
Y los cocineros se apresuraron a encender los hornos, también buscaron las ollas más grandes y rebatieron la despensa en busca de los demás ingredientes. Y siguiendo las indicaciones de la señorita Snow, comenzaron a mezclar para crear el antídoto. Y cuando la primera dosis estuvo lista, salieron para arrastrar al primer moribundo a la cocina y ahí le dieron el antídoto.
– Vamos a traer a todos los que podamos –afirmó el anunciador. Y con esas palabras, Lisa finalmente estuvo tranquila.
Ahora Natasha y Lisa habían reanudado su misión, y caminaban entre la oscuridad, sintiéndose más ligeras, como si un peso se les hubiera quitado de encima.
– Te saliste con la tuya. –dijo Natasha– eres buena para suplicar entre lágrimas, definitivamente tienes futuro como actriz.
– Gracias. –respondió Lisa, sonriente y satisfecha.
– Hace un momento estabas llorando como un bebé, y ahora te crees una heroína, debe sentirse bien ¿no?
– No lo hice por mí... Lo hice porque vivir con un odio tan intenso debe ser doloroso.
– Eres una tonta.
– Sí... Lo sé.
Así pasaron un par de horas, y su búsqueda por las puertas continuó. Pasados cuarenta minutos encontraron la puerta que daba con el patio y pusieron en ella un talismán, treinta minutos después encontraron la puerta que conducía al jardín trasero y pusieron en ella otro talismán, y tan solo unos minutos después encontraron la que llevaba a los lavanderos exteriores y también la sellaron. Ahora solo faltaba una: la puerta principal, por la que habían entrado los monstruos, y que para llegar a ella debían pasar por el salón de fiestas, en dónde seguramente estarían las criaturas, a punto de devorar los cuerpos de sus compañeros.
– ¿Estás lista? –preguntó Natasha mientras sujetaba la perilla de la puerta trasera, del otro lado del salón de fiestas.
Lisa asintió.
– Ellos vendrán por nosotras en cuanto nos vean, y cuando eso ocurra voy a invocar un hechizo onírico de protección que nos protegerá por doce segundos exactos. Ese es el tiempo que tienes para cruzar el salón, llegar a la puerta del otro lado y apresurarte a llegar a la entrada en dónde pondrás el último talismán.
Lisa tragó saliva.
– Yo puedo lograrlo ¿verdad?, no soy inútil como todos dicen... Yo puedo hacerlo ¿si puedo hacerlo? –se preguntaba constantemente a sí misma.
– Usa tu aura espiritual para expulsar energía, solo debes imaginar que expulsas todas tus cargas y si lo haces, los empujarás hacía atrás. Concéntrate, puedes hacerlo.
Y Lisa asintió más decidida que nunca.
Y tan pronto como Natasha abrió la puerta, contemplaron con horror la pila de cuerpo que los monstruos habían apilado en el centro del salón de fiestas. Había seis Ghuls de nueve, y todos tenían los mismos rasgos monstruosos: (Piel azul, cabello largo y negro, garras afiladas, orejas puntiagudas, ojos completamente negros y dientes como cuchillos). Y las criaturas chillaron al unísono y saltaron sobre las jovencitas.
– ¡Corre! –gritó Natasha–. Manto de Morfeo: ¡Escudo onírico! –Y cuando dijo esas palabras, el cuerpo de ambas se vio envuelto por una barrera invisible que le impidió a los monstruos tocarlas.
Y mientras el escudo la protegía, Lisa hizo exactamente lo que su compañera le indicó y gracias a ello, su aura espiritual que era más poderosa que nunca, los sacó volando de ahí como un viento de huracán.
Pero algo inesperado ocurrió a tan solo unos pasos de llegar al otro lado del salón:
En un mal paso, Lisa tropezó con el brazo extendido de uno de sus compañeros y cayó al suelo, y tan solo unos segundos después el escudo que la protegía se esfumó. Y frente a ella estaban las criaturas de la noche, sonrientes y extasiadas por tenerla a su merced.
“Estoy muerta".