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LA NOCHE DE LAS BRUJAS

LA NOCHE DE LAS BRUJAS

Status: En proceso
Genre:Equilibrio De Poder / Demonios / Ángeles / Poderosas criaturas sobrenaturales
Popularitas:3.6k
Nilai: 5
nombre de autor: lili saon

¿Alguna vez han pensado en los horrores que se esconden en la noche, esa noche oscura y silenciosa que puede infundir terror en cualquier ser vivo? Nadie había imaginado que existían ojos capaces de ver lo que los demás no podían, ojos pertenecientes a personas que eran consideradas completamente dementes. Sin embargo, lo que ignoraban es que esos "dementes" estaban más cuerdos que cualquiera.

Los demonios eran reales. Todas esas voces, sombras, risas y toques en su cuerpo eran auténticos, provenientes del inframundo, un lugar oscuro y siniestro donde las almas pagaban por sus pecados. Esos demonios estaban sueltos, acechando a la humanidad. Sin embargo, existía un grupo de seres vivos—no todos podrían ser catalogados como humanos—que dedicaban su vida a cazar a estos demonios y proteger las almas de los inocentes.

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CAPITULO DIECINUEVE

Ivelle se sentó en las gradas de la amplia cancha de la academia, un lugar donde numerosos estudiantes se reunían para practicar una variedad de deportes. Entre estas actividades destacaba la equitación, aunque en este caso, en lugar de caballos, los estudiantes montaban majestuosos unicornios blancos, animales de ensueño que añadían un toque de magia y elegancia a la escena. Los rayos del sol se reflejaban en los relucientes cuernos de los unicornios, creando un espectáculo deslumbrante.

Con un pergamino en las manos, Ivelle leía atentamente una noticia reciente de la academia: una excursión que se realizaría al día siguiente. Al terminar de leer, frunció el ceño en señal de desagrado. "¿Para qué necesitaba una excursión?" se preguntó en voz baja. Consideraba que era una actividad patética y sin sentido. Con un suspiro de resignación, dejó el papel a un lado y volvió su atención al entrenamiento en la cancha. Desde su asiento, podía ver claramente a Seth y Percy, dos de los estudiantes más destacados en equitación, quienes acariciaban a los unicornios con cariño. La conexión que tenían con esos magníficos seres era evidente. Ivelle observaba con fascinación, sintiendo un profundo amor por los unicornios. Soñaba con competir algún día montada en uno de ellos, pero el miedo la paralizaba, así que prefería admirarlos desde lejos, sintiendo una mezcla de admiración y anhelo.

Su mirada se perdió por un momento en el bullicio de la cancha, hasta que se encontró con los fríos y calculadores ojos de Asher. La forma en que él la miraba, como si fuera una presa fácil, la hizo sentir incómoda. Un escalofrío recorrió su espalda, y decidió que era momento de irse. Se levantó de su asiento y comenzó a caminar hacia la salida, sin darse cuenta de que Asher la seguía sigilosamente.

El trayecto la llevó a uno de los tantos pasillos de la academia, un lugar silencioso y desierto donde no había ni un alma a la vista. De repente, sintió una mano fuerte que la sujetaba por el brazo. Al girarse, se encontró con Asher, quien con una mirada decidida la arrastró hacia un salón vacío. Ivelle lo miró con una mezcla de confusión y desafío. "¿Quién se creía él para tomarla de esa manera?" pensó, tratando de mantener la calma mientras su corazón latía con fuerza.

—¿Qué sucede contigo? No tienes ni el más mínimo derecho de tomarme de esa manera —dijo Ivelle con voz firme, tratando de liberarse del agarre de Asher.

—Tenemos algo que hacer, ¿recuerdas? —respondió Asher con una sonrisa malévola mientras apretaba con más fuerza—. La marca de tu brazo.

Con un movimiento brusco, levantó el brazo de Ivelle a la altura de su mirada, dejando al descubierto una extraña y luminosa marca que parecía brillar con una luz propia. La marca, con sus intrincados y misteriosos diseños, parecía contener un poder oculto.

—Tiene algo que me pertenece —dijo Asher, su voz ahora baja y amenazante—. Debes devolvérmelo o te juro que lo lamentarás mucho.

Ivelle intentó apartar la mirada de los penetrantes ojos de Asher, pero la intensidad de su mirada la mantenía fija en su lugar. Su mente estaba llena de preguntas y temores. ¿Qué era exactamente esa marca? ¿Por qué era tan importante para Asher? Sabía que tenía un poder inigualable, ¿pero él al ser hijo de un demonio no lo tenía acaso? El chico parecía tener más secretos de lo que pensaba ella.

—No sé cómo deshacerme de esto —dijo Ivelle, tratando de sonar convincente aunque el miedo comenzaba a hacer mella en su voz—. No quiero tener esta marca en mí. Me da pavor saber que tengo un poder demoníaco que, con el paso de los días, posiblemente termine por consumir mi alma.

—No te hagas la ingenua —replicó Asher con desprecio—. Esa marca es la clave de un poder que me fue arrebatado, y tú vas a ayudarme a recuperarlo, quieras o no. No me interesa lo que suceda contigo en el proceso. Quiero la marca de mi abuelo.

Ivelle sintió un nudo en el estómago. Recordó vagamente el momento en que había recibido aquella marca, un evento envuelto en sombras y misterios. No sabía que aquella marca pertenecía al abuelo de Asher. De hecho, nadie en el mundo lo sabía. ¿Cómo era posible que una serpiente tuviera un nieto? Era una idea absurda, pero en ese momento, todo parecía posible.

Ella miró a Asher a los ojos, los cuales tenían un brillo peculiar, un brillo que dejaba en claro toda la maldad que aquel joven demonio albergaba en su corazón y en su alma. ¿De verdad aquel chico con el rostro encantador, pero al mismo tiempo temible, era hijo de un demonio? No quedaba duda. Era hijo de uno de los peores demonios. Su sonrisa cínica lo demostraba.

—¿Tu abuelo? —preguntó Ivelle, tratando de ganar tiempo mientras su mente trabajaba a toda velocidad para encontrar una salida—. No entiendo cómo es posible. ¿Qué tiene que ver tu familia con esta marca?

—Mi abuelo, la Gran Serpiente Roja, poseía un poder inmenso —explicó Asher con voz gélida—. Un poder que fue sellado en esa marca. Él fue traicionado y asesinado por los mismos a los que intentó proteger. Su poder fue dispersado y sellado en varios objetos y seres, y tú, por azar o destino, eres uno de los portadores de ese poder. El que estaba en la esfera y casualmente el que contenía la mayor cantidad de su poder. No importa cómo o por qué, lo único que importa es que ese poder me pertenece por derecho. Y tú no tienes opción.

—Pero la leyenda dice una cosa completamente diferente… —comenzó Ivelle, su voz temblorosa pero decidida. Sin embargo, Asher soltó una risa cínica antes de que ella pudiera terminar. Ivelle arrugó las cejas, confundida. ¿Había dicho algo gracioso para que él se riera?—. ¿Qué es lo que te causa gracia? La leyenda dice que La Serpiente Roja decidió encerrarse en una esfera para que las personas no se aprovecharan de su poder…

—¡Todo es una farsa de aquellos que lo asesinaron! —gritó Asher, soltando bruscamente el brazo de Ivelle. Su voz resonó con una furia que ella no había visto antes—. Mi abuelo era malo, muy malo, y su poder lo era aún peor. ¡No sería capaz de encerrarse a sí mismo! ¡Lo mataron! Todos aquellos en quienes confió cuando nadie más lo hacía.

Ivelle dio un paso atrás, el impacto de las palabras de Asher retumbando en su mente. La versión de la historia que ella conocía siempre había sido que La Serpiente Roja, en un acto de redención, había sellado su propio poder para evitar que cayera en manos equivocadas. Pero Asher estaba revelando una verdad mucho más oscura y retorcida.

—¿Y tú quieres ese poder para ti? —preguntó, intentando mantener la calma.

—No solo lo quiero —respondió Asher con una sonrisa siniestra—. Es mi derecho. Y haré cualquier cosa para recuperarlo, incluso si eso significa destruir a quienes lo portan ahora.

Ivelle sintió el pánico apoderarse de ella. Necesitaba encontrar una manera de liberarse de la marca y de la influencia de Asher, pero por ahora, su única opción era seguirle el juego, al menos hasta que encontrara una salida.

Asher se acercó rápidamente a ella y unió su rostro al de ella, pero no de una manera deseosa o lujuriosa; quería ver dentro de los ojos de la chica. Cuando lo hizo, notó en ellos el fulgor del fuego y la silueta de la serpiente roja. Había encontrado una manera para que ella se deshiciera de la marca. Debía llevarla a la aldea de Bennett, hogar de la Bruja Roja, una hechicera que había escapado de la cacería de brujas que se desató hace algunos años. Se escondió en lo profundo de la Selva Negra, donde, junto con otras brujas, formó una aldea. No le importaba si Ivelle quería ir o no; la llevaría aunque fuera a la fuerza.

Asher no le dio tiempo a la chica para reaccionar. Rápidamente la besó, un beso fogoso, asqueroso y repulsivo que hizo que Ivelle se sintiera más asqueada que nunca. Quería soltarse, pero él no se lo permitió hasta que pasaron unos segundos. El tiempo parecía moverse de forma extraña; una ráfaga de aire los envolvió hasta que su entorno comenzó a cambiar. Cuando se separaron, se encontraban en medio de un bosque con árboles gigantes que se movían de un lado al otro con violencia. El sonido de lobos aullando inundó los oídos de Ivelle, quien miró a su alrededor con miedo.

—¿Dónde estamos? —preguntó ella, con la voz temblorosa y el corazón latiendo con fuerza. — ¿Por qué me trajiste aquí maldito psicopata?

—En la Selva Negra —respondió Asher, con una sonrisa sombría—. Aquí encontraremos a la Bruja Roja. Ella sabe cómo quitarte la marca.

Ivelle retrocedió un paso, sintiendo el suelo húmedo y desigual bajo sus pies. Los árboles parecían cerrarse sobre ellos, sus ramas agitándose como si tuvieran vida propia. El aire estaba cargado de una energía extraña, y el sonido de los lobos no hacía más que aumentar su ansiedad.

—¿Quién es la bruja roja? ¿Y qué te hace pensar que ella querrá ayudarte? —dijo Ivelle, tratando de ganar tiempo y pensando en alguna forma de escapar.

—No es una cuestión de querer —respondió Asher, con un tono de voz frío—. La Bruja Roja y yo tenemos un trato. Ella hará lo que le pida.

Ivelle sintió una mezcla de desesperación y rabia. Estaba atrapada en una situación de la que no veía salida, y la idea de enfrentarse a una bruja poderosa en un lugar tan inhóspito la aterrorizaba.

—No puedes obligarme a hacer esto —dijo con firmeza, aunque sabía que sus palabras probablemente caerían en oídos sordos.

Asher la miró con una expresión de dureza.

—No tienes opción, Ivelle. O me ayudas a recuperar el poder de mi abuelo, o te quedarás aquí para siempre.

La determinación en su voz era inquebrantable. Ivelle sabía que no tenía más remedio que seguir adelante, pero juró que encontraría una manera de liberarse de la marca y de Asher. Con el corazón lleno de miedo y una chispa de esperanza, se adentró más en la Selva Negra, siguiendo los pasos de Asher, mientras los aullidos de los lobos resonaban a su alrededor como una siniestra advertencia.

Frente a ellos apareció una puerta negra con cadenas de castigo. Asher pronunció unas palabras en un idioma desconocido, y al escucharlas, un escalofrío recorrió todo el cuerpo de Ivelle. Sombras comenzaron a aparecer por doquier. La puerta se incendió y, en un instante, se abrió, revelando una aldea. En ella se encontraban hombres, mujeres, niños pequeños y ancianos, todos vestidos con ropa de guerra, como si estuvieran esperando que estallara un conflicto en cualquier momento.

Asher tomó el brazo de Ivelle con fuerza, obligándola a caminar. Antes de avanzar, cambió la ropa de Ivelle por una más adecuada para camuflarse en el entorno hostil. El aire se sentía pesado, lleno de una energía oscura y opresiva. Ivelle observó a las mujeres con sombreros puntiagudos, algunas llevando ollas grandes, otras con cabezas de animales. Algunos hombres se encontraban en combates de espadas, y aunque las luchas parecían reales, Ivelle todavía no podía asimilar lo que veía.

Sus piernas dolían, se sentía cansada y tenía mucha sed, pero Asher no mostraba ninguna consideración. Su único objetivo era llegar lo antes posible a la Bruja Roja, quien se encontraba en una plaza, sentada en una silla mientras observaba cómo sus sirvientes, bajo un hechizo de obediencia, luchaban con personas secuestradas del mundo de los Desprovistos.

Cuando llegaron, la Bruja Roja los miró fijamente. Con una voz autoritaria, ordenó a todos que siguieran con lo suyo y se acercó a Asher e Ivelle, observando a esta última con interés.

—Síganme —dijo la bruja, su voz resonando con un tono de mando inquebrantable.

Se adentraron por un callejón lleno de árboles hasta llegar a una casa de madera que tenía una cortina como puerta. La bruja apartó la cortina y los condujo al interior. El ambiente dentro de la casa era oscuro y cargado de una magia antigua. Velas de cera negra ardían en cada rincón, proyectando sombras inquietantes en las paredes.

—Así que esta es la portadora de la marca —dijo la Bruja Roja, examinando a Ivelle con detenimiento—. El poder de la Serpiente Roja se ha entrelazado con tu esencia. Separarlo no será fácil, pero es posible.

Ivelle sintió un rayo de esperanza mezclado con temor. ¿Era posible que finalmente pudiera liberarse de la marca?

—¿Qué debo hacer? —preguntó, su voz apenas un susurro.

La bruja esbozó una sonrisa enigmática y se volvió hacia Asher.

—El precio por deshacer la marca será alto —advirtió—. ¿Estás dispuesto a pagar lo que sea necesario?

Asher asintió sin dudar.

—Haré lo que sea necesario. Quiero ese poder.

La bruja asintió y se dirigió a una mesa cubierta de antiguos grimorios y frascos con ingredientes extraños. Comenzó a mezclar componentes en un caldero, murmurando conjuros en un idioma arcano. Mientras tanto, Asher mantenía una mano firme en el brazo de Ivelle, asegurándose de que no escapara. El caldero empezó a burbujear y emitir un humo espeso y de colores cambiantes. La Bruja Roja tomó un frasco con un líquido oscuro y lo vertió en el caldero, haciendo que el humo se tornara de un rojo intenso.

—Bebe esto —ordenó la bruja, extendiendo un cuenco hacia Ivelle.

Ivelle miró el cuenco con desconfianza, pero sabía que no tenía otra opción. Con manos temblorosas, tomó el cuenco y bebió el líquido, sintiendo un ardor intenso en su garganta y su estómago. El dolor era insoportable, pero mantuvo la compostura, decidida a seguir adelante. El mundo a su alrededor comenzó a girar, y sintió como si su esencia misma estuviera siendo desgarrada. Cayó de rodillas, mientras la bruja continuaba recitando conjuros. Asher observaba con una mezcla de expectativa y frialdad. Finalmente, el dolor comenzó a disminuir, e Ivelle sintió que una extraña sensación de ligereza se apoderaba de su cuerpo. Abrió los ojos lentamente y vio que el humo rojo del caldero se había disipado, dejando una atmósfera pesada y densa en la pequeña casa de madera.

La Bruja Roja se acercó a ella y la observó con ojos penetrantes.

—La marca ha sido debilitada —dijo—. Pero esto es solo el comienzo. Para liberarte completamente, necesitarás pasar por una prueba que desafiará tu mente, tu cuerpo y tu espíritu.

Ivelle asintió, tratando de reunir fuerzas para ponerse de pie. Sabía que estas pruebas serían difíciles, pero era su única oportunidad para deshacerse de la marca y la influencia de Asher.

—Estoy lista —dijo con determinación.

Asher soltó un resoplido de impaciencia.

—No tenemos tiempo para esto. Necesitamos el poder ahora.

La bruja lo miró con una severidad que hizo callar a Asher al instante.

—Estas cosas no pueden apresurarse. Si quieres el poder de la Serpiente Roja, debes estar dispuesto a esperar y dejar que los procesos se desarrollen como deben. Además, —añadió, volviendo su mirada a Ivelle— estas pruebas también son una forma de asegurar que quien porta la marca es digno de tal poder.

Ivelle se levantó con esfuerzo y se dirigió hacia la puerta, siguiendo a la bruja que ya se había adelantado.

—¿A dónde vamos? —preguntó, su voz un poco más fuerte ahora que la determinación la empujaba a seguir adelante.

—Al desafío —respondió la Bruja Roja sin volverse—. La prueba del alma.

Salieron de la casa y caminaron por un sendero sinuoso que se adentraba aún más en la Selva Negra. Los árboles se cerraban sobre ellos, sus ramas creando un dosel que apenas dejaba pasar la luz del sol. El aire estaba cargado de una energía que hacía que la piel de Ivelle se erizara. Finalmente, llegaron a un claro en el bosque. En el centro, había un círculo de piedras antiguas, cubiertas de musgo y runas grabadas en su superficie. La bruja se detuvo en el borde del círculo y se volvió hacia Ivelle.

—Párate en el centro —ordenó—. Aquí enfrentarás los fantasmas de tu pasado y las sombras de tus miedos más profundos. Solo si puedes enfrentarlos y superarlos, estarás un paso más cerca de liberarte de la marca.

Ivelle tragó saliva y, con paso vacilante, entró en el círculo de piedras. Apenas lo hizo, sintió una ráfaga de viento frío y la atmósfera a su alrededor cambió. Las sombras comenzaron a tomar forma, y figuras familiares pero aterradoras surgieron de la nada.

Primero apareció la silueta de su madre, con una mirada de decepción y dolor en sus ojos.

—¿Por qué nos abandonaste, Ivelle? —preguntó la figura, su voz resonando con tristeza.

— Yo nos los abandoné… nunca lo hice…

La figura de su madre se desvaneció, y fue reemplazada por una figura aún más oscura: la de un joven que había conocido y amado, pero que había perdido en circunstancias trágicas. Su rostro estaba desfigurado por el dolor y la traición. Era Amanda.

Cuando todo sucedió, sólo tenían catorce años. Ivelle recordó con claridad ese fatídico día. Habían sido inseparables, amigas del alma, hasta que un evento horrible las separó para siempre. Amanda había desaparecido y la culpa pesaba sobre Ivelle como una losa. Ella había guardado silencio sobre lo que había sucedido porque tenía miedo de las repercusiones en su contra. Su familia aún seguía buscándola, pero Ivelle jamás diría dónde se encontraba su cuerpo.

La figura de Amanda se acercó, sus ojos llenos de una tristeza infinita y un reproche silencioso.

—Me dejaste sola, Ivelle. Podrías haber hecho algo, podrías haberme salvado, pero no lo hiciste. —La voz de Amanda era un susurro cargado de dolor.

Ivelle sintió que su corazón se rompía de nuevo. Las imágenes de ese día volvían a su mente: la desesperación, la impotencia, y el miedo que la había paralizado. Había decidido esconder la verdad, enterrarla junto con el cuerpo de Amanda en un lugar que nadie conocía.

—Lo siento, Amanda —susurró Ivelle, las lágrimas rodando por sus mejillas—. Lo siento mucho.

La figura del joven se desvaneció, y en su lugar apareció una serpiente roja gigante, cuyos ojos ardían con una intensidad demoníaca. La serpiente siseó y se enroscó alrededor de Ivelle, apretándola con fuerza.

—Nunca te liberarás de mí —susurró la serpiente—. Eres mía para siempre.

Ivelle sintió que el pánico la invadía, pero recordó las palabras de la Bruja Roja. Este era su desafío, y debía encontrar la fuerza para superarlo. Cerró los ojos y, con una determinación renovada, habló con firmeza.

—No eres dueño de mí. Encontraré la manera de liberarme de ti.

La serpiente siseó con furia, pero lentamente comenzó a desvanecerse, hasta que finalmente desapareció por completo. Ivelle abrió los ojos y vio que el claro había vuelto a la normalidad. Sin embargo, de pronto todo se volvió negro de nuevo y ella cayó al suelo debilitada.

Mientras tanto, en un lugar distante, Sir Eris miraba por la ventana de una imponente torre. Su mirada estaba fija en el cielo, buscando respuestas que no llegaban. Cerró los ojos, tratando de encontrar claridad en sus pensamientos, pero solo encontró un vacío inquietante. Con un suspiro pesado, abrió los ojos y se giró sobre sus talones hacia la joven que estaba frente a él: Naira, quien estaba cruzada de brazos, con una expresión de frustración.

Sir Eris se acercó a ella y le acarició el rostro con un gesto de afecto y preocupación.

—Dime que los encontraste —dijo, su voz cargada de urgencia.

Naira soltó un suspiro, sus ojos revelando el peso de la misión que había emprendido.

—Solo tengo la brasa roja. Asher debe tener la esfera —respondió, intentando mantener la calma.

Sir Eris frunció el ceño, visiblemente preocupado.

—Te estás tardando mucho —dijo con un tono que mezclaba reproche y preocupación.

Naira asintió, comprendiendo la gravedad de la situación.

—Créeme que viajar por el mundo en busca de esos objetos no es nada fácil. Lo estoy haciendo por ti, padre —respondió, su voz teñida de determinación y cansancio.

Eris se quedó en silencio por un momento, su mirada suave pero intensa. Sabía que Naira estaba haciendo todo lo posible, pero la presión del tiempo y la amenaza de Asher pesaban sobre ellos como una sombra constante.

—Lo sé. Pero cada día que pasa, Asher se vuelve más poderoso. Debemos encontrar la esfera antes de que sea demasiado tarde. La brasa roja es un gran paso, pero necesitamos completar el ritual para asegurarnos de que su poder no caiga en las manos equivocadas.

Naira asintió, su resolución firme.

—No te fallaré, padre. Encontraré la esfera y juntos derrotaremos a Asher.

Sir Eris le sonrió con orgullo y confianza.

—Confío en ti, Naira. Eres nuestra mejor esperanza.

— Lo sé, padre. Prometo no fallarte como te fallo el.

— Eso espero, Naira o te juro que tendrás su mismo destino.

Mientras tanto, Ivelle se encontraba en un estado de semiinconsciencia, su mente viajando entre los recuerdos y la realidad. La marca en su brazo comenzó a doler intensamente, provocándole gritos desgarradores que amenazaban con dañar su garganta. La Bruja Roja miró a Asher confundida, sin entender por qué el ritual no había funcionado como esperaba. Asher, igualmente desconcertado, se acercó rápidamente a Ivelle, ignorando los gritos de las demás brujas que le pedían que se mantuviera alejado.

Se arrodilló a la altura de la joven y le tomó la cabeza entre las manos. El rostro de Ivelle estaba empapado en sudor y sus ojos mostraban un dolor inmenso. Asher levantó la manga del uniforme de Ivelle y observó la marca en su brazo, la cual parecía moverse como si tuviera vida propia. La marca se retorcía y pulsaba, como si algo dentro de ella luchara por salir.

Ivelle gritó con fuerza al sentir que su piel se desgarraba, y una cantidad considerable de sangre brotó de la marca, manchando los pantalones de Asher. Desesperado, Asher miró a la Bruja Roja en busca de respuestas, pero ella se encontraba fuera del círculo, sin poder darle una explicación clara.

—Asher, esta chica... esta chica ya es una zentyal —dijo la Bruja Roja con asombro. Asher quedó perplejo, dirigiendo su mirada a la joven que gritaba en agonía—. No entiendo cómo el proceso se ha realizado tan rápido cuando normalmente tarda al menos cinco años... pero ahora... ¿Ella es una bruja?

—¿Por qué lo preguntas? —replicó Asher, intentando comprender la situación.

La Bruja Roja se acercó un poco más, con la mirada llena de incertidumbre y preocupación.

—Verlah, una amiga mía, la que hizo todo ese destrozo en Aureum, experimentó algo similar. Un día me mostró una marca idéntica a esta. Según sus hipótesis, el poder que tenía como bruja aceleró el proceso. Ya sabes, muchas brujas poseen sangre demoníaca en sus venas. Tal vez Ivelle tenga el mismo poder.

Asher se quedó en silencio, procesando la información. Si Ivelle realmente tenía sangre demoníaca en sus venas, eso explicaría por qué la marca se había activado tan rápidamente. Pero también significaba que ella podría ser una bruja con un potencial increíblemente peligroso. Él tenía ciertas dudas sobre ella, creía que era una bruja, pero nunca pensó que eso sería posible. Por primera vez, sus poderes como demonio habían fracasado, pero al mismo tiempo, su loca idea había sido real. Miró a Ivelle y soltó un suspiro antes de tomarla en sus brazos y levantarse.

La Bruja Roja, cuyo nombre era Rosagara, le indicó que la llevara a casa. Asher siguió sus instrucciones y dejó a Ivelle en una cama. Rosagara comenzó a preparar una poción curativa mientras Asher permanecía en completo silencio, mirando a la chica que se encontraba durmiendo. ¿De verdad ahora era una zentyal, una descendiente de su abuelo? Ese era el momento en el que necesitaba a Lucian a su lado; aunque a veces no lo soportaba, era el único que tenía un cerebro medio funcional y vivo. Pasó sus manos por su cabello con frustración.

—Si ella es una bruja, ¿quién es su madre? ¿Su madre es una bruja? —preguntó Rosagata, tratando de entender la situación.

Asher, sin dejar de ver a Ivelle dormir, respondió con un tono pensativo:

—No creo. Su madre está muerta… Freya la mató, bueno, mató a sus dos padres por venganza. Si hubiera sido una bruja o su padre un brujo, Freya no habría sido capaz de entrar a esa casa.

—Entonces, ¿Cómo puede ser una zentyal tan rápido?

Rosagara terminó de preparar la poción y se acercó a la cama de Ivelle, colocando la poción junto a ella.

—Es posible que su poder provenga de una línea más lejana. Puede que haya algún ancestro demoníaco en su linaje que nunca se manifestó en sus padres. O tal vez haya algo en ella que activó ese poder latente. La magia y la sangre demoníaca pueden ser caprichosas y misteriosas… o tal vez — su mirada dio aparar en Ivelle, notando cierta similitud en su vieja amiga —. Verlah tuvo dos hijos, de los cuales no se sabe nada…

— No podría ser eso. Ivelle no tiene el instinto de ser una persona mala como lo fue Verlah. Además, no es bueno sacar conclusiones antes de tiempo… Tal vez es solo una coincidencia.

— Puedes averiguar más sobre ella si te queda duda. Es mejor conocer a nuestros enemigos antes de atacarlos.

— Tienes razón.

Con un último vistazo a la joven durmiente, Asher se dio la vuelta y salió de la habitación, su mente llena de preguntas y posibles soluciones. ¿Por qué todo parecía tan confuso y por qué él parecía estar tan confundido? No se sentía enojado, se sentía profundamente preocupado por ella, pero ¿por qué? No lo entendía. Recostó su espalda en el tronco de un árbol y agarró su cabeza con fuerza. No comprendía por qué sentía esa mezcla de sentimientos tan extraña cuando estaba cerca de ella. Era una especie de odio, pero al mismo tiempo, sentía algo parecido al amor y eso le frustraba. No quería sentir eso, aunque fuera un demonio, también era humano y sentía miedo de que todo se repitiera como hace años, cuando su amor llevó a la muerte a alguien.

Se sentía profundamente culpable por lo que había sucedido. Se culpaba por no haber sido lo suficientemente valiente como para detener a su padre y todas sus maquinaciones. Recordaba claramente cómo conoció a una chica que resultó no ser humana en absoluto, sino todo lo contrario: un ángel de una persona que había invocado a un demonio y él había aparecido. Todo fue tan complejo y extraño, pero a pesar de ello, se enamoró de un ángel siendo un demonio.

Se sentía abrumado por esos recuerdos. Recordaba cómo su amor por aquella chica se convirtió en tragedia. Cómo cada paso que daba hacia ella era un paso hacia el desastre. Cómo la protegió de su propio padre, sólo para verla perder la vida en un intento desesperado de salvarlo a él.

—Lucian... —susurró Asher, recordando a su amigo. Lucian, quien siempre estuvo a su lado, quien entendía sus demonios internos mejor que nadie. Lucian, el único que podía mantenerlo cuerdo en los momentos más oscuros.

Miró hacia el cielo, tratando de encontrar respuestas en las estrellas que brillaban débilmente entre las nubes. Cerró los ojos, dejando que la brisa nocturna acariciara su rostro.

—¿Por qué siento esto? ¿Por qué siento tanto miedo por ella? —se preguntó en voz alta, aunque sabía que no había nadie cerca para responder.

Se levantó del tronco del árbol y comenzó a caminar, incapaz de encontrar paz en sus pensamientos. Necesitaba respuestas, necesitaba entender qué estaba pasando con Ivelle y por qué despertaba en él emociones tan complicadas. Pero sobre todo, necesitaba encontrar una forma de protegerla, de asegurarse de que nada malo le sucediera mientras estuviera a su lado, pero aun así, quería el poder de ella en el.

Al día siguiente, Ivelle se despertó en su cama, su mente aún llena de los recuerdos de la noche anterior. Muchos pensamientos la invadieron mientras se sentaba en la cama, pero el que más se repetía era el momento en que Asher se había sentado a su lado y comenzó a acariciarle el cabello. ¿Por qué había hecho eso después de tratarla tan mal?

Ella bajó la mirada hacia sus brazos, que estaban marcados: uno con las letras "Zentyal" y el otro con la marca de la serpiente. Un nudo en la garganta amenazó con hacerla llorar, pero se esforzó por contenerse para que nadie se diera cuenta. En ese momento, Raquel entró por la puerta con un vaso de agua que le entregó a Ivelle.

— ¿Ya te encuentras mejor? Asher dijo que te desmayaste subiendo las escaleras.

Ivelle asintió débilmente, tomando el vaso de agua y bebiendo un poco para humedecer su boca seca.

— Gracias, Raquel. Sí, estoy un poco mejor ahora —respondió Ivelle con voz suave, tratando de sonar calmada a pesar de todo lo que había pasado.

—¿Irás a la excursión? —Ivelle asintió — Entonces debes arreglar las cosas que llevarás. Estaremos ahí durante un mes. Creo que será bueno para despejar la mente de todo lo que pasó.

Raquel le sonrió y salió de la habitación, dejando a Ivelle sola con sus pensamientos una vez más. Se recostó en la cama y cerró los ojos, intentando ordenar sus emociones y entender lo que significaban las marcas en su brazo y todo lo que había experimentado con Asher y la bruja.

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Alexaider Pineda
me encanta este inicio ,tienes un gran talento
dana hernandez
Solo con este texto, empiezo a amar el libro 😍
Lourdes Castañeda
hola, podrías tradicirnos el francés, para saber que dice, muchas gracias y está muy buena la historia.
Rimur***
Retiro lo dicho anteriormente, ya no entendi nada.
Rimur***
No hablo francés pero creo que de momento entiendo lo que dice.
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