En un mundo donde algunas personas nacen con un don especial conocido como "afinidad", el destino de muchos se entrelaza con las fuerzas de la naturaleza y las capacidades humanas. Estas afinidades no son simples talentos, sino conexiones profundas con elementos como el fuego, el agua, la tierra, el viento, o incluso con aspectos más abstractos como la sabiduría, la fuerza o la percepción.
Nezu, un joven enigmático, tiene la misión de proteger a toda costa un antiguo tesoro en forma de espada. Codiciado por muchos y envuelto en misterio, este tesoro oculta secretos que podrían cambiar el destino de su mundo.
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Verde y Rojo 1.8
El sonido del tambor resonó por todo el campo, como un latido profundo que devolvía la calma tras la tormenta. Todos fueron teletransportados a sus respectivas zonas, un instante de luz envolviéndolos y devolviéndolos al lugar de partida.
Somi no perdió tiempo. Corrió hacia Nezu con una sonrisa llena de alivio y lo abrazó sin advertencia.
—¡Lo que hiciste fue genial! —dijo, casi con un tono de asombro—. No puedo creer cómo te movias.
Nezu, sorprendido al principio, devolvió una sonrisa pequeña y tímida. Zen, acercándose desde un costado, asintió con su habitual expresión neutra, como si nada pudiera alterarlo.
—Fue muy entretenido de ver —dijo con calma, cruzando los brazos.
Nezu, aún respirando un poco agitado, levantó la mirada hacia ellos.
—Gracias, pero aún no hemos terminado. —Su tono fue firme, aunque tranquilo—. Tenemos que concentrarnos en el último punto.
Giró su atención hacia Nox, quien permanecía ligeramente apartado del grupo. Su rostro estaba fruncido, con un brillo de enfado en los ojos y el ceño marcado. Nezu lo observó unos segundos antes de decir:
—Vamos, Nox. Ahora estamos empatados, así que intenta seguirme el ritmo esta vez.
Nox apretó los puños, sus dientes casi rechinando.
—¡Cállate! —respondió con un gruñido—. El que debe seguir el ritmo eres tú.
Antes de que Nezu pudiera responderle, el estruendo del tambor sacudió el aire, mucho más potente que antes.
Sin perder un segundo, Nezu y Nox dieron el primer paso hacia el centro del campo. La presión era palpable en el ambiente, como si el mismo viento retuviera el aliento. El suelo de bambú crujía bajo sus pies con cada movimiento, y aunque el panorama era el mismo, la sensación había cambiado por completo.
Los dos avanzaban hombro con hombro, pero no como aliados en perfecta sincronía; era una marcha competitiva, cada uno tratando de mostrar que podía ser el primero en llegar.
—No te quedes atrás —murmuró Nox.
Nezu no respondió. Sus ojos estaban fijos en el horizonte, donde las sombras de los miembros del equipo rojo empezaban a moverse también hacia el centro.
Nox y Nezu avanzaban con firmeza, cada paso resonando sobre los bambúes.
Pronto, se encontraron de frente con Kael, Sea y Christian, que ya estaban en posición para bloquear el avance.
—Nox, encárgate de Kael —dijo Nezu en voz baja, con los ojos fijos en Sea y Christian.
Nox asintió y, sin perder un segundo, fue directo hacia Kael. El enfrentamiento parecía inevitable, pero justo cuando Kael alzó su espada para bloquear, Nox hizo una finta perfecta, girando el cuerpo y pasando velozmente a su lado.
—¡Deténganlo! —gritó Christian, girando hacia Nox en pánico. Pero antes de que pudiera retroceder, Nezu ya había aprovechado su distracción.
—Distraido —susurró Nezu, derribándolo con un empujón firme.
Christian apenas tuvo tiempo de gritar antes de caer por el abismo,desapareciendo del campo.
Mientras Nox continuaba avanzando, algo inesperado ocurrio: hilos casi invisibles de Vira se lanzaron hacia él, intentando enrollarlo. Nox, por puro instinto, dio un salto hacia atrás.
—¡¿Qué demonios...?! —murmuró Nox, pero no tuvo tiempo de pensar.
Vira apareció frente a él, moviéndose con una velocidad impresionante. Por primera vez en toda la ceremonia, atacaba cuerpo a cuerpo. Con un giro fluido, chocó su disco giratorio contra la espada de madera de Nox.
—No te dejaré avanzar —dijo Vira con voz fría, sus ojos reluciendo con determinación— Aún nos queda tinta en el tintero.
Con una fuerza inesperada, Vira presionó su disco hasta que un crack seco retumbó en el aire: la espada de Nox se rompió en dos.
—¡Maldita sea! —maldijo Nox, retrocediendo con el rostro tenso.
Vira no le dio respiro. Con un movimiento rápido, lanzó sus hilos y envolvió a Nox, quien, a pesar de luchar con todas sus fuerzas, fue arrojado a la zona verde.
Mientras Nox era obligado a retroceder, una sombra ágil pasó por el costado: Azazel. Aprovechando el caos, avanzó rápidamente por el lateral, moviéndose con la ferocidad de una bestia. Los obstáculos parecían no existir para él.
Sin embargo, al llegar a la zona verde, Zen apareció, bloqueando su camino.
—¿A dónde crees que vas? —dijo Zen, con su tono neutro habitual.
Azazel lanzó un ataque feroz, pero Zen lo bloqueó con facilidad, desviando cada golpe con movimientos precisos y calculados.
—Sigues moviéndote como una bestia —comentó Zen—, pero con esa mano rota... es imposible que tengas la misma potencia.
Azazel rugió frustrado, atacando con más fuerza, pero Zen seguía siendo una muralla inquebrantable para el.
Mientras tanto, en el centro del campo, Nezu intentaba abrirse paso entre Sea y Kael. Atacaba y retrocedía, buscando fintarlos, pero sus oponentes eran hábiles y no le daban espacio.
—¡Vas a tener que hacer más que eso! —gritó Sea, lanzando una serie de rápidas estocadas con su estoque.
Nezu esquivó por un lado, y aprovechó un descuido para sujetar a Sea del brazo. Con un giro firme, lo arrojó hacia Kael.
—No son muy buenos con el trabajo en equipo —comentó mientras veía como Kael se preparaba.
Kael logró esquivar a Sea y contraatacó con fuerza, chocando su espada contra la de Nezu. Pero en ese preciso momento, una figura veloz pasó junto a ellos: Vira.
—¿Ella? —Nezu se sorprendió. Hasta ahora, ella no había atacado de manera directa en toda la ceremonia.
Intentó detenerla, pero Kael no se lo permitió, obligándolo a seguir combatiendo.
Vira continuó avanzando con determinación, hasta que volvió a encontrarse con Nox.
—¿Sorprendido de verme en esta área? —dijo Vira con una sonrisa retorcida, haciendo girar su disco entre sus hilos.
Antes de que Nox pudiera responder, Vira lanzó el disco con una velocidad brutal. Nox apenas logró esquivarlo, sintiendo el viento cortar cerca de su rostro. Pero Vira no perdió el ritmo: se acercó rápidamente y le dio una patada directa en el abdomen, haciendo que Nox retrocediera.
—Me gusta tomar la delantera —añadió, lanzando un puño directo a su rostro.
Esta vez, Nox reaccionó. Sujetó el puño de Vira con firmeza y, con un rugido de frustración, intentó arrojarla al abismo.
Sin embargo, el disco de Vira, que había lanzado antes, volvió a toda velocidad. Golpeó a Nox en la nuca con precisión, haciéndolo tambalear. Vira sonrió mientras avanzaba sin mirar atrás, dejando a Nox tendido en el suelo.
Entró en la zona verde con la misma rapidez y confianza de siempre. Allí, Somi la estaba esperando.
Somi respiró hondo, encendiendo su espada de madera con llamas vivas.
—No puedo dejar que avances más —dijo, girando su espada con fuerza en un ataque feroz.
Vira detuvo el golpe con su disco, el sonido del choque resonando como un trueno.
—Eso es mucha potencia... pero muy poca habilidad —dijo con calma.
Con un movimiento fluido, esquivó el siguiente ataque de Somi y pasó de largo, dirigiéndose hacia el centro del agujero.
El silencio cayó sobre el campo justo cuando el marcador cambió.
En un destello de luz, los participantes fueron teletransportados de vuelta a sus zonas respectivas. En la zona del equipo rojo, el ambiente estaba cargado de emociones intensas.
Sea rompió el silencio con una sonrisa en el rostro.
—¡Eso fue increíble, Vira! La manera en que te moviste, cómo lo manejaste todo... jamás lo hubiera imaginado.
Azazel, con los ojos brillando de emoción, se giró hacia Vira y soltó una carcajada extasiada.
—Siempre supe que eras especial, Vira. ¡Pero eso fue una explosión de habilidades! No puedo creer lo rápido que lo hiciste.
Vira, que hasta ahora había permanecido tranquila, dejó escapar una sonrisa ligera.
—Se sintió bien, ¿sabes? Como si finalmente estuviera haciendo algo que debía hacer. —Giró su disco con calma, observándolo de cerca, y luego añadió con voz firme—Voy por otro.
Christian, sentado al borde de la zona, golpeó el suelo con su puño.
—¡Maldita sea! Soy tan débil... No puedo creer que me haya dejado caer de esa forma.
Nox, quien estaba limpiando la sangre de su labio tras el golpe que recibió, lo miró con una mezcla de furia y desprecio.
—Deja de ser tan miserable, maldita basura. —Se acercó un paso hacia Christian, con una expresión intimidante— Si sigues lamentándote, solo demostraras la mierda que eres. Levántate y compórtate como un maldito guerrero.
Christian alzó la vista, con los ojos llenos de rabia.
—Cállate, Nox. ¿Quién demonios te crees que eres para hablarme así?
Nox no respondió. En lugar de eso, volvió la mirada hacia el marcador y apretó los puños. El empate lo ponía furioso, pero no era momento de perder tiempo con alguien como Christian.
Mientras tanto, en la zona del equipo verde, el ambiente era más calmado, aunque no menos tenso.
Zen, como siempre, observaba el campo con su semblante neutral, pero había un destello de preocupación en su mirada.
—Si todos los del equipo rojo deciden venir al ataque ahora, será un problema —dijo en voz baja, casi como si hablara consigo mismo—. La verdad, ya se estaban tardando en hacerlo.
Somi, aún recuperándose del enfrentamiento con Vira, respiró profundamente.
—¿Crees que todos atacarán al mismo tiempo?
Zen asintió lentamente.
—Es lo más lógico. No tienen tiempo que perder, y si han visto que el marcador está empatado, intentarán inclinar la balanza a su favor. —Hizo una pausa y añadió— Debemos estar preparados para enfrentarlos en su mejor versión, como si todo el equipo rojo acabara de despertar.
Somi apretó los labios, sintiendo el peso de las palabras de Zen. Miró hacia donde Nezu se encontraba, en silencio, afilando su espada de madera con movimientos pausados. Había algo en él que parecía distinto, como si la batalla anterior lo hubiera cambiado de alguna forma.
—¿Y Nezu? —preguntó Somi, girándose hacia Zen—. ¿Crees que estará listo si vienen todos?
Zen lo miró por un momento antes de responder.
—No lo sé, Pero parece ser del tipo de persona que hace cosas inesperadas.
El ambiente en ambas zonas estaba tenso. La balanza podía inclinarse hacia cualquier lado, y tanto el equipo rojo como el verde lo sabían. El gran tambor resonó de nuevo, marcando el reinicio del enfrentamiento.
El campo resonaba con el eco de las pisadas de Nezu y Nox, quienes avanzaban hacia el centro. El aire era denso, cargado con una tensión que parecía a punto de estallar. Allí, en el límite, les esperaban Kael y Vira.
Vira dio un paso al frente, su disco girando entre los dedos como un depredador jugando con su presa.
—Qué curioso, ¿no? —dijo con una sonrisa burlona—. Es malo que un animalito como tú se quite la correa, niño.
Con un movimiento ágil, lanzó su hilo hacia él. Nezu retrocedió, esquivando por un pelo. Pero antes de que pudiera responder, Nox avanzó con un ímpetu feroz, su espada de madera rompiendo el hilo con un tajo contundente.
—¡Ya me cansé de esta mierda!—rugió, su mirada clavada en Kael.
Kael dio un paso hacia adelante, su expresión inmutable, como si la furia de Nox apenas le causara impresión.
—Ah, Nox, te hiciste tan predecible. —Interceptó su ataque con movimientos precisos y calculados, como si cada golpe fuera un problema matemático resuelto antes de ser planteado—. ¿Sabes? Los números, puedo ver los números, números, números, numeros.
Las palabras eran una daga afilada. Con cada frase, Kael desestabilizaba no solo los ataques de Nox, sino también su determinación.
—No importa cuánto lo intentes. Nunca serás mejor que yo. Asumelo. Es tu lugar.
Pero Nox no se detuvo. Cada rechazo solo alimentaba la furia en su interior. Finalmente, en un arranque de desesperación, lo agarró del hombro, intentando frenarlo. Kael, con un giro fluido, lo derribó.
El tiempo pareció detenerse cuando Nox quedó al borde del abismo, su cuerpo tambaleándose. Entonces, con una rapidez instintiva, Nezu se lanzó hacia él, sujetándolo antes de que cayera.
El esfuerzo era titánico. Nezu apretaba los dientes mientras sus músculos temblaban, luchando por mantener el equilibrio.
—¡Sujétate! —gritó, su voz cargada de tensión.
Por un momento, parecía que había logrado salvar a Nox. Pero entonces, algo cambió. Nox, con los ojos ardiendo de furia y frustración, apretó la mandíbula y tomó una decisión.
Con un movimiento inesperado, Nox tiró de Nezu hacia sí, aprovechando el impulso para levantarse, y con un giro brusco, tiro a Nezu hacia la zona verde. Nezu apenas tuvo tiempo de procesar lo que ocurría antes de sentir el aire cortando su piel y el bambú alejándose bajo sus pies.
El impacto no fue tan fuerte como la sorpresa. Zen estaba allí, esperándolo, y lo recibió justo antes de que pudiera tambalearse más.
—¿Estás bien? —preguntó Zen, su tono tan neutro como siempre, pero sus ojos revelaban una leve preocupación.
Nezu asintió, aunque todavía trataba de procesar lo ocurrido.
—Sí... estoy bien. —Sus ojos se desviaron hacia el límite, donde Nox permanecía, listo para enfrentarse nuevamente a Kael— Pero prepárate. Nox ha despertado.
Zen frunció el ceño, intentando descifrar el tono en la voz de Nezu. Antes de que pudiera preguntar más, Nezu señaló hacia los extremos del campo.
—Cuando llegue el momento ve por el otro lado. Yo tomaré la banda izquierda.
Sin más preguntas, Zen asintió. En silencio, ambos comenzaron a moverse, mientras en el centro, el enfrentamiento entre Nox y Kael cobraba vida nuevamente, como si el resto del mundo no existiera.
Nezu permanecía en la zona verde, observando el caos que se desataba en el centro del campo. Cerró los ojos por un instante, sintiendo el flujo de energía que recorría el terreno como un río interminable. Por primera vez, todo le parecía claro, como si pudiera percibir cada rincón del campo, cada movimiento, cada intención.
—Finalmente… —susurró para sí mismo—. Puedo sentirlo todo, cada paso, cada vibración. Es como si estuviera completo.
Respiró profundo, afianzando su postura mientras murmuraba:
—Con la atención puesta en los lazos de su hermandad… creo que sé exactamente dónde debo colocarme.
Mientras tanto, en el centro del campo, la tensión entre Nox y Kael alcanzaba su punto de quiebre. Frente a frente.
Nox apretó los dientes, sus manos temblando de rabia mientras sostenía su espada de madera.
—Te odio. —Las palabras salieron de su boca con un veneno palpable— Te odio más de lo que odio este maldito juego. Y te voy a matar.
Con un rugido de furia, Nox se abalanzó sobre Kael, desatando una ráfaga de estocadas rápidas y furiosas. Su técnica era cruda, pero cada golpe llevaba una fuerza que nacía desde lo más profundo de su ser. Kael, sin embargo, mantenía su compostura, desviando cada ataque con movimientos precisos y calculados.
—¿Se enfadó el hermanito? —dijo con un tono de desinterés —. Qué patético.
En un movimiento inesperado, Kael encontró una apertura y lanzó un puñetazo directo a la mandíbula de Nox tan fuerte que lo hizo retroceder un par de pasos mientras escupía sangre.
—Mira lo que hiciste. —Kael dice mientras lo señalaba— Ahora te pusiste a babear.
Nox, con los ojos encendidos de furia, limpió su boca con el dorso de la mano. Sin decir una palabra, avanzó nuevamente, pero esta vez no para atacar. Con una expresión de desprecio, le escupió directamente en la cara.
—Soy el mejor —gruñó Nox mientras Kael limpiaba su rostro con evidente asco—. Si a alguien le duele, es lo que hay.
Las palabras no quedaron sin respuesta. Kael, furioso, atacó con una serie de golpes rápidos, pero algo había cambiado. Nox no retrocedió. En lugar de eso, bloqueó con una velocidad inesperada, aprovechando cada apertura que Kael dejaba en su ira. En un movimiento final, Nox esquivó un golpe lateral, se deslizó hacia un lado y con una fuerza brutal, lanzó un golpe directo al estómago de Kael.
El impacto fue tan fuerte que dejó a Kael sin aliento. Antes de que pudiera recuperarse, Nox giró sobre su eje y lo golpeó con un codazo en el cuello, enviándolo abajo sosteniéndose apenas de los bambues. Kael intentó levantarse, pero Nox lo pateó, dejándolo inconsciente al borde del abismo.
Nox respiró agitado, observando el cuerpo de Kael tendido en el suelo. No había duda: había ganado.
—Al fin.
Sin detenerse, comenzó a avanzar hacia la zona roja. Azazel apareció en su camino, levantando una mano en un intento por detenerlo.
—Nox, así no es como deberías tratar a tus mayores.
Aunque Azazel mantenía cierta distancia, claramente afectado por su mano rota, su presencia era suficiente para provocar una pausa momentánea en Nox.
—Me siento increíble—dijo Nox, con una sonrisa sarcástica—. Yo soy un ganador. Y todos ustedes… —Miró a su alrededor, señalando con su espada—. Son solo el público. Así que quédense quietos y observen.
Sin más palabras, Nox avanzó. Sea intentó interceptarlo, moviéndose con agilidad para desarmarlo. Pero Nox, mostrando una habilidad inesperada, giró en el aire y lo golpeó con una patada directa en la cara. Sea cayó al abismo, Pero logro aferrarse a uno comenzando a subir entre los bambúes.
Christian, viendo la escena, apretó los puños con fuerza.
—¡Ya es suficiente, Nox! —gritó mientras cargaba hacia él, su rostro lleno de frustración.
Nox, sin siquiera inmutarse, bloqueó su ataque y con un solo movimiento, derribó a Christian. No lo tiró al abismo, pero lo dejó inmóvil en el bambú, claramente derrotado.
—¿Eso es todo? —dijo Nox, sin molestarse en mirar atrás mientras seguía avanzando hacia la zona roja—. Ni siquiera vale la pena perder tiempo contigo.
El aire se tornó pesado mientras Nox se erguía al borde de los bambúes, su mirada fría posándose sobre el cuerpo inmóvil de Christian. Su respiración seguía agitada por el enfrentamiento anterior, pero una sonrisa satisfecha comenzaba a formarse en sus labios.
—No sirves para nada —murmuró, casi como un susurro que se perdió en el viento.
Con un movimiento decidido, levantó a Christian del bambú y, sin la menor vacilación, lo arrojó al abismo. El cuerpo de Christian desapareció en la neblina que cubría el fondo, y el sonido de su caída se desvaneció rápidamente.
—y ahí va otro—dijo Nox con un tono de triunfo, girándose hacia su siguiente objetivo.
Pero no tuvo tiempo de prepararse. Como una tormenta inesperada, Azazel cargó contra él.
—¡Ya es suficiente, Nox! —gritó mientras levantaba su espada con su brazo sano para golpearlo con todas sus fuerzas.
Nox reaccionó rápido, esquivando el ataque con agilidad y adelantándose para tomar la ofensiva. Con un movimiento certero, balanceó su espada de madera y golpeó a Azazel en la cara. El impacto fue brutal; un chasquido seco resonó mientras la nariz de Azazel se rompía, enviando una pequeña salpicadura de sangre al bambú.
Azazel, sin embargo, no retrocedió. Con la sangre escurriendo por su rostro y un rugido primitivo, dio un paso adelante y le propinó un cabezazo directo a Nox, que lo hizo tambalearse.
—¡Es hora de caer, maldito! —bramó Azazel, su voz resonando con una mezcla de rabia y dolor.
Nox trastabilló, pero no cedió. Recuperando el equilibrio con una velocidad asombrosa, apretó con fuerza su espada de madera y la levantó una vez más.
—¡Tú no me harás caer, Demonio! —gritó, y con toda la fuerza que pudo reunir, lanzó un golpe directo al brazo de Azazel, el único que aún le quedaba funcional.
El crujido fue instantáneo. Azazel gritó de dolor mientras su brazo cedía ante el impacto, colgando inútilmente a su costado. Pero, lejos de rendirse, Azazel sonrió, una mueca extraña que desafiaba toda lógica.
—Así… —jadeó—. Así es como se gana.
Sin pensarlo dos veces, Azazel lanzó todo su cuerpo contra Nox, usando el impulso para derribarlo. Nox, sorprendido, intentó apartarse, pero no lo logró a tiempo. El peso y la fuerza de Azazel lo empujaron hacia el borde, y ambos cayeron juntos al abismo.
El eco de sus cuerpos desapareciendo en la neblina llenó el aire, dejando un silencio pesado sobre el campo de batalla. La zona roja, ahora sin su guerrero más feroz, parecía estar en calma por primera vez. Pero en la zona verde, Nezu observaba desde lejos, su mente trabajando rápidamente mientras murmuraba:
—Con ellos fuera… la estrategia cambia.
El silencio entre los bambúes era denso, roto únicamente por el sonido del disco de Vira girando a través de su hilo. Frente a ella, Zen avanzaba con movimientos calculados, leyendo cada giro, cada ligera tensión en el hilo.
—¿Qué pasa? —preguntó Vira, con una sonrisa ladeada, mientras su disco trazaba círculos amenazantes en el aire—. ¿Tienes miedo? ¿Por qué no te acercas?
Zen mantuvo la calma, su expresión imperturbable.
—Solo debo ganar algo de tiempo
La sonrisa de Vira se desvaneció por un instante, y su instinto la hizo mirar hacia otro lado. Fue entonces cuando lo vio: Nezu ya estaba en la zona roja, luchando contra Sea, sus movimientos rápidos y precisos. La distracción fue breve, pero suficiente.
En ese momento, Zen aprovechó. Con una velocidad impresionante, atravesó la distancia entre ellos y con un movimiento limpio y certero, la empujó hacia el abismo. Vira, sorprendida, intentó recuperar el equilibrio, pero ya era demasiado tarde.
Mientras caía, su mente se llenó de rabia y desesperación.
—¡No puedo acabar así! ¡Esto no puede acabar así! —gritó, mientras su mano giraba frenéticamente el disco en su hilo.
Con un último esfuerzo, Vira liberó toda su fuerza en un único movimiento, haciendo girar su disco con tal potencia que cortó los bambúes a su alrededor. Los tallos crujieron y se desplomaron, dejando un caos detrás de ella.
Zen, sorprendido por el repentino cambio en el terreno, perdió el equilibrio. Intentó saltar hacia un bambú cercano que aún permanecía firme, pero un golpe inesperado lo detuvo. Kael apareció desde las sombras, su espada impactando con fuerza en la cabeza de Zen.
Sin tiempo para reaccionar, Zen cayó al abismo junto con Vira, sus figuras desapareciendo en la neblina que cubría el fondo.
Kael, ahora solo, miró hacia la zona roja y avanzó sin dudar. Cuando llegó, Sea lo recibió con un grito furioso:
—¡Eres un idiota, Kael! ¡Debiste ir a la zona verde! ¡Ahí debías ganar el punto!
Kael lo observó por un momento, su expresión llena de desprecio.
—Cállate, basura. —Su voz era fría, casi mecánica— Me niego a ganar de una forma tan patética.
Sin previo aviso, Kael tomó a Sea del brazo, levantándolo con una fuerza inesperada. Sea gritó de sorpresa y protesta, pero no tuvo oportunidad de defenderse. Con un movimiento firme, Kael lo lanzó al abismo.
El aire parecía detenerse mientras Kael y Nezu se mantenían frente a frente, en silencio, con la tensión latente entre ellos. Los ojos de Kael se movían de un lado a otro, analizando cada detalle del cuerpo de Nezu, como si su mirada atravesara las capas visibles y descompusiera todo en fórmulas y patrones.
—Aún puedo verlos… —murmuró Kael, casi para sí mismo—. Los números. Mientras pueda verlos, nunca perderé.
Con un paso firme, Kael se lanzó hacia adelante, blandiendo su espada con un movimiento que era tan fluido como implacable. Nezu levantó la suya justo a tiempo, deteniendo el ataque con un bloqueo seco.
—Tu afinidad es realmente impresionante —comentó Nezu con calma, empujando a Kael hacia atrás— Pero me pregunto qué es más fuerte: ¿tus ojos o mi oído?
La sonrisa de Kael se ensanchó con un dejo de arrogancia.
—¿Tu oído? Eso es interesante. Veamos cuánto duras.
Ambos se lanzaron al combate con una sincronía tan perfecta que sus movimientos parecían premeditados. Kael* avanzaba con ataques meticulosos, cada uno diseñado para explotar una abertura invisible que solo él podía ver. Para sus ojos, cada movimiento de Nezu estaba envuelto en cifras, ángulos y trayectorias, como un código que él podía decodificar en tiempo real.
Pero Nezu no era fácil de leer. Mientras Kael analizaba, Nezu escuchaba. Sus oídos captaban el crujir de los bambúes bajo los pies de Kael, el leve silbido del aire cortado por su espada, incluso el ligero cambio en su respiración antes de cada ataque.
Kael avanzó con un golpe descendente, pero Nezu, ya anticipando el movimiento, giró hacia un lado, esquivando por un margen ínfimo antes de contrarrestar con un golpe horizontal. Kael, sin embargo, parecía ya estar esperando esa respuesta, girando su cuerpo para bloquear el ataque con su espada y lanzar una estocada que obligó a Nezu a retroceder rápidamente.
—Tu oído es bueno, muy bueno —admitió Kael mientras sus ojos seguían trazando líneas invisibles en el aire—. Pero tus movimientos son un patrón. Todos lo son.
Nezu sonrió mientras giraba su espada con calma.
—Eso dicen los que no pueden escuchar la realidad.
Kael lanzó una serie de ataques rápidos y precisos, cada uno de ellos dirigido a puntos vulnerables que él había calculado al milímetro. Nezu bloqueaba y esquivaba con fluidez, pero cada defensa le costaba más esfuerzo. Con cada paso, el espacio entre ellos se reducía, y Kael parecía ganar terreno, presionando con una fuerza abrumadora.
De repente, Kael hizo un giro inesperado, buscando cortar el equilibrio de Nezu con un barrido bajo. Pero antes de que la espada pudiera alcanzar su objetivo, Nezu ya había saltado, habiendo escuchado el cambio de peso en los pies de su oponente. Aprovechando la inercia del movimiento, Nezu giró en el aire y atacó desde arriba, obligando a Kael a retroceder por primera vez.
Ambos se detuvieron por un segundo, jadeando. Kael entrecerró los ojos, su sonrisa se había desvanecido.
—Eres impresionante.
Kael se lanzó nuevamente, esta vez con un ataque más caótico, rompiendo el patrón que había mantenido hasta ahora. Para Nezu, cada golpe era más difícil de predecir, más errático. Bloqueó un golpe lateral, esquivó otro que iba directo a su hombro, y contraatacó con una estocada que obligó a Kael a retroceder. Pero entonces Kael, con un movimiento inesperado, dejó caer su espada y la recuperó con la otra mano, girando y lanzando un ataque que golpeó la espada de Nezu, desarmándolo parcialmente.
Nezu retrocedió, jadeante, mientras su espada quedó colgando de un hilo de bambú. Kael avanzó lentamente, su expresión fría y calculadora.
—Los números siempre ganan, Nezu. Siempre.
Pero en ese momento, Nezu sonrió.
—Tal vez... ¿Lo dejamos a la suerte?.
Kael, desconcertado por el comentario, apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que el suelo bajo ambos crujiera. Un bambú roto por el ataque de Vira cedió, inclinándose peligrosamente hacia el abismo. Nezu, sin un soporte firme, perdió el equilibrio y cayó hacia el vacío.
Con un instinto casi reflejo, Kael intentó sujetarlo, pero su propio peso lo arrastró hacia adelante. Justo antes de caer, Nezu logró asirse al borde de otro bambú cercano, quedando suspendido mientras Kael lograba retroceder con dificultad.
Ambos se miraron en silencio. Nezu, colgando del bambú, sonrió débilmente.
—Parece que ganaste, pero al final... es solo un número más, ¿verdad?
Kael no respondió, sus ojos todavía mirando los cálculos que parecían desvanecerse lentamente de su visión. Y por primera vez, pareció cuestionar si todo era tan simple como siempre había creído.
Nezu, colgando del bambú que oscilaba peligrosamente sobre el abismo, apretó los dientes. Con una determinación que ardía en su interior, tensó cada músculo de su cuerpo e intentó subir de nuevo, su mirada fija en Kael, quien permanecía a unos pasos, observándolo en silencio. La madera crujía bajo el peso de Nezu, pero este no se rendía, impulsándose con fuerza.
Sin embargo, Kael dio un paso hacia adelante. No había emoción en su rostro, ni rabia ni satisfacción. Solo una fría resolución.
—Te dije que los números no mienten —Su voz era baja, casi un susurro, mientras extendía su mano, no para ayudarlo, sino para empujarlo.
El golpe fue limpio y certero. Nezu perdió el agarre, cayendo hacia el abismo. En su descenso, su mirada se cruzó con la de Kael una última vez. Una sonrisa apenas perceptible curvó los labios de Nezu, como si aceptara su derrota con una mezcla de resignación y orgullo. Luego desapareció en las sombras.
Kael se quedó inmóvil, mirando el vacío donde había caído su oponente. Por un instante, su mente no estuvo inundada de números. No había cálculos, ni fórmulas, ni patrones. Solo silencio. Avanzó lentamente entre los bambúes, sus pasos siendo un eco en el campo ahora casi desolado. A cada paso, el peso de lo que había hecho parecía crecer en su pecho, aunque no sabía exactamente por qué.
Entrando finalmente a la zona verde, Kael encontró a Somi, la última línea de defensa del equipo contrario. Somi apretó los dientes, su mirada cargada de determinación. Empuñó su espada de madera, intentando invocar sus llamas una vez más, pero nada ocurrió.Esta vez, su habilidad no respondió. La frustración y el pánico se reflejaron en sus ojos.
Kael la observó con calma mientras ella intentaba atacarlo. Con un movimiento preciso, desvió su golpe y la tiró a un lado, haciéndola caer al suelo. Somi, jadeante, alzó la vista, pero no encontró furia en Kael, solo una indiferencia inquietante.
—Dile al chico que fue divertido. —Su tono era seco, casi desprovisto de emoción. Luego se giró para dar unos pasos más, deteniéndose justo antes de entrar al agujero que marcaba el final de la ceremonia—. Y a Nox... dile a mi hermano que lo estaré esperando.
Sin más palabras, Kael avanzó, entrando al agujero y asegurando la victoria para el equipo rojo.
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