¿EL PECADO ES EL ÚNICO CAMINO? UN AMOR PROHIBIDO NACIDO DE UNA MALDICIÓN...
Aiden, un hombre al borde de los cuarenta, huye con su sobrina y se convierte en el "conserje" de la mafia, limpiando escenas del crimen. Ambos esconden un oscuro secreto: son Shadowborn, seres mitad vivos y mitad muertos, destinados a procrear con sus propios sobrinos-tíos y así perpetuar una ancestral maldición. Aiden lucha contra el amor prohibido que su sobrina, de manera enfermiza, le profesa. Sin embargo, una amenaza los arrastra al "otro lado," un lugar donde un macabro juego podría otorgarles la libertad, pero a un precio que desafiará todos sus límites. ¿Será capaz Aiden acabar con la maldición? ¿Podrá liberar a su sobrina de aquel amor maldito entre ambos? ¿O vagarán en la oscuridad por toda la eternidad?
NovelToon tiene autorización de Guadalupe Nieves para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAPÍTULO 8
El cuerpo de una bella mujer delgada, con piel blanca y largo cabello rubio, se encontraba reposando mientras flotaba en las aguas tranquilas de una piscina de poca profundidad. No obstante, el grito de una persona y el gruñido de lo que parecía ser una bestia, hizo que poco a poco esta despertara.
Sus ojos rosas, casi como dos rubís, no podían ayudarla a ubicarse. Era tan borrosa su visión, que tuvo que volver a cerrarlos debido al dolor de cabeza que había sentido. Tras varios minutos en aquella piscina para niños, se recompuso un poco y evitando abrir por completo sus ojos, se arrastró hasta la orilla de la misma.
—¿Dónde estoy?—susurró mientras temblaba del frío.
No reconocía nada, tampoco recordaba cómo había llegado hasta allí. Así mismo, la piscina donde había despertado estaba teñida de rojo, como si de sangre se tratara. Sin embargo, su cuerpo estaba intacto, más allá del hecho de haber despertado desnuda, todo estaba bien.
Sin comprender lo que estaba ocurriendo, intentó levantarse, pero se encontraba tan débil que sus piernas flaquearon y terminó por caerse de bruces, lastimándose sus rodillas.
—¿Hay alguien aquí?—preguntó alzando la voz—¡NECESITO AYUDA!
Por más que gritara, lo único que escuchaba era silencio, por lo que, con un miedo profundo en su corazón, se levantó con cuidado e intentó caminar. Sosteniéndose con ayuda de las paredes, caminó hasta lo que parecía ser una sala más grande, donde encontró una piscina un poco más grande, rodeada por un tobogán de agua circular.
No solo no podía reconocer en qué lugar estaba, o porque no llevaba ropa, sino que todo estaba increíblemente solo pese a seguir las luces prendidas. Era como si de un complejo acuático se tratara, pero algo en el aire le hacía mantenerse alerta.
Intentando calmarse, siguió caminando cerca de las paredes, logrando encontrar un pasillo que la llevaba a los vestidores femeninos. Esperanzada por encontrar a alguien que pudiera ayudarla, se llevó una enorme decepción al encontrar los vestuarios vacíos.
Intentando ver si en algunas de las duchas había alguien, tampoco tuvo resultados; sin embargo, en uno de los casilleros logró encontrar una bata de baño que le sirvió un poco de consuelo. Sentándose unos minutos en una de las bancas, comenzó a mover con ansiedad sus piernas intentando entender lo que pasaba.
—¿Cómo llegué hasta acá?—susurró con la voz entrecortada.
Después de intentar en vano encontrar respuestas en su memoria nublada y oscura, decidió continuar caminando para encontrar a alguien. No obstante, cuando al fin logró salir de la sala que contenía aquella piscina, sus piernas temblaron al ver lo que estaba al frente.
Había una enorme piscina, en un salón mucho más enorme, que parecía no tener fin. Los toboganes que desembocaban en dicha piscina, se alargaban hasta el horizonte, en una zona por completo oscura. El eco que provenía de dicha parte le erizaba la piel.
Observando al borde de las lágrimas un letrero de salida en una esquina no muy lejana, corrió hasta ella con la esperanza de salir. No obstante, soltó un pequeño quejido cuando notó que el lugar seguía y que ahora estaba una piscina mucho más grande.
—¿Disculpe?—preguntó temblorosa—¿Puede ayudarme, por favor?
Su corazón saltó en alegría al ver un hombre, vestido solo con un jean, sentado en una silla playera; sin embargo, al acercarse, este no le prestaba atención. Aun temblorosa, extendió su mano y tocó el hombro del desconocido cuando estuvo en frente de él.
—¿Puede ayudarme, por favor?—volvió a preguntar.
El hombre, al sentir el tacto de ella, levantó poco a poco su mirada, dejando ver dos cuencas negras en lugar de ojos. Aquello hizo que su sangre helara y comenzara a retroceder, temiendo caerse por los toboganes. A medida que daba un paso atrás, el hombre avanzaba, y con una sonrisa llena de sangre, apuntaba un machete en su mano.
Horrorizada, intentó esquivarlo en búsqueda de la salida o alguna escalera; sin embargo, el desconocido se abalanzaría hacia ella, provocando que cayera por uno de los toboganes junto con este.
Gritando y en pánico, intentó sostenerse para evitar caer a la piscina, pero era demasiado tarde. Cuando por fin su cuerpo se hundió, comenzó a ser arrastrado por una fuerte corriente que la llevó hasta el centro de la piscina de tamaño olímpico.
Siendo devorada por un remolino que desembocada en las profundidades de la piscina, casi pierde su consciencia mientras su garganta ardía y sus pulmones clamaban por oxígeno. No fue hasta que sintió como su cuerpo era aventado al vacío que pudo salir de aquel infierno.
Como pudo, nadó hasta la orilla de la piscina que había caído, dándose cuenta de que en el techo, caía como cascada, el agua de piscina que suponía estaba en el piso superior. Tosiendo todo lo que había tragado, se colocó en pie, con su cuerpo fuertemente adolorido por la caída.
—¿Pero qué?—preguntó asustada—¿Qué era eso?
Sin esperar una respuesta, temiendo que fuera encontrada por la criatura humanoide que la había atacado, siguió caminando abrazándose así misma, hasta que pudo llegar a lo que parecía ser una pequeña cafetería. Acercándose para sentarse, una luz blanca llamó su atención.
Era una máquina expendedora, la que estaba a su lado, la cual tenía la puerta partida, como si alguien hubiera intentado tomar lo que allí había dentro; sin embargo, podía observar varios frascos de vidrios, por lo que estaba muy extrañada.
—Agua de almendras—susurró la chica—cura cualquier dolencia y calma la locura...
No fue sino hasta que leyó el letrero que estaba encima de la máquina, que decidió acercarse. Aprovechando que podía agarrar los frascos sin necesidad de pagar por ellos, tomó uno con mucha curiosidad. En un principio, dudando de si beberlo o no, había devuelto el frasco.
Pero, al momento de tocarlo, una calidez la embriagó, sintiendo que se calmaba un poco el miedo en su interior. Por lo que, en un impulso, decidió tomar una botella de vidrio y sentarse con ella en una mesa cercana. Luego de unos segundos, comenzó a beber de ella.
—Sabe dulce—dijo dando un último sorbo.
Descansando un rato, decidió retomar su camino, no sin antes agregar unos cuantos frascos a los bolsillos de su bata. No sabía qué cosa tenían ellos adentro, pero en efecto le habían hecho sentir mucho mejor.