Lena, una joven que siempre ha sentido que es diferente, sin saber por qué. En la noche de su vigésimo primer cumpleaños, su vida da un giro inesperado cuando descubre que es la Luna destinada del alfa de la manada más poderosa de la región, un hombre llamado Aiden, conocido por su ferocidad y liderazgo implacable.Aiden, marcado por una profecía ancestral, ha esperado años para encontrar a su Luna, la única persona capaz de calmar la bestia dentro de él y traer equilibrio a su vida. Sin embargo, Lena no está dispuesta a aceptar su destino fácilmente. Mientras lucha por comprender y aceptar el vínculo que la une a Aiden, descubre que su conexión va mucho más allá del amor: está vinculada a un oscuro secreto que podría destruirlos a ambos.En medio de luchas internas, conflictos con otras manadas, y una amenaza que podría desencadenar una guerra, Lena debe decidir si está dispuesta a aceptar la marca del Alfa y el destino que le ha sido impuesto, o seguir su propio destino
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Capítulo 8 CONFESIONES Y PASIONES EN LA CABAÑA
Lena se sentó en la suave butaca junto a la chimenea, observando cómo las llamas lanzaban sombras danzantes por las paredes de la cabaña.
Afuera, la noche empezaba a envolver el bosque, cubriéndolo con un manto de tranquilidad. Pero dentro de ella, no había tal paz.
Desde que Serena había confrontado a Aidan y a ella frente a toda la manada, una tormenta de dudas y preguntas había comenzado a agitarse en su cabeza.
Aidan había sido su roca durante toda la presentación. Incluso ahora, mientras se movía por la cabaña, preparando una taza de té para ambos, su presencia le ofrecía una especie de consuelo.
Sin embargo, Lena sabía que no podría evitar la conversación que estaba a punto de tener.
Había sentido la tensión entre Serena y Aidan, una tensión que no se podía ignorar. Necesitaba saber la verdad, necesitaba entender qué había pasado entre ellos para que Serena creyera que ella, y no Lena, sería la Luna de la manada.
Cuando Aidan finalmente se sentó frente a ella, entregándole la taza de té, Lena lo miró directamente a los ojos, buscando la verdad que sabía que él podría estar evitando.
—Aidan, necesito que me digas algo —comenzó, su voz suave pero firme—.
Necesito entender por qué Serena pensó que ella sería tu Luna. ¿Qué pasó realmente entre ustedes dos?
Aidan mantuvo su mirada por un momento, luego suspiró, inclinándose hacia adelante para dejar su taza en la mesa. Sus ojos, que normalmente brillaban con confianza y fuerza, ahora parecían ensombrecidos por el peso de los recuerdos.
—Lena, Serena y yo... —empezó, vacilando mientras buscaba las palabras adecuadas—.
Crecimos juntos. Ella es hija de uno de los líderes del consejo, y nuestras familias siempre estuvieron muy cerca.
Desde pequeños, nuestros padres siempre insinuaban que algún día, cuando ambos estuviéramos listos, podríamos ser compañeros.
Lena sintió una punzada en su pecho, pero se obligó a mantener la calma. Sabía que no debía sacar conclusiones precipitadas.
—¿Y tú? —preguntó, su voz apenas un susurro—. ¿Tú también lo pensabas?
Aidan la miró, sus ojos reflejando una mezcla de arrepentimiento y sinceridad.
—Al principio, sí —admitió—. Durante mucho tiempo pensé que Serena y yo estábamos destinados a estar juntos.
Pasamos mucho tiempo juntos, entrenábamos juntos, compartíamos muchas cosas juntos.
Había una pequeña conexión entre nosotros, pero era solo una amistad muy fuerte. Lena bajó la mirada a su taza de té, tratando de asimilar sus palabras.
Sabía que no era raro que los lobos jóvenes crecieran con la idea de estar destinados a alguien, especialmente si sus familias lo apoyaban.
Pero aun así, no podía evitar sentir una especie de incomodidad en su pecho.
—Pero entonces todo cambió —continuó Aidan, su voz más suave—.
Cuando llegué a la edad para encontrar a mi verdadera compañera, empecé a sentir que algo no estaba bien.
Serena y yo nunca... nunca cruzamos esa línea. Nunca sentí que fuera mi compañera mi amor, mi luna, no en el sentido en que lo siento contigo.
Lena levantó la vista, encontrando sus ojos. Había algo en su expresión que la hizo creerle, algo profundo y genuino.
—Serena pensaba que, al ser la hija de un líder, sería la opción natural para ser mi Luna.
Pero el vínculo de compañeros no es algo que se pueda forzar, Lena. Es algo que simplemente... sucede. Y cuando te encontré a ti, cuando sentí ese primer vínculo contigo, supe que había encontrado a mi verdadera compañera.
Algo que nunca había sentido con Serena.
Lena dejó escapar un suspiro que no se había dado cuenta de que estaba conteniendo. Las palabras de Aidan aliviaron algunas de sus preocupaciones, pero todavía había algo que la inquietaba.
—¿Y qué pasó después? —preguntó—.
¿Serena lo aceptó?
Aidan se pasó una mano por el cabello, su expresión sombría.
—No fue fácil. Serena estaba dolida, y creo que una parte de ella todavía no lo ha superado.
Por eso su reacción hoy... Sé que fue difícil para ti, pero también fue difícil para ella. Tiene que aceptar que lo que pensaba que era su destino, no lo es. Y eso es algo que cada uno debe enfrentar a su manera.
Lena asintió lentamente, tratando de ponerse en el lugar de Serena. Podía entender por qué Serena se sentía así, pero eso no hacía que fuera más fácil de aceptar.
Todavía sentía un nudo de incertidumbre en su estómago, una sensación de que, a pesar de todo, algo no estaba completamente resuelto.
Aidan debió percibir sus pensamientos, porque se levantó de su asiento y se acercó a ella, tomando su mano con una ternura que la hizo estremecer.
—Lena —dijo, su voz baja pero intensa—. No quiero que dudes de lo que siento por ti.
No quiero que estas sombras del pasado interfieran en lo que tenemos ahora.
Eres mi Luna, mi compañera, y no hay nadie más que pueda ocupar ese lugar.
Lena lo miró a los ojos, y lo que vio en ellos fue suficiente para hacer que su corazón latiera más rápido.
A pesar de todo lo que había pasado, de todas las dudas y preguntas, sabía que Aidan estaba siendo sincero. Sabía que, en el fondo, él la había elegido a ella, y no a Serena, por una razón.
—Lo sé, Aidan —respondió finalmente, apretando su mano—. Pero todo esto... es mucho para asimilar. Todo ha sucedido tan rápido. A veces siento que apenas puedo mantenerme a flote en este nuevo mundo.
Aidan se inclinó hacia ella, su cercanía era reconfortante y tentadora a la vez.
—Entonces no lo enfrentes sola —le susurró—. Estoy aquí para ti, Lena. Siempre estaré aquí.
Lena sintió cómo su cuerpo se relajaba en sus brazos, dejando que la calidez de su proximidad disipara las últimas sombras de sus dudas.
Aidan inclinó su cabeza hacia la suya, y antes de que ella pudiera decir algo más, él cerró la distancia entre ellos, besándola con una pasión que hizo que el mundo a su alrededor desapareciera.
El beso fue intenso, lleno de la misma necesidad y deseo que habían compartido la noche anterior en el bosque.
Lena se dejó llevar por la ola de emociones que la envolvía, respondiendo a los labios de Aidan con la misma urgencia.
La taza de té que había estado sosteniendo cayó al suelo, olvidada, mientras sus manos se enredaban en el cabello de el, acercándolo más a ella.
Aidan la levantó de la butaca con una facilidad que hablaba de su fuerza, llevándola hacia la cama que se encontraba en un rincón de la cabaña.
Sin romper el beso, la depositó suavemente sobre el colchón, su cuerpo cubriendo el de ella mientras sus manos exploraban la suavidad de su piel.
Lena jadeó cuando los labios de Aiden abandonaron los suyos para recorrer su cuello, dejando un rastro de calor que hacía que su corazón latiera desbocado.
Cada caricia, cada beso, era una promesa no dicha, una afirmación de que lo que compartían era real, y que nada ni nadie podría interponerse entre ellos.
—Aidan... —susurró su nombre, sintiendo cómo él respondía a su llamado con una urgencia renovada.
Las prendas comenzaron a desaparecer, deslizándose por el suelo de la cabaña mientras ambos se entregaban por completo a la pasión que los envolvía.
Lena sentía que todo lo que había pasado, todas las dudas y temores, se desvanecían bajo el toque de Aidan. Era como si cada beso, cada caricia, reafirmara su vínculo, fortaleciendo la conexión que los unía.
Aidan se detuvo por un momento, mirándola a los ojos, como si quisiera asegurarse de que Lena estuviera bien con lo que estaba a punto de suceder.
Lena, con el corazón latiendo a toda velocidad, lo miró con la misma intensidad, su mano acariciando suavemente su mejilla.—Te quiero, Lena —dijo Aiden, su voz ronca por el deseo—. Nunca lo dudes.
Lena sintió cómo su corazón latía con fuerza antes sus palabras. Había algo en la forma en que lo dijo, algo que la hizo creer que, a pesar de todo lo sucedido, la conexión que tenía era real.
—y yo a ti Aidan — respondió, su voz apenas un susurro—. Te quiero.
Con esa confesión, Aidan volvió a besarla, su pasión desbordante, pero también había una ternura en su toque, una necesidad de asegurarse de que Lena se sintiera amada y segura.
Cada movimiento era cuidadoso, considerando, y Lena se sintió envuelta en un mar de sensaciones que nunca había experimentado antes.
Cuando finalmente se unieron, Lena sintió que algo dentro de ella encajaba en su lugar, como si esté fuera el momento que había estado esperando desde el día que había conocido a Aidan.