**Sinopsis**
En un mundo donde la biología define roles y los instintos son incontrolables, dos hombres de mundos opuestos se ven atrapados en una ardiente atracción. Leon, un alfa dominante y poderoso empresario, ha rechazado el amor… hasta que Oliver, un omega dulce y sensible, entra en su vida como asistente. Lo que comienza como un deseo prohibido pronto se convierte en una intensa relación marcada por celos y secretos. Cuando verdades devastadoras amenazan con separarlos, deberán enfrentarse a su pasado y decidir si su amor es lo suficientemente fuerte para desafiar las estructuras que los mantienen apartados. ¿Están dispuestos a arriesgarlo todo por un futuro juntos?
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Capítulo 16: Cuerpos y Almas
Después de la tensa conversación en el hotel, Leon y Oliver decidieron alejarse de la agitación de la ciudad y pasar un fin de semana en una cabaña que un amigo de Leon poseía en las montañas. Buscaban un refugio donde pudieran reconectar y dejar de lado la presión del trabajo, los rumores y las expectativas externas. La atención a lo simple, a lo genuino, los ayudaría a redescubrirse a sí mismos y a su amor, lejos de las miradas inquisitivas y el juicio de Will.
La cabaña, de madera rústica y techada con tejas, emitía un aire acogedor. Una chimenea ancha ocupaba el frente, y ventanas grandes dejaban pasar la luz del sol, mientras que la naturaleza circundante llenaba la atmósfera con el sonoro murmullo de los árboles y el canto lejano de los pájaros. Todo parecía perfecto; un verdadero escape.
—Es precioso aquí —dijo Oliver, dejándose caer en un sofá cómodo al entrar—. Nunca supe que tu amigo tenía un lugar así.
—Es un pequeño paraíso —respondió Leon, llenando la leña en la chimenea—. Lo utilizamos para escapar lo más que podemos.
Oliver sonrió, observando a Leon mientras se movía por la habitación. La forma en que sus músculos se flexionaban al cargar la leña y la serena concentración en su rostro le daban a Oliver una sacudida de admiración. Se sentía afortunado de estar allí con él, aunque una parte de su corazón seguía inquieta.
Después de instalarse, decidieron hacer una caminata por los senderos cercanos. Al principio, las sonrisas eran fáciles y las risas fluyeron como el agua de un manantial. Paseaban de la mano, disfrutando del aire fresco y puro, pero pronto las sombras de las dudas se deslizaron entre ellos.
—¿Este lugar no es hermoso? —dijo Leon, sus ojos brillando con entusiasmo.
—Es increíble —respondió Oliver, pero su tono era melancólico—. Sin embargo, a veces me siento abrumado por lo que hemos dejado atrás.
Leon, sintiendo la tensión recién llegada, aflojó su agarre, su rostro comenzando a mostrar preocupación. —¿Te estás arrepintiendo de algo? Sabes que estoy aquí, ¿verdad?
Oliver se detuvo y miró a Leon intensamente, como si procurara encontrar la verdad en sus ojos. —No estoy arrepentido de nosotros, pero me pregunto si realmente podemos superar todo esto. La vida es complicada, Leon. Ya no es solo entre tú y yo; hay mucho en juego.
Las palabras de Oliver pesaron en el aire, y Leon sintió su corazón oprimido. Sabía que el fin de semana era una simple escapatoria, pero deseaba que fuera más que un interludio en su historia, quería que fuera un nuevo comienzo. Se acercó a Oliver, tomando sus manos con fuerza. —Lo superaremos, Oliver. Puedes contar conmigo. No puedo garantizar que será fácil, pero lucharé por nosotros.
Oliver lo miró, la lucha reflejada en su mirada. —Me asusta lo que está en juego. La posibilidad de perderte no me deja en paz.
—Nunca perderás lo que hemos construido —dijo Leon, su voz suave pero decidida. Se inclinó un poco más cerca, sintiendo la energía vibrante entre ellos—. Ahora, hay que dejar de pensar en el futuro. Disfrutemos este momento.
Con esa pequeña victoria, las sombras comenzaron a disiparse mientras volvían a la cabaña. Pasaron la tarde cocinando juntos en la cocina de madera, riéndose y disfrutando de la compañía del otro en un escenario que parecía sacado de un libro de cuentos. Las risas llenaron cada rincón de la cabaña, mientras los olores a hierbas frescas y comida casera envolvían el espacio, creando un aire de paz.
Con el fuego crepitando en la chimenea, se acomodaron en el sofá, una botella de vino tinto en la mesa baja. Leon sirvió un poco en dos copas, y mientras brindaban por los momentos felices, Oliver no pudo evitar sentir que esa burbuja de felicidad era también una ilusión, algo frágil que podía desvanecerse en cualquier momento.
—A veces me pregunto —comenzó Oliver, después de un trago silencioso—, si seremos capaces de ser verdaderamente felices.
—¿Por qué piensas eso? —Leon le preguntó, tensionando la barbilla ligeramente.
—No sé. Tal vez porque siempre estoy esperando que todo se derrumbe. Parte de mí sigue buscando la siguiente crisis —confesó Oliver, su voz temblando.
Leon sintió una punzada en su pecho. —¿Entonces esto es solo una distracción para ti? ¿No puedes disfrutar del momento?
—No es así, pero cada rayo de sol tiene su sombra —dijo Oliver, buscando las palabras para expresar lo que sentía—. Cada vez que me miro en tus ojos, siento que estoy en un sueño. Pero al despertar, hay una realidad que duele.
—¿Y si el sueño es la realidad? —Leon propuso, viendo la vulnerabilidad en el rostro de Oliver—. Te quiero, y no quiero perder esta oportunidad. Pero tengo que saber si crees en nosotros.
Oliver suspiró y se quedó en silencio, como si cada palabra pesara toneladas. Leon se dio cuenta de que estaba esperando una respuesta que, quizás, no existía. Después de un largo silencio, Oliver finalmente habló. —A veces, tengo miedo de que la gente nos vea solo como una anécdota, como algo que no tiene fundamento... o que simplemente no tiene futuro.
—¿Qué tal si les mostramos que estamos aquí para quedarnos? —dijo Leon, inclinándose hacia adelante, intuyendo el cambio de su energía—. No tenemos que demostrar nada a nadie excepto a nosotros mismos.
—Tal vez tengas razón —admitió Oliver, sintiendo que la esperanza comenzaba a brotar entre las sombras de su incertidumbre.
—Dame una oportunidad —Leon lo animó, su voz más suave—. Estemos en este momento. No puedo prometer que será perfecto, pero prometo hacer lo mejor para que funcione.
Oliver buscó la mirada de Leon; sus ojos eran un mar de emociones, un destello de deseo y un atisbo de miedo. En un movimiento casi instintivo, se acercó y selló sus labios en un beso. La calidez se extendió entre ellos, y en ese momento, todo parecía posible.
Pero en lo más profundo de su corazón, Oliver sabía que el verdadero reto estaba por venir. Podían encontrar alegría en el amor, podían esconderse en esa burbuja de felicidad, pero eventualmente, regresarían a la cruda realidad.
Decidieron salir a caminar bajo las estrellas esa noche, donde la oscuridad envolvía cada rincón mientras colgaban los deseos entre los astros. Los murmullos de sus palabras se mezclaron con la serenidad del viento, la tranquilidad de la naturaleza silenciando sus miedos, al menos por el momento.
Sin embargo, mientras se abrazaban bajo el manto nocturno, y se dejaban llevar por la caricia del viento frío y la calidez de sus cuerpos, ambos sabían que ese fin de semana sería definitivo. Las decisiones que tomaran en su corazón marcarían el siguiente capítulo de sus vidas, para bien o para mal. Y en ese instante, rodeados por la majestuosa belleza de las montañas, se prometieron aferrarse y enfrentar lo que estuviera por venir, aunque fugaces momentos de alegría a veces traen consigo descubrimientos dolorosos.