LA VETERANA: ¡NO ERES MI TIPO! ALÉJATE
María Teresa Andrade, dueña de una pequeña tienda de esencias naturales y exóticas para postres, lleva una vida tranquila tras diez años de viudez. A sus 45 años, parece que el amor es un capítulo cerrado...
Hasta que Marcello Dosantos, un carismático repostero diez años menor, entra en su vida. Él es todo lo que ella intenta evitar: extrovertido, apasionado, arrogante y obstinado. Lo opuesto a lo que considera "su tipo".
Es un juego de gato y ratón.
¿Logrará Marcello abrirse paso hasta su corazón?
María Teresa deberá enfrentar sus propios miedos y prejuicios. ¿Será capaz de rendirse a la tentación de unos labios más jóvenes?
¿Dejará de ser "LA VETERANA" para entregarse al amor sin reservas? O, como insiste en repetir: “¡No eres mi tipo! ALÉJATE”
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¡Tras de cotuda con paperas!
—¿Tú? —pregunto, sorprendida, al ver a mi amigo Roqui. En el colegio y durante los semestres que cursé en la universidad, aunque estudiábamos carreras diferentes, fuimos inseparables, junto con Marla. Éramos los tres mosqueteros.
Roqui estudiaba Derecho y Ciencias Políticas. Aunque no era lo suyo, nadie se atrevía a contradecirlo. Marla había optado por Periodismo y Comunicación Social, y yo, por Biología, aunque solo llegué hasta el sexto semestre.
A mis 20 años, estaba a punto de ser madre. Aunque parezca increíble, era una chica ingenua que ni siquiera sabía que se podía comprar un preservativo en una droguería. La vida, hace 26 años, era tan diferente a la de hoy.
Si hubiera tenido la osadía de preguntar por un condón o algún anticonceptivo a don Antuco, el dueño de la farmacia, apostaría a que no pasarían ni cinco minutos antes de que mi madre se enterara, y el chisme llegaría hasta el párroco del barrio.
El sexo, en esa época, era un tabú, y hablar de tu cuerpo o de tus deseos carnales se consideraba un pecado, algo que te etiquetaba como "prostituta".
Las redes sociales no existían. Tener una computadora en casa, o un teléfono móvil, era un lujo.
Y las miradas curiosas de las "cámaras humanas", espiando por las ventanas y sacando sus propias conclusiones, eran lo peor. La frase "vida privada" no existía.
Creo que esa fue la verdadera razón por la cual Marla se casó con Federico y se fue del país.
Roqui también lo hizo, intentando ocultar sus inclinaciones sexuales, pero él emigró a Estados Unidos, donde aprendió a aceptar sus gustos, a usar tacones y maquillaje, aunque nunca usa vestidos. Allí también se convirtió en el asesor de imagen de muchas muchas celebridades.
Roqui dice que es un "macho femenino".
A pesar de los años y la distancia, seguimos en contacto, aunque no tanto como quisiera. Una llamada internacional costaba casi lo mismo que un mes de alquiler y no podía darme esos lujos a menos que ellos fueran los que me llamaran.
Ellos tienen vidas grandiosas, mientras que yo... No terminé una carrera, ya que me convertí en madre a los 20 años. Antes de cumplir los 22, ya tenía dos bebés: mi pequeño Adrián, de casi dos años, y a mi pequeña Charril en brazos. No me arrepiento de tenerlos, solo que nuestras vidas tomaron rumbos diferentes.
Narrador Omnipresente
—¡Tierra llamando a María Teresa! —dice Roqui, emocionado al ver a su amiga ingrata.
—¿Amigo, de verdad eres tú? —responde feliz, abrazándolo y cubriéndolo de besos en la mejilla.
—Obvio que soy yo, en cuerpo y alma, y ya deja tanta besuqueadera, que me vas a gastar. Mira cómo me llenaste de babas —responde, sarcástico, limpiándose el rostro con el dorso de la mano.
—Sigues siendo igual de malo —responde María Teresa, fingiendo molestia.
—Sí, y así me amas —sonríe, dándole un beso en la mejilla antes de lanzar una mirada rápida a su atuendo y luego desviar la vista hacia su otra amiga.
—¿Y a mí no me vas a saludar? —pregunta Marla, con un puchero falso.
—Por supuesto, mi diosa Venus —le responde, acercándose y dándole un beso en cada cachete—. Definitivamente eres una "come años", te ves divina —añade, tomándola de la mano y girándola para admirar su figura.
Marla es un año menor que María Teresa. Tiene el cabello rubio, ojos verdes y un cuerpo perfectamente proporcionado, realzado por alguna que otra cirugía estética. Su gusto al vestir es impecable, eligiendo siempre prendas que resaltan su figura de manera sofisticada. Sus lemas son claros: "Para vender, hay que mostrar" y "primero puta que pobre".
—Pero tú no te quedas atrás. Se nota que mantienes tu cuerpo, y esos tacones son increíbles —dice la rubia, señalando los zapatos rojos puntiagudos y con tacón de aguja que lleva su amigo.
—Eso no es gracias al ejercicio, sabes que no es lo mío. Fue lo que me dejó mi último ex —responde Roqui, girando con gracia para mostrar su cuerpo esculpido. A sus 46 años, es un hombre excepcionalmente bien conservado, con ojos color miel. Siempre usa tacones, sus uñas están pintadas con colores naturales, y su ropa es elegante, pulcra y siempre a la vanguardia de la moda.
María Teresa se siente inmediatamente bendecida al tener a sus dos grandes amigos de juventud junto a ella en su cumpleaños. Sin embargo, una duda la asalta así que pregunta:
—No sabía que estabas en la ciudad. ¿Cuándo regresaste? —lo mira achicando los ojos en espera de una respuesta convincente.
—Mi vida, llegué hace un año. Vine a resurgir como el ave fénix —responde Roqui con su característica voz afeminada, cruzando el brazo derecho sobre su pecho mientras sostiene con elegancia el codo del izquierdo y desliza un dedo por su ceja perfectamente perfilada.
—¿Y por qué has sido tan ingrato en no buscarme? —espeta María Teresa, alzando una ceja, el enojo evidente en su mirada.
—¡Vean a mi amiga, tras de cotuda, con paperas! —exclama Roqui teatralmente—. Te llamé, te dejé mensajes, y tus respuestas fueron: "Hola, amigo, qué pena contigo, voy corriendo al trabajo de Charrill, que se le quedó un informe", o "Amigo, te llamo luego" —añade, imitando su voz con una precisión exagerada—. Podría enumerarte miles de desplantes, mi reina, pero me reservo la lista completa.
—Dejen de discutir, que hoy hay un cumpleaños que celebrar. ¿Tienes lo que te encargué? —pregunta Marla, lanzándole una mirada rápida a su prima.
—Claro que sí —responde Roqui, acercándose y retirándole el abrigo a María Teresa. La observa sin poder fingir el horror en su rostro desencajado—. No quiero ni imaginar qué hay debajo de esos arapos.
—Si la hubieras visto hace unas horas, te da un infarto —agrega Marla, con una sonrisa divertida.
—Gracias al cielo que te conmoviste ante mis pobres ojitos y arreglaste el espanto que imaginó era —responde Roqui con un tono dramático, levantando su ceja.
—Hablan de mí como... —empieza María Teresa, pero es interrumpida antes de poder terminar.
—Ya tengo las prendas listas y empacadas y en el camerino están los vestidos para esta noche. Porque hoy es día de portarse mal —canta Roqui, con una sonrisa traviesa.
—Yo tengo derecho a portarme mal... —se une Marla, divertida.
Roqui las lleva a los camerinos para cambiarse. Minutos después, Marla y él ya están listos con sus atuendos, golpeando la puerta de María Teresa para que salga.
—¿Seguros que este es mi vestido?...
ROQUI DURÁN
MARLA ANDRADE DE BÁEZ