Cruel Verdad

El aire estaba impregnado de una paz inquietante mientras Alec y Mathew se alejaban del parque, aún sosteniéndose de la mano, como si ambos temieran que uno pudiera desaparecer en cualquier momento. La confesión de Alec había sido devastadora, revelando una parte de él tan rota que Mathew apenas podía imaginar el peso que había llevado en silencio durante tanto tiempo.

Ambos caminaban en silencio hacia el apartamento de Mathew. No había necesidad de palabras en ese momento; el mero hecho de compartir el espacio y sentir el calor del otro era suficiente. Cuando finalmente llegaron, se dejaron caer en el sofá, exhaustos tanto física como emocionalmente.

“¿Te sientes… mejor?” preguntó Mathew en voz baja, rompiendo el silencio.

Alec asintió lentamente, sus ojos todavía enrojecidos por las lágrimas. “Sí. Creo que nunca había sentido este alivio en mi vida. Decir la verdad, por más dolorosa que sea… es como liberarse de una cárcel que he construido yo mismo.”

Mathew lo observó en silencio, comprendiendo que Alec no necesitaba respuestas ni promesas en ese momento, solo alguien que lo aceptara sin juzgar. “Alec, no tienes que llevar esta carga solo. Si me dejas, quiero ser parte de tu vida, de todas las partes de tu vida.”

Los ojos de Alec se llenaron de lágrimas de nuevo, pero esta vez no eran de dolor, sino de gratitud. Con una suavidad que antes solo había mostrado en breves momentos, se acercó a Mathew y lo abrazó, dejando que su respiración se acompasara con la del otro. Era un abrazo que no tenía palabras, un pacto silencioso de apoyo y amor.

Esa noche, ambos cayeron en un sueño profundo y tranquilo, como si todas las sombras que antes los acechaban hubieran sido dejadas atrás, al menos por un momento. Cuando Mathew despertó a la mañana siguiente, Alec ya no estaba a su lado. Se sentó rápidamente, sintiendo una punzada de miedo, hasta que escuchó el sonido de la cafetera en la cocina.

Alec estaba de pie, sirviendo café, con una expresión relajada que Mathew apenas había visto en él antes.

“Buenos días,” dijo Alec, ofreciéndole una taza. “Pensé que podría prepararte un café como agradecimiento… por todo.”

Mathew sonrió, sintiendo un calor familiar y reconfortante. “Gracias. Aunque no tienes que agradecerme nada. Estoy aquí porque quiero estarlo.”

Alec lo miró fijamente, como si intentara grabar esas palabras en su memoria. “Mathew, sé que he dicho esto muchas veces, pero nunca había estado tan seguro de querer un cambio en mi vida. Quiero ser alguien de quien puedas estar orgulloso. Quiero aprender a vivir sin las sombras de mi pasado.”

“Y lo harás,” respondió Mathew con firmeza, colocando una mano sobre la de Alec. “No tienes que hacerlo todo de golpe. Esto es un proceso, y yo estaré aquí contigo.”

Con un respiro profundo, Alec asintió. Ambos pasaron la mañana conversando sobre cosas simples y cotidianas, disfrutando de una normalidad que a veces sentían inalcanzable. Fue una mañana de pequeños detalles, de risas sinceras, y de momentos que, aunque parecían insignificantes, significaban un mundo para ambos.

Esa tarde, Alec sugirió hacer algo que siempre había querido hacer pero que nunca había tenido el valor: visitar el lugar donde había pasado algunos de sus momentos más oscuros. Necesitaba enfrentarse a ese espacio para finalmente encontrar paz.

Mathew, a pesar de la aprehensión, aceptó acompañarlo. Llegaron a un pequeño puente en las afueras de la ciudad, un lugar que en su momento había sido el refugio de Alec, pero también el escenario de sus mayores derrotas personales. Alec se detuvo en medio del puente, mirando hacia el río que fluía con calma, y tomó una respiración profunda.

“Este lugar… me recuerda todo lo que fui, y todo lo que quiero dejar atrás,” murmuró Alec, sus ojos fijos en el agua. “Aquí es donde solía venir cuando todo en mi vida se sentía demasiado oscuro. Era como si el peso del agua reflejara el peso de mis errores.”

Mathew se acercó, colocándose a su lado. “A veces, necesitamos mirar a los ojos a esos momentos para poder dejarlos atrás.”

Alec asintió, apretando la barandilla del puente con fuerza antes de soltarla, como si en ese acto simbólico pudiera liberar algo de la culpa que había acumulado. Giró hacia Mathew, su mirada cargada de una resolución nueva.

“Gracias por estar aquí conmigo. No creo que pudiera hacerlo solo.”

Mathew sonrió, tomando la mano de Alec en señal de apoyo. Ambos permanecieron en silencio, observando el río, permitiendo que la tranquilidad del lugar los envolviera. Era un momento de paz, una tregua con el pasado y un compromiso con el futuro.

Esa noche, de regreso en el apartamento, Mathew y Alec compartieron una cena sencilla, acompañada de sonrisas y miradas que decían más que cualquier palabra. Sabían que los desafíos no habían terminado, que el pasado siempre tendría una forma de intentar regresar. Pero esa noche, ambos se aferraron a la certeza de que, juntos, podían enfrentarlo todo.

Cuando Alec se fue a dormir, Mathew lo observó por un momento, sintiendo cómo una oleada de amor y protección lo invadía. En su interior, comprendió que estar con Alec no era solo una decisión de amor, sino también un acto de fe en el poder de la redención y la superación.

Y mientras apagaba las luces y se acostaba a su lado, se prometió a sí mismo que, pase lo que pase, estaría allí para Alec, para sostenerlo en sus momentos de debilidad y celebrar cada pequeño paso hacia una vida mejor.