Tronos Y Guerra: El Aniversario De Las Cuatro Tierras

Eli respiraba con dificultad mientras corría por los pasillos con Nora, luego de haberla sacado de ese lugar donde quedó el cuerpo de Nolan, y ahora se encontraban corriendo por sus vidas mientras las alarmas retumbaban por toda la instalación. La explosión había derribado las gruesas paredes de la celda, pero también había alertado a todos los guardias de la base.

—Vamos, Nora, no podemos detenernos —jadeó Eli, tirando de su hermana mientras las luces rojas parpadeaban y las sirenas continuaban sonando con estruendo.

Nora, aunque agotada y muy devastada por perder al amor de su vida, no dejó de correr. Sabía que cada segundo contaba. La adrenalina corría por sus venas, impulsándola a seguir. Sabía que los padres de la patria no les darían otra oportunidad. Si los atrapaban, sería el final, no solo para ellos, sino para toda la rebelión.

—Por aquí, hay una salida al final de este corredor —dijo Eli, señalando un pasillo estrecho y oscuro que se extendía hacia la izquierda.

Ambos giraron en dirección al pasillo, pero justo en ese momento, una figura oscura emergió de las sombras, bloqueándoles el camino. Eli se detuvo en seco, empujando a Nora detrás de él instintivamente. Era un hombre alto, musculoso, con una cicatriz que cruzaba su mejilla. El aire se tensó de inmediato, y Eli sintió una oleada de frío recorrerle la espalda.

—¿Quién diablos eres? —preguntó Eli, frunciendo el ceño mientras se preparaba para una pelea. Sabía que el tiempo jugaba en su contra, pero no podían pasar sin enfrentarse a esa amenaza.

El hombre no dijo nada al principio, solo inclinó la cabeza, observándolos con una mezcla de curiosidad y desprecio. Luego, dio un paso adelante, y la luz tenue del pasillo reveló más de su rostro.

Nora, que había estado observando desde atrás, sintió que el mundo se detenía.

—No... no puede ser... —susurró, sus ojos agrandándose en shock—. ¿Marcus?

Eli parpadeó, confundido. Volvió a mirar al hombre y luego a su hermana.

—¿Marcus? —repitió él, incrédulo—. Nora, Marcus murió en la última tierra. No puede ser él.

El hombre, sin embargo, esbozó una sonrisa torcida.

—No del todo muerto, parece —dijo Marcus, su voz ronca y llena de ironía—. Supongo que no soy el mismo pero me siento así

Eli dio un paso hacia adelante, furioso.

—¡Tú no eres Marcus! —gritó—. Él murió sacrificándose para que pudiéramos escapar, ¡no puedes ser él!

Marcus se cruzó de brazos, sin inmutarse ante la furia de Eli.

—Eso creíste, ¿no? —respondió con calma—. Los padres de la patria tienen muchos recursos... y mucho interés en mantener vivos a ciertos individuos útiles. Tomaron mi ADN de la sangre que derramé en la última tierra y, digamos que, me dieron una segunda oportunidad. Una oportunidad de servirles, claro.

Nora dio un paso adelante, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. No podía creer lo que veía. Marcus, su amigo que la había apoyado cuando estuvo en el torneo, alguien en quien confiaba, ahora estaba frente a ella como una sombra de lo que alguna vez fue.

—¿Cómo puedes estar del lado de ellos? —preguntó con la voz quebrada—. ¡Nosotros éramos amigos! ¡Luchamos juntos por la rebelión! No puedes estar del lado de los padres de la patria, Marcus, ¡no tú!

Marcus la miró, sus ojos grises llenos de una frialdad que Nora no recordaba.

—No soy el mismo hombre que conociste, Nora. Ellos me dieron otra vida, me salvaron, y aquí soy alguien. Allí, en Vire, solo era una carga, alguien que nadie quería, ni siquiera tú.

Nora negó con la cabeza, las lágrimas empezando a rodar por sus mejillas.

—Eso no es verdad, Marcus. Siempre te quise. Todos lo hicimos. Tú eras mi amigo. No puedes dejar que te manipulen de esta manera. Sabes que todo lo que los padres de la patria tocan, lo destruyen. Ellos no te salvaron, te convirtieron en una herramienta.

Eli, que había estado observando el intercambio, se adelantó, con los puños apretados.

—Vamos, Marcus, esto no tiene que ser así. Puedes venir con nosotros. Te llevaremos lejos de todo esto. Sabemos que no quieres estar aquí, no realmente.

Marcus dejó escapar una risa amarga.

—¿Ir con ustedes? —repitió con sarcasmo—. ¿A dónde? ¿A Vire? Allí soy un muerto en vida, Nora. Allí todos me odian. Los padres de la patria me dieron algo que ustedes no me ofrecieron: propósito. Aquí, soy más que un simple peón.

Nora no podía creer lo que oía. Apretó los dientes y se acercó aún más a Marcus, con los ojos llenos de determinación.

—Tú siempre tuviste un propósito, Marcus. No lo buscabas en el lugar correcto. No te convirtieron en alguien, te borraron, te quitaron todo lo que eras, todo lo que representabas. No es demasiado tarde. Puedes venir con nosotros. Podemos arreglarlo. No necesitamos que seas el Marcus perfecto, solo te necesitamos a ti, como seas ahora, no me hagas esto acabo de perder a alguien demasiado especial para mi, no quiero perderte nuevamente a ti

Marcus titubeó. Por un breve momento, sus ojos mostraron una chispa de duda, pero fue solo eso, un parpadeo fugaz. Dio un paso atrás, sacudiendo la cabeza.

—No puedo —dijo, su voz firme aunque temblorosa—. Ya estoy demasiado metido en esto. No hay vuelta atrás para mí. Si voy contigo, solo empeoraré las cosas para ustedes.

Nora no podía aceptarlo. Se lanzó hacia él, agarrando su brazo con fuerza.

—¡Por favor! ¡No hagas esto! —suplicó—. No eres uno de ellos. Lo sé, lo siento. Recuerda quién eras. ¡No dejes que te conviertan en un monstruo!

Marcus miró el agarre de Nora en su brazo, y durante un instante, parecía estar a punto de ceder. Pero luego, su rostro se endureció nuevamente.

—Lo siento, Nora. Ya es tarde.

De repente, un fuerte sonido retumbó en la base. Las puertas de seguridad se estaban cerrando, y la alarma, que había sonado incesantemente, se hizo aún más fuerte. Los guardias estaban cada vez más cerca.

—¡Tenemos que irnos ahora! —gritó Eli, mirando hacia los extremos del pasillo.

Marcus los miró por última vez, y Nora vio en sus ojos una tristeza profunda antes de que se diera la vuelta y se desvaneciera en las sombras del corredor.

—¡Marcus! —gritó Nora, pero Eli la tomó del brazo y la obligó a correr con él.

Marcus al ver esto, reacciono y empezó a correr atrás de ello dos, tal vez porque quería tener libertad también, aunque no era el mismo cuerpo era la misma mente