Fui obligada a casarme con el CEO enmascarado y discapacitado por culpa de mi padre, quien en una apuesta me perdió.
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—14—
DUSTIN MONDRAGÓN
No pude dormir, no podía dejar de verla. Cuando me aseguré de que ella estaba dormida me quité la máscara.
Quiero ser como era antes.
Me quedé dormido.
Cuando abrí los ojos, Elena estaba sentada en el piso viéndome. Abrí mis ojos como platos, no tenía la máscara, me tapé la cicatriz con mi mano.
— No me mires — me sentí decepcionado por el momento.
Ella se levantó del piso y se sentó a un lado mío. Ella tenía la máscara en sus manos. Quitó mi mano de la cara. No dejaba de verme. Pasó sus suaves manos en el lado de la cara dónde estaba la cicatriz tan horrenda. La acarició y llevo sus dedos a mis labios. Se acercó y me besó.
— No necesitas de esto cuando estés conmigo— puso la máscara a un lado de la cama.
Mi corazón palpitó como loco y salieron unas lágrimas de mis ojos.
— ¿No te doy asco?
— No, pero pienso que te debió doler mucho, que te sentiste triste y tal vez quisiste morir. Aun así me gustas, aun así siento que mi corazón quiere protegerte y abrigarte con amor.
Mordí mi labio inferior. No podía creer lo que estaba escuchando. Era como si ella quisiera curar está alma herida.
Suspiré tanto que sentía que me iba a quebrar llorando. Tapé mis ojos con mi antebrazo y lloré, no me pude contener.
— No llores que me harás llorar. Perdón no quería hacerte sentir así.
Me senté y la abracé.
— Es hora de alistarme para ir a trabajar.
— Está bien. Voy a llamar a Joss. Te pasaré dejando por la tienda.
Ella se alistó. Llamé a Joss. Él no tardó mucho. Dejamos a Elena en su trabajo y me llevó a la mansión. Me fui al cuarto, eran las 8:30 de la mañana.
Había tomado la decisión de operarme. Llamé al doctor y él programó la cirugía en tres días.
Sentí un poco de temor. No le dije a Elena, quería que fuera una sorpresa.
Un día antes de la cirugía. Llegué a su apartamento y tuvimos intimidad.
—Voy a estar fuera por un mes. Te llamaré todos los días.
— ¿Donde irás?
— En un negocio. No diré más— le di un beso— es hora de irme. Cuídate, sí.
Llegué a la mansión.
Mi padre me esperaba.
— Me llamaron del hospital.
— Si. No te lo había dicho porque ha Sido una decisión de última hora.
—Espero que todo salga bien.
— Me voy.
Llegué al hospital con muchos sueños. Entré al quirófano. La cirugía duró cuatro horas. Me llevaron a mi habitación. Joss siempre me acompañó. Me desperté. Sabía que la cirugía no iba a quitar 100% la cicatriz Pero por lo menos tendría un mejor aspecto mi cara.
Siete días después regresé a la mansión, hasta que la hinchazón de mi cara había bajado. Aunque mi cara se veía con moretones.
Cuando entré a mi habitación me llevé la sorpresa de que Fátima estaba ahí junto a dos maletas.
—¿Qué haces aquí? Sal de inmediato de mi cuarto.
— Lo siento, pero este es mi cuarto también.
Mi padre entró tan flamante, con unos papeles en sus manos.
— Ella es tu esposa, legalmente estás casado. Hoy saldrá un comunicado de su boda— me extendió el papel.
— Es un circo lo que montaste, yo no he firmado esto.
— Ella es tu esposa.
Mi padre salió del cuarto y lo puso bajo llave.
— Fátima deja esta comedia. Regresa a tu casa con tus padres.
—No lo haré, cuando todo esto puede ser mío. Tú no eres lo más importante aquí, lo más importante es el bebé que te voy a dar.
Ella se desnudó.
— Eres una prostituta barata.
— La verdad sí. Soy una mujer en todos los sentidos y mi sueldo por la misión de concebir y ser tu esposa es muy buena. Cueste lo cueste ese hijo nacerá en menos del año.
— No te acerques.
— ¿Quién me lo impedirá? ¿Tú? — Ella sonó una campana.
La puerta se abrió y entraron dos hombres que no conocía. Me amarraron los brazos a la cama.
Uno de ellos le dio un beso y tocó sus senos.
— Eres una zorra. No entiendo como mi papá me puede hacer esto.
Ella bajó la cremallera y metió mi **** en su boca, Pero no hubo ninguna respuesta. Se sentó, quiso introducirlo, Pero no reaccioné a nada.
— Eres un maldito impotente de mierda.
— Eres una perra. Suéltame.
— No. Vendré mañana— se puso su vestido y salió.
Acabo de salir del hospital y mi cara me duele. Esta maldita me dejó amarrado. El celular estaba en el piso. No puedo llamar a Joss ni a Elena. Espero no crea nada de lo que vayan a publicar.
Mi papá entró. Me vio con los pantalones abajo.
— Eres un ser despreciable. Si tanto quieres un heredero, acuéstate tú con ella. Yo renuncio a tu maldito apellido y a esta mierda de vida que tengo contigo.
— Está bien, te dejaré libre cuando el niño nazca.
—¿Cuál niño? Estás loco, la vejez te ha afectado el cerebro. Con ella no puedo, no sé para, no siento nada.
—Vendrá el doctor a verte. Con viagras no habrá problema — Mi padre salió.
— Viejo estúpido— le grité.
Tenía amarradas las manos al espaldar de la cama. Me dolían las muñecas.
ELENA COEN
Una semana ha pasado desde Dustin fue a un viaje de negocio.
— ¿Qué es esto? — Anthony tenía una cara super extraña.
Me acerqué y él movió su celular.
— Privacidad.
— Está bien. Solo que deberías verte la cara. ¿Pasó algo?
— No.
Anthony tomó el celular de la tienda y empezó a llamar.
Revisé las redes sociales.
"El casamiento del año, Dustin Mondragón, hijo del multimillonario Mondragón y la señorita Fátima López, Modelo y licenciada en arte, contrajeron nupcias el día de hoy." Salía una foto de él antes del accidente y la foto de una mujer muy bonita.
Llamé a Dustin varias veces, pero no me contestó ni una sola vez.
¿Qué es esto?
Anthony entró.
— Voy a cerrar la tienda temprano. Llamé al jefe y no me contesta. Iré a su casa.
— ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué estás así?
El jefe no contesta. Dustin no contesta. ¿Casualidad?
— Ya se la verdad— le dije a Anthony, aunque no sabía nada — por qué tratas de mentirme.
Anthony no me pudo contener la mirada. Algo pasaba y de eso estaba seguro.
—¿Qué sabes?
— Dustin y el jefe— no dije más. Tenía una corazonada.
— Desde cuándo lo sabes. Yo sabía que algún día te ibas a enterar. Se lo dije a mi papá. Ahora él está casado con otra no entiendo, para que tanto si al final— Anthony me miró y guardó silencio.
Dustin y el jefe eran la misma persona.
— La señora casera es alguien de Dustin. Si eres mi amigo, quiero que me digas la verdad, o tu amistad era parte de este teatro.
— Mi amistad fue sincera. Me caes bien. Mañana hablamos. Ve a casa y no creas nada, hasta que el señor Dustin regresé sabremos lo que pasa.
Cogí mi bolso y salí de la tienda. Fui a mi antiguo lugar donde alquilaba. Salió la señora.
— Hola señora Ana. Dustin Mondragón— la miré directo a sus ojos — ¿es de él está propiedad? qué mentira vas a decir.
— Señorita, el joven solo quería cuidarla.
— Mi trabajo, y los lugares donde he estado, es porque él me ha cuidado. Me siento como en la película de the Truman show — me tiré una carcajada con mi cara llena de lágrimas.
— Entre. Le serviré un té.
— No gracias.
Di la vuelta y empecé a caminar. Tomé un taxi y fui a la mansión. Golpeé esos portones con piedras. Estaba tan molesta que podía botarlos de una patada. Nadie salió a abrirme.
Es cierto. Hay cámaras.
Escalé el muro y me tiré adentro. Tanto que quería salir de aquí, y ahora entro a la fuerza.
Ahí estaban aquellos malditos gorilas. Estuve como diez minutos frente a ellos, no me dejaban entrar.
— Déjenla entrar— el padre de Dustin— no entiendo que haces aquí.
— Vengo por Dustin.
— Que irónico, tanto berrinche y ahora lo buscas solita. Mi hijo está de luna de miel con su esposa.
— ¿Es cierto que se casó?
— Si. Pero si quieres ser su concubina por mi estaría más que perfecto.
— Usted es un viejo demente.
Salí de la mansión.