Claret es una chica con deudas hasta el cuello que intenta superarse, no descansará hasta encontrar un trabajo y dejar su vida de penurias atrás, en su camino se topará con Cillian un hombre millonario que oculta su vida de mafioso detrás de su apariencia de CEO. ¿Qué sucederá cuando sus mundos se entremezclen? Descúbrelo ya. (+18)
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Capítulo 19
...CILLIAN:...
Mi padre quería que fabricara bombas y armas, las obtuvo, yo recibí a cambio mi educación, pero en mi mente solo maquinaba una forma de escapar de ese mundo que aborrecía.
Empezó a vender las bombas y armas que fabriqué a grupos armados de países en guerra.
A escondida, hice varios prototipos mucho más peligrosos. Fue así como me liberé o eso creí, porque jamás pude salir de aquel mundo sucio, no completamente, yo ya era conocido entre la mafia de Italia.
Salí del auto hacia esa casa de dos pisos, me ajusté la máscara y entré junto a mis hombres, muchos de ellos estaban adentro y caminé a pasos rápidos hacia ese maldito agujero, en el sótano, donde un moribundo y golpeado criminal se hallaba atado en una silla.
El bombillo se balanceaba, colgando por encima de su cabeza, manteniendo iluminado sobre el centro.
— Así que tu eres el bastardo que estaba hurgando sin autorización en mi club — Dije, sin molestarme en dar mucho preámbulo al asunto — No estoy de humor, me haz hecho venir hasta acá y eso no me gusta nada — Elevó su cabeza con dificultad — Odio cuando me interrumpen — Aunque Claret pasó por mi mente, la alejé — Hagamos esto fácil, dime quien te pagó y terminaré con esto rápido.
— El Sir de la mafia — Jadeó y apreté mis puños — El Sir de la mafia.
— El Sir de la mafia fue destruido.
— Yo... Yo... — Empezó a sacudirse, expulsando espuma blanco, dejó de moverse, muerto.
— ¡Mierda! — Siseé, enojado, me acerqué para revisar al infeliz, Jean desató las sogas de sus muñecas.
— Jefe, mire — Dijo y me acerqué.
Tenía un brazalete, pero no era solo un brazalete.
Lo saqué, había un botón y una aguja sobresaliendo del otro lado.
— Debió activarla cuando llegó.
— Se envenenó el infeliz — Gruñí y dí una patada a la silla, el muerto cayó al suelo — ¡Maldito! ¿Por qué rayos no hablo antes de suicidarse?
— ¡Jefe, tiene que calmarse, puede que eso que dijo no sea cierto!
— ¡Maldita sea, yo mismo acabé con todos esos infelices! — Caminé de un lado a otro, alterado — ¡Busquen por toda Francia, registren cada miserable lugar!
Los demás hombres asintieron con la cabeza.
Volví arriba.
— ¿Qué va a hacer jefe?
— Llévame al aeropuerto, a mi jet privado.
— ¿A dónde piensa ir? — Insistió Jean.
— A Italia.
— ¿Y eso para qué? Si va allá pisará territorio enemigo y puede que se gane muchos problemas.
— La mayoría son aliados. Tengo que preguntarles si saben algo sobre el Sir de la mafia. Ellos son los únicos que conocen mi pasado.
...****************...
Claret me observó, muy sonrojada.
— No.
— ¿Cómo que no? — Gruñí, no estaba de humor para sus negativas.
No con la pequeña resaca.
Le nombré a Panthère Noire por descuido e influencia del alcohol, no podía bajar la guardia, no de nuevo.
Claret no podía saber sobre mi otro oficio.
— Desnudarme frente a usted no es privacidad. Ante todo, tengo pudor y soy una mujer decente, aunque lo dude.
— No lo dudo ¿Por qué cree que pienso eso?
— Es que... Puede que crea que soy una fácil...
Me acerqué rápidamente y la presioné contra mi cuerpo, soltó un jadeo cuando la sostuve de su nuca.
— Después de tener mis dedos dentro de usted, de comprobar lo mojada que la hago sentir — Dije, con mi voz gutural por mi necesidad — Ya tuvimos intimidad, al menos el inicio, no debería darle vergüenza que la vea desnudarse, tampoco sentirse así, tiene decencia, es una dama y que me deje tocarla, besarla, no la hace una mujer cualquiera, al contrario, me demuestra que confía en mí — Me observó, un poco desconcertada por mi arranque impulsivo — Ya toque... Quiero ver...
— Es muy temprano y...
Le robé un beso, moviendo mi boca a prisa, saboreando desesperado.
Me aparté jadeando — Yo también lo haré para que se sienta más cómoda.
Tomé mi camiseta y la aventé al suelo.
— Oiga ¿Qué hace? — Sus nervios aumentaron.
Tomé mi shorts y lo bajé, quedándome en boxer. Mi erección se notaba por encima de la tela y ella se quedó observando.
— Ahora usted.
Dejó la ropa que iba quedarse sobre el banquito.
Se quitó la camisa con cuidado, un brasier color crema de encaje cubría sus pequeños senos.
Tenía el abdomen plano y la piel un poco bronceada.
Se quitó el shorts, con manos temblorosas, revelando la braga de encajes del mismo color del brasier.
Sus caderas resaltaban.
— Hermosa.
Tomó una postura tímida.
— Soy una flacucha.
Me acerqué, tomé su cabello para colocarlo tras su oreja.
— Eres perfecta y serás solo mía.
Volví a besarla.
Elevó sus manos y rodeó mi espalda para pegarse a mí.
Su piel rozó la mía, volviendo más loco.
Movió su boca, imitando mis movimientos, abriendo sus labios para mí, succionando y tirando de ellos, metí mi lengua.
Empecé a tocar su espalda, bajando hasta sus glúteos, los tomé para presionar mi erección en ella, enterré mis manos en su trasero.
Dejé de besarla y la observé.
— Ahora es mi turno de aliviarme.
Bajé mi mano hacia mi masculinidad y la saqué sin pudor.
Ella bajó su mirada y se tensó, asombrada y un poco asustada por el tamaño.
— Me gusta ser el primer hombre que se desnude ante usted — Empecé a acariciarme — Necesito que me toque.
— ¿Tocarlo? — Se avergonzó.
— Si — Tomé su mano y la bajé — Toque.
Su pequeña mano me rodeó y se estremeció cuando gemí, rodeé su mano y empecé a moverlo, guiando la caricia.
El placer me recorrió, tuve que aumentarla, ella siguió mi ritmo.
Se atrevió a tocar al borde.
Se tensó cuando le bajé la braga.
Tenía una florecita muy delicada y rica a la vista.
— No, espere...
La besé y rocé mi boca por sus hombros, bajé el brasier también, relevando sus pequeños pechos redondos.
— ¿No quiere ser mía?
No respondió, se quedó jadeando.
— Es que...
— Dígame ¿Qué la detiene? — Susurré contra su oído, tratando de contenerme de adentrarme en ella allí mismo.
— No tiene que ser aquí, sería incómodo.
Me alejé — Es cierto, vamos a la cama.
— No, espere...
— ¿Qué pasa?
Se colocó la braga y me provocó romperlas por aquella acción.
— Quiero que sea en la noche.
— ¿Por qué? — Solté un gruñido de protesta.
— Si tendré mi primera vez con usted, quiero que sea de forma cómoda y a poca luz, como siempre quise — Explicó, posando sus manos en mi pecho — Si no será con un novio, entonces quiero que sea inolvidable.
Me quedé sopesando sus palabras.
— De acuerdo, como usted quiera — Besé su frente y sus ojos brillaron — Tendremos toda la noche para divertirnos — Volví a acariciarme, con ímpetu— Al menos déjeme aliviar esto.
Se tornó más sonrojada, observando el movimiento de mi mano en mí.
Me derramé, soltando un gruñido devoré con la mirada a Claret, su cuerpo semi desnudo fue suficiente para hacerme estallar.
...****************...
Decidí trabajar desde el Penthouse, después de calmarme y darme una ducha, me quedé en el estudio, firmando documentos, inquieto por dentro para que llegara la noche, pero también estaba preocupado, aunque esa preocupación no era por Claret, sino por mis negocios oscuros.
No quería a un infeliz amenazándome desde las sombras, necesitaba encontrar al idiota que estaba haciendo de las suyas y acabar con esa molestia.
Yo, siendo un niño de quince años, hice estallar cinco autos con los miembros más temibles de la mafia Italiana y francesa, hombres que eran las manos y pies de mi padre en su red criminal.
Hombres que a puño limpio nunca podría vencer, la cercanía en aquella red, me permitió actuar de manera fácil e inteligente.
No dejé ningún miembro del Sir de la mafia.
Golpeé mi bolígrafo contra el escritorio.
¿A Quién rayos me salté? ¿Quién rayos se libró de mi ataque?
La puerta se abrió, Claret tenía un vestido de estilo campesino, bastante lindo.
Todos mis pensamientos se esfumaron.
— Le traje algo para merendar — Dijo, sosteniendo un plato pequeño.
— ¿Qué es eso?
— Una marquesa de chocolate, la hice yo.
— ¿Hiciste un postre?
Se aproximó y dejó el postre sobre el escritorio, lejos de la pila de papeles y el ordenador.
— Cosas que se aprende cuando se vive sola — Se encogió de hombros.
Tomé el plato y la cuchara, piqué un trozo y me lo llevé a la boca.
— Está delicioso — Dije, sorprendido — No sabía que se le daba bien la cocina.
Sonrió con timidez — No es gran cosa.
— Créame, ésta rico — Tomé otro bocado — Es una delicia, como usted.
Se sonrojó — No es cierto.
— Claro que sí, pero me creerá cuando llegue la noche y la saboree con gusto.
Se tensó — Bueno.
— ¿Esta nerviosa?
— Mucho — Respiró con fuerza.
— No tiene porque estarlo, conmigo está segura.
Recordé a su padre y la culpa me golpeó.
— Está bien.
Observé la marquesa en el plato — ¿Qué sucedió con sus padres?
No sabía nada de su padre, solo que era un cliente de uno de mis club al que tuve que eliminar por estar en el lugar equivocado.
Quería ver si Claret se atrevía a contarme.
— Mi madre murió hace poco, de cáncer.
— Es una pena — Le dije de corazón.
— Y mi padre, a él lo asesinaron — Dijo, con expresión decaída — Era un vicioso a las apuestas, siempre perdía dinero y acumulaba deudas, un día desapareció, luego lo encontraron en un basurero con un disparo en la frente — Un disparo que yo mismo le dí — Jamás capturaron al que lo hizo, los policías nunca dieron respuesta, solo daban largas y después dijeron que era por robo, pero es algo que cuestiono siempre.
— ¿Por qué?
— Mi padre debía mucho dinero a muchas personas, alguna de ellas debió hacerlo como ajuste de cuentas e intentó cubrir su crimen robando su billetera.
— Suena lógico — Oculté mi expresión — Es lamentable lo que sucedió.
— Fue el inicio de nuestras penurias, tuvimos que mudarnos a ese pequeño departamento, pero luego mamá enfermó y yo tuve que trabajar, por eso no entré a la universidad, tenía que ayudar a mamá — Sus ojos se tornaron cristalinos, con tristeza.
— Suerte que yo puedo ayudarla ahora.
Lo sentía tanto, no debí matarlo, pero sino lo hacía, pondría en riesgo el secreto de mi identidad.
— Y lo agradezco, pero a veces deseo que mamá pudiera ver esto, así yo habría pagado su tratamiento, si hubiera resistido un poco más.
— Hay cosas que no se pueden reparar y la muerte es una de ellas, pero, tiene que seguir adelante, sus padres lo habrían querido.
— ¿Y sus padres? — Preguntó y tensé mi postura.
— También murieron, en un accidente.
— Lo siento.
— Descuide, sucedió cuando estaba pequeño.
Se quedó pensativa y luego cayó en cuenta de algo.
— Todavía tengo una deuda que pagar — Colocó una mano en su frente.
— ¿Cómo?
— A Dimitri, es un anciano que conozco de pequeña, mi madre trabajó haciéndole la limpieza.
Fruncí el ceño — ¿Por qué le debe?
— Porque cubrió los gastos del hospital y el funeral de mi madre, tengo que pagarle.
— No se preocupe, yo me encargo de eso.
— Pero, usted no lo conoce, además, ya tengo dinero en la cuenta para pagarle — Dijo, sentándose en uno de los sillones — Por cierto, me parece demasiado lo que me pagó.
— ¿Quién se queja de que le paguen demasiado? Es lo que creí adecuado, le prometí un buen pago y ahí lo tiene.
— Cincuenta mil euros.
— Y eso que desconté la ropa, el teléfono y su estadía.
— No se que haré con tanto dinero.
— Deme el número de contacto o la dirección de ese tal Dimitri.
— Yo soy la que debo ir personalmente.
— ¿Para qué? Al casero le debía y casi abusa de usted, no quiero que se arriesgue con ese Dimitri — Insistí, observándola con demanda.
— Ese anciano...
Resoplé — Con más razón, no puede confiar en nadie.
— ¿Ni siquiera en usted?
Apreté mi mandíbula.
Mi teléfono sonó.
Era Laisa.
Claret alcanzó a ver el nombre y apretó su boca.
Tomé el teléfono y contesté.
— ¿Qué rayos quieres?
— Cillian, por favor, no me hables así.
— Ya dejé todo claro.
Claret observó hacia las pinturas que colgaban de la pared.
— Estoy abajo, en tu edificio, no tengo acceso al elevador, quiero que hablemos, no quiero que me dejes por esa mujercita Cillian.
— Laisa, lo siento, pero voy a casarme y tienes que respetarlo.
Claret me evaluó, escuchando discretamente.
— Pero... Cillian... Por lo compartimos... Te pido que me des una oportunidad.
— No, Laisa, entiende de una buena vez.
— No quiero que me dejes.
— No vuelvas a llamar.
Colgué y Claret se levantó, recogiendo mi plato.
— Después de la cena, iré a tu habitación — La tomé de la muñeca.
— ¿Con esa Laisa también hacía lo mismo?
Me desconcerté — Laisa ya está en mi pasado.
— ¿Eso quiere decir qué si se acostó con ella?
— Sí, pero ya está en el pasado, acaba de escucharlo.
— Esa rubia es preciosa y yo solo soy...
Me levanté y rodeé el escritorio para llegar a ella.
— Laisa puede lucir hermosa, pero está mal, una vez dañó uno de mis coches por celos, rompió los cristales solo porque otra mujer se me acercó en una discoteca, jamás podría casarme con alguien así.
— ¿Y si lo hace de nuevo?
— No se preocupe, mis hombres están vigilando el estacionamiento, tampoco permitiré que le haga nada — Toqué su mejilla — No tienes porque sentirte menos, eres hermosa y me enloqueces.
Bajó su mirada, no entendí aquel cambio.
— ¿Qué sucede? — Tomé su barbilla.
— Nada — Forzó una sonrisa.
— ¿Me vas a esperar despierta?
Besé su boquita con suavidad.
— Si, lo esperaré.
Tracé su cabello con mis dedos.
La acariciaba con las mismas manos con las que torturaba y asesinaba.
Me hizo sentir asqueado conmigo mismo.