Hiroshi es un adolescente solitario y reservado que ha aprendido a soportar las constantes acusaciones y burlas de sus compañeros en la escuela. Nunca se defiende ni se enfrenta a ellos; prefiere pasar desapercibido, convencido de que las cosas nunca cambiarán. Su vida se vuelve extraña cuando llega a la escuela una nueva estudiante, Sayuri, una chica de mirada fría y aspecto aterrador que incomoda a todos con su presencia sombría y extraña actitud. Sayuri parece no temer a nada ni a nadie, y sus intereses peculiares y personalidad intimidante la convierten en el blanco de rumores.
Contra todo pronóstico, Sayuri comienza a acercarse a Hiroshi, lo observa como si supiera más de él que nadie, y sin que él se dé cuenta, empieza hacer justicias.
NovelToon tiene autorización de Ashly Rijo para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
La nueva ingresada- Claude
El lunes llegó más rápido de lo que esperaba. Mi cuerpo seguía agotado, mi mente atrapada en un torbellino de recuerdos y preguntas. Pero no podía faltar a la escuela, así que me obligué a seguir con mi rutina de siempre.
Me despedí de mis padres con una sonrisa forzada y me dirigí al instituto, tratando de parecer normal. El mundo seguía su curso, como si tres estudiantes no hubieran muerto trágicamente la semana pasada. Todo parecía increíblemente igual, lo cual me ponía los pelos de punta.
Cuando llegué al aula, me deslicé hasta mi asiento habitual al fondo, intentando no llamar la atención. Pero no tardó en suceder lo inevitable. Una chica de mi clase, una de esas que siempre estaba pendiente de todo, se me acercó con una expresión inquisitiva.
—¿Por qué no fuiste al funeral? —preguntó, cruzándose de brazos frente a mí.
Antes de que pudiera formular una respuesta coherente, sentí un escalofrío en la nuca.
—¿Quieres matarla? —dijo una voz suave pero helada a mi lado.
Di un respingo, casi cayendo de la silla. Giré rápidamente la cabeza para encontrar a Sayuri de pie junto a mí, como si hubiera aparecido de la nada. Sus ojos oscuros me observaban fijamente, sin ninguna pizca de emoción.
—¡Ay, carajo! —exclamé en un susurro, llevándome una mano al pecho. El susto había sido tan grande que sentía mi corazón a punto de salirse.
La chica frente a mí miró a Sayuri con una mezcla de desconcierto y algo de miedo. No había manera de ignorar la extraña aura que rodeaba a Sayuri, esa presencia que parecía congelar el ambiente.
—Ehh... Mejor lo dejamos así. Yo... me voy. —La chica dio un paso atrás, claramente incómoda, y salió apresuradamente.
Sayuri no dijo nada más, simplemente tomó asiento junto a mí, como si esa fuera su rutina también. La tensión en el aire era palpable, y mi mente no paraba de gritarme que debía decir algo para romper el incómodo silencio.
—¿Siempre haces eso? —le pregunté finalmente, mi voz más temblorosa de lo que me habría gustado.
—¿Hacer qué? —respondió, sin siquiera mirarme, su atención fija en la ventana.
—Eso de... ofrecer matar a la gente.
Ella giró la cabeza lentamente hacia mí, con una expresión casi divertida en su rostro.
—Es mi trabajo, Hiroshi. Además, solo fue una pregunta. No tienes que aceptar.
Suspiré y pasé una mano por mi cara.
—Eso no ayuda, Sayuri. No puedes simplemente decir cosas así. La gente va a pensar que... no sé, que soy un psicópata o algo.
Ella encogió los hombros como si no le importara en absoluto.
—Déjalos pensar lo que quieran. Aunque ya eres uno.
Me quedé callado, mirando a mis manos. Aún no entendía por completo el mundo en el que Sayuri vivía, pero cada día me hacía sentir más atrapado en él.
*
El día pasó lento, como siempre. Cuando el timbre finalmente sonó, sentí un leve alivio, aunque sabía que nada en mi vida sería realmente "normal" de nuevo. Mientras salía de la escuela, me detuve en seco al ver a Sayuri a unos pasos detrás de mí, caminando con la misma calma inquietante que siempre la acompañaba.
—¿Qué haces? —le pregunté, algo cansado de verla tan cerca todo el tiempo.
Ella me miró con la misma indiferencia de siempre.
—¿El qué? —respondió, como si mi pregunta no tuviera ningún sentido.
—¡Seguirme! —exclamé, con un suspiro frustrado.
Sayuri frunció el ceño, como si el concepto de "no seguir" fuera completamente ajeno a su mente.
—¿Por qué no? —preguntó, su tono casi burlón.
—Porque no, Sayuri, esta es mi casa, no la tuya. —Le lancé una mirada cansada, realmente ya no sabía cómo manejarla.
Ella hizo una mueca, pero no dijo nada al respecto, solo me miró por un momento, como si estudiara mi reacción.
—Debemos estar juntos por la tarea. —Y se cruzó de brazos como si eso fuera la razón más lógica del mundo.
—¡Eso no significa que vivas encima de mí! —le aclaré, bastante molesto. A veces, el límite entre lo absurdo y lo real parecía desdibujarse cuando ella estaba cerca.
Sayuri se quedó en silencio unos segundos antes de responder, y cuando lo hizo, su tono era más serio.
—Está bien. —Su voz se suavizó por un instante.
Suspiré y apreté el paso, tratando de olvidarme de la presencia de Sayuri al dejarla atrás. No quería seguir discutiendo con ella. Al llegar a casa, me apresuré a entrar y me dirigí directamente a la cocina. Necesitaba comer algo rápido.
Comí en silencio, casi como si el acto de masticar me ayudara a recuperar algo de normalidad. Pero al subir las escaleras y entrar al cuarto, lo primero que vi fue a Claude sentado tranquilamente en mi cama. Mi corazón dio un brinco en mi pecho, y por un momento, todo a mi alrededor se detuvo.
Mis padres, que estaban en la sala, me gritaron para comprobar por que había gritado.
—¿¡Qué pasa!? —preguntó mi madre, con el tono preocupado que siempre tenía.
De pura reacción, me acerque corriendo a la puerta y la cerré.
—¡Es una cucaracha, no pasa nada! —mentí rápidamente, intentando mantener la calma. Mi voz temblaba más de lo que quería admitir.
Antes de que pudieran preguntar más, me volví hacia la puerta, tomé una respiración profunda y entré.
—¿¡Qué haces aquí!? —le grité a Claude, con una mezcla de confusión y miedo.
Él me observó por un momento, sus ojos brillando con una intensidad que me hacía sentir vulnerable, como si pudiera leer cada uno de mis pensamientos. Finalmente, sonrió de una manera que no sabía si era tranquilizadora o inquietante.
—Solo quería verte. —Su voz era suave, casi tímida, una rareza para alguien que irradiaba tanta confianza.
Fruncí el ceño, confundido.
—¿Verme? ¿Por qué?
Claude se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas.
—Digamos que tienes algo... especial. —Su sonrisa se ensanchó, y luego sus ojos se desviaron hacia la puerta, como si temiera que alguien pudiera escucharnos.
—¿Especial? —repetí en un susurro. Mi corazón latía rápido, y una parte de mí deseaba no haber preguntado.
Él asintió lentamente, sus ojos ahora fijos en los míos.
—¿Sabes? Esto podría meternos en muchos problemas. Si mi jefe supiera que estoy aquí... bueno, digamos que no sería bonito.
Mi mente se quedó en blanco por un momento, pero luego algo encajó. Me incliné un poco hacia él, bajando la voz.
—¿Tu jefe? —susurré, mi garganta seca de repente.
Claude asintió de nuevo, esta vez con una expresión más seria.
—Sí. Ya sabes, el que está a cargo de todo esto. El que te dijo que te matara si no haces lo que el te dice, y eso.
—¿El... diablo? —murmuré con el aliento atrapado en mi garganta.
Una pequeña risa escapó de sus labios, aunque no era de burla, sino más bien de reconocimiento.
—Te estás poniendo al día, Hiroshi. —Me guiñó un ojo, como si esto fuera una charla casual entre amigos.
Retrocedí un paso, mi espalda chocando contra la puerta cerrada.
—Entonces, ¿por qué estás aquí? Si sabes que te meterías en problemas.
Claude suspiró y se recostó en mi cama, como si no hubiera preocupación alguna en el mundo.
—Ya te lo dije. Quería verte. —Por un momento, pareció dudar, pero luego continuó—. Mira, no es algo que pueda decir abiertamente, pero... me gustas, Hiroshi.
Mis ojos se abrieron como platos, y sentí que el aire abandonaba mis pulmones.