Mrs. Handford

Grito una vez, dos veces, y en la tercera siento una resequedad en mi garganta que provoca que comience a toser una y otra vez. Me mantengo en mi lugar, con las extremidades temblorosas y mi mirada fija en la persona que me observa con diversión en su cara. 

–Chica, sí que tienes pulmones –dice en tono de burla, poniéndose nuevamente de pie–. Debo decir que los míos no están en tan buen estado. Fumo desde los doce, tal vez antes. Y no hablo precisamente de cigarros comunes. 

–¿Qué…? ¿Qué mierda…? ¿Por qué? ¿Cómo?

–Te explicaría detalladamente el proceso sobre la creación de hermanos gemelos, pero lamento decirte que dejé la escuela a los diez años. 

Intento controlar el temblor de mi cuerpo, las punzadas de dolor, las miles de preguntas que se forman en mi mente, pero todo colisiona dentro de mí y me deja vulnerable frente a aquella persona que asegura ser mi hermana, cosa que me rehúso a aceptar incluso cuando ambas somos idénticas.

–Pareces un chihuahua temblando de esa manera –dice con su tono de voz irritante mientras acerca sus manos hacia mí, ofreciendo su ayuda para que me levante. 

–Vuelve a acercar tus manos y las arrancaré de tus brazos, maldita zorra –escupo con odio cada una de mis palabras. Ella se limita a soltar una sonora carcajada que, sin saber por qué, hace que yo comience a llorar. 

–Mamá tenía razón cuando dijo que era divertido tener una hermana –murmura entre risas.

–No somos hermanas. Nunca lo seremos. No te conozco. 

–Ay, Grace, no seas tan aguafiestas. Hemos estado separadas toda nuestra vida. ¿No sientes ni un poco de emoción?

–¿Emoción? ¿Te falla el cerebro? Estoy secuestrada en el sótano de un par de enfermas mentales. 

–Bueno, debo admitir que no son las mejores condiciones… Pero es por tu bien.

–¿Cómo lo sabes? ¿Ya planeaban meterme aquí?

–No, pero si mamá lo hizo fue por una buena razón. Siempre tiene una razón para todo. 

–¿Vives aquí? –pregunto mientras lentamente comienzo a ponerme de pie, notando que esta chica no parece representar ningún peligro. El sótano sigue siendo oscuro, y la única luz es la de su linterna, por lo que no puedo observar detalladamente su cuerpo, para comparar las similitudes entre nosotras. 

–¿En el sótano? Claro que no. Sólo me oculto aquí cada vez que alguien toca la puerta. Mamá me dice cuándo puedo salir. 

–Te vi la otra vez. Cuando vine aquí.

–Sí, lo recuerdo. Pensé que habías visto mi cara, y por un momento me preocupé. Además, dejaste caer tus llaves. 

–Al menos tuviste la decencia de regresarlas. 

–Luego de sacarles una copia para entrar a tu casa cuando quisiera. 

Sus palabras hacen que de repente encuentre una explicación para cosas ocurridas en el pasado que me mantuvieron confundida por mucho tiempo. Probablemente la expresión en mi rostro lo demuestra, pues ella ríe nuevamente.

–Fuiste tú… –murmuro, atónita–. Apuñalaste a Henry en medio de la noche. 

–¿No me lo agradeces? 

–¿Por qué dijiste que querías matarlo a él y a su padre?

–Desde que mamá y yo te vimos con él supimos que debíamos separarlos, pero nunca encontramos el momento. Esa noche, cuando él durmió en tu casa, supe que era el momento indicado. El plan era matarlo, y luego a su padre, pero bueno… Supongo que no fui lo suficientemente astuta como para lograrlo. Pero tú sí, felicidades. Escuché que le volaste la cabeza a los dos. Definitivamente tienes nuestra sangre en tus venas. 

–¿Has matado personas antes?

–Sólo a una –la manera en la que sonríe al darme su respuesta sugiere que es alguna clase de indirecta, por lo que intento descifrar a qué se refiere. Cuando finalmente lo comprendo, comienzo a retroceder, espantada, tropezando con los escalones detrás de mí y cayendo sentada sobre ellos.

–La doctora Catlett –susurro desde mi lugar, sin poder creerlo todavía–. También fuiste tú.

–Fuiste a verla después de descubrir el uniforme ensangrentado, obviamente había riesgo de que le dijeras algo. Tuve que sacarla del camino.

–¿Por qué me hiciste pensar que lo había hecho yo?

–Porque así no culparías a mamá, sino que guardarías el secreto. Sólo bastó con poner el expediente bajo tu colchón. Eso fue todo. 

La inteligencia con la que llevó a cabo su plan me sorprende, pues jamás tuve sospecha alguna de que las acciones que supuestamente había realizado estando sonámbula, eran en realidad producto de otra persona que suplantaba mi identidad cada vez que se le antojaba hacerlo.

–¿Sabes? Mamá le dio a Joe un duplicado de las llaves de esta casa –cuenta mientras comienza a caminar en círculos entre la oscuridad, aún sosteniendo la linterna–, así que él a veces entraba cada vez que quería, sin avisar. No me daba tiempo de ocultarme, así que debía fingir que era tú, lo que fue difícil porque no conozco bien tu personalidad. Mamá dijo que eres una chica bastante seria, que sólo sonríe cuando se le forza a hacerlo. Me parecías una chica bastante aburrida.

–No soy tu payaso para divertirte.

–Ya cálmate. ¿Bien? Soy pacífica ahora mismo pero no me dará miedo tranquilizarte de un puñetazo. ¿Entiendes? –permanezco en silencio ante su amenaza. Lo último que necesito ahora es otro golpe–. Como te decía, fingir que era tú fue complicado, pero no tanto. Lo único que detestaba era la manera en que ese viejo pervertido me miraba. ¿Cómo es que tú y mamá lo soportan? Es atractivo, pero que le guste coquetear con la vecina de su esposa es claramente una señal de que tiene serios problemas. 

–Liz eligió a sus esposos por lo que le hicieron en su adolescencia. ¿Te dijo eso?

–Conozco la historia al derecho y al revés.

–¿Sabes qué tiene que ver Joe con todo esto?

–Nada –respondió con simplicidad, dejando de dar vueltas y deteniéndose frente a mí–. También le hice la misma pregunta. Dijo que lo eligió porque necesitaba un poco más de dinero antes de la última parte de su plan.

–¿Y cuál es?

–Tú.

Veo cómo camina hacia el muro a mi lado, para después presionar el interruptor que enciende la opaca luz del sótano. Finalmente, apaga la linterna.

–Me gustaría saber a qué te refieres.

–Mamá se casó con Tom Handford en 2011, y lo mató un año después. Con su dinero, se hizo algunas cirugías y pagó un detective para que me encontrara, lo que no fue difícil. Mi historial delictivo se lo puso fácil.

–¿Qué cosas hiciste?

–Sólo asaltaba algunas personas, nada grave. El detective contratado por mamá me encontró en 2016, cuando yo tenía doce años. Fue entonces cuando ella se puso en contacto conmigo.

–¿Y tus padres?

–¿Padres? Los hijos de perra que me adoptaron decidieron abandonarme en las puertas de un asilo de ancianos cuando yo era una bebé. ¿Puedes creer? Me trasladaron a un orfanato, y ahí crecí.

–¿De verdad crees que ella sea nuestra madre?

–Cuando su segundo esposo murió, en 2017, le pedí una prueba de ADN. Confiaba en ella, pero tenía mis dudas. La prueba se encargó de eliminar mis sospechas. 

–Y si ella es nuestra madre… ¿Por qué estábamos con otras personas desde que éramos bebés?

–Nunca me ha contado la historia de nuestro nacimiento, y tampoco se lo he preguntado. Supongo que nos lo dirá cuando quiera hacerlo. ¿Quieres un chicle?

Veo cómo saca una pequeña cajita que contiene chicles envueltos en plástico transparente. Extiende uno hacia mí, a lo que niego con la cabeza, por lo que ella lo mete en su boca.

–Son muy ricos, intento comer uno cada vez que quiero fumar, así lo dejo de una vez por todas. 

–¿La has ayudado a matar a sus esposos?

–Y a sus familias también. Matamos a sus posibles herederos meses antes de comenzar con la relación, así que cuando ya están casados, no hay nadie que pueda quedarse con esos jugosos millones, además de mamá.

–Ella mató a la hija de Joe… La envenenó con ese pastel –murmuré, obteniendo una respuesta afirmativa al ver cómo asiente con orgullo. Sin embargo, es algo que no me sorprende después de todo lo que he escuchado hoy–. Aún no entiendo algo… Si ella te encontró en 2016. ¿Qué hay de mí? ¿Por qué tardó tanto?

–Tus padres adoptivos eran una mierda, pero al menos te mantuvieron a salvo. Tú nunca te metías en problemas, y ellos siempre ocultaban su rastro debido a las cosas que hacían en su empresa. Siempre cambiaban de casa, lo que hizo difícil ubicarlos. El detective se dio por vencido, así que fue mi turno de intentarlo. Ese detective era bueno, pero anticuado. No sabía nada de internet, así que no sabía lo fácil que es encontrar a alguien en redes sociales. Sólo tuve que usar una aplicación de reconocimiento facial para que me mostrara personas similares a mí. ¿Sabías que ahora se puede hacer eso? Me tomó años, pero en 2019 encontré tu facebook. Bendita sea la era digital.

–¿Y luego?

–Encontramos tu casa. Mamá le pagó a alguien para que siguiera a tus padres y los atacara. Después, expuso sus acciones ante la policía, para que les quitara todo. Sabiendo que no tenías a dónde ir, te dio la casa que había comprado frente a la suya, como parte de su plan.

–Eso fue en 2020. Han pasado cuatro años, y apenas comenzó a hablar conmigo hace unos meses.

–Ella dijo que estabas herida, por lo de tu familia, y quiso darte tu espacio. Dijo que no era necesario acercarse a ti mientras estuvieras viviendo en esa casa, a su alcance. Ella estaba esperando que fuera hora de ganarse tu confianza, para que comenzaras a formar parte de nuestro equipo. 

–¿Eso es lo que quieren? –pregunto para después soltar una pequeña risa de burla–. ¿Quieren que forme parte de su organización para cazar hombres millonarios?

–Eso ya quedó atrás, Grace. Los cinco hombres que debían morir ya están muertos. Mamá tiene una caja fuerte en su cuarto repleta de joyas y dinero. Vamos a escapar. Joe tiró a la mierda la última parte de nuestro plan con eso del divorcio, pero no importa. Tenemos dinero suficiente. Podemos irnos las tres, como una familia. Iremos a otro lugar, donde podamos vivir sin pensar en toda la mierda que hemos pasado. ¿Qué te parece?

La propuesta, una vez más, me deja petrificada. La vida que tuve con mis padres me dejó daños de los que me tomó mucho tiempo recuperarme. Debido a esos daños, la muerte de mis padres provocó en mí una felicidad que por mucho tiempo intenté ocultar, pero que eventualmente terminé aceptando. Aunque me sentía bien al respecto, siempre quise saber lo que se hubiese sentido tener una familia funcional, que me quisiera, y que no me tratara como desconocida en mi propio hogar. Liz y esta chica tienen eso, no de una forma convencional, pero lo tienen. Juntas han hecho pagar a todos los que destruyeron nuestras vidas, antes de que ella y yo siquiera existiéramos. Y ahora, me piden formar parte de algo que siempre anhelé, pero lo hacen cuando el hombre al que amo me espera para vivir con él el resto de mis días. Debo decidir, entonces, si escapo con mi familia o con el hombre que quiero.

–¿Qué dices? –pregunta ella mientras pone su mano sobre mi hombro, dirigiéndome una sonrisa reconfortante–. Soy Emily, por cierto. Emily Looman.

–Emily –susurro, mientras le regreso la misma sonrisa. Ella asiente con alegría–. Tu propuesta llega demasiado tarde.

Y sin darle tiempo para que vea venir el ataque, pongo mi mano en su cabeza y la estampo contra la pared detrás de ella. El golpe la deja aturdida durante un momento, por lo que debo repetirlo un par de veces más, sujetando su cabeza y haciéndola chocar contra el muro una y otra vez, hasta que finalmente pierde el conocimiento y cae frente a mí.